Por Ronald Bruce St John, antiguo miembro del consejo consultivo internacional de The Journal of Libyan Studies y del Grupo de Trabajo sobre Libia del Atlantic Council, así como autor de cinco libros sobre Libia, entre ellos Libya: Continuity and Change, Routledge, 2011 (REAL INSTITUTO ELCANO, 17/06/11):
Tema: El movimiento rebelde libio está reforzando lentamente su limitada capacidad y experiencia militar y dando importantes pasos hacia la legitimidad nacional e internacional, si bien todavía queda mucho camino por recorrer para hablar de un Estado funcional.
Resumen: Durante las últimas semanas, el equilibrio de poder en Libia se ha decantado firmemente del lado de los rebeldes. Aunque la familia Gaddafi no se rinda en un futuro próximo, su salida forzada del poder es sólo cuestión de tiempo. Por consiguiente, ha llegado el momento de reflexionar con detenimiento sobre la Libia post-Gaddafi. El cambio revolucionario es a menudo caótico, impredecible y violento y, en una Libia en la que las organizaciones civiles e instituciones políticas brillan por su ausencia, estos peligros se ciernen con fuerza en el horizonte.
Análisis: La legitimidad del Consejo Nacional Transitorio (CNT) radica en los distintos consejos locales establecidos por los rebeldes durante el transcurso de la Revolución del 17 de febrero. Una vez liberados pueblos y ciudades como al-Baida y Bengasi, se crearon comités para gestionar las responsabilidades del gobierno local, como el control del tráfico, la recolección de basuras y el suministro de agua y electricidad. Dicha configuración, que recuerda al sistema de congresos y comités organizado por el régimen de Gaddafi por todo el país, se diferencia fundamentalmente en que la población local de las zonas controladas por los rebeldes está organizando y operando dichos comités por su cuenta, sin la batuta y el control opresivos del gobierno central que imponía Gaddafi.
El 29 de marzo de 2011 el CNT presentó su visión de una Libia “moderna, libre y unida”, que “se rige por los principios de la democracia política”. Para sustituir la proclama constitucional pronunciada por el régimen de Gaddafi en 1969, aboga por la redacción de una nueva constitución que garantice un equilibrio entre los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Asimismo, defiende la formación de partidos políticos y demás instituciones y organizaciones civiles. La monarquía prohibió los partidos políticos en 1952 y el régimen de Gaddafi continuó con la prohibición después de 1969. Al considerar las organizaciones civiles como posibles focos de resistencia al régimen, Gaddafi destruyó de forma sistemática la sociedad civil libia, permitiendo únicamente la existencia de aquellas organizaciones que contaban con la aprobación oficial del régimen. La última en recibir dicha aprobación fue la Fundación Internacional para el Desarrollo y la Beneficencia de Gaddafi, creada hace ya años y liderada por el segundo vástago del líder libio, Saif al-Islam al-Gaddafi. En su comunicado de marzo el CNT también hizo un llamamiento a unas elecciones libres y justas así como a la libertad de expresión y reunión, todo ello prohibido bajo el régimen de Gaddafi. Por último, instaba a la creación de una economía diversificada respaldada por instituciones financieras eficaces. Este último punto buscaba llamar la atención a uno de los fallos más manifiestos del régimen de Gaddafi: su incapacidad para diversificar la economía libia durante las últimas cuatro décadas.
Legitimidad política
A mediados de abril, 61 representantes tribales se dieron cita en Bengasi para reivindicar una Libia “libre, democrática y unida”. Rechazando las insinuaciones de Gaddafi de que su régimen era lo único que impedía que las tribus se enzarzaran en luchas intestinas, los líderes tribales allí presentes instaron al líder libio a claudicar en sus esfuerzos por dividir Libia en frentes tribales y a abandonar el poder. En lo que fue toda una pantomima tribal, el régimen convocó a continuación su propia reunión tribal en Trípoli a la que, según portavoces del régimen, asistieron unos 2.000 jefes tribales, representando un total de 851 tribus y facciones tribales. Teniendo en cuenta que sólo hay 140 tribus en Libia, la magnitud y composición real de la reunión de Trípoli quedan, como mínimo, en entredicho.
