Continuamos actualizando las guías de estudio y las antologías y lecturas de sus respectivas asignaturas.
Estas últimas se irán subiendo al blog conforme los docentes las entreguen en la dirección.
Den click en los respectivos vínculos de descarga.
Noticias y comentarios sobre Ciencia Política, Administración Pública, Economía, Cultura y Arte.
miércoles, marzo 28, 2007
martes, marzo 27, 2007
Tres candidatos en Francia
Por Darío Valcárcel (ABC, 26/03/07):
No hay dos candidatos en Francia sino tres. François Bayrou, no existía el año pasado: hoy tiene posibilidades de ganar. Francia, sociedad libre e inteligente, está desasosegada. Grandes grupos de población sienten la angustia de la precariedad. Para muchos, el más creible es Bayrou. No se pliega a las encuestas, no cambia…
La irrupción de Bayrou ha cambiado la campaña electoral. Falta menos de un mes para el 22 de abril (segunda vuelta, el 6 de mayo). La presidencia de Francia es ejecutiva, según la constitución de la V República. El Jefe del Estado ejerce el poder. La candidata socialista, Ségolne Royal, levantó un revuelo al aparecer en escena, en vísperas del verano; Nicolas Sarkozy era esperado en la derecha. Pero nadie contaba con François Bayrou, un aspirante de talla presidencial.
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No hay dos candidatos en Francia sino tres. François Bayrou, no existía el año pasado: hoy tiene posibilidades de ganar. Francia, sociedad libre e inteligente, está desasosegada. Grandes grupos de población sienten la angustia de la precariedad. Para muchos, el más creible es Bayrou. No se pliega a las encuestas, no cambia…
La irrupción de Bayrou ha cambiado la campaña electoral. Falta menos de un mes para el 22 de abril (segunda vuelta, el 6 de mayo). La presidencia de Francia es ejecutiva, según la constitución de la V República. El Jefe del Estado ejerce el poder. La candidata socialista, Ségolne Royal, levantó un revuelo al aparecer en escena, en vísperas del verano; Nicolas Sarkozy era esperado en la derecha. Pero nadie contaba con François Bayrou, un aspirante de talla presidencial.
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elecciones,
Francia
domingo, marzo 25, 2007
Russia is Europe’s natural ally
By Vladimir Putin, president of Russia (THE TIMES, 25/03/07):
Two thousand years ago Roman soldiers united enormous territories from Britain to Athens, from the Rhine to the Iberian peninsula, by the sword. Europe has survived many destructive wars and the collapse of empires. It overcame the dictatorship of tyrants and the horrors of Nazism, but at the same time lived through the Renaissance and sowed the seeds of democracy. It was Europe that formulated the noble ideas of humanism and the Enlightenment, which formed the foundation of European civilisation.
As often happens, history made an astonishing turn — it was in Rome, the Eternal City, where 50 years ago treaties were signed that laid the foundation for a new association of European nations, based not on force or coercion but on common aspirations and values.
The treaties of Rome were in many respects innovative and almost revolutionary for their time. Many wounds of the second world war had still not healed. But the signatory countries demonstrated the political will to work out a joint strategy of cooperation and integration while overcoming the burdens of the past.
The founding fathers of the pan-European movement dreamt about “the prosperity, peace and independence of the continent”. They were right in guessing the future, realising that security and wellbeing are indivisible. The establishment of the European communities on March 25, 1957 had an enormous influence in shaping contemporary Europe. European Union states have been able to further the rights and freedoms of citizens and achieve economic and social progress.
But it was only the end of the cold war that brought about real conditions for the fulfilment of the “fundamental” European idea — the unification of the continent. This was “the peace dividend” following the collapse of the Berlin Wall. The Russian people’s choice in the early 1990s did not merely expand the space of freedom on the continent but actually determined the path of further European integration.
In many respects this choice was defined by the history of Russia. In terms of spirit and culture Russia is an integral part of European civilisation. Our people made an invaluable contribution to its development.
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Two thousand years ago Roman soldiers united enormous territories from Britain to Athens, from the Rhine to the Iberian peninsula, by the sword. Europe has survived many destructive wars and the collapse of empires. It overcame the dictatorship of tyrants and the horrors of Nazism, but at the same time lived through the Renaissance and sowed the seeds of democracy. It was Europe that formulated the noble ideas of humanism and the Enlightenment, which formed the foundation of European civilisation.
As often happens, history made an astonishing turn — it was in Rome, the Eternal City, where 50 years ago treaties were signed that laid the foundation for a new association of European nations, based not on force or coercion but on common aspirations and values.
The treaties of Rome were in many respects innovative and almost revolutionary for their time. Many wounds of the second world war had still not healed. But the signatory countries demonstrated the political will to work out a joint strategy of cooperation and integration while overcoming the burdens of the past.
The founding fathers of the pan-European movement dreamt about “the prosperity, peace and independence of the continent”. They were right in guessing the future, realising that security and wellbeing are indivisible. The establishment of the European communities on March 25, 1957 had an enormous influence in shaping contemporary Europe. European Union states have been able to further the rights and freedoms of citizens and achieve economic and social progress.
But it was only the end of the cold war that brought about real conditions for the fulfilment of the “fundamental” European idea — the unification of the continent. This was “the peace dividend” following the collapse of the Berlin Wall. The Russian people’s choice in the early 1990s did not merely expand the space of freedom on the continent but actually determined the path of further European integration.
In many respects this choice was defined by the history of Russia. In terms of spirit and culture Russia is an integral part of European civilisation. Our people made an invaluable contribution to its development.
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Unión Europea
jueves, marzo 22, 2007
Fox, Maquiavelo y el engaño
Lorenzo Meyer
Al final, en México hubo un cambio de partido en el poder,
Al final, en México hubo un cambio de partido en el poder,
pero se mantuvo el espíritu y el proyecto del pasado
Juicio
Al final, el partido en el poder ya es diferente pero no el espíritu ni el proyecto dominante. Al final, quedó claro que la prioridad del gobierno de Vicente Fox fue consolidar el dominio de la derecha ideológica, no la democracia.
A ocho días de acabar su periodo, Fox declaró que esperaba confiado "el implacable juicio de la historia". Sin embargo, ese juicio no existe, lo que hay son una variedad de juicios elaborados por observadores y estudiosos, una pluralidad de opiniones en torno a su persona, su gobierno y su papel histórico. En el arranque tales expresiones tendrán un carácter acusadamente polémico, contradictorio y crispado, reflejo natural del desorden administrativo, de la gran confrontación política y de la aguda división social que ha dejado el guanajuatense al concluir su mandato. Aun cuando el observador debería guiarse por la objetividad, desafortunadamente, en el estudio de los fenómenos sociales la objetividad plena no es posible, y menos cuando se está tan cerca de los acontecimientos en el tiempo y el espacio.
Perspectiva
Fox y su obra pueden ser dictaminados desde múltiples ángulos: personal, económico, administrativo, jurídico, social, cultural, político, etcétera. El que aquí se intentará será político y en sentido propuesto por Otto von Bismarck en 1867, al definir a la política como "el arte de lo posible". Desde esta perspectiva, el Presidente no estaba obligado a lo imposible, pero sí a poner todo su empeño en alcanzar, dentro de lo posible, lo prometido: consolidar una democracia duramente ganada. En vez de dedicar el grueso de su energía a este propósito, lo empleó en impedir, a como diera lugar, que la elección del 2006 abriera la puerta de la alternancia a la izquierda.
La coyuntura histórica
Con la elección de Fox la sociedad mexicana logró no sólo un cambio de gobierno sino de régimen político, pues al acabar con el monopolio de 71 años del PRI sobre la Presidencia, se operó una transformación en las viejas reglas que regían la adquisición, el ejercicio y la pérdida del poder político. México pasó del autoritarismo a un sistema plural y supuestamente democrático. El origen de tal cambio fue la combinación de transformaciones en el entorno mundial -el fin de la Guerra Fría y del anticomunismo más el surgimiento de la "tercera ola democrática"-, mudanzas estructurales en la sociedad mexicana -urbanización, educación, acceso a la información, rechazo creciente a los abusos del autoritarismo priista, etcétera-, el esfuerzo de un buen número de actores colectivos e individuales -el neopanismo, el neocardenismo y el neozapatismo, entre otros- y, finalmente, el papel de Fox como líder de una oposición conservadora pero cargada de optimismo, energía... y simplismo.
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El ciudadano escéptico
Por Francesc de Carreras, catedrático de Derecho Constitucional de la UAB (LA VANGUARDIA, 22/03/07):
La irrupción de Bayrou como serio candidato a la presidencia francesa puede ser un claro síntoma de la crisis por la que atraviesan las formas tradicionales de hacer política en los países de nuestro entorno, incluido, por supuesto, el nuestro. A mi modo de ver, esta crisis de la política se proyecta, al menos, en tres campos, todos ellos relacionados entre sí: primero, en la relación entre gobernantes y gobernados; segundo, en las ideas de derecha e izquierda, y, tercero, en el papel actual de los partidos políticos.
En efecto, debido al lenguaje que se usa cada vez con más frecuencia, hay un cierto hartazgo de la política de blanco y negro, del estás conmigo o estás contra mí, de mensajes únicamente dirigidos a criticar al adversario. A su vez, la confianza del ciudadano en su líder comienza a flaquear: ya no se le cree a pies juntillas, ya no convence el simple brillo de su carisma sino que se le exigen explicaciones razonables. Por fortuna, está aumentando el número de ciudadanos sanamente escépticos, personas que no se casan con nadie, que inteligentemente desconfían por principio de sus gobernantes, aun habiéndoles votado.
En segundo lugar, hay una evidente crisis de las ideas de derecha e izquierda que los partidos de uno y otro signo dicen representar. Ojo: no digo, ni mucho menos, que ya no existan la derecha y la izquierda. Ambas nociones se han distinguido históricamente siempre por lo mismo: la derecha quiere conservar el orden existente y la izquierda cambiarlo favoreciendo una mayor libertad e igualdad entre las personas. Lo que digo es que hoy ni los partidos de derecha son absolutamente conservadores ni, sobre todo, los de izquierda ofrecen cambios sustanciales a favor de la libertad y la igualdad. El ciudadano inteligente al que antes aludíamos al contemplar la situación ahonda en su escepticismo y, además de desconfiar de sus gobernantes, pasa a desconfiar también de las tradicionales ideologías acabadas en ismo,tan de moda en el siglo pasado. Su reacción ante cualquier propuesta, de cualquier partido, consiste en decir: “Veamos”. Y, seguidamente, pasa a analizarla desde su propia perspectiva.
En cuanto a los partidos, quizás nunca han sido gran cosa, aparte de instrumentos imprescindibles para representar a los ciudadanos, pero en estos momentos, por lo menos en España (probablemente también en Francia), su crédito está bajo mínimos por diversos factores, entre ellos su ávido sectarismo y su opaco funcionamiento interno, pero, muy especialmente, por sus ansias de controlar todo aquello que en la sociedad se mueve y puede perjudicar sus intereses, empezando por sus deseos de controlar los medios de información, una de las amenazas más graves con las que se enfrenta la actual democracia. Pues bien, a nuestro escéptico ciudadano los partidos tradicionales ya no le sirven como instrumento de participación política, precisamente considera que son el principal factor que impide la participación. Por tanto, se abstiene de asomarse a ellos y, con flema británica, tiende a esperar a que cambien, se sitúa en una cómoda posición de wait and see.
Tengo la impresión de que la inesperada subida electoral de François Bayrou en Francia tiene que ver con todo eso. Bayrou es el antilíder mediático: un francés de origen campesino que, de alguna manera, aún sigue practicando este viejo oficio. Además, no está encerrado en posturas ideológicas dogmáticas, sino que, frente a los graves problemas con los que Francia se enfrenta, ofrece soluciones pragmáticas y razonables, difícilmente encajables en los rígidos esquemas tradicionales. Por último, Bayrou casi no tiene partido: la UDF es una organización minúscula si la comparamos con la UMP de Sarkozy y el PS de Royal. Pero quizás aquí esté una de las razones para atraerse al ciudadano escéptico del que hablábamos, harto de la prepotencia de los grandes aparatos burocráticos y de unos líderes tan radiantes del glamour que les montan sus asesores de imagen como vacíos de ideas propias, siempre lanzando eslóganes ideados por otros asesores y dispuestos a dar el giro ideológico necesario indicado por los gurús que manejan las encuestas.
Nuestro escéptico elector francés prefiere la autenticidad de Bayrou a los indudables encantos de la inconsistente Ségolène Royal o a la contrastada experiencia del duro Nicolas Sarkozy. ¿Y la ideología?, me dirán ustedes. Como hemos dicho antes, el ciudadano escéptico lo es también respecto a las ideologías, a las palabras, palabras, palabras: se trata de un tipo pragmático, confía en los hechos, en la competencia técnica y en el sentido común.
Las actitudes políticas están cambiando en las sociedades occidentales. Hay una parte creciente de la sociedad que no se identifica con las derechas e izquierdas de toda la vida y ha optado por pensar por su cuenta. Para otros, en cambio, derecha o izquierda forman parte de su identidad personal, hablan de lealtad a la derecha o a la izquierda como si con ellos tuvieran una relación personal, dicen “soy” de derechas o de izquierdas con la seguridad de quien está en posesión de la verdad y tiene una indudable superioridad moral sobre los adversarios.
Nuestro ciudadano escéptico sonríe y se dispone a votar a Bayrou con esperanza y sin convencimiento, según el sano espíritu del viejo poeta. Y quizá, tras votar, se tome un Calvados escuchando al irónico y combativo Georges Brassens: “Mourir pour des idées, l´idée est excellente, moi j´ai failli mourir de ne l´avoir pas eu…”.
La irrupción de Bayrou como serio candidato a la presidencia francesa puede ser un claro síntoma de la crisis por la que atraviesan las formas tradicionales de hacer política en los países de nuestro entorno, incluido, por supuesto, el nuestro. A mi modo de ver, esta crisis de la política se proyecta, al menos, en tres campos, todos ellos relacionados entre sí: primero, en la relación entre gobernantes y gobernados; segundo, en las ideas de derecha e izquierda, y, tercero, en el papel actual de los partidos políticos.
En efecto, debido al lenguaje que se usa cada vez con más frecuencia, hay un cierto hartazgo de la política de blanco y negro, del estás conmigo o estás contra mí, de mensajes únicamente dirigidos a criticar al adversario. A su vez, la confianza del ciudadano en su líder comienza a flaquear: ya no se le cree a pies juntillas, ya no convence el simple brillo de su carisma sino que se le exigen explicaciones razonables. Por fortuna, está aumentando el número de ciudadanos sanamente escépticos, personas que no se casan con nadie, que inteligentemente desconfían por principio de sus gobernantes, aun habiéndoles votado.
En segundo lugar, hay una evidente crisis de las ideas de derecha e izquierda que los partidos de uno y otro signo dicen representar. Ojo: no digo, ni mucho menos, que ya no existan la derecha y la izquierda. Ambas nociones se han distinguido históricamente siempre por lo mismo: la derecha quiere conservar el orden existente y la izquierda cambiarlo favoreciendo una mayor libertad e igualdad entre las personas. Lo que digo es que hoy ni los partidos de derecha son absolutamente conservadores ni, sobre todo, los de izquierda ofrecen cambios sustanciales a favor de la libertad y la igualdad. El ciudadano inteligente al que antes aludíamos al contemplar la situación ahonda en su escepticismo y, además de desconfiar de sus gobernantes, pasa a desconfiar también de las tradicionales ideologías acabadas en ismo,tan de moda en el siglo pasado. Su reacción ante cualquier propuesta, de cualquier partido, consiste en decir: “Veamos”. Y, seguidamente, pasa a analizarla desde su propia perspectiva.
En cuanto a los partidos, quizás nunca han sido gran cosa, aparte de instrumentos imprescindibles para representar a los ciudadanos, pero en estos momentos, por lo menos en España (probablemente también en Francia), su crédito está bajo mínimos por diversos factores, entre ellos su ávido sectarismo y su opaco funcionamiento interno, pero, muy especialmente, por sus ansias de controlar todo aquello que en la sociedad se mueve y puede perjudicar sus intereses, empezando por sus deseos de controlar los medios de información, una de las amenazas más graves con las que se enfrenta la actual democracia. Pues bien, a nuestro escéptico ciudadano los partidos tradicionales ya no le sirven como instrumento de participación política, precisamente considera que son el principal factor que impide la participación. Por tanto, se abstiene de asomarse a ellos y, con flema británica, tiende a esperar a que cambien, se sitúa en una cómoda posición de wait and see.
Tengo la impresión de que la inesperada subida electoral de François Bayrou en Francia tiene que ver con todo eso. Bayrou es el antilíder mediático: un francés de origen campesino que, de alguna manera, aún sigue practicando este viejo oficio. Además, no está encerrado en posturas ideológicas dogmáticas, sino que, frente a los graves problemas con los que Francia se enfrenta, ofrece soluciones pragmáticas y razonables, difícilmente encajables en los rígidos esquemas tradicionales. Por último, Bayrou casi no tiene partido: la UDF es una organización minúscula si la comparamos con la UMP de Sarkozy y el PS de Royal. Pero quizás aquí esté una de las razones para atraerse al ciudadano escéptico del que hablábamos, harto de la prepotencia de los grandes aparatos burocráticos y de unos líderes tan radiantes del glamour que les montan sus asesores de imagen como vacíos de ideas propias, siempre lanzando eslóganes ideados por otros asesores y dispuestos a dar el giro ideológico necesario indicado por los gurús que manejan las encuestas.
Nuestro escéptico elector francés prefiere la autenticidad de Bayrou a los indudables encantos de la inconsistente Ségolène Royal o a la contrastada experiencia del duro Nicolas Sarkozy. ¿Y la ideología?, me dirán ustedes. Como hemos dicho antes, el ciudadano escéptico lo es también respecto a las ideologías, a las palabras, palabras, palabras: se trata de un tipo pragmático, confía en los hechos, en la competencia técnica y en el sentido común.
