domingo, septiembre 16, 2007

Una apuesta por el desarrollo rural diversificado

Por Jesús Fernández, doctor ingeniero agrónomo, catedrático de la ETS de Ingenieros Agrónomos. Universidad Politécnica de Madrid (EL PAÍS, 16/09/07):

La subida espectacular de los precios de los cereales, ocurrida en los últimos meses, ha disparado las alarmas del sector alimentario provocando numerosas voces de protesta, con una resonancia mediática importante. Una parte de estas voces (algunas de forma airada) han señalado como presuntos culpables de esta situación a los biocarburantes, a los que llegan a responsabilizar de las anunciadas subidas del pan y otros alimentos básicos.

Dentro de la denominación genérica de biocarburantes se incluyen en la actualidad dos tipos básicos de biocombustibles líquidos: el biodiésel (conjunto de ésteres metílicos de ácidos grasos), cuya materia prima son los aceites vegetales de bajo precio (colza, palma, soja, girasol, etcétera) y el bioetanol, que se obtiene de la caña de azúcar, cereales y remolacha principalmente. El primero se utiliza en motores diésel y el segundo se emplea de diversas formas en motores de gasolina. Ambos se consideran como biocarburantes de primera generación. De estos dos tipos de biocombustibles solamente una parte del bioetanol se produce a partir de cereales.

Según datos de la Ebio (European Bioethanol Association), la producción de bioetanol en la UE en el año 2006 fue de 1,592 millones de m3, principalmente procedente de remolacha y cereales. Según datos publicados por la Dirección para la Agricultura y Desarrollo Rural de la CE (Prospects for Agricultural Markets and Income in the EU, enero 2007) el consumo de cereales para la producción de bioetanol en la UE en dicho año fue de 1,9 millones de toneladas (Mt), lo que representó el 0,77 % del consumo de cereales en la UE (242,5 Mt). Según estos datos parece muy difícil mantener la tesis de que el motivo de la escasez de cereales en la UE se debe a su producción de biocarburantes.

En relación a la disponibilidad de cereales, hay que recordar que en los últimos años ha existido una gran abundancia en el mercado mundial y esto ha creado una dependencia crónica de estos productos en muchos países, cuyos costes de producción de cereales superaban su precio de adquisición en el mercado internacional. Para evitar la acumulación de excedentes de cereales, la política agrícola de la Unión Europea fomentó, en las pasadas décadas, el abandono de tierras dedicadas a diversos cultivos (principalmente, cereales) a cambio de subsidios que recibía el agricultor. Tomando como ejemplo el caso de España, en los últimos 25 años se han dejado de cultivar más de 3 millones de hectáreas mientras que la cantidad de cereal que se importa (12,4 millones de toneladas) supone más de la tercera parte del consumido (32 millones de toneladas), según datos del MAPA (campaña 2004-05).

Por otra parte, el considerable aumento de la demanda de cereales de países tales como China e India, las malas cosechas del pasado año de los países del Este, que tradicionalmente han sido los “graneros de Europa”, así como la reciente decisión de los Estados Unidos de reducir sus exportaciones de maíz, ha disminuido de forma significativa la oferta de cereales en el mercado mundial, y, como consecuencia, los precios se han disparado al alza. Es evidente que si se volviera a cultivar una buena parte de las tierras que se han abandonado en los últimos años, la situación podría tender a recuperar la normalidad.

La subida del precio de los cereales, así como su disponibilidad en el mercado, afectan tanto al sector alimentario como al de los biocarburantes que dependen de este tipo de materia prima, por lo que es impensable que este sector pueda crecer a expensas del primero sin sufrir los mismos problemas. De hecho, los precios actuales de los cereales han hecho que algunas de las plantas de producción de bioetanol hayan reducido o parado su actividad.

Las razones que se aducen por parte de diversos grupos para frenar el desarrollo incipiente de los biocarburantes responden a planteamientos muy simples, en los que se supone que el desarrollo futuro de estos combustibles va a basarse en el modelo actual que utiliza materias primas alimentarias. Sin embargo, las previsiones de la UE, reflejadas en el VII Programa Marco de Investigación, indican que el futuro de los biocarburantes pasa por el desarrollo de cultivos energéticos, alternativos a los tradicionales, que sean capaces de producir la materia prima apropiada en un contexto sostenible y por la producción de biocarburantes de segunda generación (hidrocarburos y alcoholes producidos a partir de biomasa lignocelulósica, como la leña o la paja), denominados abreviadamente “BtL” (”biomass to liquid”). Los futuros cultivos energéticos, que sin duda serán diferentes de los cultivos tradicionales, deberán producirse en tierras no requeridas para la producción de alimentos además de tener un balance energético positivo y un balance favorable respecto a las emisiones de gases de efecto invernadero. Cultivos como la pataca, el cardo o la chumbera pueden ser ejemplos de posibles cultivos productores de materias primas para obtención de biocarburantes de primera y segunda generación, adaptados a zonas marginalizadas para los cultivos tradicionales.

El gran desarrollo previsto para los biocarburantes en el contexto europeo no puede basarse en el uso de las materias primas alimentarias tradicionales, debido a las limitaciones productivas que tienen los cereales y cultivos oleaginosos tradicionales y a la concurrencia con las industrias productoras de piensos y alimentos, que siempre tendrían prioridad. Por este motivo, una postura inteligente de las empresas que podrían entrar en competencia con los biocarburantes, tanto por la materia prima como por el producto final, debería ser apoyar y potenciar el correcto desarrollo de esta nueva agroindustria (promoción de nuevas especies vegetales y desarrollo de los BtL); lo cual, además de eliminar la competencia por las materias primas alimentarias, podría ampliar su campo de actuación y les podría permitir diversificar su actividad en un futuro.

El desarrollo de las agroindustrias de biocarburantes, además de los consabidos beneficios energéticos y medioambientales, potenciará el desarrollo rural de las zonas en que se implanten, con los consiguientes beneficios económicos y sociales para la comarca.

En definitiva, los biocarburantes, en lugar de un problema, representan una oportunidad extraordinaria para potenciar la actividad agraria.

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