Por Carlota García Encina, Real Instituto Elcano (REAL INSTITUTO ELCANO, 12/01/12):
Tema: El European Phased Adaptive Approach
(EPAA) es lo que hoy conocemos como el sistema antimisiles europeo de
EEUU que Barack Obama lanzó en sustitución de la denominada “tercera
pata” de George W. Bush.
Resumen: Durantes décadas EEUU ha tratado de
desarrollar sistemas de defensa antimisil, unos más enfocados a la
protección del territorio nacional y otros a la cobertura de las tropas
en el exterior y de los aliados. La Administración Obama anunció en
septiembre de 2009 un nuevo dispositivo antimisiles en Europa, del que
España formará parte, y del que se analizan los aspectos técnicos y
políticos. Es además la aportación norteamericana a la OTAN como parte
de un futuro escudo aliado. Tanto Bruselas como Washington comparten la
percepción de que la amenaza de los misiles balísticos de corto y medio
alcance iraníes es real y la más urgente.
Análisis: Los esfuerzos norteamericanos para
construir un sistema de defensa contra misiles balísticos se remontan a
finales de los años 50. Pero fue Ronald Reagan quien en 1983 impulsó un
plan que después todas las Administraciones norteamericanas han tratado
de desarrollar de una manera u otra. Reagan dio forma a la Iniciativa de
Defensa Estratégica (SDI, en sus siglas en inglés), apodada
peyorativamente como la “Guerra de las Galaxias” por el senador Edward
Kennedy, cuyo objetivo principal era proteger el territorio
norteamericano de los misiles balísticos intercontinentales rusos. Un
plan que ante todo alteraba el principio de disuasión nuclear y la
doctrina de la Destrucción Mutua Asegurada (MAD, en sus siglas en
inglés), y por lo tanto el frágil balance nuclear que existía entre
Moscú y Washington. Hasta entonces, para certificar que cada parte
estaba dispuesta a dejarse destruir por su enemigo era necesario no
erigir defensas, limitadas drásticamente en el tratado ABM (Anti-Ballistic Missile Treaty)
de 1972. Si EEUU empezaba a incrementar sus capacidades de defensa
antimisiles más allá de lo establecido, llegaría un momento en que
Washington podría tener la capacidad para lanzar un primer ataque
contras las fuerzas estratégicas de Moscú, protegiéndose así mismo de la
represalia rusa con sus defensas antimisiles. Por otro lado, un
incremento de las capacidades de defensa antimisiles llevaría a una
reducción de los arsenales nucleares si las defensas llegaban a ser lo
suficientemente robustas como para parar un primer ataque del
adversario.
Con el anuncio de la SDI, Reagan fue capaz de retomar de la
iniciativa estratégica en la Guerra Fría, descolocando a los rusos, que
no tenían la economía ni las capacidades para diseñar una iniciativa del
estilo y, por lo tanto, las respuestas rusas no fueron más allá de
poner en duda la realización del proyecto. Pero los costes eran
excesivamente elevados y tecnológicamente el plan estaba aún muy lejos
del objetivo, con lo que la disuasión nuclear continuó siendo la mejor
arma contra la amenaza soviética.
El final de la Guerra Fría supuso el fin de la confrontación con la
antigua URSS y, por tanto, de la amenaza soviética. George H. Bush, en
su discurso del Estado de la Nación de enero de 1991, anunció la
reducción de la SDI para centrarse en la protección contra ataques
balísticos limitados, cualquiera que fuera su origen. El proyecto fue
denominado GPALS (Global Protection Against Limited Strikes).
Se trataba de proteger el territorio norteamericano contra lanzamientos
“accidentales, no-autorizados o deliberados” de terceros países o de las
antiguas repúblicas ex-soviéticas. De forma secundaria debería
proporcionar protección a las fuerzas desplegadas en el exterior y a los
aliados, un objetivo que recobraría más fuerza después del lanzamiento
de los misiles Scud durante la Guerra del Golfo de 1991. El plan era
perpetuar parte de la arquitectura del antiguo programa, combinando la
capa espacial con la defensa desde tierra contra los misiles balísticos
tácticos o de teatro (Ground-based Theater Missile Defense, TMD) y la defensa antimisiles nacional (Ground-based National Missile Defense, NMD). El plan se mantuvo activo hasta 1996 con una modesta financiación y desarrollo.
