Por Manuel Castells (LA VANGUARDIA, 05/02/11):
Diez días en Egipto están cambiando el mundo. La insurrección popular contra Mubarak y la probable apertura de un proceso de transición política garantizado por el ejército en contacto con Obama transforman la geopolítica de Oriente Medio y abren vías de participación a los pueblos árabes en la construcción de su futuro. Túnez, Egipto, Yemen, Jordania, Sudán, tal vez Siria. Entre autocracia y fundamentalismo las sociedades civiles árabes buscan una democracia inclusiva de los islamistas dentro de las instituciones. El proceso no está exento de peligros pero puede salirse al fin de ese laberinto de odios, intereses e intrigas que entre países árabes e Israel ha secuestrado la paz del mundo. Factor clave en este proceso, tan súbito como esperanzador, es la emergencia de nuevas formas revolucionarias. La autocomunicación a través de internet, mediante blogs, YouTube, Twitter, Facebook y otras redes sociales, distribuidas por telefonía móvil, ha superado la censura estatal y corporativa permitiendo la información libre y un debate entre miles de jóvenes que han roto la barrera de su frustración solitaria. Recordemos que la media de edad en Egipto es 22 años.
Y es que el cambio sociopolítico se inicia en la mente y la mente se alimenta de su entorno comunicativo. De ahí la centralidad de la censura y la incomunicación en el poder autoritario y la importancia de la comunicación libre para oponerse. Cuando no hay liderazgos reconocidos o cuando la represión los ha diezmado, la autoorganización de la gente depende de esa capacidad de contacto, de converger en acción y en objetivos hasta constituir una wikirrevolución, o sea, una revolución cogenerada en sus tiempos, formas y organización. Pero en la revolución egipcia estamos observando algo aun más decisivo: la batalla por el control de la nueva comunicación en la medida en que los gobiernos ya saben que internet y las redes móviles son el actual espacio público y están dispuestos a su desconexión.
Obviamente, los movimientos sociales en curso en Túnez, Egipto y otros países no tienen como causa los mensajes en internet. Nacen de la explotación y la opresión en la que viven estos países desde hace décadas. En Egipto en los tres últimos años ha habido más de tres mil protestas populares y el llamado Movimiento del 6 de Abril nació de una gran huelga obrera, aunque fue asfixiado por una salvaje represión. Pero hay consenso en que la insurrección actual surgió de la renovada audacia de los jóvenes al ser testigos, en internet y en Al Yazira, de las manifestaciones en Túnez y de su capacidad para derrocar al dictador. De pronto la revolución pacífica se hizo posible.
El apoyo entre amigos en las redes sociales condujo a las protestas masivas del día de la ira, el 25 de enero en El Cairo, Alejandría, Suez, Ismailia, El Mahala, El Kubra y otras ciudades con tal intensidad que consiguieron romper los cordones de policía y ocupar la simbólica plaza Tahrir. Datos de Google muestran que la búsqueda de la palabra manifestación empieza a intensificarse el 21 de enero y se multiplica por 15 entre el 21 y el 23, preparando las protestas en la calle. Es decir, un acontecimiento externo, la revolución tunecina, desencadena la comunicación en internet que induce protestas que van ampliando sus formas de acción con un objetivo sencillo: fuera Mubarak. Un “ya basta” sin mucho más programa que el de regenerar el país. Pero las dictaduras no se rinden fácilmente. Hay demasiados intereses en juego.
De ahí que, con más presteza y eficacia que los regímenes de Túnez o Irán, en la noche del 27 al 28 el Gobierno egipcio obligó a los cuatro principales proveedores de internet a desconectarse de sus usuarios, interrumpió las redes móviles e incluso exigió a Vodafone, el principal proveedor, enviar un SMS anónimo a todos los abonados apoyando a Mubarak. Y sin embargo el 28, bautizado viernes de la cólera, las manifestaciones redoblaron su fuerza. El Baradei volvió al país para unirse al movimiento. El régimen empezó a tambalearse. Una vez que hay decenas de miles de personas en la calle, la comunicación por internet ya no es indispensable, hay otras formas de entenderse, del boca a boca a los panfletos tradicionales, pasando por el fax y las radios de aficionados. La cobertura mediática internacional, en particular mediante televisión por satélite, conecta a los egipcios entre sí y con el mundo. Además se organiza el rescate internauta global. La red de hackers Tor y organizaciones internautas como Telecomix difundieron números de teléfono internacionales para conectar a internet mediante modem. Google y Twitter establecieron un sistema conjunto para conectar llamadas telefónicas internacionales a un sistema que enviaba el mensaje por Twitter y de ahí a fax. Proveedores de internet europeos proporcionaron conexión gratuita mediante llamadas de teléfono (las líneas fijas no fueron cortadas). Hasta que finalmente se restableció parcialmente el servicio de internet el 1 de febrero. En ese momento la cobertura informativa internacional ya era permanente y se podía acceder por satélite y por internet. De ahí que el último y desesperado intento de Mubarak fuera atacar salvajemente a los periodistas, entre ellos a los de este diario, intimidarlos para silenciarlos. Sin conseguirlo, gracias a su coraje, mientras que los manifestantes continuaron enviándoles información e imágenes. Ciudadanos periodistas y periodistas ciudadanos se fundieron en un abrazo por la libertad.
La batalla de la comunicación fue también esencial en EE.UU. para que Obama se decidiera a presionar al ejército exigiendo la destitución de Mubarak a pesar de la oposición de Israel. Y es que la revolución no surge sólo de la comunicación, pero la wikirrevolución tiene lugar en el nuevo espacio público resultante de la conexión entre redes digitales y plazas simbólicas. El futuro de Egipto y Túnez es incierto. Pero ya sabemos qué forma tienen las revoluciones del siglo XXI.
Por cierto, China acaba de prohibir en internet la palabra clave Egipto.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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