Por Ekmeleddin Ihsanoglu, secretario general de la Organización de la Conferencia islámica. Traducido del inglés por Carlos Manzano (Project Syndicate, 07/04/11):
Las revoluciones en Túnez y Egipto ofrecen ejemplos de transiciones en el poder en gran medida pacíficas después de decenios de inquebrantable gobierno autoritario. Sin embargo, el cambio en esos y otros países tomó por sorpresa al mundo.
La expresión “primavera árabe” lleva ya meses apareciendo con insistencia en el debate político y en los medios de comunicación occidentales. Muchos musulmanes que viven en Occidente están contemplando también atentamente los acontecimientos en esa región con la esperanza de que sus correligionarios disfruten pronto de mayores derechos, libertades y protecciones conforme al Estado de derecho, como han hecho ellos mismos durante muchos decenios.
Pero no está garantizado que semejantes transiciones vayan a tener resultados pacíficos. De hecho, la situación actual en Libia, Baréin y Yemen es extraordinariamente preocupante y la búsqueda de soluciones políticas viables en esos países va a ser muy ardua no sólo para el mundo musulmán, sino también para Occidente y para toda la comunidad internacional.
Sin embargo, sería un error caracterizar las relaciones entre el mundo islámico y Occidente sólo a la luz de los actuales movimientos de masas árabes. Hay otro aspecto de la relación: el islam en Occidente, es decir, los asuntos relativos a los musulmanes que viven en sociedades occidentales, en particular en Europa.
Un informe publicado en mayo de 2010 por el Consejo de Europa y titulado Islam, Islamism, and Islamophobia in Europe reconocía que Europa ha sido un hogar para musulmanes durante muchos siglos y reconocía la contribución de la civilización islámica a la cultura europea. Aun así, como observaba también el informe, hoy los musulmanes en Europa se sienten socialmente excluidos, estigmatizados y discriminados. De hecho, han llegado a ser víctimas de estereotipos por sus tradiciones religiosas y culturales.
En los medios de comunicación más importantes de Europa y entre sus partidos políticos –por ejemplo, el Partido Popular danés, el Partido de la Libertad holandés, el Frente Nacional francés, el Partido Popular suizo, la Liga de Defensa inglesa, La Liga del Norte italiana y el Partido de la Libertad austríaco– se ve una ola en ascenso de retórica islamofóbica. Partidos semejantes existen o están surgiendo en toda Europa.
Esta situación sólo sirve para recordarnos el conocimiento insuficiente entre muchos europeos de las raíces comunes y las conexiones históricas que vinculan al mundo islámico con Occidente. También indica la necesidad de nuevas relaciones basadas en la comprensión, la tolerancia y el respeto de la diversidad cultural.
Según el informe de la Fundación Pew sobre la religión en la vida pública de septiembre de 2010, la población musulmana total en la Europa occidental asciende a más de 17 millones de personas. En países como Austria, Bélgica, Francia, Alemania, los Países Bajos, Suecia y Suiza, los musulmanes representan el cinco por ciento o más de la población. Se debe apoyarlos y alentarlos para que desempeñen plenamente su papel en la comunidad y en la vida pública.
La Organización de la Conferencia islámica, como segunda organización internacional del mundo por su tamaño, está comprometida en la cooperación con la comunidad internacional para fomentar y consolidar la paz, la estabilidad, la armonía, la seguridad y el desarrollo mundiales. Como he subrayado en muchas ocasiones, la OCI se rige por los principios de moderación y modernización. Los documentos básicos de la OCI, como, por ejemplo, el Programa Decenal de Acción y su nueva Carta, ofrecen una hoja de ruta con amplitud de miras para afrontar los imperativos que tiene ante sí el islam en el siglo XXI.
Las diversas culturas deben complementarse y mejorarse mutuamente. Sólo cuando las comunidades y las culturas se comunican y se respetan mutuamente, se fomentan la tolerancia, la estabilidad y la prosperidad. Levantar la voz contra la islamofobia no es negar la existencia del odio a otras religiones y nosotros, los musulmanes, debemos extender la mano en pro de la cooperación para contrarrestar el antisemitismo, la cristianofobia y las concepciones erróneas sobre la cultura occidental.
No debemos ser rehenes de nuestros extremistas. Cuando toda la comunidad internacional está luchando contra la radicalización y el terrorismo, creemos firmemente que ese esfuerzo debe formar parte de todo un empeño encaminado a la creación de un mundo mejor, basado en la diversidad cultural, en el que se respeten debidamente la dignidad humana, los derechos humanos y la libertad fundamental.
Cuando Barack Obama llegó a ser Presidente de los Estados Unidos, prometió un nuevo capítulo en las relaciones entre el mundo islámico y Occidente. En su primera visita como Presidente, al dirigirse al Parlamento turco, dijo:
“Los Estados Unidos no están –ni estarán nunca– en guerra con el islam. (…) Su relación con la comunidad musulmana, con el mundo musulmán, no puede –ni podrá– basarse exclusivamente en la oposición al terrorismo. Aspiramos a un compromiso más amplio basado en el interés y el respeto mutuos. Escucharemos atentamente, superaremos los malentendidos y buscaremos puntos en común. Seremos respetuosos, aun cuando no estemos de acuerdo. Transmitiremos nuestro más profundo aprecio a la fe islámica, que tanto ha hecho a lo largo de los siglos para moldear el mundo… incluido mi propio país”.
Aunque ha habido muchos obstáculos en el camino hacia las buenas relaciones, este año podría brindar una oportunidad excepcional para forjar una nueva actitud de tolerancia y comprensión entre los pueblos del mundo islámico y Occidente. Puede que debamos contar con las comunidades musulmanes dentro de las sociedades occidentales para que brinden orientación y dirección con vistas al futuro. Se deben crear y mantener más oportunidades de encuentros amplios y profundos entre los musulmanes y los no musulmanes en los niveles individual e institucional. A la luz de las posibilidades existentes para que haya un nuevo clima de apertura política en los países de mayoría musulmana, dichos encuentros pueden ser más posibles que nunca.
Lo más importante es que las organizaciones y las personas comprometidas deben unirse y movilizarse para aislar a los extremistas… y mantenerse unidas en la labor de desarrollo de la cultura de la tolerancia y del respecto necesarios para garantizar el pleno disfrute de nuestros derechos. Ésa es la única vía para avanzar por parte del mundo islámico y de Occidente… y para el islam en Occidente.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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