Por Máximo Díaz-Cano, miembro del Comité Regional del PSOE de Castilla-La Mancha y delegado del Gobierno en Castilla-La Mancha (EL PAÍS, 05/07/11):
El director de cine bosnio Danis Tanovic es autor de una comedia dramática en la que un soldado bosnio y otro serbio se ven aislados entre líneas enemigas. En tierra de nadie plantea la dificultad de sobrevivir fuera del propio medio. Lo que le pasa a la socialdemocracia es eso: está en tierra de nadie y en una situación crítica. José María Barreda ha afirmado que cuando uno pierde la hegemonía ideológica acaba perdiendo las elecciones. Sí, la socialdemocracia ha perdido la brújula del discurso ideológico y se ha extraviado. Se encuentra en un territorio que no es el natural de la izquierda democrática: haciendo políticas económicas de ajuste al dictado de los mercados, con recortes sociales y con una política fiscal susceptible de mejorar, tanto en su justicia y equidad como en su eficacia. Todo ello, en un clima de desafecto ciudadano respecto a los partidos. La socialdemocracia se ha perdido y los ciudadanos no encuentran en ella respuestas.
Hace tiempo que una parte importante de las clases medias dejó de considerarla una opción útil ante una política fiscal que hace recaer la carga sobre las rentas del trabajo, especialmente sobre las nóminas de empleados públicos y trabajadores asalariados cualificados, sin que estos tengan la percepción de ser beneficiarios de las políticas sociales. Al mismo tiempo, constatan cómo una parte importante del trabajo autónomo escapa al control fiscal, provocando indignación respecto de aquellos que han hecho de las políticas fiscales el centro del concepto de ciudadanía.
En las capas populares, el acceso al trabajo y a los servicios públicos se plantea en términos de competencia con los ciudadanos extranjeros llegados en busca de una vida mejor. Si ya sin crisis la convivencia tiene problemas, cuando se produce en un contexto de agobios económicos se abren las puertas para los discursos populistas y xenófobos. Y la socialdemocracia aparece sin respuestas ante el discurso simplista y demagógico de la derecha.
Mientras, los ciudadanos comprueban que, frente a medidas de ajuste y recortes, no se contraponen otras para acabar con los paraísos fiscales, no se gravan las grandes transacciones bancarias, no se establecen impuestos por el deterioro medioambiental. Y los jóvenes instalados en la precariedad, como describió Díaz-Salazar en este diario, sienten que por primera vez en muchas décadas pueden ser una generación cuyo futuro sea peor que el de sus padres.
La socialdemocracia debe abandonar esa tierra de nadie para volver al lugar que le corresponde. Tony Judt en Algo va mal dice: “La socialdemocracia no representa un futuro ideal; ni siquiera representa un pasado ideal. Pero es la mejor de las opciones que tenemos hoy”.
Hay mucho que defender y también hay cosas que corregir. Propongo, al menos, la revisión de dos elementos imprescindibles para revitalizar la socialdemocracia en España: reforma del modelo fiscal con propuesta de gobierno económico europeo y recuperación de la primacía de la política sobre la economía, acompañada de nuevas y mejores fórmulas de participación.
En relación con la reforma fiscal es necesario aflorar la economía sumergida; no solo por una cuestión económica -hablamos de algo más del 20% del PIB-, sino también por pedagogía política. No hay nada más corrosivo socialmente que la cultura del fraude. Y, además, no defiendo una subida de los impuestos sino una mejor distribución de la carga tributaria, más justa y más equitativa. No puede ser que las rentas del trabajo sean las que soporten el peso de los ingresos fiscales. En el gasto, también hay que ser más equitativos. Las ayudas públicas que no discriminan en función del nivel de renta contribuyen a aumentar la brecha social.
La socialdemocracia debe abanderar el fortalecimiento de la Unión Europea en un momento en que aparece la renacionalización de políticas que estaban integradas: Schengen, alertas alimentarias… Hay que defender Europa, simplificar los mecanismos de la UE, acercar Europa a los ciudadanos.
Para recuperar su espacio, la socialdemocracia debe apostar por ampliar la participación ciudadana en los asuntos públicos. No pienso solo en listas abiertas, sino también en consultas populares, limitación de mandatos de cargos públicos, transparencia en las retribuciones y en las contrataciones públicas, incompatibilidades más rigurosas… Debemos volver a la primacía de la política sobre la economía. Los ciudadanos deben saber que, cuando se toma una decisión que les afecta, la toman sus representantes, y no poderes que escapan al control democrático. Hay que contar más con los ciudadanos, es ahí donde reside la fuerza de la política.
Decía Felipe González que un líder se forja, en primer lugar, cuando tiene empatía con sus conciudadanos, siente con ellos, sufre con ellos; en segundo lugar, cuando es capaz de trasladar que tiene capacidad para modificar el estado de las cosas, para pasar del pesimismo al optimismo; y, por último, cuando se tienen “las espaldas anchas” para soportar toda crítica. Para volver a su territorio natural, la socialdemocracia tiene que hacer algo parecido: estar con los que necesitan de la política porque es imprescindible para mejorar su vida, y recuperar un discurso y una acción que la haga reconocible. Debe salir de la tierra de nadie.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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