Las actitudes políticas están cambiando en las sociedades occidentales. Hay una parte creciente de la sociedad que no se identifica con las derechas e izquierdas de toda la vida y ha optado por pensar por su cuenta. Para otros, en cambio, derecha o izquierda forman parte de su identidad personal, hablan de lealtad a la derecha o a la izquierda como si con ellos tuvieran una relación personal, dicen “soy” de derechas o de izquierdas con la seguridad de quien está en posesión de la verdad y tiene una indudable superioridad moral sobre los adversarios.
Nuestro ciudadano escéptico sonríe y se dispone a votar a Bayrou con esperanza y sin convencimiento, según el sano espíritu del viejo poeta. Y quizá, tras votar, se tome un Calvados escuchando al irónico y combativo Georges Brassens: “Mourir pour des idées, l´idée est excellente, moi j´ai failli mourir de ne l´avoir pas eu…”.
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El déficit de visión de Europa
Por Jan-Werner Müller, profesor de Teoría Política y la Historia de las Ideas de la Universidad de Princeton. Autor de Patriotismo constitucional. © Project Syndicate/ Institute for Human Sciences, 2007. Traducción: Claudia Martínez (LA VANGUARDIA, 22/03/07):
Los festejos para celebrar el 50. º aniversario del tratado de Roma llegan en un momento oportuno. Es el momento de que la UE ponga fin a su periodo de reflexión autoimpuesto tras el rechazo de la Constitución europea por franceses y holandeses y reinicie el proceso de unificación que empezó en Roma hace 50 años.
Los líderes europeos no han logrado ofrecer a los ciudadanos de Europa una visión nueva y sustancial. ¿Cómo debería lograrse, entonces, una refundación (Neubergründung)de Europa, como lo llamó la canciller alemana, Angela Merkel, en su primer discurso parlamentario sobre política europea? En teoría, existes tres visiones fundamentalmente diferentes y enfrentadas sobre el futuro de la UE. Algunas aún adoptan la forma de un “Estado de estados nación”. Quienes piensan así - y a los que, imprecisamente, se llama federalistas-se refieren a la Constitución como un paso necesario hacia una federación europea. Una federación de este tipo se puede justificar diciendo que la sustancia moral de un Estado nación se vio profundamente comprometida por la beligerancia pasada o como una medida preventiva para mantener bajo control cualquier posible ansiedad de un nuevo conflicto. Es más, el científico político británico Glyn Morgan sostuvo que un concepto robusto de seguridad paneuropea también requiere de un Estado paneuropeo y que es irresponsable por parte de las elites de Europa mantener una posición permanente de dependencia estratégica de Estados Unidos, en unión de la idea de que sólo una UE fuerte puede salvar el “modelo social europeo”.
Sin embargo, los últimos años pusieron de manifiesto la ausencia de un respaldo mayoritario a una federación europea por parte de los estados que conforman Europa, punto que subrayó el debate sobre el fallido tratado constitucional. Muchos de los argumentos “federalistas” parecen dudosos: en particular, no existe ningún modelo social europeo único. Las diferencias, por ejemplo, entre los países escandinavos, los países mediterráneos y los países atlánticos liberales como Irlanda y Gran Bretaña suelen ser más pronunciadas que las que existen entre Europa en su totalidad y Estados Unidos.
Los festejos para celebrar el 50. º aniversario del tratado de Roma llegan en un momento oportuno. Es el momento de que la UE ponga fin a su periodo de reflexión autoimpuesto tras el rechazo de la Constitución europea por franceses y holandeses y reinicie el proceso de unificación que empezó en Roma hace 50 años.
Los líderes europeos no han logrado ofrecer a los ciudadanos de Europa una visión nueva y sustancial. ¿Cómo debería lograrse, entonces, una refundación (Neubergründung)de Europa, como lo llamó la canciller alemana, Angela Merkel, en su primer discurso parlamentario sobre política europea? En teoría, existes tres visiones fundamentalmente diferentes y enfrentadas sobre el futuro de la UE. Algunas aún adoptan la forma de un “Estado de estados nación”. Quienes piensan así - y a los que, imprecisamente, se llama federalistas-se refieren a la Constitución como un paso necesario hacia una federación europea. Una federación de este tipo se puede justificar diciendo que la sustancia moral de un Estado nación se vio profundamente comprometida por la beligerancia pasada o como una medida preventiva para mantener bajo control cualquier posible ansiedad de un nuevo conflicto. Es más, el científico político británico Glyn Morgan sostuvo que un concepto robusto de seguridad paneuropea también requiere de un Estado paneuropeo y que es irresponsable por parte de las elites de Europa mantener una posición permanente de dependencia estratégica de Estados Unidos, en unión de la idea de que sólo una UE fuerte puede salvar el “modelo social europeo”.
Sin embargo, los últimos años pusieron de manifiesto la ausencia de un respaldo mayoritario a una federación europea por parte de los estados que conforman Europa, punto que subrayó el debate sobre el fallido tratado constitucional. Muchos de los argumentos “federalistas” parecen dudosos: en particular, no existe ningún modelo social europeo único. Las diferencias, por ejemplo, entre los países escandinavos, los países mediterráneos y los países atlánticos liberales como Irlanda y Gran Bretaña suelen ser más pronunciadas que las que existen entre Europa en su totalidad y Estados Unidos.
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Unión Europea
Una nueva gestión del agua
Por Víctor Peñas, geógrafo, miembro de BAKEAZ y de la Fundación Nueva Cultura del Agua (EL CORREO DIGITAL, 22/03/07):
El 22 de diciembre de 1993 la Asamblea General de la ONU acordó que el 22 de marzo de cada año fuera considerado Día Mundial del Agua. En esta ocasión las celebraciones serán coordinadas por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), con un tema tan sugerente como matizable: ‘Afrontando la escasez del agua’. Pudiera parecer que el problema fundamental del agua es la escasez, algo que también daban a entender los lemas elegidos en 1996 y 1997: ‘Agua para ciudades sedientas’ y ‘El agua en el mundo, ¿resulta suficiente?’, respectivamente. Es cierto que un tercio de la población mundial -cantidad que puede verse duplicada en 2025- vive en países donde la falta de agua potable es el principal problema, reforzándose con ello el binomio agua-pobreza. Pero en muchos casos no es precisamente porque el recurso sea escaso en el territorio, sino porque no existen los medios técnicos, económicos y sociales adecuados y suficientes. De hecho, algunos de estos países, como los de la franja caribeña, disponen de abundantes recursos hídricos y sin embargo en muchos lugares desconocen lo que es un grifo. Y lo peor es que no se vislumbran expectativas para el cambio.
Ahora bien, ¿qué indicador de referencia utilizamos para ‘afrontar’ la escasez a la que hace referencia el lema de este año? Es decir, ¿a partir de qué umbral decimos que el agua es escasa? La Organización Mundial de la Salud considera que la dotación mínima, por persona y día, ronda los 20 litros, mientras que en las sociedades modernas la apetencia insaciable, y en muchos casos incontrolada, de agua llega a multiplicarse por diez y más. Con la cantidad de agua que existe en el planeta azul hay más que suficiente para cubrir las necesidades humanas para subsistir, que en ningún caso sobrepasan los seis o siete litros por persona y día. La supuesta ‘escasez’ de agua es un tópico que habitualmente se utiliza para justificar políticas y estrategias de oferta. Suele estar apoyada por otros tópicos de poco fundamento, como aquél que afirma que ‘el agua está mal repartida’.
El 22 de diciembre de 1993 la Asamblea General de la ONU acordó que el 22 de marzo de cada año fuera considerado Día Mundial del Agua. En esta ocasión las celebraciones serán coordinadas por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), con un tema tan sugerente como matizable: ‘Afrontando la escasez del agua’. Pudiera parecer que el problema fundamental del agua es la escasez, algo que también daban a entender los lemas elegidos en 1996 y 1997: ‘Agua para ciudades sedientas’ y ‘El agua en el mundo, ¿resulta suficiente?’, respectivamente. Es cierto que un tercio de la población mundial -cantidad que puede verse duplicada en 2025- vive en países donde la falta de agua potable es el principal problema, reforzándose con ello el binomio agua-pobreza. Pero en muchos casos no es precisamente porque el recurso sea escaso en el territorio, sino porque no existen los medios técnicos, económicos y sociales adecuados y suficientes. De hecho, algunos de estos países, como los de la franja caribeña, disponen de abundantes recursos hídricos y sin embargo en muchos lugares desconocen lo que es un grifo. Y lo peor es que no se vislumbran expectativas para el cambio.
Ahora bien, ¿qué indicador de referencia utilizamos para ‘afrontar’ la escasez a la que hace referencia el lema de este año? Es decir, ¿a partir de qué umbral decimos que el agua es escasa? La Organización Mundial de la Salud considera que la dotación mínima, por persona y día, ronda los 20 litros, mientras que en las sociedades modernas la apetencia insaciable, y en muchos casos incontrolada, de agua llega a multiplicarse por diez y más. Con la cantidad de agua que existe en el planeta azul hay más que suficiente para cubrir las necesidades humanas para subsistir, que en ningún caso sobrepasan los seis o siete litros por persona y día. La supuesta ‘escasez’ de agua es un tópico que habitualmente se utiliza para justificar políticas y estrategias de oferta. Suele estar apoyada por otros tópicos de poco fundamento, como aquél que afirma que ‘el agua está mal repartida’.
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América Latina: una integración necesaria
Por Trinidad Jiménez García-Herrera, secretaria de Estado para Iberoamérica (EL PAÍS, 22/03/07):
En estos últimos meses estamos asistiendo a un debate, cada vez más intenso, sobre el futuro de América Latina. Por fin esta región del mundo vuelve a ser objeto de atención, vuelve a situarse en la agenda pública e, incluso, se observa un renovado interés por parte de algunos gobiernos por construir una nueva relación con los países de la región. Llevamos veinte años contemplando cambios acompañados, en bastantes ocasiones, de convulsiones sociales y políticas pero lo cierto es que hoy el continente goza de estabilidad política y económica; las democracias se han consolidado como fórmulas de gobierno y el desarrollo económico mantiene una senda de crecimiento no conocida hasta ahora. Algunos podrán objetar que, aunque se celebren elecciones, persisten riesgos e incertidumbres o que, aunque es real la bonanza económica, el carácter coyuntural de la misma exigiría realizar algunos ajustes. Pues bien, aun aceptando estas observaciones, nunca hasta ahora se habían abierto tantas expectativas de futuro para el conjunto del continente.
El hecho, tan común en otras zonas del mundo, de que los ciudadanos puedan elegir libremente a sus representantes no es un asunto menor. Sobre todo si recordamos las dictaduras que aún persistían no hace mucho en el Cono Sur o las guerras y conflictos que tenían como escenario el istmo centroamericano. No ha pasado tanto tiempo y ya hay quienes alertan de nuevos problemas. ¡Claro que hay problemas! ¿Quién no los tiene? La cuestión está en saber si estas nuevas democracias tienen la suficiente solidez para responder de manera consistente a los retos que se les va a ir planteando. Sobre todo cuando los retos tienen una diferente naturaleza. Por un lado, aparecen en la escena política colectivos sociales que, hasta el momento, no habían participado en la toma de decisiones. Son los grupos indígenas, cuyas aspiraciones, intereses y prioridades pueden ser coincidentes con las de la mayoría de la población, pero también pueden plantear diferencias que obliguen a una armonización de posiciones. Todo ello lleva tiempo, no sólo para la consolidación de las alternativas políticas sino, sobre todo, para valorar la capacidad de los nuevos dirigentes de responder a la confianza que la ciudadanía ha depositado en ellos. Y, por otro lado, se hace necesario trabajar en la construcción de consensos básicos que permita la convivencia democrática y el libre ejercicio de las opciones políticas. Junto a ello nos encontramos con una situación paradójica; la región crece por encima del 5% y, sin embargo, el problema de la pobreza y la desigualdad se ha ido agravando. ¿Puede un continente aspirar a una mayor cota de estabilidad política cuando tiene 210 millones de pobres? Es evidente que los gobiernos tendrán que hacer un gran esfuerzo para reducir esta cifra, pero también para poner en marcha las reformas sociales y fiscales necesarias que garanticen el crecimiento y la cohesión social.
En cualquier caso, América Latina no puede ser tratada como un todo homogéneo. Hay diferencias de mayor o menor estabilidad política ligada, en cierto modo, a su institucionalidad democrática pero, también, al desempeño de sus actores políticos y su credibilidad como gestores de la realidad. Encontramos distintos grados de desarrollo económico, en ocasiones relacionados con situaciones de conflictos políticos y, en otros, más vinculados a problemas estructurales de sus propias economías. Surgen nuevas realidades sociales que, al tiempo que refuerzan el sentimiento identitario de sus pueblos, corren el riesgo de no hacer un planteamiento suficientemente inclusivo que permita rebajar las situaciones de tensión y enfrentamiento. Y junto a ello, esta realidad heterogénea no lo es en una sola dirección: hay países que se ven sacudidos a un mismo tiempo por crisis económicas, descrédito de las instituciones políticas y conflictividad social. Lo que ha provocado -es cierto- en varios países opciones electorales no convencionales, nuevos liderazgos y planteamientos políticos no enteramente alineados con posiciones ideológicas clásicas. ¿Puede esta situación ser calificada de incierta? Posiblemente sí, pues habrá que esperar a ver cómo responden a las necesidades de sus pueblos, pero lo que no se puede poner en duda es la legitimidad de que gozan en la actualidad dichos gobiernos. América Latina ha ganado en soberanía, lo que es un síntoma de madurez democrática, y le corresponde, por tanto, gestionar su complejidad.
Hablar de complejidad supone, por un lado, reconocer las diferencias y tratar de buscar fórmulas estables de relación y colaboración y, por otro, buscar la manera de que la región se inserte en el escenario de la globalización y haga sentir su peso en el ámbito internacional. Para el primer caso, ya se han ido definiendo espacios de integración regional: a Mercosur, la Comunidad Andina y Centroamérica, se han sumado otras opciones como la Comunidad Suramericana de Naciones o el ALBA. Todos ellos pueden ser útiles para la coordinación de iniciativas y el fortalecimiento de posiciones, tanto hacia dentro como con el exterior, pero lo que, en todo caso, sería deseable es que la opción de pertenecer a uno u otro conjunto integrado no conllevara la exclusión del otro ni, mucho menos, del todo. La razón es muy clara: una fractura de estas características sólo debilitaría a la propia América Latina. Y es que difícilmente se puede encontrar en el mundo una región que posea elementos de integración tan fuertes y sólidos; la historia, la cultura, las lenguas o su composición social articulan una identidad común que posee un extraordinario potencial, aún no suficientemente explorado. ¿Es posible pertenecer al Mercosur o a la Comunidad Andina y, al mismo tiempo, mantener una relación política y comercial con México? No sólo es posible, sino deseable. ¿Es compatible un Acuerdo de Libre Comercio entre Estados Unidos y determinados países del área latinoamericana? Sin duda, sí. El problema nunca estaría en la diversidad de acuerdos comerciales y políticos que se puedan concluir, sino en si éstos benefician o no a dichos países. De la misma manera que se suscriben acuerdos entre la Unión Europea y las subregiones o la Unión Europea y determinados países del continente. O entre los países latinoamericanos y el conjunto asiático. Lo que trato de decir es que las variables son infinitas porque el mundo globalizado ha hecho desaparecer las fronteras físicas e, incluso, las ideológicas y políticas pero, a cambio, se fortalecen los sentimientos identitarios construidos en torno a los elementos antes citados y no siempre es fácil identificarlos. América Latina sí puede hacerlo y eso le da una gran fuerza. Fuerza para negociar, para coordinar posiciones, para resolver problemas, para afrontar retos. Pero, para ello, es necesario tener una visión integradora, no excluyente. Una visión política generosa y que no divida. Una actitud valiente que sea capaz de convertir los riesgos en oportunidades.
En estos últimos meses estamos asistiendo a un debate, cada vez más intenso, sobre el futuro de América Latina. Por fin esta región del mundo vuelve a ser objeto de atención, vuelve a situarse en la agenda pública e, incluso, se observa un renovado interés por parte de algunos gobiernos por construir una nueva relación con los países de la región. Llevamos veinte años contemplando cambios acompañados, en bastantes ocasiones, de convulsiones sociales y políticas pero lo cierto es que hoy el continente goza de estabilidad política y económica; las democracias se han consolidado como fórmulas de gobierno y el desarrollo económico mantiene una senda de crecimiento no conocida hasta ahora. Algunos podrán objetar que, aunque se celebren elecciones, persisten riesgos e incertidumbres o que, aunque es real la bonanza económica, el carácter coyuntural de la misma exigiría realizar algunos ajustes. Pues bien, aun aceptando estas observaciones, nunca hasta ahora se habían abierto tantas expectativas de futuro para el conjunto del continente.
El hecho, tan común en otras zonas del mundo, de que los ciudadanos puedan elegir libremente a sus representantes no es un asunto menor. Sobre todo si recordamos las dictaduras que aún persistían no hace mucho en el Cono Sur o las guerras y conflictos que tenían como escenario el istmo centroamericano. No ha pasado tanto tiempo y ya hay quienes alertan de nuevos problemas. ¡Claro que hay problemas! ¿Quién no los tiene? La cuestión está en saber si estas nuevas democracias tienen la suficiente solidez para responder de manera consistente a los retos que se les va a ir planteando. Sobre todo cuando los retos tienen una diferente naturaleza. Por un lado, aparecen en la escena política colectivos sociales que, hasta el momento, no habían participado en la toma de decisiones. Son los grupos indígenas, cuyas aspiraciones, intereses y prioridades pueden ser coincidentes con las de la mayoría de la población, pero también pueden plantear diferencias que obliguen a una armonización de posiciones. Todo ello lleva tiempo, no sólo para la consolidación de las alternativas políticas sino, sobre todo, para valorar la capacidad de los nuevos dirigentes de responder a la confianza que la ciudadanía ha depositado en ellos. Y, por otro lado, se hace necesario trabajar en la construcción de consensos básicos que permita la convivencia democrática y el libre ejercicio de las opciones políticas. Junto a ello nos encontramos con una situación paradójica; la región crece por encima del 5% y, sin embargo, el problema de la pobreza y la desigualdad se ha ido agravando. ¿Puede un continente aspirar a una mayor cota de estabilidad política cuando tiene 210 millones de pobres? Es evidente que los gobiernos tendrán que hacer un gran esfuerzo para reducir esta cifra, pero también para poner en marcha las reformas sociales y fiscales necesarias que garanticen el crecimiento y la cohesión social.