Cuando la Administración Clinton llegó a Washington, puso en marcha una Revisión bottom-up para
determinar la estrategia, las estructura de fuerzas y la modernización
de las defensas de EEUU en la post-Guerra Fría. La amenaza contra el
territorio nacional de un misil balístico por algún Estado de la antigua
URSS u otros como China se consideró entonces muy poco probable, y la
facilidad para éstos de desarrollar misiles balísticos de largo alcance
también. Esta amenaza llegaría, en todo caso, en décadas, y los
arsenales de los enemigos se contarían por docenas y no por cientos,
como en la Guerra Fría. El concepto de un paraguas global heredado de
las décadas anteriores evolucionó entonces hacia un modesto programa de
investigación denominado 3+3 NMD Deployment Readiness Program, y los esfuerzos se enfocaron más al desarrollo de las capacidades de defensa contra misiles de teatro (TMD).
Las cosas cambiaron en el segundo mandato de Bill Clinton. La Guerra
del Golfo y los conflictos que le siguieron en el mundo evidenciaron
que, para los contendientes regionales, la disuasión ya no seguía los
patrones de la Guerra Fría, lo que acrecentaba la necesidad de volver a
contar con defensas antimisiles. Por otro lado, Clinton se vio empujado
por las Cámaras legislativas, con mayoría republicana, a aceptar el
desarrollo de las capacidades defensivas contra misiles balísticos de
largo alcance y, por tanto, de la NMD. Se tomó como base las
conclusiones de un informe publicado en julio de 1998 por la Comisión
para Evaluar la Amenaza de Misiles Balísticos, creada dos años antes y
liderada por Rumsfeld, donde se subrayaba el incremento de dicha amenaza
y se señalaba a países como Irán, Irak y Corea del Norte. Como hecho a
propósito, el 31 de agosto del mismo año, Corea de Norte, hizo pruebas
nucleares que demostraron un alcance suficiente para tocar territorio
norteamericano.
En 1999 la Administración Clinton aprobó la National Missile Defense Act
que ordenaba la ejecución “tan pronto como tecnológicamente fuera
posible” de un sistema balístico de defensa nacional que protegiera todo
el territorio norteamericano de cualquier ataque con misiles, y que
sobrepasaría los límites del tratado ABM. Sin embargo, el 1 de
septiembre de 2000 el presidente Clinton decidió no autorizar el
despliegue del sistema NMD al “no contar con la suficiente confianza en
la tecnología, ni la efectividad operativa del sistema”. Las pruebas
llevadas a cabo habían fracasado. Se comprometió, sin embargo, a
continuar con el desarrollo de la tecnología pero tendría que ser el
próximo presidente quien tomara la decisión final.
Para George W. Bush la defensa antimisiles se convirtió en una
prioridad, tal y como subrayó en un discurso el 1 de mayo de 2001. Bush
pretendía eliminar la diferencia entre TMD y NMD, y ambicionada un
sistema global (Ballistic Missile Defense System, BMDS) que
defendiera su territorio, sus fuerzas y sus aliados contras misiles de
todo tipo de alcance, que integrara capacidades en tierra, mar, aire y
espacio, y que pudiesen ser interceptados en cualquier fase de la
trayectoria. Una iniciativa que iría acompañada por una reducción
importante de efectivos en el exterior y la implementación de una
revolución de asuntos militares, en sintonía con su inicial
planteamiento de política exterior.
Con los atentados del 11 de septiembre de 2001, la defensa
antimisiles fue presentada como una garantía de seguridad ante los
“Estados gamberros” y patrocinadores del terrorismo cuyos programas de
desarrollo del armamento atómico se aseguraba que estaban muy avanzados,
principalmente Irán y Corea del Norte, y algo más lejos Irak.
