Por Jan-Werner Müller, profesor de Teoría Política y la Historia de las Ideas de la Universidad de Princeton. Autor de Patriotismo constitucional. © Project Syndicate/ Institute for Human Sciences, 2007. Traducción: Claudia Martínez (LA VANGUARDIA, 22/03/07):
Los festejos para celebrar el 50. º aniversario del tratado de Roma llegan en un momento oportuno. Es el momento de que la UE ponga fin a su periodo de reflexión autoimpuesto tras el rechazo de la Constitución europea por franceses y holandeses y reinicie el proceso de unificación que empezó en Roma hace 50 años.
Los líderes europeos no han logrado ofrecer a los ciudadanos de Europa una visión nueva y sustancial. ¿Cómo debería lograrse, entonces, una refundación (Neubergründung)de Europa, como lo llamó la canciller alemana, Angela Merkel, en su primer discurso parlamentario sobre política europea? En teoría, existes tres visiones fundamentalmente diferentes y enfrentadas sobre el futuro de la UE. Algunas aún adoptan la forma de un “Estado de estados nación”. Quienes piensan así - y a los que, imprecisamente, se llama federalistas-se refieren a la Constitución como un paso necesario hacia una federación europea. Una federación de este tipo se puede justificar diciendo que la sustancia moral de un Estado nación se vio profundamente comprometida por la beligerancia pasada o como una medida preventiva para mantener bajo control cualquier posible ansiedad de un nuevo conflicto. Es más, el científico político británico Glyn Morgan sostuvo que un concepto robusto de seguridad paneuropea también requiere de un Estado paneuropeo y que es irresponsable por parte de las elites de Europa mantener una posición permanente de dependencia estratégica de Estados Unidos, en unión de la idea de que sólo una UE fuerte puede salvar el “modelo social europeo”.
Sin embargo, los últimos años pusieron de manifiesto la ausencia de un respaldo mayoritario a una federación europea por parte de los estados que conforman Europa, punto que subrayó el debate sobre el fallido tratado constitucional. Muchos de los argumentos “federalistas” parecen dudosos: en particular, no existe ningún modelo social europeo único. Las diferencias, por ejemplo, entre los países escandinavos, los países mediterráneos y los países atlánticos liberales como Irlanda y Gran Bretaña suelen ser más pronunciadas que las que existen entre Europa en su totalidad y Estados Unidos.
Los festejos para celebrar el 50. º aniversario del tratado de Roma llegan en un momento oportuno. Es el momento de que la UE ponga fin a su periodo de reflexión autoimpuesto tras el rechazo de la Constitución europea por franceses y holandeses y reinicie el proceso de unificación que empezó en Roma hace 50 años.
Los líderes europeos no han logrado ofrecer a los ciudadanos de Europa una visión nueva y sustancial. ¿Cómo debería lograrse, entonces, una refundación (Neubergründung)de Europa, como lo llamó la canciller alemana, Angela Merkel, en su primer discurso parlamentario sobre política europea? En teoría, existes tres visiones fundamentalmente diferentes y enfrentadas sobre el futuro de la UE. Algunas aún adoptan la forma de un “Estado de estados nación”. Quienes piensan así - y a los que, imprecisamente, se llama federalistas-se refieren a la Constitución como un paso necesario hacia una federación europea. Una federación de este tipo se puede justificar diciendo que la sustancia moral de un Estado nación se vio profundamente comprometida por la beligerancia pasada o como una medida preventiva para mantener bajo control cualquier posible ansiedad de un nuevo conflicto. Es más, el científico político británico Glyn Morgan sostuvo que un concepto robusto de seguridad paneuropea también requiere de un Estado paneuropeo y que es irresponsable por parte de las elites de Europa mantener una posición permanente de dependencia estratégica de Estados Unidos, en unión de la idea de que sólo una UE fuerte puede salvar el “modelo social europeo”.
Sin embargo, los últimos años pusieron de manifiesto la ausencia de un respaldo mayoritario a una federación europea por parte de los estados que conforman Europa, punto que subrayó el debate sobre el fallido tratado constitucional. Muchos de los argumentos “federalistas” parecen dudosos: en particular, no existe ningún modelo social europeo único. Las diferencias, por ejemplo, entre los países escandinavos, los países mediterráneos y los países atlánticos liberales como Irlanda y Gran Bretaña suelen ser más pronunciadas que las que existen entre Europa en su totalidad y Estados Unidos.
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