En cualquier caso, América Latina no puede ser tratada como un todo homogéneo. Hay diferencias de mayor o menor estabilidad política ligada, en cierto modo, a su institucionalidad democrática pero, también, al desempeño de sus actores políticos y su credibilidad como gestores de la realidad. Encontramos distintos grados de desarrollo económico, en ocasiones relacionados con situaciones de conflictos políticos y, en otros, más vinculados a problemas estructurales de sus propias economías. Surgen nuevas realidades sociales que, al tiempo que refuerzan el sentimiento identitario de sus pueblos, corren el riesgo de no hacer un planteamiento suficientemente inclusivo que permita rebajar las situaciones de tensión y enfrentamiento. Y junto a ello, esta realidad heterogénea no lo es en una sola dirección: hay países que se ven sacudidos a un mismo tiempo por crisis económicas, descrédito de las instituciones políticas y conflictividad social. Lo que ha provocado -es cierto- en varios países opciones electorales no convencionales, nuevos liderazgos y planteamientos políticos no enteramente alineados con posiciones ideológicas clásicas. ¿Puede esta situación ser calificada de incierta? Posiblemente sí, pues habrá que esperar a ver cómo responden a las necesidades de sus pueblos, pero lo que no se puede poner en duda es la legitimidad de que gozan en la actualidad dichos gobiernos. América Latina ha ganado en soberanía, lo que es un síntoma de madurez democrática, y le corresponde, por tanto, gestionar su complejidad.
Hablar de complejidad supone, por un lado, reconocer las diferencias y tratar de buscar fórmulas estables de relación y colaboración y, por otro, buscar la manera de que la región se inserte en el escenario de la globalización y haga sentir su peso en el ámbito internacional. Para el primer caso, ya se han ido definiendo espacios de integración regional: a Mercosur, la Comunidad Andina y Centroamérica, se han sumado otras opciones como la Comunidad Suramericana de Naciones o el ALBA. Todos ellos pueden ser útiles para la coordinación de iniciativas y el fortalecimiento de posiciones, tanto hacia dentro como con el exterior, pero lo que, en todo caso, sería deseable es que la opción de pertenecer a uno u otro conjunto integrado no conllevara la exclusión del otro ni, mucho menos, del todo. La razón es muy clara: una fractura de estas características sólo debilitaría a la propia América Latina. Y es que difícilmente se puede encontrar en el mundo una región que posea elementos de integración tan fuertes y sólidos; la historia, la cultura, las lenguas o su composición social articulan una identidad común que posee un extraordinario potencial, aún no suficientemente explorado. ¿Es posible pertenecer al Mercosur o a la Comunidad Andina y, al mismo tiempo, mantener una relación política y comercial con México? No sólo es posible, sino deseable. ¿Es compatible un Acuerdo de Libre Comercio entre Estados Unidos y determinados países del área latinoamericana? Sin duda, sí. El problema nunca estaría en la diversidad de acuerdos comerciales y políticos que se puedan concluir, sino en si éstos benefician o no a dichos países. De la misma manera que se suscriben acuerdos entre la Unión Europea y las subregiones o la Unión Europea y determinados países del continente. O entre los países latinoamericanos y el conjunto asiático. Lo que trato de decir es que las variables son infinitas porque el mundo globalizado ha hecho desaparecer las fronteras físicas e, incluso, las ideológicas y políticas pero, a cambio, se fortalecen los sentimientos identitarios construidos en torno a los elementos antes citados y no siempre es fácil identificarlos. América Latina sí puede hacerlo y eso le da una gran fuerza. Fuerza para negociar, para coordinar posiciones, para resolver problemas, para afrontar retos. Pero, para ello, es necesario tener una visión integradora, no excluyente. Una visión política generosa y que no divida. Una actitud valiente que sea capaz de convertir los riesgos en oportunidades.
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América Latina
El perímetro de la Gran Muralla virtual china
Por Augusto Soto, consultor y profesor en ESADE, Barcelona (REAL INSTITUTO ELCANO, 22/03/07):
Tema: En este ARI se revisa el verdadero alcance de los controles de acceso a Internet en China, primer mercado mundial de las telecomunicaciones.
Resumen: Con el cada vez mayor protagonismo de China, que incluye la próxima celebración de los Juegos Olímpicos de Pekín de 2008, resurge el tema de la información virtual filtrada y denegada por un Estado interpuesto entre la ciudadanía y el exterior. Se utiliza a menudo la metáfora de la histórica Gran Muralla o simplemente se alude a un cortafuegos. Pero la República Popular China (RPC) es un sistema sociopolítico sui generis. Este análisis se propone revisar los contornos de la Muralla virtual realmente existente, mostrar los medios y algunos de los casos más representativos de represión, y explicar por qué esa muralla en realidad no es lo que parece a primera vista de acuerdo con los intereses actuales y en expansión de los usuarios y del propio Gobierno.
Tema: En este ARI se revisa el verdadero alcance de los controles de acceso a Internet en China, primer mercado mundial de las telecomunicaciones.
Resumen: Con el cada vez mayor protagonismo de China, que incluye la próxima celebración de los Juegos Olímpicos de Pekín de 2008, resurge el tema de la información virtual filtrada y denegada por un Estado interpuesto entre la ciudadanía y el exterior. Se utiliza a menudo la metáfora de la histórica Gran Muralla o simplemente se alude a un cortafuegos. Pero la República Popular China (RPC) es un sistema sociopolítico sui generis. Este análisis se propone revisar los contornos de la Muralla virtual realmente existente, mostrar los medios y algunos de los casos más representativos de represión, y explicar por qué esa muralla en realidad no es lo que parece a primera vista de acuerdo con los intereses actuales y en expansión de los usuarios y del propio Gobierno.
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miércoles, marzo 21, 2007
Europa: de los retos a las oportunidades
Por Horst Köhler, presidente de la República Federal de Alemania, Aníbal Cavaco Silva, presidente de la República de Portugal, y Janez Drnovsek, presidente de Eslovenia. Traducción de M. L. Rodríguez Tapia (EL PAÍS, 21/03/07):
El 1 de enero de 2007, Alemania, Portugal y Eslovenia asumieron la primera presidencia tripartita en la historia de la Unión Europea. Eso quiere decir que constituyen un equipo con un mandato de año y medio y, al mismo tiempo, cada uno de ellos es responsable de su propio semestre de presidencia de la UE. La presidencia tripartita garantiza la continuidad, permite planificar a largo plazo y facilita la ejecución coherente de un programa de trabajo común. Nuestra presidencia tripartita es una expresión de la unidad en la diversidad que es la característica esencial de Europa.
Dentro de unos días, en Berlín, celebraremos el 50º aniversario de la firma de los Tratados de Roma, que sentaron las bases para la Unión Europea que conocemos hoy. Desde que se firmaron, se ha ido construyendo una gran obra de paz, prosperidad social y económica, consolidación de la democracia y defensa de los derechos humanos, encarnada en la UE. Los europeos compartimos los mismos valores. Esta conciencia común de pertenecer a Europa, su cultura, sus tradiciones y su identidad nos ha permitido establecer, en los últimos 50 años, un sólido marco institucional -la Unión Europea- y desarrollar un sentimiento de unidad. Al mismo tiempo, el mercado interior y la unión económica y monetaria han dado a los productores y consumidores europeos un gran mercado propio en un mundo cada vez más globalizado.
La Unión Europea se ha convertido en un modelo para otros países y regiones de todo el mundo. La afortunada combinación de libertad de mercado, responsabilidad social y justicia social es objeto de admiración en todo el planeta. Desde los seis Estados miembros de sus orígenes, la UE ha crecido hasta englobar a 27 Estados. Y hay más países que desean incorporarse. Además su modelo de integración sirve de inspiración para otras partes del mundo. La Unión Africana, por ejemplo, imita a la Unión Europea, y no sólo en el nombre. Su estructura institucional también está basada en la de la UE.
El 1 de enero de 2007, Alemania, Portugal y Eslovenia asumieron la primera presidencia tripartita en la historia de la Unión Europea. Eso quiere decir que constituyen un equipo con un mandato de año y medio y, al mismo tiempo, cada uno de ellos es responsable de su propio semestre de presidencia de la UE. La presidencia tripartita garantiza la continuidad, permite planificar a largo plazo y facilita la ejecución coherente de un programa de trabajo común. Nuestra presidencia tripartita es una expresión de la unidad en la diversidad que es la característica esencial de Europa.
Dentro de unos días, en Berlín, celebraremos el 50º aniversario de la firma de los Tratados de Roma, que sentaron las bases para la Unión Europea que conocemos hoy. Desde que se firmaron, se ha ido construyendo una gran obra de paz, prosperidad social y económica, consolidación de la democracia y defensa de los derechos humanos, encarnada en la UE. Los europeos compartimos los mismos valores. Esta conciencia común de pertenecer a Europa, su cultura, sus tradiciones y su identidad nos ha permitido establecer, en los últimos 50 años, un sólido marco institucional -la Unión Europea- y desarrollar un sentimiento de unidad. Al mismo tiempo, el mercado interior y la unión económica y monetaria han dado a los productores y consumidores europeos un gran mercado propio en un mundo cada vez más globalizado.
La Unión Europea se ha convertido en un modelo para otros países y regiones de todo el mundo. La afortunada combinación de libertad de mercado, responsabilidad social y justicia social es objeto de admiración en todo el planeta. Desde los seis Estados miembros de sus orígenes, la UE ha crecido hasta englobar a 27 Estados. Y hay más países que desean incorporarse. Además su modelo de integración sirve de inspiración para otras partes del mundo. La Unión Africana, por ejemplo, imita a la Unión Europea, y no sólo en el nombre. Su estructura institucional también está basada en la de la UE.
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Unión Europea
La política exterior de EE UU después de Irak
Por Joseph S. Nye, catedrático en la Universidad de Harvard y autor de La paradoja del poder norteamericano. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia. © Project Syndicate, 2007 (EL PAÍS, 21/03/07):
¿Qué viene después de Irak? Si el aumento de tropas actual del presidente Bush no sirve para obtener un resultado que pueda considerarse una “victoria”, ¿qué enseñanzas sacará Estados Unidos con vistas a su futura política exterior? ¿Se encerrará en sí mismo, como hizo tras su derrota en Vietnam, hace treinta años? ¿Pasará de promover la democracia a una concepción realista y estrecha de sus intereses? Aunque el debate en Washington sigue centrado en Irak, algunos observadores extranjeros atentos están haciéndose ya estas preguntas sobre el futuro más a largo plazo.
Los analistas y los expertos se han equivocado con frecuencia sobre la posición de Estados Unidos en el mundo. Por ejemplo, hace veinte años, la opinión general era que Estados Unidos estaba en declive. Diez años más tarde, con el final de la guerra fría, la idea oficial pasó a ser que el mundo se había convertido en una hegemonía unipolar estadounidense. Algunos expertos neoconservadores llegaron a la conclusión de que EE UU era tan poderoso que podía decidir lo que estaba bien, y los demás tendrían que seguir sus pasos. Charles Krauthammer ensalzó esta teoría y la llamó “el nuevo unilateralismo”, una idea que ejerció enorme influencia en la Administración de Bush ya antes de los atentados del 11-S.
Pero el nuevo unilateralismo se basaba en una interpretación totalmente errónea de lo que es el poder en la política mundial. El poder es la capacidad de obtener los resultados deseados. La posibilidad de que poseer los recursos necesarios permita lograr dichos resultados depende del contexto. Por ejemplo, una fuerza moderna de carros de combate es un recurso fundamental si la guerra se libra en un desierto, pero no si se desarrolla en un pantano, como descubrió EE UU en Vietnam. Hasta ahora, se suponía que el poder militar dominaba la mayoría de las situaciones, pero, en el mundo de hoy, los contextos de poder varían enormemente.
¿Qué viene después de Irak? Si el aumento de tropas actual del presidente Bush no sirve para obtener un resultado que pueda considerarse una “victoria”, ¿qué enseñanzas sacará Estados Unidos con vistas a su futura política exterior? ¿Se encerrará en sí mismo, como hizo tras su derrota en Vietnam, hace treinta años? ¿Pasará de promover la democracia a una concepción realista y estrecha de sus intereses? Aunque el debate en Washington sigue centrado en Irak, algunos observadores extranjeros atentos están haciéndose ya estas preguntas sobre el futuro más a largo plazo.
Los analistas y los expertos se han equivocado con frecuencia sobre la posición de Estados Unidos en el mundo. Por ejemplo, hace veinte años, la opinión general era que Estados Unidos estaba en declive. Diez años más tarde, con el final de la guerra fría, la idea oficial pasó a ser que el mundo se había convertido en una hegemonía unipolar estadounidense. Algunos expertos neoconservadores llegaron a la conclusión de que EE UU era tan poderoso que podía decidir lo que estaba bien, y los demás tendrían que seguir sus pasos. Charles Krauthammer ensalzó esta teoría y la llamó “el nuevo unilateralismo”, una idea que ejerció enorme influencia en la Administración de Bush ya antes de los atentados del 11-S.
Pero el nuevo unilateralismo se basaba en una interpretación totalmente errónea de lo que es el poder en la política mundial. El poder es la capacidad de obtener los resultados deseados. La posibilidad de que poseer los recursos necesarios permita lograr dichos resultados depende del contexto. Por ejemplo, una fuerza moderna de carros de combate es un recurso fundamental si la guerra se libra en un desierto, pero no si se desarrolla en un pantano, como descubrió EE UU en Vietnam. Hasta ahora, se suponía que el poder militar dominaba la mayoría de las situaciones, pero, en el mundo de hoy, los contextos de poder varían enormemente.
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Estados Unidos
APRENDIENDO
Hola a toda la comunidad Ciencia y Artes!!!
Soy novata en el uso de esta nueva herramienta de comunicación.
Espero que pronto todos podámos sacarle mucho provecho a este medio, para poder estar cercanos aunque estemos lejos....
Saludos!!!
Teresita Rincón.
Soy novata en el uso de esta nueva herramienta de comunicación.
Espero que pronto todos podámos sacarle mucho provecho a este medio, para poder estar cercanos aunque estemos lejos....
Saludos!!!
Teresita Rincón.
lunes, marzo 19, 2007
Nonatos contra vitalicios
Porfirio Muñoz Ledo.
La presencia de Felipe Calderón en Davos sorprendió a propios y extraños. En contraste con el discurso centrista y el ánimo apaciguador de sus primeras actuaciones, de pronto asumió el tono beligerante y el simplismo reaccionario de su antecesor. Como si el recuerdo de su primera aparición en ese foro, cuando joven militante, lo hubiese devuelto a su verdadera naturaleza. Dejó la impresión de haber perdido la brújula, o de que ya se le estropeó, porque sólo apunta hacia el norte.
En contraste con un periplo europeo cuidadosamente concebido y con el mensaje conciliador de la diplomacia mexicana, decidió granjearse la simpatía del gran capital agrediendo a otros gobiernos de nuestra región. Desmintió el significado de su asistencia a la toma de posesión de Daniel Ortega y del saludo cordial que había brindado a Hugo Chávez. Olvidó su dicho en el sentido de que el futuro de México está en América Latina y, lo que es peor, nadie le va a agradecer ese gesto, que sólo revela pensamiento anacrónico y torpeza política.
Con maniqueísmo pueril, dividió a los gobiernos de nuestra región en buenos y malos. Los primeros son los discípulos incondicionales del neoliberalismo, que supuestamente ofrecen a los inversionistas seguridad y mercado, mientras los otros "regresan a viejas políticas de expropiación y nacionalización, que han causado daño terrible y provocado las peores crisis". Si en verdad así pensara, la única decisión congruente sería solicitar la derogación del artículo 27 de la Constitución, casi en su totalidad.
Negar a otros el derecho a adoptar determinaciones vitales, que nosotros pudimos tomar ejemplarmente en el pasado, significa renegar de nuestra historia e incurrir en afrentosa actitud insolidaria. El presidente Lula tuvo que advertir que "debemos ser cautelosos cuando analizamos el discurso de los otros" y esclarecer: "Lo que quiere Latinoamérica es que nos paguen precios justos por nuestras materias primas; lo mismo hace México con su petróleo". Y el propio secretario general de la OEA hubo de actualizar al mandatario mexicano: "En 1998 hablamos del ALCA, pero éste ya no se va a dar; es un hecho que tenemos que aceptar y encontrar salidas diferentes" y defender por ende el derecho de los países a seguir caminos distintos.
Ignora tal vez Calderón que las políticas nacionalistas seguidas por cada vez más gobiernos de la región, han sido ya valoradas y asumidas en los grandes centros de poder. Esa es la razón por la que la Unión Europea, después de numerosas posposiciones, iniciará en marzo las negociaciones con los países andinos en vista a la suscripción de un acuerdo de asociación económica, cooperación y concertación política. Es obvio que la fe ciega en la economía de mercado pertenece al pasado y que ahora se exploran y consolidan vías diversas para el desarrollo. Ello explica la pujanza cuando menos de China y de la India.
