Por Sandra Borda, profesora de Ciencias Políticas en la Universidad de Los Andes de Bogotá, Colombia. Traducción de Kena Nequiz (Project Syndicate, 09/02/11):
En enero de 2006, unos días después de que Evo Morales fuera electo presidente de Bolivia, el presidente venezolano Hugo Chávez predijo que una nueva ola de gobiernos de izquierda se extendería por América Latina. Cinco años después, es tiempo de preguntar en qué medida han tenido éxito las administraciones de izquierda de la región. ¿Han cumplido sus promesas de aumentar la igualdad, reducir la pobreza y fortalecer la democracia? En pocas palabras, ¿están mejor que antes los países que se inclinaron a la izquierda?
Aunque la desigualdad de los ingresos no ha variado sustancialmente durante el gobierno de Chávez, Venezuela es uno de los seis países latinoamericanos, junto con Chile, Uruguay, México, Costa Rica y Argentina, con la mayor disponibilidad y la distribución más amplia de servicios básicos como la educación y la vivienda. El gobierno de Chávez también ha tenido éxito en sus esfuerzos de reducción de la pobreza, como lo ha reconocido el Banco Mundial: desde 2000, el porcentaje de hogares pobres ha caído del 40% al 21%, y la tasa de pobreza extrema ha disminuido del 20% al 8%.
Sin embargo, la hoja de balance en lo que se refiere al fortalecimiento de la democracia dista de ser tan favorable. Los avances socioeconómicos se han dado al costo de la erosión de la separación de poderes y la independencia de los medios. Las fuerzas armadas se politizan cada vez más y las organizaciones de la sociedad civil más importantes han tenido que cerrar. Las recientes elecciones parlamentarias, que fortalecieron a la oposición, podrían ser una señal de descontento por los actuales mecanismos institucionales – y por el deterioro de la democracia.
Los indicadores socioeconómicos de la Nicaragua de Ortega son mucho menos halagüeños. Alrededor del 48% de la población de Nicaragua está estancada en la pobreza, y el 79.9% vive con menos de dos dólares diarios. El país sobrevive gracias a las remesas y a la ayuda económica internacional.
Además, el historial de Nicaragua en materia de consolidación de la democracia también es pobre: las elecciones municipales de 2008 fueron criticadas por los observadores y la oposición, que las calificaron de fraudulentas, y la separación de poderes se ha visto debilitada gravemente por el deseo de Ortega de permanecer en el poder después de que termine su mandato en 2012.
Bolivia tampoco ha mejorado en términos socioeconómicos con la izquierda en el poder: sigue siendo de los países con peores resultados en términos de desarrollo humano (ocupa el lugar 104 de 174 países según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo). La tasa de pobreza es de entre 59% y 61%, y casi el 25% de la población vive en la pobreza extrema.
Los indicadores de la igualdad tampoco han mejorado sustancialmente. Un gobierno que llegó al poder con la promesa de crear una unidad nacional ahora se ve desorientado ante las crecientes divisiones regionales, raciales y económicas del país. Sin embargo, a diferencia de Venezuela y Nicaragua, donde los escándalos ligados a la corrupción son la maldición de la vida política, Morales ha tratado de gobernar “con limpieza” y en buena medida lo ha logrado.
Es difícil hacer generalizaciones. Algunos analistas creen que el petróleo le ha ayudado a Chávez a obtener mejores resultados socioeconómicos que los que han alcanzado Nicaragua y Bolivia. Sin embargo, varios gobiernos venezolanos anteriores gozaron de bonanzas similares y pocos -si es que lo hizo alguno- invirtieron los recursos en proyectos públicos e iniciativas sociales, como lo ha hecho Chávez. Para saber si esta inversión es sostenible a largo plazo y la forma en que podría afectar los resultados macroeconómicos, es necesario hacer un análisis técnico, no uno ideológico.
En este sentido, eso tres casos -y el de Venezuela en particular- son un claro reflejo del modelo cubano, el cual, a pesar de que redujo sustancialmente la pobreza y dio servicios básicos de salud y educación, ahora parece menos sostenible que en el pasado. La decadencia del modelo es tan evidente que el gobierno de Raúl Castro ha empezado a reducir considerablemente la enorme burocracia estatal y ha permitido la creación de un número limitado de empresas privadas. Lo que sucede en Cuba ahora probablemente sucederá en Nicaragua, Venezuela y Bolivia en un futuro no muy lejano.
Por supuesto, debe hacerse una evaluación similar de los gobiernos latinoamericanos de derecha. Sospecho que los indicadores de Colombia, México, Perú o Chile no serán más esperanzadores y que las promesas de sus gobiernos tampoco se habrán cumplido. Los objetivos sociales y el fortalecimiento de la democracia en estos países -con la posible excepción de Chile-se han sacrificado en aras de mayores niveles de seguridad.
En toda Latinoamérica crece el número de pobres y marginados. Y sin embargo, parece que en ambos lados del espectro ideológico siguen estando lejos de las prioridades de sus gobiernos.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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