Es evidente que algunas tribus se han sumado al movimiento rebelde mientras que otras han permanecido fieles al régimen; sin embargo, todo apunta a que muchas, si no la mayoría, han tratado de permanecer neutrales, a la espera de ver quién sale vencedor. La tribu Warfalla, la más importante del país –que durante mucho tiempo ha apoyado al régimen–, es un buen ejemplo de cómo distintas facciones de una misma tribu están adoptando posiciones diferentes. Después de que un miembro destacado de la tribu se declarara a favor de los rebeldes a mediados de febrero, el régimen alegó que contaba con el apoyo de la mayoría de los Warfalla, y los representantes de distintas facciones de dicha tribu asistieron tanto a la reunión tribal de Bengasi como a la de Trípoli. El representante de los Warfalla en la reunión tribal organizada por Gaddafi en Trípoli expresó su apoyo al régimen; sin embargo, también dejó claro que no enviaría a miembros de la tribu a combatir contra los rebeldes.
El CNT se describe a sí mismo como el único órgano legítimo capaz de representar al pueblo libio e insta a las naciones del mundo a que lo reconozcan y lo traten como tal. Para promover estos objetivos, el CNT desveló una “hoja de ruta” detallada para la transición hacia la democracia a principios de mayo en una reunión del Grupo de Contacto Internacional sobre Libia, que se compone de un total de 22 países. En un esfuerzo por ser incluyente, paso previo importante para garantizar la futura estabilidad del país, la hoja de ruta presentada en Roma apostaba por arrancar la transición con la creación de un gobierno interino integrado por miembros del CNT, destacados tecnócratas del régimen de Gaddafi, altos cargos militares y de los servicios de inteligencia, y un juez del Tribunal Supremo. Algunos observadores cuestionaron la inclusión de antiguos funcionarios del régimen; sin embargo, se estimó que la participación de tecnócratas –y no incondicionales ideológicos de la dictadura– beneficiaría al país. También enviaría un mensaje importante de unidad y conciliación nacional frente a los intereses de las facciones y las represalias cicateras.
De acuerdo con el plan, el gobierno interino celebrará elecciones municipales en las zonas controladas por los rebeldes bajo supervisión de Naciones Unidas. Una vez derrocado el régimen de Gaddafi, organizará un consejo nacional de representantes municipales para designar a un comité que se encargue de redactar la nueva constitución, que se someterá después a referéndum. Transcurridos cuatro meses desde la aprobación de la carta magna, se celebrarán elecciones parlamentarias y, dos meses más tarde, elecciones presidenciales. Aunque el futuro inmediato se presenta incierto, los cimientos democráticos que subyacen a la hoja de ruta propuesta parecen claros y refuerzan la legitimidad del movimiento rebelde tanto a nivel nacional como internacional.
Tras la reunión de Roma, los consejos locales de un total de 25 localidades, incluida Trípoli, se dieron cita en Bengasi en un esfuerzo por unificar las filas rebeldes y forjar una visión común para el futuro del país. Al inicio de la reunión, Mustafa Abdul Jalil, presidente del CNT, informó a los participantes de que se ampliaría la composición del consejo, actualmente de 31 miembros, para garantizar una mayor representación de las regiones e intereses de Libia. La reunión incluyó un diálogo abierto sobre la situación política y militar del país y concluyó con el refrendo del CNT por parte de los participantes como representante legítimo del pueblo libio. Descrito como una audiencia pública para abordar las revueltas, el encuentro se enmarcó en realidad en un esfuerzo más amplio por parte del CNT de afianzar sus credenciales democráticas y cultivar la legitimidad al erigirse como un órgano representativo transparente, legítimo y funcional del pueblo libio.
