Por Jorge Castañeda, ex secretario de Relaciones Exteriores de México desde 2000 a 2003. Actualmente es profesor de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Nueva York (EL PAÍS, 06/03/07):
La batalla por América Latina ha comenzado. Después de escaramuzas, tragedias y caricaturas, todo parece indicar que ahora sí, por primera vez desde principios de los años sesenta, y de manera mucho más trascendente, la región se convierte en el escenario de un verdadero combate cuerpo a cuerpo: ideológico, político, económico. De un lado, Hugo Chávez, La Habana (en manos de un Castro u otro), sus aliados en Buenos Aires, La Paz, Managua y eventualmente Quito e incluso, en un apartado muy particular, Moscú, pasan a la ofensiva. Por el otro, una Administración en Washington abrumada, rebasada pero cada vez más nerviosa, emprende el contra-ataque. Los demás asisten pasivos y desbrujulados ante la inevitable toma de partido en lo que es todavía una lucha de ideas, pero que comienza a revestir otras características.
Latinoamérica se escinde, en los términos que la realidad le impone, no los que muchos desearíamos. Un bloque, con variaciones indudables entre un centro-izquierda a la chilena y un centro-derecha mexicano, pertenece al mundo moderno, aunque sus imperfecciones y rezagos lo colocan en la retaguardia del mismo. Se trata de gobiernos y electorados esencialmente convencidos del valor intrínseco de la democracia representativa, las libertades individuales, el respeto a los derechos humanos, la economía de mercado y la globalización, una relación cordial de cooperación con Estados Unidos, y una aspiración de ingreso al llamado Primer Mundo. Las imperfecciones son reales: en ninguno de estos rubros el desempeño de México, Chile, Perú, Colombia, Uruguay o Brasil es idóneo, y la situación en Centroamérica y el Caribe deja aún más que desear.
El otro bando es más homogéneo y compacto. Se encuentra al borde de realizar el sueño fidelista-guevarista de los años sesenta: extender su idea de revolución y socialismo por toda la región, ahora sí con los medios necesarios para lograrlo. Este bloque vive una constante tentación autoritaria, de concreción intermitente. Es estatista en economía, de un nacionalismo anti-americano virulento, y ha diseñado y puesto en práctica, por fin, una política social donde yace la clave de su éxito. Con vastos recursos petroleros venezolanos, gracias a un número ilimitado de médicos “descalzos” cubanos -que dobletean como instructores deportivos, agitadores políticos, abnegados alfabetizadores y avezados agentes de seguridad- y abundantes armas automáticas rusas (que ya pronto serán fabricadas en Venezuela), el binomio Caracas-La Habana puede aportarle a las desamparadas masas “barrio adentro” de Caracas y Buenos Aires, de Bolivia, Ecuador, Nicaragua, y pronto de Paraguay y Guatemala, la asistencia social que jamás han recibido. Los magros resultados del llamado “Consenso de Washington”, junto con la impopularidad de George Bush y el lirismo tropical de Chávez y Cuba, coadyuvan al éxito de la campaña. Más allá de la discusión sobre los méritos y defectos de las respectivas teorías económicas, este bloque pone en peligro los avances regionales anti-dictatoriales de los últimos años.
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1 comentario:
Pensar como lo hace Jorge Castañeda en este artículo, es bueno, pero hay la duda si lo hace como estadista o como adolorido del sexenio de Fox, pero es de reconocer que siempre duele poner el dedo enla llaga, la politica internacional de Fox no fue la mejor que a tenido México, "siertamente".
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