Por ANTONIO JIMÉNEZ BARCA - París - (El País.com, 15/02/2009)
Una se llama Rama Yade: nació en Senegal y llegó a Francia con 10 años. El padre abandonó a la familia al poco tiempo y regresó a África. La madre, una historiadora a la que no convalidaron el título, sacó adelante a sus cuatro hijos cuidando niños de otros y limpiando casas. La hija más brillante se nacionalizó francesa a los 18 años y a los 25 se licenció en Ciencias Políticas. A los 31, Nicolas Sarkozy la nombró secretaria de Estado de los Derechos del Hombre y meses después, con el cargo recién estrenado, lloraba de emoción cuando, en una sesión de la ONU, el secretario general Ban Ki-moon la miró al referirse a la postura de Francia en un asunto internacional. Llegó a afirmar que su héroe preferido era "Sarkozy, aunque cuando él lo oiga se ría".
Ahora no cuenta mucho en el Gobierno. Tampoco para el presidente.
La otra se llama Rachida Dati, es más conocida que Yade y, como ésta, se convirtió en el símbolo de la Francia diversa al ser nombrada ministra de Justicia. Ya Sarkozy había avisado de la importancia de este asunto al presentarse en la campaña electoral, apelando a los orígenes húngaros de su padre, como "un francés con mezcla de sangres". Dati, también, como Yade, procede de una familia pobre, no francesa y numerosa: su padre es un albañil argelino y su madre era una mujer marroquí casi analfabeta. Rachida también idolatraba a Sarkozy. Ahora, un libro reciente, titulado Bel-Ami, escrito por los periodistas especializados Michaël Darmon e Ives Deral, certifica que su menguante estrella política se encuentra al borde de la extinción. De paso, la describe como un personaje ambicioso, obsesionado desde la adolescencia por el poder, experta en mezclar lo afectivo y lo profesional para aprovecharse a la hora de subir un escalón. La foto de la portada está bien elegida: muestra a Dati, con la mirada fija en un punto que sólo ella ve, abriéndose paso casi a codazos entre dos hombres de esmoquin.
Amiga personal de Cécilia Sarkozy, la anterior esposa del presidente de la República, Dati jugó a tres bandas al servir a la pareja de confidente amoroso y de paño de lágrimas mientras se atornillaba al primer círculo del poder. De hecho, Sarkozy le comunicó que iba a ser ministra estando Cécilia delante. Dati comenzó a sollozar de emoción al oír la noticia. La ex mujer de Sarkozy, según el libro citado, trató de contenerla:
-No llores. Ya sabes que a Nicolas no le gustan las mujeres que lloran.
Durante mucho tiempo, tanto Yade como Dati, que no se soportan por diferencia de caracteres y celos profesionales, han encarnado en decenas de portadas y de programas de televisión la cara más atrayente y novedosa del Gobierno multicolor de Francia.
Hasta diciembre.
Fue entonces cuando Sarkozy, en un avión rumbo a Polonia, propuso a Yade, por segunda vez, que dejara el puesto de secretaria de Estado de los Derechos del Hombre para integrar las listas del UMP en las elecciones europeas de junio. Yade no dijo nada, pero tanto el presidente como los colaboradores que se encontraban presentes en la conversación entendieron que aceptaba. El chasco fue inmenso cuando días después Yade, en una entrevista televisada, aseguraba que había rechazado el ofrecimiento del presidente y que prefería quedarse como estaba. Los colaboradores de Sarkozy aseguraron que éste montó en cólera y que llamó a su protegida cinco minutos después de que terminara la entrevista para echarle una bronca monumental.
Yade siempre se ha caracterizado por hablar claro. Incluso ha metido a la diplomacia francesa en algún lío por hacerlo. Una vez, después de estrechar la mano a Gaddafi cuando éste visitó Francia, aseguró después a los periodistas: "Hay gestos que obligan a uno a ir enseguida a lavarse las manos".
Amiga, pues, de no morderse la lengua, cuando le preguntaron por qué rechazó la oferta de Sarkozy volvió a responder en Le Nouvel Observateur: "Me hicieron una pregunta y respondí. Luego me dicen que ésa no es la respuesta adecuada: para eso no merece la pena hacer preguntas". Sarkozy replicó en un Consejo de Ministros: "Aquí es difícil subir y muy fácil bajar".
Desde entonces, Yade languidece en su cargo consciente de haber decepcionado al hombre más poderoso de Francia y en otro tiempo su héroe político.