La presencia de Felipe Calderón en Davos sorprendió a propios y extraños. En contraste con el discurso centrista y el ánimo apaciguador de sus primeras actuaciones, de pronto asumió el tono beligerante y el simplismo reaccionario de su antecesor. Como si el recuerdo de su primera aparición en ese foro, cuando joven militante, lo hubiese devuelto a su verdadera naturaleza. Dejó la impresión de haber perdido la brújula, o de que ya se le estropeó, porque sólo apunta hacia el norte.
En contraste con un periplo europeo cuidadosamente concebido y con el mensaje conciliador de la diplomacia mexicana, decidió granjearse la simpatía del gran capital agrediendo a otros gobiernos de nuestra región. Desmintió el significado de su asistencia a la toma de posesión de Daniel Ortega y del saludo cordial que había brindado a Hugo Chávez. Olvidó su dicho en el sentido de que el futuro de México está en América Latina y, lo que es peor, nadie le va a agradecer ese gesto, que sólo revela pensamiento anacrónico y torpeza política.
Con maniqueísmo pueril, dividió a los gobiernos de nuestra región en buenos y malos. Los primeros son los discípulos incondicionales del neoliberalismo, que supuestamente ofrecen a los inversionistas seguridad y mercado, mientras los otros "regresan a viejas políticas de expropiación y nacionalización, que han causado daño terrible y provocado las peores crisis". Si en verdad así pensara, la única decisión congruente sería solicitar la derogación del artículo 27 de la Constitución, casi en su totalidad.
Negar a otros el derecho a adoptar determinaciones vitales, que nosotros pudimos tomar ejemplarmente en el pasado, significa renegar de nuestra historia e incurrir en afrentosa actitud insolidaria. El presidente Lula tuvo que advertir que "debemos ser cautelosos cuando analizamos el discurso de los otros" y esclarecer: "Lo que quiere Latinoamérica es que nos paguen precios justos por nuestras materias primas; lo mismo hace México con su petróleo". Y el propio secretario general de la OEA hubo de actualizar al mandatario mexicano: "En 1998 hablamos del ALCA, pero éste ya no se va a dar; es un hecho que tenemos que aceptar y encontrar salidas diferentes" y defender por ende el derecho de los países a seguir caminos distintos.
Ignora tal vez Calderón que las políticas nacionalistas seguidas por cada vez más gobiernos de la región, han sido ya valoradas y asumidas en los grandes centros de poder. Esa es la razón por la que la Unión Europea, después de numerosas posposiciones, iniciará en marzo las negociaciones con los países andinos en vista a la suscripción de un acuerdo de asociación económica, cooperación y concertación política. Es obvio que la fe ciega en la economía de mercado pertenece al pasado y que ahora se exploran y consolidan vías diversas para el desarrollo. Ello explica la pujanza cuando menos de China y de la India.
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La Constitución y los obispos mexicanos
Bernardo Barranco
Ante el gobierno de Felipe Calderón, el episcopado mexicano se prepara, bajo la presidencia de monseñor Carlos Aguiar Retes, para consolidar el posicionamiento político de la Iglesia católica con base en una nueva estrategia e intervención social.
En reveladora entrevista (Proceso, 1574), Aguiar Retes, quien preside la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) desde noviembre pasado, pone de manifiesto el diseño de una nueva estrategia tendiente a generar una segunda generación de reformas constitucionales que satisfagan las demandas eclesiásticas y una posición eclesial de privilegio que favorezca el despliegue de sus intereses.
En términos de contenido la jerarquía demanda la posesión de medios electrónicos, impartir instrucción religiosa en las escuelas públicas y un conjunto diverso de intervenciones eclesiásticas en la sociedad englobadas bajo un concepto referencial denominado: "libertad religiosa". Para ello, la pretensión es reformar el artículo 24 introduciendo el concepto catolizado de libertad religiosa, esto es, ir aparentemente más allá de libertad en creer o no creer de un individuo a la libertad religiosa que abarcaría la capacidad de maniobra societal y de acción política de la propia institución religiosa, que en el dicho de Aguiar resalta lo siguiente: "Hace falta que las leyes mexicanas garanticen la libertad religiosa. Actualmente, la Constitución sólo garantiza la libertad de creencia y de culto; esto es, que cada quien pueda creer en lo que mejor le plazca. Pero esto es apenas una pequeña parte de la verdadera libertad religiosa... que se modifique el artículo 24 constitucional, que garantiza la libertad de culto y de creencia. Queremos que ese concepto se amplíe por el de libertad religiosa, como estipula la ONU, y donde ya se abarca todo el derecho humano a la expresión, asociación, gestión y servicio de una fe". Seguramente el episcopado se sumará al clima de cambios y reformas a nuestra Constitución, insertando añejas aspiraciones que convienen ser revisadas y analizadas a fondo.
La aspiración de la jerarquía de instaurar una concepción clericalizada de libertad religiosa no es nueva; ésta busca garantizar y favorecer nuevas formas de intervención social tendientes a la formación de valores socialcristianos como enclaves dominantes.
Ante el gobierno de Felipe Calderón, el episcopado mexicano se prepara, bajo la presidencia de monseñor Carlos Aguiar Retes, para consolidar el posicionamiento político de la Iglesia católica con base en una nueva estrategia e intervención social.
En reveladora entrevista (Proceso, 1574), Aguiar Retes, quien preside la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) desde noviembre pasado, pone de manifiesto el diseño de una nueva estrategia tendiente a generar una segunda generación de reformas constitucionales que satisfagan las demandas eclesiásticas y una posición eclesial de privilegio que favorezca el despliegue de sus intereses.
En términos de contenido la jerarquía demanda la posesión de medios electrónicos, impartir instrucción religiosa en las escuelas públicas y un conjunto diverso de intervenciones eclesiásticas en la sociedad englobadas bajo un concepto referencial denominado: "libertad religiosa". Para ello, la pretensión es reformar el artículo 24 introduciendo el concepto catolizado de libertad religiosa, esto es, ir aparentemente más allá de libertad en creer o no creer de un individuo a la libertad religiosa que abarcaría la capacidad de maniobra societal y de acción política de la propia institución religiosa, que en el dicho de Aguiar resalta lo siguiente: "Hace falta que las leyes mexicanas garanticen la libertad religiosa. Actualmente, la Constitución sólo garantiza la libertad de creencia y de culto; esto es, que cada quien pueda creer en lo que mejor le plazca. Pero esto es apenas una pequeña parte de la verdadera libertad religiosa... que se modifique el artículo 24 constitucional, que garantiza la libertad de culto y de creencia. Queremos que ese concepto se amplíe por el de libertad religiosa, como estipula la ONU, y donde ya se abarca todo el derecho humano a la expresión, asociación, gestión y servicio de una fe". Seguramente el episcopado se sumará al clima de cambios y reformas a nuestra Constitución, insertando añejas aspiraciones que convienen ser revisadas y analizadas a fondo.
La aspiración de la jerarquía de instaurar una concepción clericalizada de libertad religiosa no es nueva; ésta busca garantizar y favorecer nuevas formas de intervención social tendientes a la formación de valores socialcristianos como enclaves dominantes.
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La presidenta y el presidente
Miguel Ángel Granados Chapa
El ex consejero electoral Emilio Zebadúa, ya como diputado federal denunció la maniobra de Gordillo para integrar el actual consejo general del IFE. Ahora dirige la Fundación SNTE para la Cultura del Maestro Mexicano.
Asistimos a la presentación de una modalidad nueva de la pareja presidencial. La que antes habitó Los Pinos, formada por Marta Sahagún y Vicente Fox, surgió del matrimonio civil. La que ahora ejerce el cogobierno de la República, integrada por Elba Esther Gordillo y Felipe Calderón, expresa un connubio político. Vimos esta semana el despliegue de esa alianza, gracias a la cual la acumulación de poder de la presidenta del sindicato nacional del magisterio es inversamente proporcional a la calidad de la educación.
El martes la presidenta Gordillo cumplió años y festejó su aniversario en Los Pinos, donde recibió la felicitación del presidente Calderón. Nacida en Comitán el 6 de febrero de 1945, Gordillo hizo en las tres últimas décadas una carrera sindical, parlamentaria y política que le permitió ser factor fundamental en la victoria de Calderón el año pasado. Fue dirigente delegacional y seccional del sindicato de trabajadores de la educación, en cuyo comité nacional ocupó cargos de relevancia creciente hasta que en 1989 el presidente Carlos Salinas le encargó dirigir la agrupación magisterial. Como secretaria general primero, como cabeza del comité político después y como presidenta actualmente ha controlado desde entonces al sindicato más poderoso de la esfera laboral mexicana, territorio en que ha ampliado su presencia a partir de una inicial división en la federación burocrática priista y la construcción de otra cúpula, alterna, que gana espacios en la representación de los empleados públicos.
Aliada con el presidente Fox, quizá aportante de los votos que lo hicieron ganar, estableció con el primer gobierno panista una liga que le permitió influir decisivamente en el desempeño administrativo y político del guanajuatense, no obstante que ella era entonces secretaria general del PRI, el partido derrotado por Fox en 2000. Se frustró, sin embargo, el propósito conjunto de realizar una reforma fiscal cuando ella coordinaba a los diputados priistas, proyecto nacido de un encuentro en que estuvieron presentes Carlos Salinas, Roberto Madrazo, el secretario de Hacienda Francisco Gil, la propia Gordillo y otros diputados. La defenestración de la lideresa parlamentaria aceleró su disputa con Madrazo, a cuya candidatura presidencial se opuso mientras permaneció en el partido antaño gubernamental y cuando aceptó la maternidad del Partido Nueva Alianza.
Durante el pasado proceso electoral, ese partido y el SNTE pusieron votos y trampas al servicio de Calderón. Es probable que casi millón y medio de personas, que votaron por los candidatos a legisladores del Panal pero no por su candidato presidencial, orientaran su sufragio hacia el aspirante panista. En la zona oscura del proceso, cuadros magisteriales especialmente entrenados al efecto, y en combinación con funcionarios del IFE (el director ejecutivo de Organización de ese instituto se formó en la tradición de las argucias electorales practicadas por profesores), proveyeron el otro insumo necesario: la manipulación de los votos en las urnas y las actas.
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El ex consejero electoral Emilio Zebadúa, ya como diputado federal denunció la maniobra de Gordillo para integrar el actual consejo general del IFE. Ahora dirige la Fundación SNTE para la Cultura del Maestro Mexicano.
Asistimos a la presentación de una modalidad nueva de la pareja presidencial. La que antes habitó Los Pinos, formada por Marta Sahagún y Vicente Fox, surgió del matrimonio civil. La que ahora ejerce el cogobierno de la República, integrada por Elba Esther Gordillo y Felipe Calderón, expresa un connubio político. Vimos esta semana el despliegue de esa alianza, gracias a la cual la acumulación de poder de la presidenta del sindicato nacional del magisterio es inversamente proporcional a la calidad de la educación.
El martes la presidenta Gordillo cumplió años y festejó su aniversario en Los Pinos, donde recibió la felicitación del presidente Calderón. Nacida en Comitán el 6 de febrero de 1945, Gordillo hizo en las tres últimas décadas una carrera sindical, parlamentaria y política que le permitió ser factor fundamental en la victoria de Calderón el año pasado. Fue dirigente delegacional y seccional del sindicato de trabajadores de la educación, en cuyo comité nacional ocupó cargos de relevancia creciente hasta que en 1989 el presidente Carlos Salinas le encargó dirigir la agrupación magisterial. Como secretaria general primero, como cabeza del comité político después y como presidenta actualmente ha controlado desde entonces al sindicato más poderoso de la esfera laboral mexicana, territorio en que ha ampliado su presencia a partir de una inicial división en la federación burocrática priista y la construcción de otra cúpula, alterna, que gana espacios en la representación de los empleados públicos.
Aliada con el presidente Fox, quizá aportante de los votos que lo hicieron ganar, estableció con el primer gobierno panista una liga que le permitió influir decisivamente en el desempeño administrativo y político del guanajuatense, no obstante que ella era entonces secretaria general del PRI, el partido derrotado por Fox en 2000. Se frustró, sin embargo, el propósito conjunto de realizar una reforma fiscal cuando ella coordinaba a los diputados priistas, proyecto nacido de un encuentro en que estuvieron presentes Carlos Salinas, Roberto Madrazo, el secretario de Hacienda Francisco Gil, la propia Gordillo y otros diputados. La defenestración de la lideresa parlamentaria aceleró su disputa con Madrazo, a cuya candidatura presidencial se opuso mientras permaneció en el partido antaño gubernamental y cuando aceptó la maternidad del Partido Nueva Alianza.
Durante el pasado proceso electoral, ese partido y el SNTE pusieron votos y trampas al servicio de Calderón. Es probable que casi millón y medio de personas, que votaron por los candidatos a legisladores del Panal pero no por su candidato presidencial, orientaran su sufragio hacia el aspirante panista. En la zona oscura del proceso, cuadros magisteriales especialmente entrenados al efecto, y en combinación con funcionarios del IFE (el director ejecutivo de Organización de ese instituto se formó en la tradición de las argucias electorales practicadas por profesores), proveyeron el otro insumo necesario: la manipulación de los votos en las urnas y las actas.
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La fotografía de la pesadilla
John Carlin 18/03/2007
La imagen de ese buitre acechando a una niña moribunda en África le persiguió en vida. Con ella atrapó el Pulitzer, pero también la maldición de una pregunta: “¿Qué hiciste para ayudarla?”. A Kevin Carter, cronista gráfico de la Suráfrica del 'apartheid', la presión le empujó al suicidio. Un periodista testigo de aquellos años rememora su figura.
Un hombre blanco perfectamente bien alimentado observa cómo una niña africana se muere de hambre ante la mirada expectante de un buitre. El hombre blanco hace fotos de la escena durante 20 minutos. No es que las primeras no fueran buenas, es que con un poco de colaboración del ave carroñera le salía una de premio, seguro. Niña famélica con nariz en el polvo y buitre al acecho: bien; no todos los días se conseguía una imagen así. Pero lo ideal sería que el buitre se acercara un poco más a la niña y extendiese las alas. El abrazo macabro de la muerte, el buitre Drácula como metáfora de la hambruna africana. ¡Ésa sí que sería una foto! Pero el hombre esperó y esperó, y no pasó nada. El buitre, tieso como si temiera hacer huir a su presa si agitara las alas. Pasados los 20 minutos, el hombre, rendido, se fue.
No se debería de haber desesperado. Una de las fotos se publicó en la portada de The New York Times y acabó ganando un premio Pulitzer. Pero incluso así se desesperó. Y mucho. El hombre blanco era un fotógrafo profesional llamado Kevin Carter. A los dos meses de recibir el premio en Nueva York se suicidó.
Hay dos preguntas. La primera, ¿por qué se suicidó? La segunda, ¿por qué no ayudó a la niña? La respuesta a la primera es relativamente fácil. La respuesta a la segunda es más interesante. Remontemos.
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La imagen de ese buitre acechando a una niña moribunda en África le persiguió en vida. Con ella atrapó el Pulitzer, pero también la maldición de una pregunta: “¿Qué hiciste para ayudarla?”. A Kevin Carter, cronista gráfico de la Suráfrica del 'apartheid', la presión le empujó al suicidio. Un periodista testigo de aquellos años rememora su figura.
Un hombre blanco perfectamente bien alimentado observa cómo una niña africana se muere de hambre ante la mirada expectante de un buitre. El hombre blanco hace fotos de la escena durante 20 minutos. No es que las primeras no fueran buenas, es que con un poco de colaboración del ave carroñera le salía una de premio, seguro. Niña famélica con nariz en el polvo y buitre al acecho: bien; no todos los días se conseguía una imagen así. Pero lo ideal sería que el buitre se acercara un poco más a la niña y extendiese las alas. El abrazo macabro de la muerte, el buitre Drácula como metáfora de la hambruna africana. ¡Ésa sí que sería una foto! Pero el hombre esperó y esperó, y no pasó nada. El buitre, tieso como si temiera hacer huir a su presa si agitara las alas. Pasados los 20 minutos, el hombre, rendido, se fue.
No se debería de haber desesperado. Una de las fotos se publicó en la portada de The New York Times y acabó ganando un premio Pulitzer. Pero incluso así se desesperó. Y mucho. El hombre blanco era un fotógrafo profesional llamado Kevin Carter. A los dos meses de recibir el premio en Nueva York se suicidó.
Hay dos preguntas. La primera, ¿por qué se suicidó? La segunda, ¿por qué no ayudó a la niña? La respuesta a la primera es relativamente fácil. La respuesta a la segunda es más interesante. Remontemos.
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Las mujeres y sus derechos, ¿mérito o cuota?
Por Maribel Montaño, secretaria de Igualdad de la CEF-PSOE (EL PAÍS, 19/03/07):
¿Deben las mujeres acceder al empleo o a puestos de responsabilidad y decisión por sus méritos o por cuotas? Se trata de un debate bien interesante, que provoca pasiones y que tiene una indudable actualidad ante la aprobación parlamentaria de la Ley de Igualdad efectiva entre mujeres y hombres, que el Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero, en cumplimiento de una promesa electoral, ha promovido.
Veamos. Un puesto de trabajo o de responsabilidad debe estar ocupado por quien tenga el mérito y la capacidad suficiente para ejercerlo, con independencia de su sexo. Parece una afirmación incontestable, pero ¿es lo que está ocurriendo?
El pasado curso académico, salieron de nuestras universidades un 60,5% de licenciadas mujeres frente a un 39,5% de hombres. En términos generales, el expediente académico de ellas es más brillante y superan en mayor número las pruebas de acceso al empleo público. El mérito y la capacidad existe entre la población femenina, incluso en mayor cantidad.
¿Están las mujeres presentes en el empleo o en puestos de responsabilidad de manera igualitaria y en función de sus criterios?
