Por Pascal Boniface, director del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas de París (LA VANGUARDIA, 06/07/11):
La campaña electoral para las elecciones presidenciales francesas que tendrán lugar en mayo del 2012 acaba de comenzar. El pasado 29 de junio, Nicolas Sarkozy llevó a cabo un reajuste ministerial tras el nombramiento de Christine Lagarde como nueva directora gerente del Fondo Monetario Internacional. La elección de ministros centristas para debilitar una eventual candidatura concurrente con la suya de Jean-Louis Borloo y el nombramiento del muy popular David Douillet como secretario de Estado de los franceses en el extranjero, para obtener el apoyo de este importante electorado, muestran que la caza al elector ha prevalecido sobre la racionalidad de la composición de un equipo gubernamental.
Por su parte, Martine Aubry, tras haber mantenido un falso suspense, se ha declarado candidata a la elección presidencial, quemando un poco las etapas, ya que en octubre deben celebrarse unas primarias que designarán quién representará al Partido Socialista francés.
Si Alain Juppé, que disfruta de una buena cuota de popularidad, se mantiene en la reserva en caso de que Nicolas Sarkozy se hundiera, es más que probable que este último opte a un segundo mandato. El modo en que se ha llevado a cabo la remodelación ministerial es un buen indicador. Durante la Quinta República todos los presidentes han buscado ser reelegidos. Sólo fracasó uno, Valéry Giscard d´Estaing, derrotado en 1981 por François Mitterrand.
No habrá plétora de candidatos en la izquierda, pero todo da a entender que quien sea designado por el Partido Socialista llegará en cabeza. La izquierda está todavía traumatizada por el síndrome del 2002, cuando Lionel Jospin fue superado por el líder de la extrema derecha Jean-Marie Le Pen debido a la multiplicación de candidatos de izquierda. Por tanto, esta vez habrá un reflexivo voto útil. En el lado contrario también existe un síndrome 2002 ante el temor de que la candidata de extrema derecha, Marine Le Pen, acceda a la segunda vuelta en detrimento de Nicolas Sarkozy.
Por ahora todos los sondeos pronostican un clásico duelo derecha-izquierda para la segunda vuelta, que, fuera cual fuera el candidato, sería ganado por el aspirante de la izquierda. Nicolas Sarkozy, elegido en el 2007 con la promesa de la mejora del poder adquisitivo, de una república irreprochable en la que no habría privilegios, de una lucha eficaz contra la inseguridad diaria y de una Francia más respetada en el mundo desde la perspectiva de la defensa de los derechos humanos, tiene problemas en cada uno de estos puntos. Si las elecciones tuvieran lugar en las próximas semanas, sería derrotado con toda seguridad. Yel anunciado nacimiento de un niño en el Elíseo, una gran noticia, no parece ser suficiente para hacer variar la corriente. Claro que en Francia, como en cualquier otra parte, el resultado de una elección no se logra más que tres o cuatro meses antes de esta, y no doce meses antes. Un año antes de las elecciones, Giscard d´Estaing estaba convencido de ganar en 1981. Raymond Barre lo estaba en el 1988, Balladur en el 1995, Jospin en el 2002, Ségolène Royal en el 2007. Todos perdieron. Habrá que esperar a enero o febrero del año próximo para tener una visión más precisa de los posibles resultados.
Hasta entonces, la partida se jugará entre Martine Aubry y François Hollande para representar a la izquierda y por tanto ser uno de los principales favoritos en esta elección. El primer desafío será saber si se trata de una guerra fratricida que dejará víctimas o si vencedores y vencidos podrán reconciliarse y mostrar una imagen de unidad ante los franceses. En el 2007 Ségolène Royal, que había ganado las primarias, no supo hacer las paces con los dos derrotados, Laurent Fabius y Dominique Strauss-Kahn, y ambos tampoco hicieron gran cosa para ayudarla.
François Hollande casi lamenta la eliminación, por las causas ya conocidas, de Strauss-Kahn (al que le será difícil volver a ser candidato incluso en caso de un final feliz para su acusación judicial). Estaba convencido de vencerle en las primarias proyectando una imagen de proximidad con la gente corriente y enarbolando la bandera de la izquierda, lejos del patrón del FMI, que hace sufrir una cura de austeridad a numerosos países y que, él mismo, sin embargo, vive como un millonario. Diversos observadores creen que François Hollande hubiera ganado las primarias a Dominique Strauss-Kahn y, con esta vitola, hubiera comenzado con fuerza su asalto a Sarkozy, dando la imagen de un presidente normal en oposición a la imagen de comportamientos bling-bling,es decir, ostentosos y de amistad con millonarios que va ligada tanto a Nicolas Sarkozy como a Strauss-Kahn. Martine Aubry también juega la carta de la seriedad y no compite animada por una ambición personal (de hecho hubiera cedido voluntariamente el puesto a Strauss-Kahn), pero asume sus responsabilidades a fin de que gane la izquierda. Alcaldesa de Lille, una gran ciudad del norte de Francia, está en contacto directo con los estratos populares. Al revés de François Hollande, ya ha sido ministra y también ha trabajado en la empresa privada. Su carácter austero y no demagógico hace que a menudo se la presente como una Angela Merkel de la izquierda. Puede ganar puntos mostrando que no busca contentar, sino renovar un auténtico contacto con los franceses, cansados de promesas jamás cumplidas. Podría ser la primera mujer en llegar al Elíseo.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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