Hasta la fecha, son pocos los países –Francia, Gambia, Italia, Kuwait, Maldivas y Qatar– que han reconocido al CNT como representante legítimo del pueblo libio, si bien otros gobiernos han hecho un reconocimiento oficioso. Los motivos por los que países como EEUU y el Reino Unido no lo han hecho no son siempre claros, pero parecen responder a cuestiones relacionadas, como la capacidad del movimiento rebelde para gobernar Libia una vez sea derrocado el régimen de Gaddafi y la presencia de islamistas entre las filas rebeldes. La primera preocupación ya ha sido abordada en las páginas anteriores y, en lo que respecta a la segunda, las posibilidades de una implicación significativa de los islamistas o de al-Qaeda en la Libia post-Gaddafi son muy escasas. El pueblo libio, predominantemente integrado por musulmanes suníes, se muestra conservador en sus actitudes y prácticas y lo cierto es que nunca ha mostrado interés alguno por el islam radical promulgado por al-Qaeda o su socio en el norte de África, al-Qaeda en el Magreb Islámico. A mediados de los 90, el régimen de Gaddafi derrotó una decidida tentativa de las fuerzas islamistas del Grupo Islámico Combatiente Libio, integrado en gran medida por muyahidines que regresaron a Libia después de que los soviéticos fueran expulsados de Afganistán, pero desde entonces apenas ha habido muestras de una actividad islamista organizada en Libia. Es cierto que los ciudadanos libios constituyen el segundo grupo más importante de combatientes extranjeros en Iraq por detrás de los saudíes, pero, sin embargo, su oposición a la invasión y ocupación de Iraq no es indicativa de una amenaza islamista en Libia, especialmente si la coalición internacional se abstiene de desplegar fuerzas terrestres. También ha dado mucho de qué hablar la presencia de varios ex presos de Guantánamo en las filas rebeldes, si bien parece que combaten a título individual y no como miembros de un grupo organizado. Al fin y al cabo, el riesgo de que al-Qaeda gane terreno en Libia se deriva en mayor medida de una derrota de los rebeldes que de su victoria.
Capacidad militar
Tras unos inicios decepcionantes en los que las fuerzas rebeldes perdían posiciones con la misma frecuencia con la que las ganaban, los rebeldes han mostrado una capacidad creciente en los últimos tiempos para resistir a las fuerzas, mejor formadas y equipadas, del régimen de Gaddafi gracias, en gran medida, al apoyo aéreo de la OTAN. Tras semanas de avances y retrocesos entre las ciudades de Ajdabiya y Brega, los rebeldes han consolidado su control de la primera y ganado posiciones en la segunda. En la parte central de Libia, han hecho retroceder el frente gubernamental al oeste de Misurata y alcanzado Qaryat az-Zurayan, a 20 kilómetros de Trípoli, aumentando así sus opciones de enlazar con las fuerzas rebeldes de Zlitan. Si los rebeldes ocupan Zlitan, estarán en situación de atacar Sirte, la ciudad natal de Gaddafi. Los rebeldes también han hecho retroceder a las fuerzas del régimen fuera de las inmediaciones del aeropuerto de Misurata, haciendo que a estos últimos les resulte más difícil alcanzar con su artillería el centro de la ciudad y la zona portuaria colindante.
En las montañas de Nafusa, al sudoeste de Trípoli, las fuerzas rebeldes han aprendido de los errores cometidos al inicio de la contienda por sus correligionarios en la parte oriental del país. En una zona que las fuerzas pro-Gaddafi están desesperados por controlar, tanto por su impacto en las exportaciones de petróleo de los oleoductos del oeste como por su acceso a Túnez, las fuerzas rebeldes han logrado ocupar, si bien de forma intermitente, el puesto fronterizo de Dehiba-Wazzin en la frontera con Túnez. También han resistido en lo que a menudo han sido duras batallas contra las fuerzas gubernamentales en ciudades como Nalut y Zintan. Desde el punto de vista de los rebeldes, el control de las montañas de Nafusa y de las carreteras que discurren en paralelo a la cordillera coloca a las fuerzas rebeldes en una posición que les permite avanzar hacia la terminal y refinería petrolera de Zawiya y posteriormente hacia Trípoli. Con las tropas gubernamentales cada vez más a la defensiva, las fuerzas de Gaddafi llevan ya tiempo incapaces de lanzar un ataque sostenido en cualquier punto de Libia y es posible que ya no estén en condiciones de hacerlo.