El plan de Bush dejaba totalmente obsoleto el Tratado ABM, puesto en
entredicho desde la desintegración de la URSS y la aparición de amenazas
procedentes de otras partes del planeta. Washington, sin embargo, no
logró convencer a Moscu de que el Tratado ABM ya no era relevante y que
sería más adecuado reemplazarlo por otro tipo de acuerdo. EEUU, por su
parte, estaba dispuesto a compartir alguna información sobre los
desarrollos de su defensa antimisiles pero no aceptaría ningún límite a
sus investigaciones, pruebas o despliegues del sistema. En junio de
2002, EEUU se retiraría del Tratado ABM sin apenas oposición rusa. A
finales de 2004 se declaró el inicio de la andadura del sistema con
interceptores en Alaska y en California, para hacer frente a la amenaza
norcoreana. Serían las dos primeras “patas” del Ground-based Midcourse Defense (GMD) el
sistema del BMDS, es decir la defensa terrestre del sistema global que
contrarrestaría los misiles balísticos en la fase intermedia de su
trayectoria. Otros elementos del BMDS global serían sistemas navales
contra misiles de corto alcance, activos espaciales, y redes de mando y
control a lo largo del EEUU y el Pacífico.
En 2006, el Pentágono propuso una “tercera pata” del GMD en Europa.
La propuesta incluía el despliegue entre 2011 y 2013 de 10 interceptores
GBI (Ground-based Interceptors) en Polonia –interceptores que
no eran idénticos a los de Alaska y California–, un radar fijo de banda X
en la República Checa y otro radar transportable en un país cerca de
Irán, que nunca se identificó, además de un sistema de mando, control y
soporte de las infraestructuras. La “tercera pata” debía tener capacidad
para interceptar al menos cinco misiles intermedios (IRBM) contra
Europa o cinco misiles intercontinentales (ICBM) contra EEUU desde
Oriente Medio. Garantizaba la defensa del oeste de Europa, no del
sureste, y la defensa contra los misiles de alcance intermedio
provenientes de Irán era un objetivo secundario del sistema, algo de lo
que daba cuenta la propia tecnología del sistema.
El plan europeo no fue bien acogido en el viejo continente. EEUU fue
acusado de actuar unilateralmente en territorio europeo para lograr sus
acuerdos con Polonia y República Checa, mientras que serían el resto de
europeos quienes tendrían que pagar las consecuencias de la oposición
rusa al sistema de Bush. Lo positivo fue que impulsó el debate en el
seno de la OTAN y en Europa de los sistemas antimisiles, así como las
posibilidades de cooperación que se abrían en este ámbito.
En Washington también se cuestionaba el despliegue europeo. Los
comités de defensa del Senado y del Congreso norteamericano debatieron
sobre posibles alternativas y modificaciones a la “tercera pata”,
deliberando sobre la adecuación de la tecnología escogida para hacer
frente a las amenazas más inmediatas. Y es que a principios de 2009 la
comunidad de inteligencia norteamericana concluyó en un informe
clasificado que el desarrollo del programa iraní de misiles de corto y
medio alcance avanzaba rápidamente mientras que el de las capacidades
intercontinentales (ICBM) iba mucho más lento de lo que anteriormente se
había predicho. Concluía que a corto plazo la principal amenaza
procedente de Irán sería para los aliados de EEUU así como el personal
norteamericano –militar y civil– desplegado en Oriente Medio y en
Europa.
El Plan de Obama
El 17 de septiembre de 2009 la Administración Obama anunció la
cancelación de la “tercera pata” europea de Bush. En su lugar se
estableció el despliegue de una serie de capacidades móviles –basadas en
sensores, sistemas de comunicación e interceptores ya existentes– con
mayor capacidad de respuesta a la creciente amenaza de misiles
balísticos de corto y medio alcance con origen en Irán. Recibió el
nombre de European Phased Adaptive Approach (EPAA).
