Por Andrés Oppenheimer, periodista. Columnista del Miami Herald. Traducción de Toni Tobella (EL PERIÓDICO, 16/12/06):
Cuando el venezolano Hugo Chávez, presidente populista de izquierdas, citó repetidamente a Jesucristo en su parlamento con motivo de su reciente triunfo electoral, no hacía más que unirse a un creciente número de políticos de América Latina que han abrazado la religión –o que, por lo menos, lo hacen ver–. ¿Son sinceros con ese gesto o, por el contrario, estamos ante una epidemia de populismo religioso? Muchos analistas ven en esto una creciente manipulación política del fervor religioso en la región, junto con una mayor influencia de la Iglesia en los asuntos de Estado. Algunos temen que, como suele ocurrir en otras partes del mundo, la religión se utilice para promover confrontaciones domésticas e incluso regionales.
Cuando el venezolano Hugo Chávez, presidente populista de izquierdas, citó repetidamente a Jesucristo en su parlamento con motivo de su reciente triunfo electoral, no hacía más que unirse a un creciente número de políticos de América Latina que han abrazado la religión –o que, por lo menos, lo hacen ver–. ¿Son sinceros con ese gesto o, por el contrario, estamos ante una epidemia de populismo religioso? Muchos analistas ven en esto una creciente manipulación política del fervor religioso en la región, junto con una mayor influencia de la Iglesia en los asuntos de Estado. Algunos temen que, como suele ocurrir en otras partes del mundo, la religión se utilice para promover confrontaciones domésticas e incluso regionales.
Antes de examinar si dichos temores están justificados, echemos una ojeada a los hechos. Chávez a menudo ha criticado con dureza a la jerarquía eclesiástica de Venezuela por apoyar a la oligarquía del país. Aunque su biógrafo Agustín Blanco Muñoz cuenta que Chávez dice de sí mismo que él no es “ni cristiano ni católico”, lo cierto es que dedicó parte de su parlamento tras las elecciones a hablar de Jesucristo. “El reino de Cristo es el reino del amor, la paz, la justicia, la solidaridad, la hermandad, el reino del socialismo”, afirmó Chávez. “Este es el reino del futuro de Venezuela”.
Unas semanas antes, el 5 de noviembre, el presidente electo de Nicaragua, el izquierdista Daniel Ortega, había ganado las elecciones de su país abandonando su anterior retórica marxista y presentándose como devoto católico. Hace poco se casó por la Iglesia con su compañera de mucho tiempo, apoyó una ley promovida por la Iglesia en la que se prohíbe el aborto terapéutico y programó sesiones fotográficas en distintos emplazamientos religiosos.
En Ecuador, el conservador Álvaro Noboa, el magnate de la industria platanera, a quien las encuestas no daban mucho crédito al principio, acabó ganando la primera vuelta de la elección presidencial presentándose como El mensajero de Dios. Más adelante perdió, el 26 de noviembre, a manos del populista de izquierdas Rafael Correa, quien en los últimos pasos de la campaña electoral se presentó a sí mismo como ferviente católico. En Argentina, un obispo católico recientemente jubilado de la provincia de Misiones acaparó la atención de todo el país el mes pasado al ganar unas elecciones locales que marcaron la primera derrota política del presidente Néstor Kirchner.
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