Esto no quiere decir que los rebeldes sean capaces de tomar Trípoli por su cuenta en un futuro próximo. El éxito reciente de las fuerzas rebeldes en muchos puntos del país está estrechamente vinculado al apoyo de la OTAN, y es probable que las fuerzas sigan dependiendo de dicho apoyo durante un tiempo. Por consiguiente, el escenario óptimo para el final de la contienda sería que el régimen de Gaddafi se desmoronara desde dentro tras sacar a la familia Gaddafi de la ecuación. Hasta que esto ocurra, debe reconocerse que los rebeldes en toda Libia han demostrado que están dispuestos a luchar largo y tendido, y la fuerza y eficacia de sus combatientes parecen crecer de semana en semana.
Autosuficiencia económica
Cuando Libia alcanzó por primera vez la independencia en 1951, era ampliamente percibido como el país más pobre del mundo. Tras el descubrimiento de petróleo en cantidades exportables en 1957, se convirtió en el ejemplo clásico de Estado rentista, en el que los ingresos obtenidos de un único recurso, en este caso los hidrocarburos, permite al Estado distribuir dichos ingresos en forma de educación, vivienda y demás servicios sociales. Si bien el régimen de Gaddafi hizo esfuerzos simbólicos por diversificar la economía, lo cierto es que hoy, tras 42 años de gobierno revolucionario, Libia sigue siendo un Estado rentista. Se trata de uno de los países menos diversificados del norte de África y también el que presenta el mayor crecimiento demográfico, además del índice de desempleo más elevado de la región. Dado el fracaso de las políticas de diversificación económica del régimen, no es de extrañar que la semilla de la actual rebelión se encuentre en las manifestaciones públicas de mediados de enero, en las que se condenó la corrupción y la incompetencia y se reclamaron mejores oportunidades económicas y más puestos de trabajo, así como una vivienda decente y una vida más digna. No fue hasta que el régimen respondió a dichas protestas con una fuerza letal cuando los manifestantes empezaron a exigir un cambio de régimen.
Libia posee en torno a 46.000 millones de barriles de reservas de petróleo conocidas, las mayores de África, y cerca de 55 billones de pies cúbicos de reservas de gas natural. Aproximadamente el 80% de las reservas probadas de petróleo están ubicadas en la cuenca de Sirte, que representa dos tercios de la producción petrolera del país. Un 25% adicional procede de la cuenca del Murzuq, y la mayor parte del crudo restante de reservas offshore. Durante la última década, el mix del consumo energético libio permaneció relativamente estable: aproximadamente el 72% de la demanda energética era cubierta por el petróleo y el 28% restante por el gas natural. En 2010, la industria de los hidrocarburos representó el 95% de los ingresos por exportaciones y la producción petrolera total (crudo más líquidos) alcanzó los 1,8 millones de barriles diarios. Cinco meses más tarde, las zonas controladas por los rebeldes, que representan dos tercios de la producción previa a la rebelión, han dejado prácticamente de producir petróleo, y la producción en las zonas controladas por el régimen se ha reducido enormemente. La clave para la salud económica del gobierno rebelde a largo plazo es que se reanude la producción de petróleo y gas en el conjunto del país.
Mientras tanto, los rebeldes siguen dependiendo casi por completo de los préstamos o ayudas de la comunidad internacional. A principios de mayo, el CNT solicitó 3.000 millones de dólares a los donantes internacionales en forma de créditos, alegando que no sería capaz de suministrar medicamentos y alimentos a la población civil ni de pagar los salarios del sector público si no recibía una inyección de efectivo. En la reunión del Grupo Internacional de Contacto sobre Libia celebrada también a principios de mayo, los asistentes respondieron a la petición del CNT creando un fondo especial gestionado por un comité director integrado por cinco miembros cuya función sería canalizar los fondos al gobierno rebelde. El comité está compuesto por tres libios elegidos por el CNT, un representante de Qatar y un representante de Francia o Italia en régimen rotativo semestral. Antes de que finalizara la reunión, tanto Qatar como Kuwait se comprometieron a donar varios millones de dólares cada uno al fondo. La mayoría del resto de participantes acordaron que el grueso de su apoyo financiero sería en forma de créditos, no ayudas, partiendo de la premisa de que los rebeldes podrían devolver los créditos una vez sea derrocado el régimen de Gaddafi y hayan consolidado su control del país. Asimismo, EEUU y otros gobiernos que han congelado los activos libios acordaron explorar la posible liberación de parte de dichos fondos para fines humanitarios. En la reunión de Roma, Qatar planteó por primera vez la posibilidad de armar a los rebeldes, si bien no se alcanzó un acuerdo común sobre esta cuestión.