A Dati, en enero, también le propuso Sarkozy, y también por segunda vez, integrar las listas europeas. Por entonces, el potencial político de la hija del albañil era casi inexistente debido a sus excesos mediáticos y a su incompetencia a la hora de gobernar un ministerio que se le cuarteaba por todos los lados. Es famosa una frase que Sarkozy pronunció en presencia de un grupo de ministros: "Debe trabajar más: se habla más de su embarazo que de lo que hace en el ministerio".
Dati, a diferencia de Yade, aceptó. Tal vez no le quedaba otra opción. En unos meses abandonará el Gobierno.
Mientras tanto, Sarkozy buscaba a alguien que ocupara la plaza de símbolo multiétnico que Dati y Yade habían dejado vacía. Pensó en un personaje peculiar, un jugador de futbol retirado recientemente, inteligente y culto, Lilian Thuram, al que le propuso, en diciembre, convertirse en ministro de la Diversidad en el próximo cambio de Gobierno. El ex defensa central de la selección francesa, que había criticado la política de inmigración de Sarkozy varias veces, se negó, según confesó hace dos semanas en Le Monde, "por razones evidentes".
En enero se produjo un baile de ministros. Brice Hortefeux, ministro de Inmigración, dejaba el puesto para pasar a Asuntos Sociales. Tal vez harto de perseguir símbolos raciales que acababan volviéndose contra él, el presidente decidió cambiar de táctica.
Eligió, para hacerse con la crucial política de la inmigración, a un político experimentado y peculiar de biografía particular a quien, en el Partido Socialista francés, todos conocen como El traidor. Eric Besson, economista, nacido en Marruecos, de madre libanesa, residente en Francia desde los 17 años, fue durante mucho tiempo un reputado dirigente socialista hasta que en plena campaña electoral de 2007 desertó del equipo de Ségolène Royal y se pasó al bando de Sarkozy. Royal, despechada, se preguntó públicamente para minimizar la deserción:
-¿Pero quién es este Besson?
Besson, despechado a su vez, redactó a toda prisa un libro-venganza que se titulaba: ¿Pero quién es Ségolène Royal?
Sus ex compañeros le llaman sin disimulo Judas; sus nuevos compañeros coinciden en la valía intelectual del nuevo ministro. Hace unos días, Sarkozy le nombró también adjunto a la Secretaría General de su partido, la UPM. Besson sube. Dati y Yade bajan. El presidente de la República confía más en la fidelidad del llamado traidor que en los símbolos que él levantó y luego dejó caer.
Una se llama Rama Yade: nació en Senegal y llegó a Francia con 10 años. El padre abandonó a la familia al poco tiempo y regresó a África. La madre, una historiadora a la que no convalidaron el título, sacó adelante a sus cuatro hijos cuidando niños de otros y limpiando casas. La hija más brillante se nacionalizó francesa a los 18 años y a los 25 se licenció en Ciencias Políticas. A los 31, Nicolas Sarkozy la nombró secretaria de Estado de los Derechos del Hombre y meses después, con el cargo recién estrenado, lloraba de emoción cuando, en una sesión de la ONU, el secretario general Ban Ki-moon la miró al referirse a la postura de Francia en un asunto internacional. Llegó a afirmar que su héroe preferido era "Sarkozy, aunque cuando él lo oiga se ría".
Ahora no cuenta mucho en el Gobierno. Tampoco para el presidente.
La otra se llama Rachida Dati, es más conocida que Yade y, como ésta, se convirtió en el símbolo de la Francia diversa al ser nombrada ministra de Justicia. Ya Sarkozy había avisado de la importancia de este asunto al presentarse en la campaña electoral, apelando a los orígenes húngaros de su padre, como "un francés con mezcla de sangres". Dati, también, como Yade, procede de una familia pobre, no francesa y numerosa: su padre es un albañil argelino y su madre era una mujer marroquí casi analfabeta. Rachida también idolatraba a Sarkozy. Ahora, un libro reciente, titulado Bel-Ami, escrito por los periodistas especializados Michaël Darmon e Ives Deral, certifica que su menguante estrella política se encuentra al borde de la extinción. De paso, la describe como un personaje ambicioso, obsesionado desde la adolescencia por el poder, experta en mezclar lo afectivo y lo profesional para aprovecharse a la hora de subir un escalón. La foto de la portada está bien elegida: muestra a Dati, con la mirada fija en un punto que sólo ella ve, abriéndose paso casi a codazos entre dos hombres de esmoquin.
Amiga personal de Cécilia Sarkozy, la anterior esposa del presidente de la República, Dati jugó a tres bandas al servir a la pareja de confidente amoroso y de paño de lágrimas mientras se atornillaba al primer círculo del poder. De hecho, Sarkozy le comunicó que iba a ser ministra estando Cécilia delante. Dati comenzó a sollozar de emoción al oír la noticia. La ex mujer de Sarkozy, según el libro citado, trató de contenerla:
-No llores. Ya sabes que a Nicolas no le gustan las mujeres que lloran.