No era ningún secreto que a Obama no le gustaba la defensa
antimisiles de su predecesor y que no la consideraba una prioridad. Sin
embargo, no sólo la canceló, sino que la sustituyó por una nueva
arquitectura. El motivo principal, según la Administración, era la
urgente protección frente a Irán, pero se conjugaron otros dos motivos:
el coste del sistema en una época de crisis y la viabilidad técnica.
Obama sustituía un sistema que había tenido algunos problemas
operativos y de desarrollo con los radares e interceptores, y que con
los retrasos no estaría en disposición de dar protección hasta 2017 y no
2013 como en un principio se había establecido. El nuevo sistema se
presentaba con la capacidad de utilizar tecnología ya probada y empezar a
funcionar en 2011.
Se trata de sistema tierra-mar, apoyado en los Standard Missile -3
(SM-3) –un sistema de armas para interceptar misiles balísticos puesto a
prueba desde 2007 con exitosos resultados– y en su continuo desarrollo
para obtener versiones superiores para cada una de las cuatro fases del
EPAA:
- Fase Uno (hasta 2011): despliegue de buques con el sistema AEGIS, interceptores SM-3 (Block IA) y sensores como el Army Navy/Transportable Radar Surveillance (AN/TPY-2) para haber frente a la amenaza regional de misiles balísticos en Europa.
- Fase dos (hasta 2015): despliegue de la versión avanzada SM-3 (Block IB) en dispositivos tanto en tierra (no fijos) como en mar y sensores más avanzados para ampliar la defensa contra las amenazas de misiles balísticos de corto y medio alcance.
- Fase tres (hasta 2018): despliegue de la versión avanzada SM-3 (Block IIA) para la defensa contra las amenazas de misiles balísticos de alcance corto, medio e intermedio.
- Fase cuatro (hasta 2020): despliegue de la versión avanzada SM-3 (Block IIB) para la defensa contra las potenciales amenazas de misiles balísticos intercontinentales con territorio norteamericano.
El objetivo principal es la protección del personal civil y militar norteamericano y de sus familias, y la protección del territorio y de la población de los aliados europeos. En la tercera fase, alrededor de 2018, se logrará presumiblemente la cobertura de la totalidad del área europea, incluyendo Turquía que se quedaba fuera de la tercera “pata” de Bush. Llegará incluso a proteger a países como Egipto y Arabia Saudí, amenazados también por las capacidades iraníes. De esta manera, y según los cálculos de la Administración Obama, estos países pueden verse menos inclinados a desarrollar sus propias opciones nucleares al estar protegidos en un futuro por el nuevo sistema. Por otro lado, para Israel el sistema de Obama complementaría su sistema de defensa Arrow y daría mayor amplitud a su disuasión. Así, un ataque militar israelí pre-emptive contra las instalaciones de Irán nucleares ya no sería la única opción defensiva de Israel en el caso de que la diplomacia no sea capaz de frenar el desarrollo de las capacidades nucleares iraníes. Todos estos cálculos, enfocados a frenar la carrera nuclear en Oriente Medio, es uno de los principales aciertos del plan europeo de Obama que le ha servido además para ganarse el beneplácito en el exterior. Sin embargo, de puertas para adentro los republicanos ven en él el abandono de la defensa del territorio nacional y por lo tanto el incremento de la vulnerabilidad de EEUU, lo que es cierto sólo en parte.
El EPAA dará también cobertura al territorio norteamericano contra
los misiles intercontinentales ICBM aunque haya que esperar al
desarrollo de la última fase del proyecto a finales de la década. No hay
que olvidar, sin embargo, que existe ya una protección nacional parcial
que ofrecen los interceptores GBI en Alaska y California desplegados
durante la Administración anterior y que la Administración Obama se ha
comprometido a seguir desarrollando. Son unos 30, con capacidad limitada
para contrarrestar un ataque de misiles balísticos de largo alcance
(nunca podrían neutralizar un ataque parcial ruso, que dispone de unas
1.000 cabezas nucleares y sofisticados misiles balísticos). Además, el
despliegue del radar AN/TPY-2 en la primera fase del EPAA hará más
efectivos los interceptores de Alaska y California.
El aspecto técnico es otro de los puntos a primera vista más
destacables del plan. El SM-3 y sus futuras versiones tienen
teóricamente muchas ventajas sobre el anterior interceptor GBI. El SM-3
es más pequeño y se puede integrar en interceptores localizados tanto en
mar como en tierra, ofreciendo una amplia flexibilidad geográfica.
Además son más baratos, alrededor de 10 millones de dólares por
interceptor frente a los 70 millones del GBI. Sin embargo, la parte
técnica es mucho más difícil de evaluar de lo que trata de transmitir la
Administración. Dos organizaciones, Arms Control Association y la Federation of American Scientists,
ponen en entredicho las exitosas pruebas del SM-3 y subrayan la
fragilidad del sistema. Afirman que se puede vencer de manera
excesivamente simple, y que no es fidedigno en condiciones de combate
real.
El debate sobre la veracidad de las pruebas está aún abierto, pero lo que llama la atención es la fe ciega en el sistema SM-3 cuando aún está en la primera fase de su desarrollo. Fue el propio Obama quien afirmó cuando era candidato presidencial que apoyaría un sistema antimisiles sólo cuando hubiera suficientes pruebas que certificaran la viabilidad de la tecnología del sistema. Y aunque ha habido al menos ocho pruebas con el SM-3, el sistema EPAA en su totalidad aún no ha sido adecuadamente testado, como afirmó un representante del US Goverment Accountability Office (GAO) en el Senado norteamericano el 13 de abril de 2011.
No faltaron tampoco las críticas que señalaron el nuevo plan como una
concesión a Moscú –como así creían los propios rusos– y no como una
manera de responder a las preocupaciones sobre Irán. Ciertamente no fue
una concesión, pero el cambio fue un pequeño guiño hacia Rusia para, a
cambio, tratar de atraer su apoyo para presionar a Irán. En Polonia y la
República Checa –parte de la “tercera pata” de Bush– los periódicos
advirtieron que “Rusia había ganado” y que les había notificado los
cambios horas antes de su publicación oficial. Para ellos el escudo de
Bush significaba principalmente reforzar sus respectivas relaciones
militares con los norteamericanos frente a los rusos. Querían tropas de
EEUU en su territorio y con Bush las habría y permanentes. Tampoco ayudó
la fecha escogida para el anuncio de la nueva arquitectura, al
coincidir con el 70 aniversario de la invasión rusa de Polonia. El
vicepresidente Joe Biden tuvo que poner freno al malestar y a los
malentendidos viajando un mes después a lo respectivos países y abriendo
las puertas a su participación en el nuevo sistema. En el caso de
Polonia, a pesar de la cancelación de los 10 interceptores GBI,
Washington mantuvo la promesa de desplegar misiles Patriot con el
objetivo de formar al personal militar polaco. Los Patriot llegaron en
mayo de 2010.
En Europa la respuesta al nuevo sistema fue muy positiva. Por un
lado, porque las capitales europeas nunca se sintieron totalmente
protegidas por el sistema de Bush, que recordemos dejaba sin protección
el sureste europeo. Además, en el viejo continente veían la ventaja de
dejar de lado las tensas relaciones con Rusia y tenían la sensación que
traería a los países europeos de Europa Central más cerca de las
estructura de seguridad europeas, reemplazando de este modo su
dependencia de EEUU. Otro aspecto importante era la intención de
Washington de que su nueva arquitectura fuera multinacional y se
integrara en la OTAN, abandonando por tanto la centralidad de mando del
anterior sistema.
La primera fase del EPAA se inició en marzo de 2011 con el despliegue
del USS Monterrey –un crucero de misiles guiados– en el Mediterráneo
(su presencia en junio en el Mar Negro, para llevar a cabo unos
ejercicios navales con Ucrania, provocó las iras rusas). Esta fase
incluye además 26 interceptores THAAD, que protegen contra misiles
tácticos y de teatro, y 107 interceptores SM-3. También está previsto
cuanto antes el despliegue de un radar AN/TPY-2 en Turquía.
La inclusión de Ankara en este dispositivo europeo es sin lugar a
dudas un éxito y un valor añadido, aunque con toda probabilidad será
también una fuente de problemas. El acuerdo entre EEUU y Turquía, hecho
publico a principios de septiembre de 2011, llegó además en un momento
en el Turquía miraba más a Oriente que a Occidente. Según Washington se
trata del principal acuerdo con los turcos en materia de cooperación
militar desde que, en 2003, Turquía rechazara que los norteamericanos
atravesaran su territorio para llegar a Irak.
Los turcos eran perfectamente conscientes de su importancia
geográfica, del potencial de sus fuerzas armadas y de su creciente papel
en Oriente Medio. Y, tras sopesar costes y beneficios, accedieron a
firmar un acuerdo que cumple con sus intereses nacionales. Ankara envió,
además, un mensaje sobre la seguridad en los flujos de energía que van
hacia Europa pasado por su territorio.
Turquía será responsable de la gestión de la instalación y 50
militares norteamericanos de su protección. Una decisión no exenta de
polémica nacional e internacional por la posibilidad de que Israel tenga
acceso a la información del radar, al ser aliado de EEUU.
Sin embargo, como parte ya del sistema, Turquía evita que se
identifique a Irán como amenaza contra la que defenderse, aunque tema el
desarrollo de sus capacidades. Aunque Irán ha dicho estar preparado
para atacar el sistema en Turquía en caso de sentirse amenazado, el jefe
de la comisión de Exteriores del Parlamento turco, Volkan Bozkir, ha
llegado a afirmar que Ankara nunca permitirá que el radar se use contra
Irán. Sin duda éste es uno de los elementos más polémicos del sistema.
Además de Turquía, Rumanía firmó también en septiembre de 2011 un
acuerdo bilateral con EEUU para acoger 24 interceptores en 2015, en la
antigua base áreas de Deveselu. Le seguirá Polonia, que accedió a la
colocación de otros tantos interceptores para 2018 en Redzikowo. El
acuerdo entre Washington y Varsovia se alcanzó en octubre de 2009, justo
un mes después del anuncio del Obama del EPAA. Fue una señal de la
importancia país para la nueva arquitectura. El acuerdo entró en vigor
en septiembre de 2011 tras completarse el proceso de ratificación.
No ocurrió lo mismo con la República Checa, la otra “tercera pata” de
Bush. Después de largas negociaciones que en algunos momentos apuntaron
a la posibilidad de que el país albergara un cuartel general o un
centro de alerta temprana, se descolgó finalmente del dispositivo al no
aceptar un papel mucho más pequeño de lo que esperaba. En cuanto a
España, en octubre de 2011 y en el marco de la reunión de ministros de
Defensa de la OTAN, se anunció el acuerdo entre Madrid y Washington para
que la base de Rota acoja a los buques norteamericano con sistema AEGIS
desplegados en el Mediterráneo, como apoyo al sistema antimisiles de la
Alianza.
OTAN
El anuncio de un nuevo escudo europeo, junto con el discurso del
presidente norteamericano en abril de 2009 sobre la eliminación global
de las armas nucleares, llevó a la Alianza Atlántica a la
reconsideración del papel de las armas nucleares. Aunque éstas ya se
habían reducido considerablemente desde el final de la Guerra Fría, aún
seguían jugando un importante papel en los planes aliados. Y aunque la
situación no cambiaría en el corto y medio plazo, las iniciativas de la
Administración norteamericana sugerían la posibilidad de que en el
futuro esas armas no estuvieran desplegadas más en Europa. La OTAN, por
tanto, y teniendo en cuenta los avance tecnológico, debía considerar el
futuro de la seguridad de sus miembros apoyado cada vez más en los
sistemas antimisiles.
En la Cumbre de Lisboa celebrada en noviembre de 2010 los aliados
tomaron dos importantes decisiones. Por primera vez acordaron el
desarrollo de capacidades para defender las poblaciones y los
territorios contra ataques de misiles balísticos, y no sólo las fuerzas
desplegadas en el teatro de operaciones, como uno de los elementos
principales de la defensa colectiva. En segundo lugar, acordadron la
decisión de buscar la cooperación con Rusia en la defensa antimisiles.
La necesidad de la OTAN de disponer de un sistema de defensa
antimisiles que protegiera no sólo el “teatro de operaciones” sino los
“territorios” llevó a aceptar gustosamente el EPAA como la contribución
nacional norteamericana a la futura defensa antimisiles de la OTAN. El
EPAA resultaba sobre todo enormemente atractivo en términos económicos
ya que requeriría una inversión relativamente pequeña por parte de los
aliados. El sistema europeo construido por EEUU se complementaría,
además, con el sistema de la OTAN Active Layered Theater Balistic Missile Defense
(ALTBMD), que desde 2005 se desarrolla para proteger a las tropas de
los misiles de teatro y que deberá culminar en 2018. En agosto de 2011
hubo una primera prueba para comprobar la conjunción de algunos
componentes del sistema aliado y el norteamericano. En principio no
parece que vaya a haber problemas técnicos y todo apunta a que puedan
estar interconectados. Pero más difícil será definir en un futuro la
cadena de mandos y por lo tanto establecer quién deberá tomar la
decisión final en caso de ataque.
En cuanto a la búsqueda de la cooperación con Rusia, EEUU y la OTAN
formalizaron oficialmente la invitación a Moscú para que participara en
el futuro sistema europeo antimisiles. Aunque con una idea clara: la
OTAN defiende a la OTAN y Rusia defiende a Rusia, y por lo tanto el
sistema se mantendrá bajo exclusivo control de la OTAN.
Moscú siempre se ha opuesto al desarrollo y despliegue de cualquier
sistema de defensa antimisiles. Primero, porque nunca ha dispuesto de
las capacidades tecnológicas ni financieras para competir con estos
programas. En segundo lugar, porque cualquier sistema antimisiles en el
que Rusia no estuviera y no esté involucrado simplemente no es de su
agrado, incluso ahora que parecen más convencidos de que Irán está
desarrollando un efectivo arsenal y de que sus capacidades nucleares
están aumentando.
Las negociaciones y el diálogo sobre una posible colaboración en este
tema, principalmente con EEUU, se han sucedido a lo largo de las
décadas, aunque por parte rusa las propuestas han ido siempre
encaminadas a ser una alternativa al sistema norteamericano. Si la
cooperación entre aliados es ya complicada, compartir tecnología
excepcionalmente compleja y con un coste muy alto con las compañías
rusas, así como datos e información sensible, o requerir la autorización
urgente de los rusos para su utilización no parecen requisitos
fácilmente aceptables por los norteamericanos ni por muchos europeos.
Por tanto, la visión del secretario general de la OTAN, Anders Fogh
Rasmussen, de que tener un “único techo se seguridad para protegernos a
todos desde Vancouver a Vladivostok” es demasiado atrevida.
A pesar de que lo propios rusos han reconocido que los SM-3
desplegados en Europa no tienen capacidad alguna para contrarrestar los
ICBM rusos, y de la inicial buena acogida al nuevo dispositivo europeo
de Obama, los militares rusos, siguiendo el juego de la década anterior,
siguen pidiendo garantías de que no va dirigido contra ellos. En
octubre de 2011, poco después de que Turquía anunciara su participación
en el plan, los rusos se quejaron de que Washington llevara la
implementación del sistema antimisiles más rápidamente que las
conversaciones con Moscú. También lamentaban que la propuesta de
cooperación de la OTAN se limitara a que cada parte tuviera su propio
sistema antimisiles con enlaces o conexiones en un sistema de alerta
temprana.
El 23 de noviembre de este año, el presidente ruso, Dmitry
Medvedev, en un inesperado discurso ante la nación, utilizó el tono más
duro para arremeter contra el sistema antimisiles europeo. Anunció
contra él varias medidas, como la activación de un radar de alerta
temprana antimisiles en Kaliningrado, el fortalecimiento de las defensas
aéreas y espaciales para proteger sus armas nucleares estratégicas y la
posibilidad de desplegar modernos sistemas de armas en el oeste y el
sur del país, que podrían incluir la instalación en Kaliningrado de
complejos misiles Iskander. Además, amenazó con el posible abandono del
nuevo tratado START de abril de 2010, uno de los principales resultados
del reinicio de las buenas relaciones con Washington. Eso sí, se abstuvo
de amenazar a alguien en concreto, cerrando el discurso con una llamada
al diálogo.
Todo apunta a que tras estas amenazadoras declaraciones hay sobre
todo razones domésticas. La situación interna del país llevó al gobierno
ruso a buscar excusas para desviar la atención, y qué mejor que la
retórica antiamericana sobre todo en vísperas de elecciones. Por ello
apenas hubo reacciones por parte de los norteamericanos y los aliados al
discurso de Medvedev.
Conclusiones: Quedan aún muchos años para que veamos
completadas las cuatro fases del EPAA, el dispositivo antimisiles
europeo de Obama. Sustituyó al de su antecesor por ser más flexible, más
maniobrable y contar con tecnología ya probada, aunque aún está por
ver. Está enfocado a neutralizar una amenaza real que, según los
documentos de inteligencia, constituyen los misiles balísticos de corto y
medio alcance iraníes. En cuanto a estrechar los lazos con Rusia, uno
de los objetivos también buscados por la Administración Obama con el
nuevo sistema antimisiles, no parece cercano.
Si todo marcha bien, el sistema podrá cubrir la totalidad de Europa y
algunos países de Oriente Medio y Norte de África alrededor de 2018,
con lo que, según los cálculos norteamericanos, se desincentivarían los
deseos nucleares de algunos países. Sin embargo, en algunos casos el
efecto puede ser el contrario. Según la Comisión bipartita sobre la
Postura Estratégica (bipartisan Strategic Posture Commission),
China está incrementando el número de sus fuerzas intercontinentales
ICBM en respuesta al programa de defensa norteamericano, lo que a su vez
podría forzar a la India y Pakistán a incrementar sus arsenales.
Para la OTAN, el EPAA se ha convertido en uno de los pilares básicos
de su futuro escudo aliado. Aunque su atractivos sea sobre todo
económico, como ha subrayado en más de una ocasión el secretario general
de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen. Por menos de 200 millones de euros
en 10 años y entre 28 aliados se ampliarán considerablemente las
capacidades defensivas en una época de austeridad presupuestaria.
Aunque
no todos comparten la idea de que trata de un gasto relativamente bajo.
Entre ellos los franceses, que aseguran que le saldrá bastante más
caro, y que de todas formas significa menos inversión en armas
convencionales que también se necesitan. Porque no todos los aliados
están de acuerdo con la urgencia del sistema. Para algunos de ellos,
aceptar el proyecto norteamericano era esencialmente una moneda de
cambio para el futuro repliegue de las fuerzas nucleares norteamericanas
en Europa, siguiendo la premisa de que con más defensa no se necesitará
más disuasión.
Con todas las dudas que aún quedan, puesto que el sistema apenas ha
empezado a andar, lo que queda claro es que hoy en día EEUU es el único
país que posee la tecnología para desarrollar un sistema de defensa
antimisiles. Un programa el europeo que, según el secretario de Defensa
norteamericano, Leon Panetta, puede verse amenazado por otro factor que
no se ha mencionado hasta ahora: la falta de acuerdo en Washington sobre
la reducción del déficit en su país.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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