A largo plazo, la clave para la solvencia financiera del gobierno rebelde será la reanudación de la producción petrolera y gasista. Además de los yacimientos offshore, Libia tiene cinco grandes cuencas de petróleo y gas (Sirte, Ghadames, Murzuq, Cirenaica-Batnan y Kufra). De esas cinco cuencas, dos se encuentran bajo el frágil control de los rebeldes y otras tres están siendo disputadas o controladas por el régimen de Gaddafi. Las distintas compañías petroleras internacionales que operan dichos yacimientos estiman que les llevará semanas, si no meses, volver a poner en funcionamiento las instalaciones una vez que el gobierno rebelde garantice la seguridad de las actividades y de sus trabajadores. A medida que vayan ganando terreno los rebeldes, una de las prioridades de la comunidad internacional debería ser facilitar el retorno de las compañías petroleras internacionales a sus instalaciones para que puedan reanudar la producción de hidrocarburos, necesaria para financiar el gobierno rebelde.
En lo referente a las terminales y refinerías de petróleo de Libia, la terminal y refinería petrolera de Tobruk está bajo el control de los rebeldes, si bien las terminales de es-Sider, Marsa al-Brega y Ras Lanuf, así como las refinerías de Sarir, Marsa al-Brega y Ras Lanuf se ubican en las zonas disputadas y no se encuentran actualmente operativas. La refinería de Az Zawiya, ubicada en una zona controlada por el régimen al oeste de Trípoli, en la terminal de Zawiya, contribuye de forma modesta, en el mejor de los casos, a la capacidad total del país, y aunque está en funcionamiento, sólo opera al 50% o menos de su capacidad. A medida que ambos bandos se enfrentan a las caídas en la producción petrolera, la capacidad de las refinerías y las importaciones de crudo, los suministros energéticos se están convirtiendo en un factor cada vez más importante en el conflicto. La coalición amparada por Naciones Unidas está asfixiando a Gaddafi, impidiéndole vender o importar petróleo al tiempo que permite a los rebeldes importar petróleo desde fuera de Libia. Estando la supervivencia del régimen estrechamente vinculada al combustible, esta “tormenta perfecta” de problemas de suministro de petróleo se podría convertir en uno de los factores más decisivos que contribuyan a la caída de Gaddafi. La renuncia a mediados de mayo de Shokri Ghanem, quien fuera director de la Compañía Nacional de Petróleo libia y primer ministro (2003-2006), así como partidario de Gaddafi, podría interpretarse como una señal de que los suministros energéticos del régimen se están agotando. El CNT, que espera beneficiarse de la situación, está ejerciendo presión para representar a Libia en la próxima reunión de la OPEP, prevista para el 8 de junio en Viena. En el pasado, Ghanem ha sido el encargado habitual de representar a Libia en dichas reuniones.
Conclusiones: El mes de mayo ha estado caracterizado por un considerable éxito diplomático, militar y político de las fuerzas rebeldes. En términos militares, han dado un jaque mate a las tropas de régimen en gran parte del país, obligándolas a retroceder hacia Ajdabiya-Brega y los alrededores de Misurata. A nivel político, el CNT ha propuesto una hoja de ruta para el país, cuyas primeras etapas están previstas antes incluso de la caída del régimen de Gaddafi. Por último, a nivel diplomático, los representantes del CNT han seguido reuniéndose con altos cargos de Francia, el Reino Unido y EEUU en un esfuerzo continuado por atraer el apoyo financiero, militar y político de la comunidad internacional.
Dicho esto, no será la guerra sino la paz lo que defina el gobierno de la Libia post-Gaddafi. Cuando finalice la contienda, es probable que los rebeldes se encuentren con que ganar la guerra era la parte sencilla. La parte más difícil será construir un orden civil que se apoye en instituciones políticas y que promueva y consolide la autonomía y participación del pueblo en una sociedad libre, abierta y democrática. Aunque no será fácil, los primeros pasos del CNT, combinados con el trabajo de los comités populares que han surgido en las zonas controladas por los rebeldes, son avances positivos que deberían fomentarse y respaldarse.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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