Por Banana Yoshimoto, escritora japonesa.© 2011, Banana Yoshimoto. Traducción del japonés: Toshihiko Fukuda y Zipango (EL PAÍS, 08/04/11):
Es algo diferente de lo que todos ustedes piensan. En Tokio, la gente lleva una vida prácticamente normal. En lo referente al accidente de la central nuclear, estamos recibiendo bastante información, y los cortes en el suministro eléctrico tampoco son demasiado graves, ya que se realizan por franjas horarias y por zonas.
Sin embargo, puedo decir que la situación en el área de Tohoku (la zona más afectada por el terremoto y el tsunami) es mucho más grave de lo que se ve en las noticias.
Tanta tragedia me hace perder las palabras. Rezo por las almas de las víctimas y espero que la situación de los refugiados de esas zonas, que tanto frío están pasando sin ni siquiera suministro de productos básicos para vivir, vuelva a la normalidad lo antes posible.
Puedo sentir que la gente que está en primera línea de la catástrofe, Tepco (Tokyo Electric Power Company) y la Fuerza de Defensa Propia (SDF), están haciendo todo lo posible, aunque siga habiendo críticas.
Cuando se produjo el terremoto, yo estaba con mi marido en el coche en la zona de Meguro, Tokio. Iba de camino al colegio de mi hijo para recogerle. El coche fue sacudido por el temblor y mi marido tuvo que parar a un lado de la calle diciendo que podía perder el control del volante. Contemplé que la parte superior de los rascacielos que se veían a lo lejos estaba moviéndose de derecha a izquierda y el cielo tenía un color inusual. Entendí que pasaba algo grave. Veía a mucha gente salir de los edificios, pero extrañamente todos estaban en calma.
Twitter y Viber fueron los medios que más sirvieron para comunicarse. Por ellos, pude saber que mis amigos y la gente de mi oficina estaban a salvo. Ni el teléfono móvil, ni el chat de Facebook, ni Skype funcionaban en aquel momento. Recogí a mi hijo del colegio y llegamos a casa sintiendo las réplicas. Todos los libros de las estanterías se habían caído al suelo, pero prácticamente nada se había roto. Creo que eso fue lo que pasó en Tokio.
Invité a casa al equipo de mi oficina que no pudo volver a su hogar, y comencé a ver las noticias en la televisión.
Viendo imágenes tan trágicas del tsunami, entendí claramente que había muerto muchísima gente. Pensé que, cuando hay una tragedia como esta, no es bueno tener encendido el televisor constantemente, aparte del momento necesario para mantenerse informado. Ver repetidamente esas trágicas imágenes hace que la gente tenga sensación de culpabilidad e impotencia. Especialmente esto afecta a los niños.
TV Tokio fue la primera cadena que dejó de emitir este tipo de imágenes, lo que supuso la aprobación de la audiencia.
Durante los primeros días después del terremoto estuve muy tensa ya que la situación de la central nuclear era extremadamente grave, pero ahora estoy algo más tranquila. Tampoco había un movimiento fluido de mercancías, y mucha gente intentó comprar en exceso productos para la vida cotidiana, pero eso también ha comenzado a calmarse, aunque todavía no es fácil conseguir gasolina.
Se ha podido ver la grandeza del pueblo japonés en el momento en que la gente comenzó a ahorrar energía cuando se produjo el llamamiento por parte del Gobierno. La ciudad está oscura, pero hay menos sensación de impotencia. Incluso en Shibuya, el barrio habitualmente más iluminado (sin tener necesidad), ahora tiene una iluminación más discreta. Creo que es una experiencia importante para todos.
Habrá gente que diga que decir esto es un sacrilegio, pero al mismo tiempo que pensamos en la gente que ha muerto y lloramos por ella, necesitamos esperanza para vivir. En estos momentos tan difíciles lo más importante es sentir que estamos conectados con la familia y los seres queridos, verles y sentarte a comer con ellos. Mi familia y mis amigos, la noche que todos se quedaron en casa, decidimos salir a cenar a un restaurante. Me acordaré el resto de mi vida de aquellas sonrisas cruzadas con la gente del restaurante, el cual estaba muy oscuro por el ahorro de energía. La amistad y el amor son, sin duda, la esperanza.
Pienso que es trabajo de un escritor expresar esperanza, no de una forma alocada, sino fundamentada en un método. Tenemos que ayudar a la gente para que se sumerja en la parte más preciosa y libre de su propio corazón.
Cuando era pequeña me gustaba la película de Darío Argento Dawn of the dead y la vi muchas veces. Ver las imágenes de peligrosidad en una situación aislada en la película me ayudó en la vida real, por vivir la misma experiencia. Mi corazón no se doblegó. El arte es una fuerza real.
Aún llegará mucha información incierta, pero seguiré escribiendo novelas, observando al mundo con más calma.
Como persona del pueblo japonés me siento orgullosa de ver que casi toda su gente es amable, se ayudan mutuamente y piensan de una forma positiva.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
No hay comentarios.:
Publicar un comentario