Por Helga Nowotny, presidente del Consejo de Investigación Europeo y Profesora Emérita de Estudios Sociales de la Ciencia, ETH Zurich (Instituto Suizo Federal de Tecnología). Traducido del inglés por David Meléndez Tormen (Project Syndicate, 07/06/11):
El 29 de junio, la Comisión Europea presentará su propuesta de presupuesto para el próximo período multianual, que comienza en 2014. En él se incluirán elementos como la política agrícola común, fondos estructurales regionales, e investigación e innovación. Pero, ¿cómo prevé la Unión Europea que el uso de estas inversiones dé forma a su futuro?
El Parlamento Europeo y del Consejo de los Estados miembros de Europa aún deben tener la palabra, según lo previsto en el procedimiento presupuestario. Sin embargo, varias tendencias son discernibles en el intenso debate que ya ha comenzado, tanto en la Comisión Europea como entre las diversas partes interesadas.
Por un lado, se desechará el término “programa marco”. Incluso su nombre está por definirse: la Comisión Europea acaba de lanzar un concurso público para llegar a uno nuevo. El objetivo es captar el importante cambio de política subyacente de una cartera altamente heterogénea de programas – destinado a apoyar diferentes objetivos de varias maneras y grados diferentes – a un conjunto de medidas legislativas y presupuestarias diseñadas para servir como un marco estratégico común.
¿Pero un marco construido para lograr qué? El fortalecimiento de la posición de Europa en un ambiente de mayor competitividad a nivel mundial sigue siendo la prioridad. El espectacular aumento de la participación de China en las publicaciones científicas en todo el mundo, destacado recientemente en un informe de la Royal Society de Londres, es un buen indicador de lo que queda por delante. El objetivo ya no es convertirse en “la economía del conocimiento más competitiva del mundo”, como se anunciada en 2000. Más bien, ha cambiado de una manera más urgente, compleja, e intrínsecamente imprevisible, como se señala en la visión de la estrategia de la UE para 2020 de una “Unión de la Innovación”.
Bajo este amplio paraguas, la política de investigación, desarrollo e innovación (I + D + I) debe identificar las respuestas correctas en dos frentes: el “qué ” y el “cómo.” En la actualidad, se puede distinguir una estrategia de tres ángulos para el “qué”: el conocimiento para el crecimiento (la recuperación económica y la prosperidad), el conocimiento para la sociedad (la lucha contra los grandes desafíos por delante, desde el cambio climático y la seguridad energética a un envejecimiento saludable), y el conocimiento para la ciencia (nutrir la base científica y tecnológica de Europa, que sigue siendo indispensable para la innovación).
Bajo la bandera de la “simplificación”, el “cómo” apunta a la contratación externa de la mayor parte de la implementación a organismos que han de estar dotados, es de esperar, de una mayor flexibilidad para cumplir sus misiones específicas. Esto requiere una interfaz de trabajo ágil y mucho más eficiente entre los organismos y la Comisión Europea, que mantiene el control total sobre ellos, así como una profunda revisión de la regulación financiera para toda la operación y su tantas veces criticada burocracia.
Quedan por delante algunas opciones políticas difíciles: ¿Qué partes del programa marco han de tener continuidad y cuáles deben terminar? ¿Cómo puede la innovación, que no es nunca sólo tecnológica sino también social, alcanzarse y utilizarse en su totalidad? Y, quizás lo más importante, ¿cuáles son las soluciones de compromiso óptimas para lograr que los Estados miembros de la UE y las instituciones europeas cooperen manera más eficiente para un futuro europeo común?
En medio de toda esta turbulencia, el Consejo Europeo de Investigación (CEI), creado en 2007 para financiar la investigación de vanguardia, destaca como una historia de éxito indiscutible. Basado únicamente en el principio de la excelencia científica, ha puesto en marcha un sistema de evaluación que goza de gran credibilidad en la comunidad científica. Apoya a investigadores individuales independientemente de su nacionalidad o edad, en un enfoque único “de abajo hacia arriba”, siempre que trabajen en Europa. El CEI pone su confianza en los investigadores que a los que financia para saber dónde está la “frontera” de la ciencia.
Casi 1.800 de los mejores investigadores de Europa han recibido subvenciones el CEI hasta ahora, y la mitad de ellos representan la futura generación. El presupuesto del CEI llega a no más del 0,5% del gasto total europeo en I + D, o el 15% del presupuesto actual del Programa Marco. Universidades europeas, reconociendo la mayor reputación que logran gracias a las subvenciones del CEI, han comenzado a competir por ellas, dando lugar a una mayor conciencia de la necesidad de estimular y fomentar a los investigadores jóvenes con talento que tengan en su seno. El CEI incluye las ciencias sociales y las humanidades, reconociendo así su contribución a la evolución de las sociedades.
Mark Twain dijo una vez: “Pocas cosas son más difíciles de soportar que la molestia de un buen ejemplo”. El CEI no quiere molestar, sino marcar una diferencia para la investigación europea en un contexto global y competitivo. Quiere aprovechar su éxito para contribuir a la creación de una cultura de investigación potente y verdaderamente europea. Reforzará sus esfuerzos por “volverse global” mediante la atracción de más talentos científicos hacia Europa, sean los investigadores de origen europeo o no.
El resultado final dependerá de la sabiduría estratégica, la influencia política, y el valor de las autoridades europeas respecto a I + D + I. La innovación, en el sentido de hacer cosas con lo que la investigación ha descubierto, es parte de un futuro europeo. Averiguar cómo funcionan las cosas es la razón de ser de la investigación de vanguardia.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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