Por Fathallah Oualalou, alcalde de Rabat y ex ministro de Economía y Finanzas de Marruecos. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia (EL PAÍS, 10/06/11):
La crisis económica y financiera de 2008-2009 y sus consecuencias en materia de gobernanza económica mundial han dejado al descubierto la fragilidad del área mediterránea. La primavera árabe puede ofrecer una buena oportunidad para relanzar el pacto euromediterráneo en una perspectiva de renovación y progreso.
Por supuesto, lo que predomina a corto plazo son las distintas tensiones que han acompañado el proceso de revolución y oposición: el descenso del ritmo de la actividad económica (en especial del turismo), el desarrollo de flujos migratorios descontrolados de tunecinos, egipcios y libios hacia Europa, el sálvese quien pueda de inmigrantes y habitantes autóctonos que huyen de una Libia en guerra hacia los países vecinos.
A medio plazo, el triunfo deseado de la transición democrática en los países del sur debería engendrar un elemento positivo, unas condiciones políticas que permitan alcanzar un nuevo pacto entre las dos orillas del Mediterráneo en torno a los mismos valores, los de los derechos humanos y la democracia. El respeto a dichos valores debería incluso convertirse en condición indispensable para que un país pueda adherirse al pacto.
Está cambiando la imagen del mundo árabe, sobre todo la región al sur del Mediterráneo. Las nuevas democracias sustituirán poco a poco a los sistemas hegemónicos y despóticos. Unas sociedades jóvenes, abiertas a la modernidad, obligarán a los europeos a superar su islamofobia y esa percepción negativa que asocia el mundo árabe al estancamiento, el apego al pasado y el radicalismo terrorista.
La influencia del cambio democrático en los países de la ribera sur aportará una renovación muy saludable al Mediterráneo en su conjunto y, por consiguiente, al pacto euromediterráneo, a través de cuatro dinámicas:
1. La transición democrática de los países del sur se traducirá en cambios significativos en materia de gobernanza económica. Dará nuevo impulso a las economías: menos rentas del petróleo y más diversificación del tejido productivo, menos corrupción y más transparencia. La necesaria superación del predominio de los hidrocarburos permitirá que las economías de la zona sean más activas y dinámicas y que todos estos países adopten una lógica de trabajo, creación y competitividad que mejorará sus posibilidades de proyección.
2. La democratización de los sistemas políticos en el sur del Mediterráneo contribuirá a acabar con las pretensiones hegemónicas en la región, unas pretensiones que se plasmaban en latendencia de algunos regímenes a debilitar al vecino, atacar su integridad territorial y avivar las tendencias separatistas. En lugar de ello, ayudará a crear más sinergias, más cercanía, más proximidad entre las entidades nacionales.
Por lo tanto, favorecerá la cooperación sur-sur, necesaria para expandir los mercados interiores y para crear más oportunidades y más capacidad de atraer las inversiones, el empleo y, en definitiva, el desarrollo. Un nuevo sur-sur solidario debería derivar en la superación de las organizaciones regionales, que han mostrado sus límites y sus defectos, en especial la Liga Árabe. En el norte de África, la UMA (Unión del Magreb Árabe), estancada casi desde su creación, tendrá que ser sustituida por un proyecto magrebí dinámico e innovador.
3. La principal consecuencia de la llegada de la democracia a los países de la región se verá en las propias relaciones entre el norte y el sur en la cuenca del Mediterráneo. Surgirán unas nuevas relaciones de desarrollo conjunto e interdependencia solidaria que sustituirán a las experiencias de pacto euromediterráneo llevadas a cabo en los últimos decenios.
Eso implica la concepción y realización de un gran proyecto de solidaridad transmediterránea, un proyecto voluntarista, basado en acciones comunes, sinergias y complementariedades dinámicas y en el que, además de las fuerzas del mercado, se involucren la UE y los poderes públicos de las dos orillas del Mediterráneo; un proyecto global pero necesariamente plurisectorial, que abarque la agricultura (las cuestiones alimentarias), la industria, los servicios, el turismo, el transporte y los problemas ambientales; un proyecto de envergadura y de experimentación avanzada, que permita que la región mediterránea controle la transición energética y ponga en marcha una estrategia común para la explotación de las fuentes clásicas de energía (hidrocarburos) pero que integre cada vez más, con visión de futuro, la lógica de la economía verde y, por tanto, el aprovechamiento de las grandes posibilidades de los países del sur en materia de energía eólica y solar.
Por supuesto, un proyecto de codesarrollo innovador implica un movimiento de transferencias de tecnología y capitales mediante los instrumentos de vecindad, el BEI e incluso un banco mediterráneo que habría que crear. Se trata asimismo de reflexionar para lograr la mejor utilización posible de las posibilidades financieras de los países árabes que cuentan con excedentes en beneficio de la región mediterránea en su conjunto, dentro de un proceso triangular que vincule Europa, los países excedentarios del sur y los países deficitarios del sur.
La realización de este proyecto de codesarrollo solidario en el plano económico y basado en la adhesión del Mediterráneo a los valores democráticos contribuirá a la gestión, en una perspectiva de pacto, todos los aspectos de las relaciones humanas entre las sociedades del norte y del sur, y en especial:
- La cuestión de las migraciones, en la que hay que superar el punto de vista estéril de la seguridad para adoptar una estrategia de colaboración que respete la dignidad de los inmigrantes, incorpore una lógica de interdependencia y complementariedad y conceda interés a la formación.
- Las repercusiones de los contactos entre culturas e identidades: también en este aspecto, las fuerzas de progreso deben esforzarse en rechazar los antagonismos entre las culturas y favorecer el acercamiento entre sus respectivas aportaciones, sobre la base de los valores de la tolerancia y la aceptación del otro. Esta perspectiva no puede sino beneficiar al valor añadido de todas las aportaciones humanas que atraviesan el área mediterránea y el enriquecimiento de las sociedades mediterráneas en su conjunto mediante la profundización de las opciones democráticas y modernizadoras.
4. La ampliación del espacio democrático en el sur del Mediterráneo favorecerá sin duda la aparición de las condiciones necesarias para poder implantar una paz justa y duradera en Oriente Próximo, que permita al pueblo palestino recuperar sus derechos legítimos. La resolución de esa cuestión vital contribuirá a consolidar el avance del mundo árabe hacia la democracia y creará las condiciones de estabilidad en la región mediterránea. Sin paz, no habrá ni progreso económico, ni democracia, ni tolerancia en el conjunto de la región.
Por consiguiente, las fuerzas de progreso en el Mediterráneo tienen hoy el reto de sostener de verdad el proceso de despertar democrático en el mundo árabe, apoyar sus transiciones democráticas y participar en la renovación del pacto euromediterráneo para que la región del Mediterráneo pueda gestionar la salida de la crisis económica y financiera mundial y reforzar su posición en un mundo que hoy es multipolar.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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