La tasa de ocupación femenina es del 42,52%, frente al 65,29% masculina (datos EPA); de cada 10 contratos temporales, ocho son ocupados por mujeres; el 78% de los contratos a tiempo parcial es de mujeres; las empresas del Ibex 35 sólo tienen un 2,5% de mujeres en sus consejos de administración; las mujeres representan el 13,7% del total de catedráticos de universidad y el 3% de los doctorados honoris causa; el 70,8% de los empresarios son hombres, frente al 29,2% de mujeres; sólo el 6,6% de mujeres gana más que sus parejas.
Eso sí, el 83% de las personas que cuidan a un dependiente son mujeres; por cada hombre que abandona su puesto de trabajo por razones familiares, lo hacen 27 mujeres, que emplean diariamente una media de cinco horas en el trabajo doméstico, frente a una hora y 37 minutos de los hombres.
¿Deben las mujeres acceder al empleo o a puestos de responsabilidad y decisión por sus méritos o por cuotas? Se trata de un debate bien interesante, que provoca pasiones y que tiene una indudable actualidad ante la aprobación parlamentaria de la Ley de Igualdad efectiva entre mujeres y hombres, que el Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero, en cumplimiento de una promesa electoral, ha promovido.
Veamos. Un puesto de trabajo o de responsabilidad debe estar ocupado por quien tenga el mérito y la capacidad suficiente para ejercerlo, con independencia de su sexo. Parece una afirmación incontestable, pero ¿es lo que está ocurriendo?
El pasado curso académico, salieron de nuestras universidades un 60,5% de licenciadas mujeres frente a un 39,5% de hombres. En términos generales, el expediente académico de ellas es más brillante y superan en mayor número las pruebas de acceso al empleo público. El mérito y la capacidad existe entre la población femenina, incluso en mayor cantidad.
¿Están las mujeres presentes en el empleo o en puestos de responsabilidad de manera igualitaria y en función de sus criterios?
La tasa de ocupación femenina es del 42,52%, frente al 65,29% masculina (datos EPA); de cada 10 contratos temporales, ocho son ocupados por mujeres; el 78% de los contratos a tiempo parcial es de mujeres; las empresas del Ibex 35 sólo tienen un 2,5% de mujeres en sus consejos de administración; las mujeres representan el 13,7% del total de catedráticos de universidad y el 3% de los doctorados honoris causa; el 70,8% de los empresarios son hombres, frente al 29,2% de mujeres; sólo el 6,6% de mujeres gana más que sus parejas.
Eso sí, el 83% de las personas que cuidan a un dependiente son mujeres; por cada hombre que abandona su puesto de trabajo por razones familiares, lo hacen 27 mujeres, que emplean diariamente una media de cinco horas en el trabajo doméstico, frente a una hora y 37 minutos de los hombres.
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sábado, marzo 17, 2007
Es hora de gobernar
Por Daniel Zovatto, director para América Latina del Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (EL PAÍS, 16/03/07):
Después del histórico rally electoral que acaba de experimentar América Latina (de lejos el más importante desde el retorno de la democracia a la región), ha llegado el momento de producir resultados, cumplir con las promesas de campaña, generar crecimiento alto y sostenible, y empleos de calidad, todo ello acompañado de una drástica reducción de la pobreza y la desigualdad.
Entre noviembre de 2005 y diciembre de 2006, América Latina desplegó una intensa agenda electoral. Durante este lapso, 11 de los 18 países latinoamericanos (12 con Haití) celebraron elecciones presidenciales: Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Honduras, México, Nicaragua, Perú y Venezuela. Esta agenda electoral se desarrolló en el contexto de un optimismo moderado debido, en gran parte, al buen momento macroeconómico (cuatro años seguidos de crecimiento de más del 4%) que se refleja, según el Latinobarómetro 2006, en un aumento en el apoyo a la democracia.
Un análisis de los resultados electorales demuestra, entre otras, las siguientes tendencias.
Una región políticamente heterogénea sin un giro uniforme hacia la izquierda. Más que girar a la izquierda, América Latina se ha trasladado al centro. Destacan, como apunta Rosendo Fraga, tres corrientes: la socialdemócrata, la izquierda populista y el centroderecha. La reelección de Lula en Brasil y la elección de Bachelet en Chile pusieron de manifiesto un eje socialdemócrata al que se suma Uruguay y, hasta cierto punto, Argentina. A su vez, a la izquierda nacionalista-populista, constituida por Venezuela y Cuba, se sumaron Bolivia, Ecuador y Nicaragua. Asimismo, existe una corriente de centroderecha, con los triunfos de Calderón (México), Uribe (Colombia) y García (Perú).
La necesidad de la segunda vuelta. De las 11 elecciones celebradas, ocho contemplaban el balotaje. De ellas, cuatro se fueron a segunda vuelta (Brasil, Chile, Ecuador y Perú); en las demás, el resultado se definió en la primera ronda (Bolivia, Colombia, Costa Rica y Nicaragua). En dos (Ecuador y Perú) de los primeros cuatro casos los resultados se revirtieron, es decir, quien quedó en segundo lugar en la primera vuelta resultó ganador en la segunda (Correa y García).
La gobernabilidad comprometida. De los 11 presidentes electos, sólo cuatro obtuvieron mayoría legislativa propia: Morales en Bolivia (sólo en Diputados), Bachelet en Chile, Uribe en Colombia y Chávez en Venezuela. En los siete países restantes (Brasil, Costa Rica, Ecuador, Honduras, México, Nicaragua y Perú) el jefe del Ejecutivo deberá buscar acuerdos para cumplir su agenda de gobierno y evitar la parálisis.
Los resultados: ¿continuidad o alternancia? En general, el oficialismo ha salido victorioso, en gran medida gracias a la macroeconomía regional. Así, el partido en el poder ganó las elecciones presidenciales en cinco países: Brasil, Chile, Colombia, México y Venezuela; en las dos contiendas de democracia directa: Bolivia, Panamá; en la elección de la Asamblea Constituyente: Bolivia, y, por último, en las legislativas: Colombia, República Dominicana y Venezuela.
La participación electoral sin tendencia uniforme. La tendencia de la participación electoral en las contiendas presidenciales no fue uniforme. En Chile, Colombia, Costa Rica, Honduras, México y Nicaragua los niveles de participación disminuyeron comparados con la elección inmediata anterior. En contraste, en Bolivia, Brasil, Ecuador, Perú y Venezuela se incrementó la participación.
Elecciones con resultados ajustados. Como consecuencia de los ajustados resultados en las elecciones presidenciales de algunos países, se presentaron crisis políticas electorales: Costa Rica, Honduras, México y Perú. Los conflictos postelectorales se caracterizaron por denuncias e impugnaciones ante la autoridad electoral y la opinión pública, así como por los cuestionamientos de la aptitud de los organismos electorales. Pese a ello, los resultados se aceptaron en todos los casos, con excepción de México.
La fiebre reeleccionista fue la tendencia más importante. En efecto, en siete de las 11 elecciones presidenciales estuvo presente la figura de la reelección, alterna o inmediata. En cuatro casos -Bolivia, Costa Rica, Nicaragua y Perú- se trató de reelección alterna, y los otros tres -Brasil, Colombia y Venezuela- de reelección inmediata. Con excepción del ex presidente Quiroga (Bolivia), todos los candidatos presidentes lograron su reelección. Todo parece indicar que esta tendencia va en aumento.
En resumen, la democracia electoral ha salido fortalecida de este intenso rally. No se produjo el anunciado tsunami de izquierda. Como bien expresó Eduardo Lora, a inicios del año pasado rondaba el temor -o la esperanza- de que en 2006 las cosas cambiarían sustancialmente una vez que los electores demostraran su fatiga e impaciencia con las cada vez más profundas brechas sociales. Tres presidentes reelectos (Brasil, Colombia y Venezuela), tres veteranos reinstalados (Costa Rica, Nicaragua y Perú) y dos partidos en el poder ratificados (Chile y México) no constituyen precisamente una revolución. Sólo hubo cambio en Bolivia, Ecuador y Honduras. Los latinoamericanos resultaron ser más cautelosos y las mayorías de casi todos los países decidieron no apostar por la revolución, sino por la continuidad y el gradualismo.
En la arena electoral, 2007 será un año relativamente tranquilo, ya que sólo Guatemala y Argentina elegirán presidente. En lo político, en cambio, será un año caliente. La región andina seguirá siendo el foco de mayor atención con dos procesos constituyentes muy complejos: uno en marcha, el de Bolivia, y otro aún no definido, el de Ecuador, en el que seguramente se verán fuertes enfrentamientos entre el presidente Correa y la oposición. La tensión política persistirá en Venezuela y en Colombia donde los dos presidentes recientemente reelectos (Chávez y Uribe) deberán hacer frente a viejos y nuevos desafíos. Por su parte, la evolución de la salud de Fidel Castro y la situación en Cuba continuarán acaparando mucha atención.
Pero 2007 será también el año de la verdad, el momento en que las nuevas autoridades deberán empezar a cumplir sus promesas y dar respuestas concretas a las grandes expectativas creadas durante las pasadas campañas electorales. Aquellos que no estén en condiciones de hacerlo deberán enfrentarse a severas crisis de gobernabilidad e, incluso, al riesgo de tener que abandonar anticipadamente sus cargos como ya lo hicieron 14 presidentes desde el regreso de la democracia a la región
Después del histórico rally electoral que acaba de experimentar América Latina (de lejos el más importante desde el retorno de la democracia a la región), ha llegado el momento de producir resultados, cumplir con las promesas de campaña, generar crecimiento alto y sostenible, y empleos de calidad, todo ello acompañado de una drástica reducción de la pobreza y la desigualdad.
Entre noviembre de 2005 y diciembre de 2006, América Latina desplegó una intensa agenda electoral. Durante este lapso, 11 de los 18 países latinoamericanos (12 con Haití) celebraron elecciones presidenciales: Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Honduras, México, Nicaragua, Perú y Venezuela. Esta agenda electoral se desarrolló en el contexto de un optimismo moderado debido, en gran parte, al buen momento macroeconómico (cuatro años seguidos de crecimiento de más del 4%) que se refleja, según el Latinobarómetro 2006, en un aumento en el apoyo a la democracia.
Un análisis de los resultados electorales demuestra, entre otras, las siguientes tendencias.
Una región políticamente heterogénea sin un giro uniforme hacia la izquierda. Más que girar a la izquierda, América Latina se ha trasladado al centro. Destacan, como apunta Rosendo Fraga, tres corrientes: la socialdemócrata, la izquierda populista y el centroderecha. La reelección de Lula en Brasil y la elección de Bachelet en Chile pusieron de manifiesto un eje socialdemócrata al que se suma Uruguay y, hasta cierto punto, Argentina. A su vez, a la izquierda nacionalista-populista, constituida por Venezuela y Cuba, se sumaron Bolivia, Ecuador y Nicaragua. Asimismo, existe una corriente de centroderecha, con los triunfos de Calderón (México), Uribe (Colombia) y García (Perú).
La necesidad de la segunda vuelta. De las 11 elecciones celebradas, ocho contemplaban el balotaje. De ellas, cuatro se fueron a segunda vuelta (Brasil, Chile, Ecuador y Perú); en las demás, el resultado se definió en la primera ronda (Bolivia, Colombia, Costa Rica y Nicaragua). En dos (Ecuador y Perú) de los primeros cuatro casos los resultados se revirtieron, es decir, quien quedó en segundo lugar en la primera vuelta resultó ganador en la segunda (Correa y García).
La gobernabilidad comprometida. De los 11 presidentes electos, sólo cuatro obtuvieron mayoría legislativa propia: Morales en Bolivia (sólo en Diputados), Bachelet en Chile, Uribe en Colombia y Chávez en Venezuela. En los siete países restantes (Brasil, Costa Rica, Ecuador, Honduras, México, Nicaragua y Perú) el jefe del Ejecutivo deberá buscar acuerdos para cumplir su agenda de gobierno y evitar la parálisis.
Los resultados: ¿continuidad o alternancia? En general, el oficialismo ha salido victorioso, en gran medida gracias a la macroeconomía regional. Así, el partido en el poder ganó las elecciones presidenciales en cinco países: Brasil, Chile, Colombia, México y Venezuela; en las dos contiendas de democracia directa: Bolivia, Panamá; en la elección de la Asamblea Constituyente: Bolivia, y, por último, en las legislativas: Colombia, República Dominicana y Venezuela.
La participación electoral sin tendencia uniforme. La tendencia de la participación electoral en las contiendas presidenciales no fue uniforme. En Chile, Colombia, Costa Rica, Honduras, México y Nicaragua los niveles de participación disminuyeron comparados con la elección inmediata anterior. En contraste, en Bolivia, Brasil, Ecuador, Perú y Venezuela se incrementó la participación.
Elecciones con resultados ajustados. Como consecuencia de los ajustados resultados en las elecciones presidenciales de algunos países, se presentaron crisis políticas electorales: Costa Rica, Honduras, México y Perú. Los conflictos postelectorales se caracterizaron por denuncias e impugnaciones ante la autoridad electoral y la opinión pública, así como por los cuestionamientos de la aptitud de los organismos electorales. Pese a ello, los resultados se aceptaron en todos los casos, con excepción de México.
La fiebre reeleccionista fue la tendencia más importante. En efecto, en siete de las 11 elecciones presidenciales estuvo presente la figura de la reelección, alterna o inmediata. En cuatro casos -Bolivia, Costa Rica, Nicaragua y Perú- se trató de reelección alterna, y los otros tres -Brasil, Colombia y Venezuela- de reelección inmediata. Con excepción del ex presidente Quiroga (Bolivia), todos los candidatos presidentes lograron su reelección. Todo parece indicar que esta tendencia va en aumento.
En resumen, la democracia electoral ha salido fortalecida de este intenso rally. No se produjo el anunciado tsunami de izquierda. Como bien expresó Eduardo Lora, a inicios del año pasado rondaba el temor -o la esperanza- de que en 2006 las cosas cambiarían sustancialmente una vez que los electores demostraran su fatiga e impaciencia con las cada vez más profundas brechas sociales. Tres presidentes reelectos (Brasil, Colombia y Venezuela), tres veteranos reinstalados (Costa Rica, Nicaragua y Perú) y dos partidos en el poder ratificados (Chile y México) no constituyen precisamente una revolución. Sólo hubo cambio en Bolivia, Ecuador y Honduras. Los latinoamericanos resultaron ser más cautelosos y las mayorías de casi todos los países decidieron no apostar por la revolución, sino por la continuidad y el gradualismo.
En la arena electoral, 2007 será un año relativamente tranquilo, ya que sólo Guatemala y Argentina elegirán presidente. En lo político, en cambio, será un año caliente. La región andina seguirá siendo el foco de mayor atención con dos procesos constituyentes muy complejos: uno en marcha, el de Bolivia, y otro aún no definido, el de Ecuador, en el que seguramente se verán fuertes enfrentamientos entre el presidente Correa y la oposición. La tensión política persistirá en Venezuela y en Colombia donde los dos presidentes recientemente reelectos (Chávez y Uribe) deberán hacer frente a viejos y nuevos desafíos. Por su parte, la evolución de la salud de Fidel Castro y la situación en Cuba continuarán acaparando mucha atención.
Pero 2007 será también el año de la verdad, el momento en que las nuevas autoridades deberán empezar a cumplir sus promesas y dar respuestas concretas a las grandes expectativas creadas durante las pasadas campañas electorales. Aquellos que no estén en condiciones de hacerlo deberán enfrentarse a severas crisis de gobernabilidad e, incluso, al riesgo de tener que abandonar anticipadamente sus cargos como ya lo hicieron 14 presidentes desde el regreso de la democracia a la región
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Huelga de hambre en el ‘gulag’ de Guantánamo
Por María Dolores Masana, presidenta de Reporteros Sin Fronteras (EL PÁIS, 16/03/07):
El día 7 de enero, el prisionero número 905 de “la cárcel de máxima seguridad” de la base naval de Guantánamo -enclave de Cuba ocupado por Estados Unidos desde 1898- inició una huelga de hambre. Esta grave decisión es el último recurso del sudanés Sami al Haj como protesta por los cinco años que lleva detenido. Además, reclama: respeto al derecho de los presos para practicar su religión, aplicación a todos los reclusos de la Convención de Ginebra sobre prisioneros, fin del régimen de aislamiento total de varios presos, una investigación independiente, completa y pública sobre el fallecimiento de tres internos el 10 de junio de 2006, y su propia libertad o, en su defecto, la comparecencia ante un tribunal civil norteamericano.
Hasta el momento, la respuesta que ha obtenido de las autoridades militares ha sido una serie de confiscaciones: la alfombrilla para la oración, el colchón, el neceser de aseo, las gafas, la prótesis de la rodilla que llevaba acoplada, correspondencia, un bolígrafo… Todo ello, en función de una aleatoria “proporcionalidad” establecida por la administración del campo, a tenor del número de comidas rechazadas por el preso. Al Haj ha adelgazado 10 kilos, pérdida remarcable en un hombre de complexión delgada y que padece un cáncer de garganta para el que no hay constancia de que reciba tratamiento alguno.
Sami ha sido sometido en Guantánamo a interrogatorios con amenazas hasta 130 veces, ha sufrido torturas físicas y psicológicas como exposición prolongada a pleno sol, privación del sueño, suplicio de la bañera, etcétera, y se haya privado de cualquier contacto con su familia. Su suerte no es muy distinta de la de tantos otros compañeros de internamiento, considerados “enemigos combatientes” como él. Sólo en una cosa: es el único periodista -que se haya podido confirmar- de este verdadero gulag norteamericano.
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El día 7 de enero, el prisionero número 905 de “la cárcel de máxima seguridad” de la base naval de Guantánamo -enclave de Cuba ocupado por Estados Unidos desde 1898- inició una huelga de hambre. Esta grave decisión es el último recurso del sudanés Sami al Haj como protesta por los cinco años que lleva detenido. Además, reclama: respeto al derecho de los presos para practicar su religión, aplicación a todos los reclusos de la Convención de Ginebra sobre prisioneros, fin del régimen de aislamiento total de varios presos, una investigación independiente, completa y pública sobre el fallecimiento de tres internos el 10 de junio de 2006, y su propia libertad o, en su defecto, la comparecencia ante un tribunal civil norteamericano.
Hasta el momento, la respuesta que ha obtenido de las autoridades militares ha sido una serie de confiscaciones: la alfombrilla para la oración, el colchón, el neceser de aseo, las gafas, la prótesis de la rodilla que llevaba acoplada, correspondencia, un bolígrafo… Todo ello, en función de una aleatoria “proporcionalidad” establecida por la administración del campo, a tenor del número de comidas rechazadas por el preso. Al Haj ha adelgazado 10 kilos, pérdida remarcable en un hombre de complexión delgada y que padece un cáncer de garganta para el que no hay constancia de que reciba tratamiento alguno.
Sami ha sido sometido en Guantánamo a interrogatorios con amenazas hasta 130 veces, ha sufrido torturas físicas y psicológicas como exposición prolongada a pleno sol, privación del sueño, suplicio de la bañera, etcétera, y se haya privado de cualquier contacto con su familia. Su suerte no es muy distinta de la de tantos otros compañeros de internamiento, considerados “enemigos combatientes” como él. Sólo en una cosa: es el único periodista -que se haya podido confirmar- de este verdadero gulag norteamericano.
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Estados Unidos
La estrategia estadounidense en Oriente Medio: luchando por evitar el fracaso
Por Augustus Richard Norton, profesor de Antropología y Relaciones Internacionales en la Universidad de Boston (REAL INSTITUTO ELCANO, 16/03/07):
Tema: Al analizar la historia estadounidense resulta muy difícil encontrar decisiones presidenciales tan mal fundadas y contraproducentes como la de invadir y ocupar Irak en 2003. Ahora la cuestión es ver si EEUU agravará aún más su tremendo error estratégico decidiendo atacar a Irán.
Resumen: Se avecinan desafíos para EEUU con respecto a Irán, así como en Líbano y Palestina. La suerte del declarado pero vacío empeño de la Administración Bush de promover la reforma política y la democracia en Oriente Medio también pende de un hilo. En este documento se analizan el laberinto al que se enfrenta EEUU en Irak así como la evolución de la estrategia que está elaborando con respecto a Irán.
Tema: Al analizar la historia estadounidense resulta muy difícil encontrar decisiones presidenciales tan mal fundadas y contraproducentes como la de invadir y ocupar Irak en 2003. Ahora la cuestión es ver si EEUU agravará aún más su tremendo error estratégico decidiendo atacar a Irán.
Resumen: Se avecinan desafíos para EEUU con respecto a Irán, así como en Líbano y Palestina. La suerte del declarado pero vacío empeño de la Administración Bush de promover la reforma política y la democracia en Oriente Medio también pende de un hilo. En este documento se analizan el laberinto al que se enfrenta EEUU en Irak así como la evolución de la estrategia que está elaborando con respecto a Irán.
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La encrucijada libanesa: ¿estabilidad o guerra civil en 2007?
Por George Emile Irani, director del Programa de África y Oriente Medio del Centro Internacional de Toledo para la Paz (CITpax) y autor de varias publicaciones sobre Líbano y Oriente Medio (REAL INSTITUTO ELCANO, 16/03/07):
Tema: Líbano se encuentra una vez más en una importante encrucijada: estabilidad o guerra civil. A principios de 2007, sigue sin saberse cuál será el camino hacia el que se dirige la Tierra de los Cedros.
Resumen: Los Acuerdos de Taif de 1989 que pusieron fin a la guerra civil libanesa están ya desfasados y se han visto superados por los acontecimientos. El problema fundamental sigue siendo la cuestión de la identidad, los valores y las opciones disponibles. ¿Qué tipo de Líbano quieren los libaneses? Estas cuestiones surgieron a raíz de la neutralización de Hizbulá (Partido de Dios) como importante fuerza de resistencia en el sur de Líbano y del despliegue conjunto de las Fuerzas Armadas libanesas y de la UNIFIL en la frontera internacional con Israel. Hizbulá ha optado ahora por centrar su activismo político en el panorama político interno. Este cambio de enfoque ha llevado a un punto muerto en las instituciones políticas libanesas.
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Tema: Líbano se encuentra una vez más en una importante encrucijada: estabilidad o guerra civil. A principios de 2007, sigue sin saberse cuál será el camino hacia el que se dirige la Tierra de los Cedros.
Resumen: Los Acuerdos de Taif de 1989 que pusieron fin a la guerra civil libanesa están ya desfasados y se han visto superados por los acontecimientos. El problema fundamental sigue siendo la cuestión de la identidad, los valores y las opciones disponibles. ¿Qué tipo de Líbano quieren los libaneses? Estas cuestiones surgieron a raíz de la neutralización de Hizbulá (Partido de Dios) como importante fuerza de resistencia en el sur de Líbano y del despliegue conjunto de las Fuerzas Armadas libanesas y de la UNIFIL en la frontera internacional con Israel. Hizbulá ha optado ahora por centrar su activismo político en el panorama político interno. Este cambio de enfoque ha llevado a un punto muerto en las instituciones políticas libanesas.
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La otra guerra que Washington no está ganando
Por Miguel Díaz, ex director del Programa de las Américas del CSIS (REAL INSTITUTO ELCANO, 16/03/07):
Tema: Para EEUU, la guerra contra las bandas juveniles centroamericanas sólo se ve superada en importancia por la guerra contra el terrorismo internacional.
Resumen: En un discurso que pronunció el pasado mes de marzo, el fiscal general estadounidense, Alberto Gonzales, declaró que la guerra contra las bandas juveniles centroamericanas en general, y contra la Mara Salvatrucha (MS-13) en particular, sólo es superada en importancia por la guerra contra al-Qaeda. Por desgracia, de forma muy similar a lo que sucede con la guerra contra el terrorismo internacional en Irak, EEUU está consiguiendo escasos resultados en la lucha contra estas bandas. De hecho, los datos indican que las maras, como suelen denominarse estas bandas en Centroamérica, han aumentado de tamaño, son más violentas y están mejor organizadas, lo cual aumenta hasta niveles alarmantes la amenaza que representan para Centroamérica y EEUU.
Tema: Para EEUU, la guerra contra las bandas juveniles centroamericanas sólo se ve superada en importancia por la guerra contra el terrorismo internacional.
Resumen: En un discurso que pronunció el pasado mes de marzo, el fiscal general estadounidense, Alberto Gonzales, declaró que la guerra contra las bandas juveniles centroamericanas en general, y contra la Mara Salvatrucha (MS-13) en particular, sólo es superada en importancia por la guerra contra al-Qaeda. Por desgracia, de forma muy similar a lo que sucede con la guerra contra el terrorismo internacional en Irak, EEUU está consiguiendo escasos resultados en la lucha contra estas bandas. De hecho, los datos indican que las maras, como suelen denominarse estas bandas en Centroamérica, han aumentado de tamaño, son más violentas y están mejor organizadas, lo cual aumenta hasta niveles alarmantes la amenaza que representan para Centroamérica y EEUU.
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Una época multipolar
Por Mário Soares, ex presidente y ex primer ministro de Portugal. Traducción de Carlos Gumpert (EL PAÍS, 17/03/07):
En un artículo de opinión publicado en Le Monde el pasado 23 de febrero, el gran periodista André Fontaine se hacía la siguiente pregunta -inocente, pero de extrema pertinencia para los responsables políticos de la Unión Europea-: “¿Seguirá habiendo una única superpotencia?”.
Y lo curioso es que antes del 11 de septiembre de 2001, hace escasamente seis años, a nadie le habría asaltado la menor duda para responder que sí. Sin vacilación alguna. ¿Es que no había ganado Estados Unidos la guerra fría? ¿Es que no era una superpotencia militar sin rival en el mundo? ¿No tenía un poderío económico y tecnológico igualmente sin parangón? Y, entretanto, el 11 de septiembre, inesperadamente, reveló al mundo la vulnerabilidad del “imperio”. De forma absolutamente imprevisible.
Con todo, fueron pocos quienes percibieron, entonces, que el mundo estaba a punto de entrar en una nueva época. Todos los miembros del Consejo de Seguridad, unánimemente, se apresuraron a manifestar su total solidaridad con Estados Unidos. Así como, obviamente, los aliados europeos, la gran mayoría de los países árabes y los Estados más significativos de los cinco continentes. Se trató, sin embargo, de un capital que se desbarató en un tiempo récord.
En efecto, la estrategia de la Administración de Bush para hacer frente al terrorismo lo echó todo a perder, como hoy resulta evidente. Las causas fueron la arrogancia estadounidense y lo unilateral de la apresurada represalia a la que se lanzó sin criterio, hasta el extremo de intentar ignorar a la propia ONU. El aprovechamiento de la OTAN, que pasó de “organización defensiva”, de contención estratégica del “enemigo” soviético, a simple “brazo armado” de Estados Unidos, al atacar Afganistán -en busca de Osama Bin Laden, que, además, sigue libre, activo e impune- y, más tarde, la invasión de Irak, con el falso pretexto de la existencia de armas de destrucción masiva, se revelaron operaciones absolutamente desastrosas. Para la opinión pública mundial, para la propia opinión norteamericana, obligando a las cancillerías a replantearse sus estrategias globales.
El “atolladero” en el que se transformó Irak -y con él todo Oriente Medio-, la eclosión de Irán como potencia regional y en vías de obtener armas nucleares, la derrota de Israel en Líbano, una guerra de agresión inútil y desastrosa, el agravamiento del conflicto palestino-israelí, cada vez más intrincado, explican, en buena parte, el resultado de las recientes elecciones norteamericanas, catastrófico para Bush. Por otro lado, el descrédito universal de la Administración de Bush -que perdió toda autoridad moral, debido al desprecio mostrado hacia el derecho internacional y los derechos humanos, evidenciado principalmente en el trato infligido a los “sospechosos de terrorismo” en Guantánamo y en Abu-Graib- y, sobre todo, el desorden global en el que se encuentra el mundo, ante la manifiesta impotencia de la “superpotencia” americana, hicieron el resto.
Cuando hasta Tony Blair, el más fiel de los aliados de Bush, se ve obligado a anunciar la retirada de las tropas inglesas de Irak antes de su propia retirada de la escena política y reconoce que fue víctima de un engaño, puede comprenderse perfectamente el alcance del desastre de las políticas de Bush. Para no hablar de la crítica situación económica en la que se encuentra hoy Estados Unidos, con un crecimiento del desempleo, tensiones sociales y una inflación que empieza a ser preocupante, y ello en el marco de una globalización que genera terribles desigualdades y con una criminalidad internacional bien organizada, que abarca desde el “contrabando nuclear al mercado de esclavos”, como escribe Moisés Naím, ex director ejecutivo del Banco Mundial, en su libro Ilícito. A lo que hay que sumar el descontento, bastante audible ya, de las jerarquías militares.
¿Está Estados Unidos en condiciones para atacar a Irán, aunque sea por medio de Israel? En el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas va esbozándose un frente del no, alentado por Rusia y por China. Además, Putin se permite criticar abiertamente la política de Bush, escogiendo para mayor resonancia la simbólica ciudad alemana de Múnich. China, con su habitual proceso, sigue avanzando en su política expansionista, manteniendo reservas tan altas de títulos del Tesoro americano -y de dólares- que le permitirían, en cualquier momento, provocar gravísimos problemas a la economía americana. Los distintos Estados de Iberoamérica -tanto los más radicales como los reformistas, e incluso los seudoaliados, como Colombia- están en proceso de escapar paulatinamente, por primera vez, al control de su gran vecino del Norte.
La Unión Europea tarda en reaccionar, incapaz, por el momento, de definir una política autónoma y de expresarse con una sola voz. Pero, en cualquier caso, sigue siendo el único gran polo de desarrollo global capaz de ayudar en serio a Estados Unidos a salir del callejón, aparentemente sin salida, en el que se encuentra. Reformulando una nueva estrategia mundial, abierta a todos los horizontes. Una vez que desaparezca Bush, naturalmente. Pero el tiempo apremia. Y en ello estriba la mayor dificultad.
En un artículo de opinión publicado en Le Monde el pasado 23 de febrero, el gran periodista André Fontaine se hacía la siguiente pregunta -inocente, pero de extrema pertinencia para los responsables políticos de la Unión Europea-: “¿Seguirá habiendo una única superpotencia?”.
Y lo curioso es que antes del 11 de septiembre de 2001, hace escasamente seis años, a nadie le habría asaltado la menor duda para responder que sí. Sin vacilación alguna. ¿Es que no había ganado Estados Unidos la guerra fría? ¿Es que no era una superpotencia militar sin rival en el mundo? ¿No tenía un poderío económico y tecnológico igualmente sin parangón? Y, entretanto, el 11 de septiembre, inesperadamente, reveló al mundo la vulnerabilidad del “imperio”. De forma absolutamente imprevisible.
Con todo, fueron pocos quienes percibieron, entonces, que el mundo estaba a punto de entrar en una nueva época. Todos los miembros del Consejo de Seguridad, unánimemente, se apresuraron a manifestar su total solidaridad con Estados Unidos. Así como, obviamente, los aliados europeos, la gran mayoría de los países árabes y los Estados más significativos de los cinco continentes. Se trató, sin embargo, de un capital que se desbarató en un tiempo récord.
En efecto, la estrategia de la Administración de Bush para hacer frente al terrorismo lo echó todo a perder, como hoy resulta evidente. Las causas fueron la arrogancia estadounidense y lo unilateral de la apresurada represalia a la que se lanzó sin criterio, hasta el extremo de intentar ignorar a la propia ONU. El aprovechamiento de la OTAN, que pasó de “organización defensiva”, de contención estratégica del “enemigo” soviético, a simple “brazo armado” de Estados Unidos, al atacar Afganistán -en busca de Osama Bin Laden, que, además, sigue libre, activo e impune- y, más tarde, la invasión de Irak, con el falso pretexto de la existencia de armas de destrucción masiva, se revelaron operaciones absolutamente desastrosas. Para la opinión pública mundial, para la propia opinión norteamericana, obligando a las cancillerías a replantearse sus estrategias globales.
El “atolladero” en el que se transformó Irak -y con él todo Oriente Medio-, la eclosión de Irán como potencia regional y en vías de obtener armas nucleares, la derrota de Israel en Líbano, una guerra de agresión inútil y desastrosa, el agravamiento del conflicto palestino-israelí, cada vez más intrincado, explican, en buena parte, el resultado de las recientes elecciones norteamericanas, catastrófico para Bush. Por otro lado, el descrédito universal de la Administración de Bush -que perdió toda autoridad moral, debido al desprecio mostrado hacia el derecho internacional y los derechos humanos, evidenciado principalmente en el trato infligido a los “sospechosos de terrorismo” en Guantánamo y en Abu-Graib- y, sobre todo, el desorden global en el que se encuentra el mundo, ante la manifiesta impotencia de la “superpotencia” americana, hicieron el resto.
Cuando hasta Tony Blair, el más fiel de los aliados de Bush, se ve obligado a anunciar la retirada de las tropas inglesas de Irak antes de su propia retirada de la escena política y reconoce que fue víctima de un engaño, puede comprenderse perfectamente el alcance del desastre de las políticas de Bush. Para no hablar de la crítica situación económica en la que se encuentra hoy Estados Unidos, con un crecimiento del desempleo, tensiones sociales y una inflación que empieza a ser preocupante, y ello en el marco de una globalización que genera terribles desigualdades y con una criminalidad internacional bien organizada, que abarca desde el “contrabando nuclear al mercado de esclavos”, como escribe Moisés Naím, ex director ejecutivo del Banco Mundial, en su libro Ilícito. A lo que hay que sumar el descontento, bastante audible ya, de las jerarquías militares.
¿Está Estados Unidos en condiciones para atacar a Irán, aunque sea por medio de Israel? En el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas va esbozándose un frente del no, alentado por Rusia y por China. Además, Putin se permite criticar abiertamente la política de Bush, escogiendo para mayor resonancia la simbólica ciudad alemana de Múnich. China, con su habitual proceso, sigue avanzando en su política expansionista, manteniendo reservas tan altas de títulos del Tesoro americano -y de dólares- que le permitirían, en cualquier momento, provocar gravísimos problemas a la economía americana. Los distintos Estados de Iberoamérica -tanto los más radicales como los reformistas, e incluso los seudoaliados, como Colombia- están en proceso de escapar paulatinamente, por primera vez, al control de su gran vecino del Norte.
La Unión Europea tarda en reaccionar, incapaz, por el momento, de definir una política autónoma y de expresarse con una sola voz. Pero, en cualquier caso, sigue siendo el único gran polo de desarrollo global capaz de ayudar en serio a Estados Unidos a salir del callejón, aparentemente sin salida, en el que se encuentra. Reformulando una nueva estrategia mundial, abierta a todos los horizontes. Una vez que desaparezca Bush, naturalmente. Pero el tiempo apremia. Y en ello estriba la mayor dificultad.
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Ciencia, democracia y procomún
Por Carlos Martínez-A., presidente del CSIC, y Antonio Lafuente, investigador del mismo centro (EL PAÍS, 17/03/07):
En las sociedades desarrolladas, la ciencia se ha convertido en un elemento tan importante como el aire que respiramos y ambos, una y otro, sólo son sostenibles con la complicidad y el esfuerzo de la ciudadanía. Por eso resulta oportuno dedicar un año a la ciencia, para que todos, del Gobierno a los ciudadanos, pasando por los centros públicos de investigación, las comunidades autónomas, sindicatos, empresarios y medios de comunicación, tengan ocasión de dialogar y construir así un compromiso público.
La ciencia conserva todavía el aura de haber convertido el desinterés, el cosmopolitismo, el comunitarismo y el escepticismo en sus señas de identidad. Y así confiamos en los científicos no sólo por los descubrimientos que hacen, sino también por los valores que sostienen. La salud, la alimentación, el transporte, la energía, las comunicaciones y el medioambiente son dimensiones de la vida que están en el ámbito de competencia de los científicos. Es obvio que cualquier actuación sobre estos sectores tiene repercusiones directas para los ciudadanos, ya sea porque influyen en la calidad de su vida cotidiana, ya sea porque su explotación, necesaria para la creación de riqueza, ha movilizado negocios orientados a la cuenta de resultados.
Cada día es más frecuente que los medios hablen de crisis como la de las vacas locas, los transgénicos, la capa de ozono, la lluvia ácida, los residuos radiactivos, los abusos con pesticidas, la contaminación atmosférica o el crecimiento de las enfermedades alérgicas o mentales. Por extensión, cada vez son mayores las dudas sobre lo que comemos, bebemos o respiramos y por eso parece existir un consenso de que nos enfrentamos a problemas que no pueden ser tratados sólo como asuntos científicos o administrativos. Además, a medida que se difumina la frontera entre lo público y lo privado, escasea la información cualificada a la que el ciudadano tiene acceso. Y es que, en efecto, a pesar de que es clave en nuestro mundo el papel del conocimiento, aún no se ha generalizado la exigencia de que la ciencia debe ser un bien de todos y, por tanto, debe ser accesible a todos los ciudadanos.
El problema del cambio climático es un buen ejemplo de lo que está pasando. Las batallas biomédicas contra el cáncer, comparten hoy protagonismo con un nuevo tipo de actores imprevisto: las imágenes helicoidales de la molécula de ADN han sido sustituidas por mapas del planeta que muestran con gradientes de color la variación de temperaturas. Antes se hablaba de genes y moléculas para anunciar promesas de curación, hoy se muestran glaciares y osos para hablar de urgencias, culpas y catástrofes. Las imágenes dejaron de ser abstractas y empiezan a ser reales. Las probetas han sido reemplazadas por satélites, las ciencias biológicas por las físicas, los fenómenos controlados en el ámbito restringido del laboratorio por experimentos planetarios en tiempo real en donde todos estamos insertos. Y si hoy es el clima, mañana será la energía, como ayer fue la alimentación.
Las crisis medioambientales, alimentarias, sanitarias, urbanas o migratorias muestran el inadecuado tratamiento que reciben los bienes comunes: el aire, el agua, el paisaje, las calles, el conocimiento, el arte, el silencio, el genoma, los acuíferos o las especies, son bienes que pertenecen a todos y a nadie al mismo tiempo, bienes que deberían, en consecuencia, integrar el procomún.
Los nuevos tiempos dominados por el conocimiento, la participación y la conciencia de riesgos globales, aconsejan cambiar de política o, quizá, reinventar la política. ¿Puede ser privatizada la función fotosintética, el ciclo de los nutrientes o la polinización de las plantas, como lo están siendo las semillas, los fondos oceánicos y los acuíferos? ¿No es parte de nuestra responsabilidad transmitir a nuestros hijos los dones de la naturaleza y la cultura? ¿No es nuestra responsabilidad reafirmar un compromiso con la defensa del bien común y de los nuevos patrimonios?
Los nuevos patrimonios tienen un componente científico indudable, además de dos características que los distinguen de los antiguos: son planetarios y sólo se hacen visibles cuando están amenazados. Defenderlos, implica inventariarlos y ponerlos en valor, lo que es tanto como socializarlos. No basta, sin embargo, con promover políticas de comunicación más o menos acertadas: hay que aprender a gestionarlos y, por tanto, necesitamos conocerlos a fondo. Para ello, más que intentar recluirlos en un museo que no podría contenerlos, hay que acudir a foros que nos ayuden a visualizar los riesgos hacia los que nos encaminamos si el procomún no es protegido. Para subrayar el valor de los nuevos patrimonios, necesitamos experimentar con los códigos que lo representan y así asomarnos a los abismos que pudieran derivarse de su manipulación irresponsable.
Nunca ha sido más claro el hilo que une ciencia, democracia y patrimonio. Nuestras sociedades se han hecho muy complejas y, al igual que serían inhabitables si no pudieran garantizar la pluralidad de culturas y sensibilidades, tampoco pueden sobrevivir sin que los debates públicos se resuelvan sobre fundamentos objetivos. La calidad y transparencia de la información circulante son, hoy más que nunca, una garantía de que podremos preservar los patrimonios en los que habitamos, empezando por la democracia y el conocimiento mismo, y continuando por la memoria, la lengua, los números, las calles y el folclore, por no volver a citar los dones heredados de la naturaleza.
La deriva internacionalista que dio el conocimiento hacia comienzos de siglo XX, debería prolongarse ahora con el de una cultura científica global. Para ello, debemos identificar nuevos espacios que no sean torres de marfil consagradas al conocimiento, sino lugares abiertos a los intercambios, con vocación de ágoras del procomún, capaces de dar digno acomodo a las personas e instituciones preocupadas por el medio ambiente, la salud, el saber o los espacios públicos. Un gran espacio, preferentemente un lugar de la memoria, para dar cobijo al procomún, instrumento innovador y representativo de la nueva res pública de los ciudadanos en la que se experimentaría con nuevas formas de hacer política y de hacer ciudad. En el procomún, al experimentar con los nuevos patrimonios y sugerir formas de gestionarlos, no es sólo un ámbito nuevo y necesario de participación, sino un instrumento clave para la gobernanza.
Se trata en definitiva de crear un espacio público que ayude a vertebrar las muchas culturas con las que convivimos y que, por tanto, sea una apuesta vanguardista que contribuya a desplegar toda la potencial creatividad política y cultural que anida en la ciudadanía, lo que además de convertir la urbe en un espacio más habitable, situará a España en la red de países que han apostado por asumir responsabilidades globales.
En las sociedades desarrolladas, la ciencia se ha convertido en un elemento tan importante como el aire que respiramos y ambos, una y otro, sólo son sostenibles con la complicidad y el esfuerzo de la ciudadanía. Por eso resulta oportuno dedicar un año a la ciencia, para que todos, del Gobierno a los ciudadanos, pasando por los centros públicos de investigación, las comunidades autónomas, sindicatos, empresarios y medios de comunicación, tengan ocasión de dialogar y construir así un compromiso público.
La ciencia conserva todavía el aura de haber convertido el desinterés, el cosmopolitismo, el comunitarismo y el escepticismo en sus señas de identidad. Y así confiamos en los científicos no sólo por los descubrimientos que hacen, sino también por los valores que sostienen. La salud, la alimentación, el transporte, la energía, las comunicaciones y el medioambiente son dimensiones de la vida que están en el ámbito de competencia de los científicos. Es obvio que cualquier actuación sobre estos sectores tiene repercusiones directas para los ciudadanos, ya sea porque influyen en la calidad de su vida cotidiana, ya sea porque su explotación, necesaria para la creación de riqueza, ha movilizado negocios orientados a la cuenta de resultados.
Cada día es más frecuente que los medios hablen de crisis como la de las vacas locas, los transgénicos, la capa de ozono, la lluvia ácida, los residuos radiactivos, los abusos con pesticidas, la contaminación atmosférica o el crecimiento de las enfermedades alérgicas o mentales. Por extensión, cada vez son mayores las dudas sobre lo que comemos, bebemos o respiramos y por eso parece existir un consenso de que nos enfrentamos a problemas que no pueden ser tratados sólo como asuntos científicos o administrativos. Además, a medida que se difumina la frontera entre lo público y lo privado, escasea la información cualificada a la que el ciudadano tiene acceso. Y es que, en efecto, a pesar de que es clave en nuestro mundo el papel del conocimiento, aún no se ha generalizado la exigencia de que la ciencia debe ser un bien de todos y, por tanto, debe ser accesible a todos los ciudadanos.
El problema del cambio climático es un buen ejemplo de lo que está pasando. Las batallas biomédicas contra el cáncer, comparten hoy protagonismo con un nuevo tipo de actores imprevisto: las imágenes helicoidales de la molécula de ADN han sido sustituidas por mapas del planeta que muestran con gradientes de color la variación de temperaturas. Antes se hablaba de genes y moléculas para anunciar promesas de curación, hoy se muestran glaciares y osos para hablar de urgencias, culpas y catástrofes. Las imágenes dejaron de ser abstractas y empiezan a ser reales. Las probetas han sido reemplazadas por satélites, las ciencias biológicas por las físicas, los fenómenos controlados en el ámbito restringido del laboratorio por experimentos planetarios en tiempo real en donde todos estamos insertos. Y si hoy es el clima, mañana será la energía, como ayer fue la alimentación.
Las crisis medioambientales, alimentarias, sanitarias, urbanas o migratorias muestran el inadecuado tratamiento que reciben los bienes comunes: el aire, el agua, el paisaje, las calles, el conocimiento, el arte, el silencio, el genoma, los acuíferos o las especies, son bienes que pertenecen a todos y a nadie al mismo tiempo, bienes que deberían, en consecuencia, integrar el procomún.
Los nuevos tiempos dominados por el conocimiento, la participación y la conciencia de riesgos globales, aconsejan cambiar de política o, quizá, reinventar la política. ¿Puede ser privatizada la función fotosintética, el ciclo de los nutrientes o la polinización de las plantas, como lo están siendo las semillas, los fondos oceánicos y los acuíferos? ¿No es parte de nuestra responsabilidad transmitir a nuestros hijos los dones de la naturaleza y la cultura? ¿No es nuestra responsabilidad reafirmar un compromiso con la defensa del bien común y de los nuevos patrimonios?
Los nuevos patrimonios tienen un componente científico indudable, además de dos características que los distinguen de los antiguos: son planetarios y sólo se hacen visibles cuando están amenazados. Defenderlos, implica inventariarlos y ponerlos en valor, lo que es tanto como socializarlos. No basta, sin embargo, con promover políticas de comunicación más o menos acertadas: hay que aprender a gestionarlos y, por tanto, necesitamos conocerlos a fondo. Para ello, más que intentar recluirlos en un museo que no podría contenerlos, hay que acudir a foros que nos ayuden a visualizar los riesgos hacia los que nos encaminamos si el procomún no es protegido. Para subrayar el valor de los nuevos patrimonios, necesitamos experimentar con los códigos que lo representan y así asomarnos a los abismos que pudieran derivarse de su manipulación irresponsable.
Nunca ha sido más claro el hilo que une ciencia, democracia y patrimonio. Nuestras sociedades se han hecho muy complejas y, al igual que serían inhabitables si no pudieran garantizar la pluralidad de culturas y sensibilidades, tampoco pueden sobrevivir sin que los debates públicos se resuelvan sobre fundamentos objetivos. La calidad y transparencia de la información circulante son, hoy más que nunca, una garantía de que podremos preservar los patrimonios en los que habitamos, empezando por la democracia y el conocimiento mismo, y continuando por la memoria, la lengua, los números, las calles y el folclore, por no volver a citar los dones heredados de la naturaleza.
La deriva internacionalista que dio el conocimiento hacia comienzos de siglo XX, debería prolongarse ahora con el de una cultura científica global. Para ello, debemos identificar nuevos espacios que no sean torres de marfil consagradas al conocimiento, sino lugares abiertos a los intercambios, con vocación de ágoras del procomún, capaces de dar digno acomodo a las personas e instituciones preocupadas por el medio ambiente, la salud, el saber o los espacios públicos. Un gran espacio, preferentemente un lugar de la memoria, para dar cobijo al procomún, instrumento innovador y representativo de la nueva res pública de los ciudadanos en la que se experimentaría con nuevas formas de hacer política y de hacer ciudad. En el procomún, al experimentar con los nuevos patrimonios y sugerir formas de gestionarlos, no es sólo un ámbito nuevo y necesario de participación, sino un instrumento clave para la gobernanza.
Se trata en definitiva de crear un espacio público que ayude a vertebrar las muchas culturas con las que convivimos y que, por tanto, sea una apuesta vanguardista que contribuya a desplegar toda la potencial creatividad política y cultural que anida en la ciudadanía, lo que además de convertir la urbe en un espacio más habitable, situará a España en la red de países que han apostado por asumir responsabilidades globales.
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Democracia
No exportar la crispación
Por Neil Kinnock, comisario británico durante de 10 años y líder de Partido Laborista; Denis MacShane, Joyce Quine y Keith Vatz ex ministros británicos de Asuntos Europeos; y Gary Titley, líder del grupo laborista en el Parlamento Europeo. Traducción de News Clips (EL PAÍS, 17/03/07):
No acostumbramos comentar la política nacional de otros países con Gobiernos elegidos democráticamente, ni intervenir en sus debates internos. Sin embargo, el pasado sábado, el Partido Popular organizó una manifestación en las calles de Londres para protestar contra la política antiterrorista del presidente Zapatero. No tenemos la más mínima objeción en cuanto a que los partidos de la oposición usen el Reino Unido como plataforma para expresar sus opiniones, pero en esta ocasión no podemos dejar pasar sin comentario alguno la protesta escenificada en nuestro país.
Todos nosotros hemos estado profundamente implicados en los asuntos europeos, tanto en la Comisión y el Parlamento europeos como en los ministerios para Europa de los Gobiernos británicos. Y todos hemos trabajado codo con codo junto a nuestros colegas españoles de Gobiernos de izquierdas y de derechas. Sabemos que el terrorismo de ETA es un mal y hemos colaborado durante muchos años con los diferentes Gobiernos españoles para erradicar este cáncer cuando ha buscado refugio en Reino Unido, viniera de donde viniera. Nuestro Gobierno seguirá haciéndolo. Y el primer ministro Tony Blair también ha dejado claro que también seguiremos apoyando al Gobierno español en su búsqueda de la paz y de una solución al problema vasco. No pueden compararse directamente los dos procesos, pero sabemos por nuestra experiencia con Irlanda del Norte que el diluir un conflicto político violento puede ser largo y doloroso.
Para poder seguir adelante se deben tomar decisiones difíciles. Ésa es la labor de los Gobiernos elegidos democráticamente. Como dijo Tony Blair en su visita a Madrid del pasado año: “Lo único que he aprendido [de Irlanda del Norte] es que no hay modo de hacer que estas cosas funcionen si no es con una determinación tenaz de conseguir el éxito… Hay muchos altibajos y muchas dificultades, pero merece la pena perseverar y, aunque a veces es difícil hacerlo, éste es siempre el buen camino”.
En los países libres, encontrar la solución a problemas complicados es tarea de los Gobiernos y de los partidos de la oposición. En nuestra opinión, es poco probable que exportar la crispación a las calles de Londres favorezca ese proceso. Y aún menos cuando el debate se centra exclusivamente en un asunto específico de un país, aunque sea uno tan grave como el terrorismo doméstico.
Hemos visto de primera mano la contribución que puede hacer España en los foros internacionales y la importancia que tiene como socio en Europa. Como una de las economías más fuertes del Continente, España ha participado activamente en la elaboración de la actual política de la Unión Europea y, en la actual situación de fluidez en cuanto al futuro de la UE, sabemos que su voz será importante a la hora de guiar los próximos pasos.
La seguridad común y el bienestar de los ciudadanos europeos dependen, por ejemplo, de que encontremos soluciones consensuadas a varios problemas que se nos presentan ahora a todos. El cambio climático podría tener consecuencias profundas y perjudiciales para todos los países, y para hacerle frente se requiere una acción conjunta. Europa ha guiado el camino en lo referente al cambio climático; ahora está a punto de dar otro paso adelante y necesitará redoblar sus esfuerzos de nuevo en los años venideros. El crimen organizado y el tráfico de personas no conocen fronteras ni límites internacionales, y sólo podemos ocuparnos de ellos mediante la acción colectiva. La inmigración en toda Europa es un fenómeno que está transformando comunidades y ciudades, desde Sevilla hasta Estocolmo. La futura gestión de los flujos migratorios, que tienen un impacto muy real en las vidas de los ciudadanos, debe guiarse por políticas que sean sensatas y justas para todos.
Encontrar las políticas correctas requiere serias discusiones y debates que impliquen a todo el mundo, porque estamos hablando de problemas reales e importantes para todos los europeos. Para los electores que tenemos el privilegio de representar aquí, en Gran Bretaña, y para el pueblo español. Y para que eso suceda, debemos mirar hacia afuera, no hacia adentro.
No acostumbramos comentar la política nacional de otros países con Gobiernos elegidos democráticamente, ni intervenir en sus debates internos. Sin embargo, el pasado sábado, el Partido Popular organizó una manifestación en las calles de Londres para protestar contra la política antiterrorista del presidente Zapatero. No tenemos la más mínima objeción en cuanto a que los partidos de la oposición usen el Reino Unido como plataforma para expresar sus opiniones, pero en esta ocasión no podemos dejar pasar sin comentario alguno la protesta escenificada en nuestro país.
Todos nosotros hemos estado profundamente implicados en los asuntos europeos, tanto en la Comisión y el Parlamento europeos como en los ministerios para Europa de los Gobiernos británicos. Y todos hemos trabajado codo con codo junto a nuestros colegas españoles de Gobiernos de izquierdas y de derechas. Sabemos que el terrorismo de ETA es un mal y hemos colaborado durante muchos años con los diferentes Gobiernos españoles para erradicar este cáncer cuando ha buscado refugio en Reino Unido, viniera de donde viniera. Nuestro Gobierno seguirá haciéndolo. Y el primer ministro Tony Blair también ha dejado claro que también seguiremos apoyando al Gobierno español en su búsqueda de la paz y de una solución al problema vasco. No pueden compararse directamente los dos procesos, pero sabemos por nuestra experiencia con Irlanda del Norte que el diluir un conflicto político violento puede ser largo y doloroso.
Para poder seguir adelante se deben tomar decisiones difíciles. Ésa es la labor de los Gobiernos elegidos democráticamente. Como dijo Tony Blair en su visita a Madrid del pasado año: “Lo único que he aprendido [de Irlanda del Norte] es que no hay modo de hacer que estas cosas funcionen si no es con una determinación tenaz de conseguir el éxito… Hay muchos altibajos y muchas dificultades, pero merece la pena perseverar y, aunque a veces es difícil hacerlo, éste es siempre el buen camino”.
En los países libres, encontrar la solución a problemas complicados es tarea de los Gobiernos y de los partidos de la oposición. En nuestra opinión, es poco probable que exportar la crispación a las calles de Londres favorezca ese proceso. Y aún menos cuando el debate se centra exclusivamente en un asunto específico de un país, aunque sea uno tan grave como el terrorismo doméstico.
Hemos visto de primera mano la contribución que puede hacer España en los foros internacionales y la importancia que tiene como socio en Europa. Como una de las economías más fuertes del Continente, España ha participado activamente en la elaboración de la actual política de la Unión Europea y, en la actual situación de fluidez en cuanto al futuro de la UE, sabemos que su voz será importante a la hora de guiar los próximos pasos.
La seguridad común y el bienestar de los ciudadanos europeos dependen, por ejemplo, de que encontremos soluciones consensuadas a varios problemas que se nos presentan ahora a todos. El cambio climático podría tener consecuencias profundas y perjudiciales para todos los países, y para hacerle frente se requiere una acción conjunta. Europa ha guiado el camino en lo referente al cambio climático; ahora está a punto de dar otro paso adelante y necesitará redoblar sus esfuerzos de nuevo en los años venideros. El crimen organizado y el tráfico de personas no conocen fronteras ni límites internacionales, y sólo podemos ocuparnos de ellos mediante la acción colectiva. La inmigración en toda Europa es un fenómeno que está transformando comunidades y ciudades, desde Sevilla hasta Estocolmo. La futura gestión de los flujos migratorios, que tienen un impacto muy real en las vidas de los ciudadanos, debe guiarse por políticas que sean sensatas y justas para todos.
Encontrar las políticas correctas requiere serias discusiones y debates que impliquen a todo el mundo, porque estamos hablando de problemas reales e importantes para todos los europeos. Para los electores que tenemos el privilegio de representar aquí, en Gran Bretaña, y para el pueblo español. Y para que eso suceda, debemos mirar hacia afuera, no hacia adentro.
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Los conflictos teológicos en una sociedad moderna
Por Juan Antonio Estrada, catedrático de Filosofía. Universidad de Granada (EL PÁIS, 17/03/07):
El reto de la Iglesia católica en la sociedad moderna estriba, entre otras características, en que no hay súbditos, sino ciudadanos; en que no hay homogeneidad de creencias, sino pluralidad ideológica y axiológica, y en que se pasa de la autoridad del cargo a la de los argumentos. Ya no se cree simplemente en función de quien lo dice, sino que se esperan argumentos y razones que permitan asumir una directriz, mandamiento o doctrina. El pluralismo de las sociedades modernas, que afecta también a la base social del cristianismo, hace inevitables los conflictos, dada la heterogeneidad de mentalidades e intereses. Hay diversas interpretaciones del cristianismo, que han dado lugar a distintas Iglesias y confesiones, y también a distintas corrientes de opinión dentro de cada Iglesia. De ahí, la importancia de una teología plural, como lo es la sociedad y la Iglesia real. Cuando surge una interpretación o corriente teológica que suscite temores, dudas o consecuencias negativas hay que esperar que sea la misma comunidad teológica la que responda a la corriente o autor implicado. En la iglesia hay cientos de instituciones superiores de teología y son innumerables los teólogos que están dispuestos a evaluar, criticar y responder, caso dado, ante cualquier pronunciamiento teológico con el que no se esté de acuerdo. De esta manera, se facilita la labor teológica con las correcciones que plantea una amplia comunidad de pensadores, capacitados y con argumentos para debatir las cuestiones. De la discusión libre, se puede esperar que se impongan los que tienen mejores razones.
En cambio, el modelo tradicional, que se potenció con el Syllabus de Pío IX en 1864, parte de una teología en la que la Iglesia es una sociedad desigual, en la que unos mandan y otros obedecen, unos enseñan y otros aprenden. Desde ahí se propugna el ideal de la unanimidad en las creencias, que son las que determina la Jerarquía, y se defiende una concepción estrictamente vertical de la Iglesia, en la que la obediencia al magisterio es la piedra angular de la teología. Ésta se reduce a comentar, defender y aplicar los pronunciamientos del magisterio eclesiástico, mucho más cuando el magisterio jerárquico desarrolla su propia teología, que se convierte en oficial, y se convierte en el árbitro único que decide en las controversias teológicas, por encima de la misma comunidad de teólogos. Ya no hay dos magisterios autónomos, el de los doctores y el jerárquico, sino que el segundo domina totalmente al primero e interviene cuando lo estima conveniente.
El resultado ha sido que durante los siglos XIX y XX se acumulan los nombres de teólogos de prestigio amonestados, sancionados y condenados por la jerarquía. El que luego les diera la razón la Iglesia y la teología, no quita que se prosiga con el mismo error, porque no se aprende de la historia. El concilio Vaticano II rompió este planteamiento llamando a los teólogos disidentes y sospechosos como peritos y consultores del Concilio. Se procedió a reformar el Oficio de la Santa Inquisición, que pasó a ser Congregación de la Fe, y se escucharon las voces críticas de los teólogos que cuestionaban a un tribunal en que convergen juez y fiscal, sin que los encausados gocen de derechos fundamentales para defenderse como conocer las acusaciones y los acusadores, y tener pleno acceso a todos los documentos. Hay una larga lista de teólogos importantes que se han expresado en este sentido: Rahner, Schillebeeckx, Chenu, Congar, Küng, Häring…
Cuarenta años después del Vaticano II, la teología tiene los mismos problemas. No han cambiado las cosas en lo fundamental, aunque se han modernizado los procedimientos inquisitoriales. En el posconcilio ha habido más de un centenar de teólogos amonestados, sancionados, destituidos o condenados, entre ellos figuras relevantes como antes del Concilio. El peso del antimodernismo y el rechazo de elementos democráticos que se dieron en otros siglos en la Iglesia, se une al lastre de una teología lastrada por el miedo, la autocensura y un control minucioso. Se prefiere repetir viejos textos dogmáticos y magisteriales en lugar de buscar nuevos caminos que respondan a una sociedad diferente. Así se genera una teología que tiene respuestas para las preguntas que ya casi nadie se hace, y pasa de largo sin respuestas ante los nuevos problemas de hoy. Desde ahí la evangelización de la sociedad moderna es inviable, es inevitable la pérdida de autoridad moral por parte de la jerarquía y crece la distancia con la sensibilidad cultural.
Paradójicamente es lo que comentaba el joven teólogo Ratzinger en 1968, comparando al teólogo con un payaso anticuado: “Se conoce lo que dice y se sabe también que sus ideas no tienen que ver con la realidad. Se le puede escuchar confiado, sin temor al peligro de tener que preocuparse seriamente por algo” (Introducción al cristianismo, página 22). La teología para ser creativa y actual necesita libertad, argumentación y pluralidad. Precisamente lo que más cuesta a una Iglesia marcada por la involución tanto mayor cuanto más amenazante se percibe el pluralismo de la sociedad. Una Iglesia que persigue a las corrientes teológicas más creativas y comprometidas que nacen en su seno está condenada a la esterilidad del pensamiento y a que muchos cristianos cada vez prescindan de lo que dicen sus autoridades.
El reto de la Iglesia católica en la sociedad moderna estriba, entre otras características, en que no hay súbditos, sino ciudadanos; en que no hay homogeneidad de creencias, sino pluralidad ideológica y axiológica, y en que se pasa de la autoridad del cargo a la de los argumentos. Ya no se cree simplemente en función de quien lo dice, sino que se esperan argumentos y razones que permitan asumir una directriz, mandamiento o doctrina. El pluralismo de las sociedades modernas, que afecta también a la base social del cristianismo, hace inevitables los conflictos, dada la heterogeneidad de mentalidades e intereses. Hay diversas interpretaciones del cristianismo, que han dado lugar a distintas Iglesias y confesiones, y también a distintas corrientes de opinión dentro de cada Iglesia. De ahí, la importancia de una teología plural, como lo es la sociedad y la Iglesia real. Cuando surge una interpretación o corriente teológica que suscite temores, dudas o consecuencias negativas hay que esperar que sea la misma comunidad teológica la que responda a la corriente o autor implicado. En la iglesia hay cientos de instituciones superiores de teología y son innumerables los teólogos que están dispuestos a evaluar, criticar y responder, caso dado, ante cualquier pronunciamiento teológico con el que no se esté de acuerdo. De esta manera, se facilita la labor teológica con las correcciones que plantea una amplia comunidad de pensadores, capacitados y con argumentos para debatir las cuestiones. De la discusión libre, se puede esperar que se impongan los que tienen mejores razones.
En cambio, el modelo tradicional, que se potenció con el Syllabus de Pío IX en 1864, parte de una teología en la que la Iglesia es una sociedad desigual, en la que unos mandan y otros obedecen, unos enseñan y otros aprenden. Desde ahí se propugna el ideal de la unanimidad en las creencias, que son las que determina la Jerarquía, y se defiende una concepción estrictamente vertical de la Iglesia, en la que la obediencia al magisterio es la piedra angular de la teología. Ésta se reduce a comentar, defender y aplicar los pronunciamientos del magisterio eclesiástico, mucho más cuando el magisterio jerárquico desarrolla su propia teología, que se convierte en oficial, y se convierte en el árbitro único que decide en las controversias teológicas, por encima de la misma comunidad de teólogos. Ya no hay dos magisterios autónomos, el de los doctores y el jerárquico, sino que el segundo domina totalmente al primero e interviene cuando lo estima conveniente.
El resultado ha sido que durante los siglos XIX y XX se acumulan los nombres de teólogos de prestigio amonestados, sancionados y condenados por la jerarquía. El que luego les diera la razón la Iglesia y la teología, no quita que se prosiga con el mismo error, porque no se aprende de la historia. El concilio Vaticano II rompió este planteamiento llamando a los teólogos disidentes y sospechosos como peritos y consultores del Concilio. Se procedió a reformar el Oficio de la Santa Inquisición, que pasó a ser Congregación de la Fe, y se escucharon las voces críticas de los teólogos que cuestionaban a un tribunal en que convergen juez y fiscal, sin que los encausados gocen de derechos fundamentales para defenderse como conocer las acusaciones y los acusadores, y tener pleno acceso a todos los documentos. Hay una larga lista de teólogos importantes que se han expresado en este sentido: Rahner, Schillebeeckx, Chenu, Congar, Küng, Häring…
Cuarenta años después del Vaticano II, la teología tiene los mismos problemas. No han cambiado las cosas en lo fundamental, aunque se han modernizado los procedimientos inquisitoriales. En el posconcilio ha habido más de un centenar de teólogos amonestados, sancionados, destituidos o condenados, entre ellos figuras relevantes como antes del Concilio. El peso del antimodernismo y el rechazo de elementos democráticos que se dieron en otros siglos en la Iglesia, se une al lastre de una teología lastrada por el miedo, la autocensura y un control minucioso. Se prefiere repetir viejos textos dogmáticos y magisteriales en lugar de buscar nuevos caminos que respondan a una sociedad diferente. Así se genera una teología que tiene respuestas para las preguntas que ya casi nadie se hace, y pasa de largo sin respuestas ante los nuevos problemas de hoy. Desde ahí la evangelización de la sociedad moderna es inviable, es inevitable la pérdida de autoridad moral por parte de la jerarquía y crece la distancia con la sensibilidad cultural.
Paradójicamente es lo que comentaba el joven teólogo Ratzinger en 1968, comparando al teólogo con un payaso anticuado: “Se conoce lo que dice y se sabe también que sus ideas no tienen que ver con la realidad. Se le puede escuchar confiado, sin temor al peligro de tener que preocuparse seriamente por algo” (Introducción al cristianismo, página 22). La teología para ser creativa y actual necesita libertad, argumentación y pluralidad. Precisamente lo que más cuesta a una Iglesia marcada por la involución tanto mayor cuanto más amenazante se percibe el pluralismo de la sociedad. Una Iglesia que persigue a las corrientes teológicas más creativas y comprometidas que nacen en su seno está condenada a la esterilidad del pensamiento y a que muchos cristianos cada vez prescindan de lo que dicen sus autoridades.
miércoles, marzo 14, 2007
El regreso de la Edad Media
Gracias a Mus encontré esta nota:
El fundamentalismo religioso continúa su avance indetenible, erosionando las libertades, negando la ciencia y proclamando como única verdad aceptable la de su libro sagrado.
¿Dónde? En los Estados Unidos.
Según información del New York Times y de La Jornada, el embate religioso ha acelerado su lucha contra la ciencia, sobre todo en el campo de batalla más delicado: el del aula escolar.
Un nuevo proyecto educativo en el estado de Georgia pretende que se omita por completo cualquier mención a la palabra "evolución" y niega que se pueda hablar de una "larga" historia de la Tierra, ya que según los fundamentalistas nuestro planeta tiene apenas unos miles de años desde su creación, y no ha habido evolución alguna entre los seres vivos.
La superintendente escolar de Georgia, Kathy Cox, promueve la idea de que se enseñen las distintas teorías sobre el origen de la vida, lo que en resumen significa que las supersticiones bíblicas recibirían en el salón de clases el mismo tratamiento que los estudios de la geología, la biología, la paleontología y la paleoantropología.
¿Por qué? Porque Kathy Cox está aliada con los padres de familia cristianos que consideran herético que se les enseñe a sus hijos algo que contradiga a la Biblia.
Tal idea distorsionada de la educación ya se ha impuesto en otros lugares de los Estados Unidos, como el condado de Cobb al norte de Atlanta, donde ya se enseña a los alumnos "creacionismo" junto con la ciencia. Y otros, como el estado de Alabama, obligan a los editores de libros de texto a señalar que la evolución es una teoría "controvertida".
Mientras tanto, el Servicio de Parques de los Estados Unidos ha dejado de explicar que el Cañón del Colorado fue resultado de la fuerza de la erosión del río Colorado durante 6 millones de años y ha publicado un folleto que afirma que cañón surgió hace 6 mil años y se formó en unos cuantos días a consecuencia del diluvio del que habla la Biblia en el Génesis
Es evidente que los jóvenes científicos estadounidenses del futuro estarán asombrosamente mal preparados, lo cual es grave.
Más grave aún es pensar en los líderes políticos, financieros y de opinión que en el futuro tendrán poder de decision en todo el mundo: talibanes ignorantes, cavernarios, fanatizados y, ellos sí, con armas de destrucción masiva en cantidad suficiente para acabar con el planeta.
El fundamentalismo religioso continúa su avance indetenible, erosionando las libertades, negando la ciencia y proclamando como única verdad aceptable la de su libro sagrado.
¿Dónde? En los Estados Unidos.
Según información del New York Times y de La Jornada, el embate religioso ha acelerado su lucha contra la ciencia, sobre todo en el campo de batalla más delicado: el del aula escolar.
Un nuevo proyecto educativo en el estado de Georgia pretende que se omita por completo cualquier mención a la palabra "evolución" y niega que se pueda hablar de una "larga" historia de la Tierra, ya que según los fundamentalistas nuestro planeta tiene apenas unos miles de años desde su creación, y no ha habido evolución alguna entre los seres vivos.
La superintendente escolar de Georgia, Kathy Cox, promueve la idea de que se enseñen las distintas teorías sobre el origen de la vida, lo que en resumen significa que las supersticiones bíblicas recibirían en el salón de clases el mismo tratamiento que los estudios de la geología, la biología, la paleontología y la paleoantropología.
¿Por qué? Porque Kathy Cox está aliada con los padres de familia cristianos que consideran herético que se les enseñe a sus hijos algo que contradiga a la Biblia.
Tal idea distorsionada de la educación ya se ha impuesto en otros lugares de los Estados Unidos, como el condado de Cobb al norte de Atlanta, donde ya se enseña a los alumnos "creacionismo" junto con la ciencia. Y otros, como el estado de Alabama, obligan a los editores de libros de texto a señalar que la evolución es una teoría "controvertida".
Mientras tanto, el Servicio de Parques de los Estados Unidos ha dejado de explicar que el Cañón del Colorado fue resultado de la fuerza de la erosión del río Colorado durante 6 millones de años y ha publicado un folleto que afirma que cañón surgió hace 6 mil años y se formó en unos cuantos días a consecuencia del diluvio del que habla la Biblia en el Génesis
Es evidente que los jóvenes científicos estadounidenses del futuro estarán asombrosamente mal preparados, lo cual es grave.
Más grave aún es pensar en los líderes políticos, financieros y de opinión que en el futuro tendrán poder de decision en todo el mundo: talibanes ignorantes, cavernarios, fanatizados y, ellos sí, con armas de destrucción masiva en cantidad suficiente para acabar con el planeta.
Ciencia y Fe
Sensacional diagrama de flujo publicado por su creador Wellington Grey, profesor de física y cartonista, en su blog.
Gracias a Días del futuro pasado he podido ver este polémico video en el que no se hace sino constatar la IDEA del arte, es decir la definición contemporánea que hoy en día tenemos del mismo; y lo que los responsables del reportaje muestran con sorna y risas, no es más que la confirmación del componente de subjetividad que tiene el arte moderno (y que siempre ha tenido el arte), el cual fue catapultado en los años 60 y 70 hasta extremos inverosímiles por críticos como Greenberg.
En ese sentido hay un libro que ilustra perfectamente este tema y que los invito a leer: La palabra pintada de Tom Wolfe, y si no tienen ganas de leerse ese ameno tomo, pues siempre nos quedará Picasso:
"A los doce años sabía dibujar como Rafael pero necesité toda una vida para poder aprender a pintar como un niño".
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