Por Vice-Admiral (Retd) Anne-François de Saint Salvy was until recently in command of France’s Atlantic maritime zone in charge of maritime security, environmental protection, and policing at sea (Project Syndicate, 05/09/2012).
De las 23 fuerzas navales de Europa, sólo la de Francia posee un portaaviones plenamente operativo, el buque insignia Charles de Gaulle de 40.000 toneladas. Si bien el Reino Unido actualmente está construyendo dos portaaviones propios, la Marina Real está a años de distancia de poder ofrecer poder aéreo instantáneo desde el mar. Sin embargo, Europa está razonablemente equipada para defenderse de las amenazas externas. Más difícil le resultará, en cambio, hacer frente a los recortes presupuestarios que se avizoran en el horizonte.
La estrategia de seguridad marítima de Europa desde hace mucho tiempo está basada en dos principios elementales. Primero, las rutas comerciales marítimas, que representan casi el 85% de las exportaciones e importaciones totales de la Unión Europea, deben mantenerse libres y seguras. Y, segundo, los países europeos deben mantener la capacidad de lidiar con cualquier crisis de seguridad importante.
Los acontecimientos internacionales resaltan la relevancia de estas prioridades. Por ejemplo, las crecientes tensiones con Irán podrían obligar a Europa a desplegar sus fuerzas navales para formar un bloqueo alrededor del Golfo Pérsico, y así asegurar el tránsito del petróleo. De la misma manera, la piratería en el Golfo de Guinea y el Océano Indico, particularmente a lo largo de la costa de Somalia, amenaza las actividades marítimas de Europa, incluido su amplio comercio marítimo.
Por cierto, las crecientes preocupaciones sobre la piratería llevaron al lanzamiento en 2008 de la primera respuesta naval de la UE dentro del marco de la Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD): la Operación Atalanta. La operación, llevada a cabo anualmente y que involucra 5-10 navíos de combate, 1-2 buques auxiliares y 2-4 aviones de patrulla marítima, incluye fuerzas de 26 marinas europeas, y sin duda ayudó a desalentar, si no a eliminar, los ataques piratas.
El éxito de Atalanta, combinado con el rol preponderante de las fuerzas navales europeas en las operaciones del año pasado en Libia, demuestra que Europa posee gran parte de la infraestructura naval que necesita para asegurar su seguridad marítima.
Pero la crisis libia también reveló que la seguridad naval de Europa es limitada y rápidamente se ve demasiado forzada. Más de la mitad de las fuerzas navales francesas se desplegaron durante la crisis libia, durante la cual su tasa de actividad normal aumentó en 10-40%, a un costo de 40 millones de euros (50 millones de dólares), para no mencionar los trastornos del entrenamiento y el mantenimiento estándar.
Los activos navales no sólo son costosos en cuanto a su construcción; son extremadamente costosos de operar, ya que cada unidad requiere un equipo especializado y personal altamente capacitado. En consecuencia, las fuerzas navales suelen ser las primeras víctimas de los recortes en los presupuestos de defensa.
Y, sin embargo, si bien los despliegues navales no siempre ponen fin a los conflictos, son un componente vital de la respuesta militar ante cualquier crisis, y son críticos para garantizar la seguridad de Europa. En vista de esto, resulta imperativo que los gobiernos europeos adopten medidas de reducción de costos que no pongan en peligro sus activos navales.
En primer lugar, la UE debería asumir un rol preponderante a la hora de maximizar la eficiencia de la marina de cada estado miembro, creando mecanismos que faciliten el intercambio de información entre gobiernos, agencias marítimas y fuerzas navales. De hecho, con decisiones políticas sólidas se pueden lograr prácticamente los mismos objetivos que comprando barcos nuevos -y a un costo mucho menor.
Adoptar un marco legal integral sería un primer paso muy útil. De hecho, una mejor coordinación entre países contribuiría a un uso más costo-efectivo de los recursos y los equipos. Las estrategias de vigilancia, por ejemplo, suelen ser más costosas de lo necesario, debido a una mala comunicación. Que las marinas de Europa compartan información también ayudaría a identificar y cubrir las brechas existentes, abriendo así el camino para una infraestructura de seguridad marítima europea más eficiente.
Al mismo tiempo, para poder mantener un marco de seguridad capaz de enfrentar cualquier amenaza concebible a la seguridad, los gobiernos de Europa deberían preservar todo el espectro de sus activos navales. Arrumbar barcos por el hecho de ahorrar dinero podría tener consecuencias nefastas para la seguridad de Europa.
En lugar de concentrarse en achicar el volumen de las flotas existentes, los líderes europeos deberían centrarse en sacarles más provecho. Con este objetivo, las fuerzas navales y las agencias marítimas de Europa deberían fusionar sus capacidades, especialmente las relacionadas con las misiones de defensa y seguridad. Esto implicaría ahorros masivos, que podrían invertirse en avances tecnológicos, equipando así más las fuerzas navales de Europa para enfrentar amenazas futuras.
Evaluar con precisión el éxito de las operaciones marítimas requiere tiempo y atención, porque las capacidades navales no se pueden incrementar rápidamente. Si bien reducir estas capacidades podría parecer una manera conveniente de achicar costos, los gobiernos europeos no deben perder de vista sus prioridades de seguridad a largo plazo.
Por sobre todo, los líderes europeos deben promover una mayor cooperación naval. Después de todo, las capacidades navales son esenciales para la proyección de poder europeo, y cruciales para mantener la estabilidad geopolítica en todo el mundo.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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