Por Joseph S. Nye, ex subsecratario de Defensa de Estados Unidos, profesor de Harvard y autor de The Future of Power (Project Syndicate, 02/02/11):
Mientras los regímenes árabes lidian con manifestaciones alimentadas por Twitter y Al Jazeera, y los diplomáticos norteamericanos intentan entender el impacto de WikiLeaks, resulta evidente que esta era de la información global requerirá una comprensión más sofisticada de cómo funciona el poder en la política mundial.
Este es el argumento de mi nuevo libro, The Future of Power (El futuro del poder). Dos tipos de cambios de poder se están produciendo en este siglo –la transición del poder y la difusión del poder-. La transición del poder de un estado dominante a otro es un patrón histórico familiar, pero la difusión del poder es un proceso más novedoso. El problema para todos los estados hoy es que cada vez suceden más cosas fuera del control de hasta los estados más poderosos.
En cuanto a la transición del poder, hoy en día se derrocha mucha atención en una supuesta decadencia norteamericana, muchas veces con analogías históricas simplistas con Gran Bretaña y Roma. Pero Roma siguió siendo dominante durante más de tres siglos después del apogeo de su poder y, aún entonces, no sucumbió ante el ascenso de otro estado, sino que sufrió una muerte a causa de miles de cortes infligidos por varias tribus bárbaras
De hecho, a pesar de todas las predicciones de moda de que China, India o Brasil superarán a Estados Unidos en las próximas décadas, las mayores amenazas pueden provenir de bárbaros modernos y actores que no son estados. En un mundo de ciber-inseguridad basado en la información, la difusión del poder puede ser una amenaza mayor que la transición del poder.
¿Qué significará ejercer el poder en la era de la información global del siglo XXI? ¿Qué recursos producirán poder?
Cada era genera sus propias respuestas. En el siglo XVI, el control de las colonias y el lingote de oro le dieron a España una posición de ventaja; la Holanda del siglo XVII se benefició del comercio y de las finanzas; la Francia del siglo XVIII fue superior gracias a su población y sus ejércitos más grandes; y el poder británico del siglo XIX residía en la primacía industrial y naval.
La opinión generalmente aceptada siempre sostuvo que prevalece el estado con el ejército más grande. En una era de la información, sin embargo, el que gana puede ser el estado (o no estado) con la mejor historia. Hoy, no está para nada claro cómo medir un equilibrio de poder, mucho menos cómo desarrollar estrategias de supervivencia exitosas para este nuevo mundo.
La mayoría de las proyecciones actuales de un cambio en el equilibrio global del poder se basan principalmente en un factor: las proyecciones del crecimiento del PBI de los países. Por ende, ignoran las otras dimensiones del poder, entre ellas el poder militar duro y el poder blando de la narrativa, para no mencionar las dificultades en materia de políticas que implica combinarlas en estrategias exitosas.
Los estados seguirán siendo el actor dominante en el escenario mundial, pero encontrarán que el escenario está mucho más poblado y es más difícil de controlar. Una parte mucho mayor que nunca de sus poblaciones tiene acceso al poder que proviene de la información.
A los gobiernos siempre les preocupó el flujo y control de la información, y el período actual no es el primero en verse marcadamente afectado por cambios drásticos en la tecnología de la información. Lo que es nuevo –y lo que vemos que se manifiesta hoy en Oriente Medio- es la velocidad de la comunicación y el acceso al poder tecnológico de una franja mayor de actores.
La era de la información actual, a veces llamada la “tercera revolución industrial”, se basa en avances tecnológicos rápidos en computadoras, comunicaciones y software, lo que a su vez condujo a una caída dramática del costo de crear, procesar, transmitir y buscar información de todo tipo. Y esto implica que la política mundial ya no puede ser competencia única de los gobiernos.
A medida que se reduce el costo de las computadoras y la comunicación, caen las barreras de ingreso. Los individuos y las organizaciones privadas, que van desde corporaciones y ONGs hasta terroristas, en consecuencia tienen el poder para desempeñar un papel directo en la política mundial.
La difusión de la información implica que el poder se distribuirá más ampliamente, y las redes informales minarán el monopolio de la burocracia tradicional. La velocidad del tiempo de Internet significa que todos los gobiernos tendrán menos control sobre sus agendas. Los líderes políticos gozarán de menores grados de libertad antes de que deban responder a los acontecimientos, y luego tendrán que competir con una cantidad y una variedad cada vez mayor de actores para ser oídos.
Somos testigos de esta realidad mientras los estrategas políticos norteamericanos luchan por lidiar con los disturbios de Oriente Medio de hoy. La caída del régimen de Túnez tenía profundas raíces domésticas, pero el momento en que se produjo tomó a los foráneos, entre ellos el gobierno de Estados Unidos, por sorpresa. Algunos observadores atribuyen la aceleración de la revolución a Twitter y WikiLeaks.
Mientras la administración Obama formula una política para con Egipto y Yemen, enfrenta un dilema. En Yemen, el régimen de Ali Abudullah Saleh ofreció una asistencia importante a la hora de enfrentar la amenaza del terrorismo asociado a Al Qaeda. En Egipto, el gobierno de Hosni Mubarak ayudó a moderar el conflicto palestino-israelí y equilibró el poder iraní en la región. La promoción simplista de la democracia por parte de la administración de George W. Bush costó cara tanto en Irak como en Gaza, donde las elecciones permitieron el ascenso de un gobierno hostil liderado por Hamas.
En una era de la información, la política inteligente combina el poder duro y el poder blando. Dado lo que representa Estados Unidos, la administración Obama no puede permitirse ignorar la narrativa de poder blando de democracia, libertad y apertura.
Por consiguiente, Obama y la secretaria de Estado Hillary Clinton realizaron pedidos públicos y privados de reforma y cambio en Egipto y el mundo árabe más amplio, mientras que, al mismo tiempo, le reclamaron a todas las partes poner un límite a la violencia. Es más, se alinearon con la libertad de información frente a los esfuerzos por parte del régimen egipcio de bloquear el acceso a Internet.
Cómo se desarrollarán los acontecimientos en Oriente Medio es una incógnita, pero en la era de la información de hoy, defender la libertad de acceso a esa información será un componente importante del poder inteligente.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
No hay comentarios.:
Publicar un comentario