Por Llorenç Valverde, vicerrector de Tecnología de la UOC (EL PERIÓDICO, 08/04/11):
La conmutación de paquetes -la revolución del siglo XX en el mundo de las comunicaciones- estaba allí, esperando que alguien se diera cuenta. Y los primeros fueron Donald Davies en Inglaterra y Paul Baran en Estados Unidos, que la descubrieron por separado, cada uno a un lado del Atlántico. Hasta entonces, los sistemas de comunicación descansaban en la conmutación de circuitos. De hecho, aún hoy el sistema telefónico lo hace: cada vez que alguien marca un número de teléfono, lo que hace esencialmente es montar un circuito que conecta -por medio de las centrales que sean necesarias- los dos terminales. Este circuito solo sirve para esta comunicación y está activo únicamente mientras esta dura. Cuando la comunicación termina, queda desmontado y los correspondientes segmentos que lo integraban quedan a disposición de otra llamada. La red física de apoyo para esta forma de comunicación tiene que estructurarse a partir de unos nodos centrales, por medio de los que se conectan los terminales que entran en contacto.
Lo que Davies y Baran vieron, en el comienzo de la década de los 60, era otro sistema de comunicaciones que no requería que hubiera un circuito dedicado a cada conversación o intercambio de mensajes: se trataba de chapar el mensaje en trozos pequeños, llamados paquetes, etiquetarlos convenientemente -identificador, lugar de salida, destino y número de orden-, y soltarlos por la red, de forma que cada paquete encontrase su camino y, al llegar a su destino, se volvieran a añadir en el orden oportuno para reconstruir el mensaje. A esta forma de actuar se la denomina conmutación de paquetes y nos debería resultar familiar, muy familiar, porque es la manera en que circula la información por internet. Entre las muchas virtudes que tiene, una de las más relevantes precisamente es que, a diferencia de lo que pasa con la conmutación de circuitos, funciona muy bien sobre una red física distribuida, sin que sea preciso que un nodo sea más importante que los otros.
Paul Baran, un ingeniero electrónico que entonces trabajaba para la Rand Corporation, estaba preocupado por la debilidad de la estructura de la red telefónica americana, que dependía esencialmente de pocos nodos, de manera que la destrucción de uno de ellos podía significar una gran traba para comunicar una parte de Estados Unidos con la otra. Por aquí llegó a la conmutación de paquetes y se acercó al gigante de las comunicaciones ATT para exponerle el problema y la solución basada en la conmutación de paquetes, solución que hoy apenas empezamos a usar con el nombre de telefonía IP o voz IP. La respuesta de los responsables de la ATT ha quedado para la historia: «No funcionará, y además, si llegase a funcionar, no creerá usted que vamos a dejar alegremente que se levante un sistema alternativo al nuestro». Y es por eso por lo que, pese a la disposición de los militares a financiar un proyecto como el de Baran, con unos argumentos muy calientes en plena guerra fría, la telefonía IP ha debido esperar 40 años para empezar a ser desarrollada. En 1964, Baran publicó -la parte publicable- sus hallazgos en un informe titulado On Distributed networks (Sobre redes de distribución), aún hoy disponible en la web de la Rand Corporation.
Pero lo peor de todo no es esto, sino que este proyecto fallido de Baran sirvió para alimentar una de las leyendas urbanas más persistentes y características de nuestros días, la que atribuye los orígenes de internet a la idea de construir una red de comunicaciones que sería resistente a un ataque nuclear, de tal manera que, si un nodo resultaba destruido por uno de esos ataques, la comunicación no quedaría interrumpida; una confusión generada a partir de atribuir a Arpanet los argumentos que Paul Baran había usado en su propuesta de construir una red de voz basada en la conmutación de paquetes. La leyenda de los orígenes atómicos de internet ha sido escrita y explicada numerosas veces y está muy instalada en todas partes, hasta el punto de que todavía hoy se explica como buena, incluso en muchos cursos universitarios. No, no fue por eso: el objetivo de los creadores de internet era ayudar a compartir recursos informáticos, entonces escasos. De hecho, en aquel momento
-1969- se pensaba que, lejos de las máquinas universales que son hoy en día, los ordenadores estarían especializados -tratamiento de listas, unos; gráficos, otros, etcétera-,
y se trataba de hacer posible que con pocas máquinas bastase para todo el mundo: este era el auténtico objetivo que perseguían los pioneros de la red de redes. Eso sí, desde el principio sus impulsores se dieron cuenta de las ventajas que ofrece la conmutación de paquetes respecto de la conmutación de circuitos y decidieron usarla como base de la red Arpanet, precursora de internet. Y de ahí la leyenda urbana que costará erradicar, dado que son unas cuantas las generaciones que la han tenido que escuchar como cierta.
Paul Baran murió el 26 de marzo en Palo Alto, California. Tenía 84 años.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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