miércoles, septiembre 26, 2007

Escuche sus palabras

Por Said Aburish, escritor y biógrafo de Sadam Husein; autor de Nasser, el último árabe. Traducción: Robert Falcó Miramontes (LA VANGUARDIA, 26/09/07):

Escribir sobre problemas deprimentes de Oriente Próximo, incluida Palestina, Iraq y Afganistán, la guerra contra el terror y el enfrentamiento entre Oriente y Occidente no sólo corroe el alma, sino que lo convierte a uno en un experto del lenguaje del miedo, el odio, la violencia y la muerte. La palabra “esperanza” está en desuso.

Por sorprendente que parezca, pronunciamos el término terrorista suicida con la misma entonación que cartero o frutero. No nos detenemos a pensar cómo se crea un terrorista suicida y por qué hay tantos.

El asesinato premeditado es asumido con una familiaridad morbosa que traiciona su asociación tecnológica. Se supone que debe ser quirúrgico, sus efectos deberían estar limitados a la víctima elegida. Una de las implicaciones de este tipo de actos es que tras ellos tiene que haber un gobierno organizado, ya que se requiere de un gran dominio de una compleja tecnología para llevarlos a cabo. El hecho de que los gobiernos asesinen a personas ya no es una causa de preocupación. El motivo por el que se elige a la víctima en cuestión carece de importancia.

El término limpieza étnica se usa de forma incorrecta. En la mayoría de las ocasiones son los mismos grupos étnicos los que limpian zonas de otros grupos religiosos. Los kurdos suníes del norte de Iraq están expulsando a los kurdos chiíes (llamados faili). Esta actividad se encuentra en los últimos puestos de la escala de importancia de la gente y nadie está interesado en prestarle atención.

Bush condenaba a Sadam Husein por usar armas químicas contra “su propio pueblo”. ¿Acaso es distinto usarlas contra otros pueblos? Tal vez las democracias pueden justificar su empleo contra “otros pueblos”. De hecho, EE. UU. no debería inmiscuirse en las relaciones entre un gobierno y su pueblo.

El presidente Bush y el ex primer ministro Tony Blair se han quejado en numerosas ocasiones de los países que son “una amenaza para sus vecinos”. Esta acusación se ha utilizado para describir la implicación iraní en Iraq y la de Siria en Líbano. Sin embargo, no se dice nada sobre los países que se inmiscuyen en los asuntos de Iraq y Líbano desde miles de kilómetros de distancia.

El lenguaje militar usado por estadounidenses y británicos describe las bajas civiles de una operación militar como “daños colaterales”, un término que parece destinado a impedir que creamos que las personas muertas o heridas tenían gente que las amaba.

El acto inhumano de retener a personas durante largos periodos de tiempo sin acusarlas ni juzgarlas es posible gracias a una serie de leyes aprobadas tras el 11-S.

En todas las guerras, los nombres de los lugares adquieren cierta connotación cuando ocurre algo en ellos. En el caso de Iraq, Abu Graib es la cárcel en la que los estadounidenses torturaron a los prisioneros iraquíes (y les sacaron fotografías), lo cual fue una violación de las convenciones de La Haya y de Ginebra. A pesar de la dificultad para pronunciar el nombre, sobre todo para los anglosajones, Abu Graib es ahora sinónimo de tortura. Por supuesto, ciertas palabras o bien cambian de significado o dejan de usarse. Por ejemplo, EE. UU. ya no está liberando a nadie. El intento de liberar a un pueblo e iniciarlo en la vida democrática es agua pasada.

Dentro de unos años, no se asociará a Bush con la liberación de un pueblo ni con la defensa de la causa de la democracia, sino que las entradas de los diccionarios dirán algo así:

Abu Graib: tortura con inmunidad y sin temor al castigo. Término que surgió durante el gobierno del presidente George W. Bush.

Escuadrones de la muerte: expresión que adquirió un nuevo significado durante el mandato del presidente George W. Bush; hace referencia a las actividades de fanáticos chiíes que intentaban eliminar a los musulmanes suníes.

Karzai Keif: opio de alta calidad que se produjo por primera vez bajo el gobierno del presidente afgano Hamid Karzai, aliado de Estados Unidos durante el mandato de George W. Bush.

Sin embargo, todo esto no se detiene aquí y resulta imprescindible entender el lenguaje de la alianza anglosajona creada por Bush y Blair para salvar la civilización occidental. De lo contrario, los problemas vienen y se van sin que nosotros hagamos nada al respecto.

Hace unas semanas, el Gobierno Bush anunció que los Guardianes de la Revolución iraní habían pasado a ser considerados como una organización terrorista. Hamas y Hizbulah ya lo eran. De acuerdo con las leyes existentes, el presidente de Estados Unidos está autorizado a atacar organizaciones terroristas en cualquier parte del mundo. En este caso, tiene poderes para atacar a los Guardianes de la Revolución de Irán.

La gente que destruyó Iraq miró hacia el otro lado cuando Afganistán pasó a convertirse en el principal exportador de opio; esa misma gente se ha convertido en especialista en la tortura de prisioneros, en la aceptación del daño colateral, han pasado a ser los héroes creativos de Faluya y protectores de los escuadrones de la muerte… Los mismos que nos han ayudado a mejorar nuestro conocimiento del inglés están legalizando los ataques contra los Guardianes de la Revolución de Irán. Lo último de lo que podemos acusarlos es de que sean unos cobardes que vayan a huir con el rabo entre las piernas.

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