Durante mucho tiempo, tanto Yade como Dati, que no se soportan por diferencia de caracteres y celos profesionales, han encarnado en decenas de portadas y de programas de televisión la cara más atrayente y novedosa del Gobierno multicolor de Francia.
Hasta diciembre.
Fue entonces cuando Sarkozy, en un avión rumbo a Polonia, propuso a Yade, por segunda vez, que dejara el puesto de secretaria de Estado de los Derechos del Hombre para integrar las listas del UMP en las elecciones europeas de junio. Yade no dijo nada, pero tanto el presidente como los colaboradores que se encontraban presentes en la conversación entendieron que aceptaba. El chasco fue inmenso cuando días después Yade, en una entrevista televisada, aseguraba que había rechazado el ofrecimiento del presidente y que prefería quedarse como estaba. Los colaboradores de Sarkozy aseguraron que éste montó en cólera y que llamó a su protegida cinco minutos después de que terminara la entrevista para echarle una bronca monumental.
Yade siempre se ha caracterizado por hablar claro. Incluso ha metido a la diplomacia francesa en algún lío por hacerlo. Una vez, después de estrechar la mano a Gaddafi cuando éste visitó Francia, aseguró después a los periodistas: "Hay gestos que obligan a uno a ir enseguida a lavarse las manos".
Amiga, pues, de no morderse la lengua, cuando le preguntaron por qué rechazó la oferta de Sarkozy volvió a responder en Le Nouvel Observateur: "Me hicieron una pregunta y respondí. Luego me dicen que ésa no es la respuesta adecuada: para eso no merece la pena hacer preguntas". Sarkozy replicó en un Consejo de Ministros: "Aquí es difícil subir y muy fácil bajar".
Desde entonces, Yade languidece en su cargo consciente de haber decepcionado al hombre más poderoso de Francia y en otro tiempo su héroe político.
A Dati, en enero, también le propuso Sarkozy, y también por segunda vez, integrar las listas europeas. Por entonces, el potencial político de la hija del albañil era casi inexistente debido a sus excesos mediáticos y a su incompetencia a la hora de gobernar un ministerio que se le cuarteaba por todos los lados. Es famosa una frase que Sarkozy pronunció en presencia de un grupo de ministros: "Debe trabajar más: se habla más de su embarazo que de lo que hace en el ministerio".
Dati, a diferencia de Yade, aceptó. Tal vez no le quedaba otra opción. En unos meses abandonará el Gobierno.
Mientras tanto, Sarkozy buscaba a alguien que ocupara la plaza de símbolo multiétnico que Dati y Yade habían dejado vacía. Pensó en un personaje peculiar, un jugador de futbol retirado recientemente, inteligente y culto, Lilian Thuram, al que le propuso, en diciembre, convertirse en ministro de la Diversidad en el próximo cambio de Gobierno. El ex defensa central de la selección francesa, que había criticado la política de inmigración de Sarkozy varias veces, se negó, según confesó hace dos semanas en Le Monde, "por razones evidentes".
En enero se produjo un baile de ministros. Brice Hortefeux, ministro de Inmigración, dejaba el puesto para pasar a Asuntos Sociales. Tal vez harto de perseguir símbolos raciales que acababan volviéndose contra él, el presidente decidió cambiar de táctica.
Eligió, para hacerse con la crucial política de la inmigración, a un político experimentado y peculiar de biografía particular a quien, en el Partido Socialista francés, todos conocen como El traidor. Eric Besson, economista, nacido en Marruecos, de madre libanesa, residente en Francia desde los 17 años, fue durante mucho tiempo un reputado dirigente socialista hasta que en plena campaña electoral de 2007 desertó del equipo de Ségolène Royal y se pasó al bando de Sarkozy. Royal, despechada, se preguntó públicamente para minimizar la deserción:
-¿Pero quién es este Besson?
Besson, despechado a su vez, redactó a toda prisa un libro-venganza que se titulaba: ¿Pero quién es Ségolène Royal?
Sus ex compañeros le llaman sin disimulo Judas; sus nuevos compañeros coinciden en la valía intelectual del nuevo ministro. Hace unos días, Sarkozy le nombró también adjunto a la Secretaría General de su partido, la UPM. Besson sube. Dati y Yade bajan. El presidente de la República confía más en la fidelidad del llamado traidor que en los símbolos que él levantó y luego dejó caer.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario