Por Fawaz A. Gerges, director del Centro de Oriente Medio en la London School of Economics, Univ. de Londres (LA VANGUARDIA, 01/04/11):
Casi dos semanas de intensos bombardeos y la puesta en práctica de la zona de exclusión aérea en Libia a cargo de las fuerzas lideradas por la coalición occidental no han quebrantado la determinación del coronel Muamar Gadafi ni han domeñado a sus seguidores. Las últimas semanas han demostrado, por el contrario, que Libia se halla mucho más dividida de lo que el mundo había creído.
El principal desafío a que hace frente la oposición estriba en tender la mano a los seguidores tribales de Gadafi y alos escépticos y no participantes en la lucha a fin de calmar sus temores y recelos. La reconciliación es el único medio de evitar una dilatada y costosa guerra civil, un conflicto que podría permitir a Gadafi recuperar cierto grado de control.
Los ataques de la coalición han debilitado notablemente la infraestructura militar de Gadafi, y han allanando el camino para que los rebeldes puedan acercarse a varias localidades costeras e importantes instalaciones petrolíferas entre las que se cuentan Ajdabiya, Ras Lanuf, Brega, Uqayla y Ben Jauad. Sin embargo, cuando los rebeldes toparon con la resistencia de fuerzas favorables a Gadafi se retiraron de la localidad de Nawgaliya, a más de cien kilómetros de la ciudad natal de Gadafi, Sirte, a la localidad costera de Ben Jauad, a unos veinte kilómetros más al este. Según un portavoz del Pentágono en Washington, el vicealmirante Bill Gortney, cualquier logro militar de las fuerzas rebeldes sería poco firme debido a su falta de estructura organizativa.
Es difícil medir los efectos de los ataques aéreos sobre el círculo íntimo de Gadafi. Hay rumores no confirmados de que algunos de sus más próximos colaboradores han tanteado la posibilidad de escapar. Sin embargo, el entorno de Gadafi defiende denodadamente las ciudades y localidades recuperadas de manos rebeldes hace unos diez días. Que sigan enfrentándose con perseverancia a las fuerzas internacionales no debería ser motivo de sorpresa dada la estructura tribal de la sociedad libia, la actitud manipuladora de Gadafi y la utilización y búsqueda de complicidad con relación a las divisiones tribales y elementos aliados.
El hecho aún más alarmante es que las fuerzas de Gadafi han logrado introducirse en zonas urbanas del país. Para derrotar a estos fieles será menester disponer de fuerzas sobre el terreno que libren una larga y sangrienta guerra de guerrillas. Y los civiles, indudablemente, se convertirán en objetivos. Por más que la coalición occidental arme y entrene a los rebeldes y expulse a Gadafi del poder, es probable que la situación del día después sea enmarañada, costosa y aún más incierta. Libia parece estar deslizándose hacia un prolongado conflicto sin luz al final del túnel.
La cuestión determinante es si los rebeldes son capaces de suturar la brecha cada vez mayor entre el este y el oeste coordinando rápidamente sus acciones para crear una poderosa organización militar capaz de doblegar a Gadafi. El movimiento opositor irrumpió en escena sin liderazgo bien organizado ni apoyo institucional. Era espontáneo e incluso el personal militar desertor no ha aportado el armamento pesado, la infraestructura y capacidad de organización necesarias para inclinar la balanza en lo que empieza a asemejarse desagradablemente a una guerra civil.
Aun vehementes y entusiastas, los rebeldes carecen de un liderazgo centralizado y coherente y de capacidad operativa y decisoria de mando y control. La mayoría carece de básicas técnicas de combate.
Existe el peligro real de que surja una situación de punto muerto en Libia en la que Gadafi y sus secuaces sigan en el poder en torno a Trípoli y los rebeldes retengan la zona este en torno a Bengasi. Sería un resultado terrorífico por cuanto hundiría al país y las fuerzas occidentales se verían enredadas durante años en un país devastado por la guerra. Los generales estadounidenses, junto con sus homólogos europeos, ya han aludido a los peligros inherentes a la aventura libia.
La coalición occidental debe cumplir, empero, la resolución 1.973 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que autorizó únicamente la protección de la población civil libia, no un cambio de régimen.
En cualquier caso, los líderes occidentales deben abstenerse de ir más allá del mandato de las Naciones Unidas no sea que queden atrapados en las arenas movedizas libias alimentando en tal caso los sentimientos antioccidentales en la región. Aunque inicialmente en Oriente Medio la población apoyó la intervención humanitaria occidental en Libia, muchas voces están empezando a cuestionar la escalada militar y las intenciones occidentales.
Los libios, no los extranjeros, deberían ser los agentes de cambio en su sociedad, ardua tarea complicada aún más por décadas de opresión del régimen de Gadafi. Además de animar a la oposición a tender puentes con los partidarios de Gadafi, la comunidad internacional debería permitir que los italianos, la Unión Africana y los países árabes brinden un horizonte político y un mecanismo diplomático para escapar del abrazo mortal. En cualquier caso, las potencias occidentales, sobre todo la Administración Obama, deben resistir la tentación de proceder a una escalada militar en un esfuerzo tendente a establecer un cambio de régimen. Podría ser contraproducente y dañar el naciente movimiento democrático en Libia.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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