Por Sam Dryden, director del Programa de Desarrollo Agrícola en la Fundación Bill y Melinda Gates. Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos (Project Syndicate, 14/09/11):
El reciente promesa de $350 millones realizada por los líderes africanos y la comunidad internacional para ayudar a las más de 13 millones de personas que enfrentan el hambre en el Cuerno de África subraya la constante necesidad de atención y financiación para evitar que esta hambruna cobre y deje cicatrices en más vidas. Pero, mientras que aún queda mucho más por hacer para satisfacer las necesidades inmediatas de las víctimas de esta hambruna; al presente, nosotros deberíamos también pensar en soluciones a largo plazo para impedir, ante todo, que sucedan crisis alimentarias de esta escala.
Muchas personas ven las hambrunas como fuerzas de la naturaleza, que están completamente fuera de nuestro control. Sin embargo, las hambrunas son provocadas por más razones que únicamente el clima. Son eventos complicados arraigados en la gobernabilidad, seguridad, mercados, educación e infraestructura, y es posible influir sobre todos estos aspectos.
Tenemos las herramientas para prevenir las crisis alimentarias que están disponibles a través de inversiones inteligentes y de largo plazo en agricultura. Las tres cuartas partes de las personas más pobres del mundo obtienen sus alimentos e ingresos de pequeñas parcelas de tierras de cultivo, y la mayoría de dichos pequeños agricultores son mujeres. Estos agricultores no tienen ningún margen para el error, así que necesitan aumentar sus posibilidades de producción de un cultivo. Cuando los agricultores pueden producir más y obtener más ingresos, ellos se tornan en más resistentes para enfrentar eventos traumáticos, como ser el clima severo, y son capaces de situar a sus familias y a si mismos en un camino hacia la autosuficiencia.
En el año 2008, cuando se dispararon los precios mundiales de los alimentos, el hambre asoló a Etiopía, amenazando a más de 14 millones de personas en el Cuerno de África. Oxfam América, con el apoyo de la Fundación Bill y Melinda Gates organizó una respuesta de dos pasos a la crisis. El primer paso se centró en los 225.000 agricultores de Etiopía que se encontraban en mayor riesgo, y les proporcionó lo que ellos inmediatamente necesitaban más: alimentos. El segundo paso fue la organización de proyectos de dinero en efectivo a cambio de trabajo, mediante los cuales se construyeron represas, se rehabilitaron manantiales y se construyeron caminos, ayudando así a que las personas fortalezcan sus pequeñas parcelas y mejoren su resistencia frente a futuras sequías.
Cuando la sequía retornó este año, estas inversiones dieron sus frutos. En lugar de necesitar ayuda alimentaria, muchas de las familias de los agricultores fueron capaces de hacer frente a las inclemencias del clima y pudieron mirar de manera optimista al futuro esperando recibir sus cosechas.
Este no es un ejemplo aislado. Gracias al liderazgo de los países africanos que han hecho que el desarrollo agrícola sea una prioridad, como también gracias a los incansables esfuerzos de muchas organizaciones internacionales, se están realizando progresos reales para derrotar al hambre y la pobreza en el continente.
Ghana, por ejemplo, redujo drásticamente tanto la pobreza como el hambre en el transcurso de los últimos 25 años al centrarse en inversiones agrícolas. Hoy, el resultado muestra un próspero sector agrícola que está creciendo a más del 5% anual, y una reducción en los niveles de hambre de un 75% desde el año 1990 hasta el 2004.
Del mismo modo, Etiopía ha dado grandes pasos para reorientar las políticas agrícolas e invertir más en mejoras de productividad para los pequeños agricultores, aumentándose el gasto para ayudar a mejorar rendimiento de cultivos en los últimos años.
Variedades más vigorosas de cultivos ayudan a los agricultores a sobrellevar condiciones meteorológicas difíciles. Nueva variedades de maíz tolerantes a la sequía, por ejemplo, ya están beneficiando a más de dos millones de pequeños agricultores en África. Hasta el año 2016, se espera que los niveles de producción del maíz aumenten hasta en un 30%, beneficiando a 40 millones de personas en 13 países del África subsahariana.
Otros proyectos, que por ejemplo incluyen el programa Alimentar el Futuro de Estados Unidos, el Programa Mundial de Seguridad Alimentaria y Agricultura, y organizaciones como la Alianza para una Revolución Verde en África, están encontrando nuevas maneras de impulsar la productividad de los pequeños agricultores a lo largo del mundo en desarrollo.
En un momento de intenso debate sobre los presupuestos, las personas de todo el mundo deben recordar que estos tipos de inversiones no sólo salvan vidas y promueven la estabilidad, sino que también ahorran dinero en el largo plazo. Las estimaciones muestran que la ayuda de emergencia durante hambrunas cuesta siete veces más que la prevención de las mismas.
Es por eso que es más importante que nunca que los donantes internacionales y los gobiernos africanos continúen apoyando los programas que proporcionan a los pequeños agricultores acceso a buenas semillas, herramientas de calidad y mercados fiables, ya que todo ello es necesario para que sean autosuficientes. Depende de todos nosotros garantizar que esta horrible hambruna sea la última.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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