Por Abdullah al Faqih, profesor de Política en la Universidad de Saná. Traducción de Jesús Cuéllar Menezo (EL PAÍS, 06/04/11):
Desde comienzos de febrero, y siguiendo los pasos de Túnez y Egipto, Yemen está pasando por un periodo de agitación política. Aunque la retirada de la escena del presidente Ali Abdalá Saleh parece inevitable a corto plazo, aún no está claro cómo influirán los acontecimientos en la distribución del poder entre las fuerzas que pugnan por él. A continuación, figuran algunas ideas generales sobre los principales actores y especulaciones sobre cómo se verán afectados por el fin de Saleh, todo ello sin perder de vista que la política es un proceso dinámico y que las pérdidas y ganancias de cada uno dependerán de su habilidad, sus recursos y su esfuerzo.
El presidente Saleh. Seguramente, entre la lista de perdedores figure el presidente Saleh, en el poder durante casi 33 años: 12 en el antiguo Yemen del Norte y 21 en el Yemen unificado. El mantenimiento en el poder de Saleh, con frecuencia calificado de político astuto y de superviviente nato, y también la posibilidad de que lo pierda pueden atribuirse a su tendencia voraz a acumular poder y riqueza en sus manos y en las de sus hijos y sobrinos. A lo largo de su carrera, Saleh ha creado una extensa red clientelar para comprar a influyentes jefes tribales, jurisconsultos islámicos y destacados mandos militares. Pero ante la creciente demanda de participación política y económica, y la rápida reducción de los ingresos, la capacidad de Saleh para mantener una coalición políticamente viable ha comenzado a caer en picado.
Cuando Saleh se haya ido, seguramente sus hijos y sobrinos, además de algunos hermanastros, cuñados y el infame partido gobernante, el Congreso General del Pueblo (CGP), desaparezcan con él. Es probable que muchos poderosos miembros del CGP sobrevivan, bien por el sólido apoyo popular con que cuentan, bien por su escasa participación en el régimen de Saleh. En concreto, los reformistas del partido, gracias a sus habilidades políticas, su experiencia legislativa y sus contactos internos y externos, tienen las de ganar. Hasta ahora dos escisiones del CGP se han constituido en bloques independientes.
El movimiento juvenil. El levantamiento que actualmente tiene lugar en Yemen lo iniciaron decenas de estudiantes, activistas de la sociedad civil, licenciados en paro y personas frustradas con el comportamiento y la dinámica de los partidos políticos a los que pertenecen. Esos jóvenes, aun siendo política, social y geográficamente diversos, han establecido vínculos laxos a través de redes sociales, canales de televisión y actividades de organizaciones civiles. Puede que los jóvenes no lleven la voz cantante en la caída de Saleh, pero está claro que simbolizan la legitimidad del cambio, constituyéndose en centro de gravedad para los desafectos del régimen, entre ellos partidos políticos, empresarios, tribus y grupos de interés. Sus decenas de mártires, sobre todo los del 18 de marzo, cuando más de 52 jóvenes perdieron la vida, han desatado una cadena de deserciones en el régimen, inclinando finalmente la balanza en contra de Saleh y de sus allegados.
Seguramente los jóvenes, amparándose en el posible éxito de su revolución, se presenten como ganadores, aunque todavía resulta difícil calibrar la magnitud de su victoria. Los acuerdos posteriores a la caída de Saleh, las nuevas reglas del juego y las políticas adoptadas en el Yemen del día después indicarán la profundidad del cambio logrado por esos jóvenes. Sin embargo, para poder consolidar su poder revolucionario, necesitarán recursos económicos y técnicos adecuados, que les permitan competir social, política y económicamente con personalidades y familias de peso.
El CCP. El Comité Conjunto de Partidos (CCP), fundado en 2002, es una coalición relativamente cohesionada de por lo menos seis formaciones de oposición, de las que la más sólida es la Congregación Islámica para la Reforma, partido de orientación islámica moderada, conocido por su nombre abreviado en árabe: Islah (reforma). Después del Islah viene el Partido Socialista Yemení (PSY), partido único y gobernante en Yemen del Sur antes de la unificación. Aunque seguramente los partidos que forman el CCP hagan avances, en mayor o menor grado según cada formación, su propia existencia y fortaleza también se enfrentarán a graves amenazas. Por una parte, dentro de sí habrán de lidiar con facciones y miembros que tratarán de fomentar la democracia y la participación internas. Por otra, se verán ante el importante desafío de los partidos que se espera surjan de las cenizas del CGP, el movimiento secesionista del sur y la rebelión Huthi en el norte.
Lo positivo es que el conjunto de los partidos podrá beneficiarse si cambian las reglas del juego político, sobre todo si consiguen imponer un sistema electoral basado en listas que sustituya al actual, de circunscripción de candidato único.
Hashid y Bakeel. La sociedad yemení, a pesar de los cambios experimentados en el último medio siglo, se sigue considerando una sociedad tribal, quizá por el papel que desempeñan las dos confederaciones tribales más poderosas, en su mayor parte del norte: las de Hashid y Bakeel. Cuando Saleh, perteneciente a la tribu de Sanhan, integrante de la confederación de Hashid, tomó el poder en 1978, se apoyó en su propia tribu, la de Sanhan, y también en las demás tribus de la confederación de Hashid, marginando a la de Bakeel, rival de aquella. Al ir acumulando poder y riqueza en sus hijos y sobrinos, Saleh se enfrentó a la oposición tanto de la propia Sanhan como de otras tribus de Hashid. El mandatario respondió intentando realinearse con Bakeel, la tribu yemení más numerosa y la de más alcance geográfico. Sin embargo, a pesar de su volumen, Bakeel está más fracturada que Hashid y carece de su cohesión. Además, tradicionalmente poderosos jeques de la segunda habían mantenido estrechos vínculos con otros de la primera a través de matrimonios mixtos y empresas conjuntas, lo cual dificultaba que cualquier competidor se hiciera con el apoyo exclusivo de Bakeel.
El apoyo prácticamente unánime de Hashid y de Bakeel a las protestas, aunque sorprendente, podría explicarse mencionando dos factores: por una parte, los saudíes, que apoyan económicamente a importantes jeques de ambas confederaciones, han abandonado por completo al régimen de Saleh; por otra, en las dos confederaciones impera un profundo descontento con el régimen de Saleh. Se cree que ambas tribus, especialmente la de Hashid, considerada la gobernante, quedarán en el bando perdedor. Según algunos analistas, esta es la razón de que muchos mandos militares, entre ellos Alí Mohsen, el militar más influyente después de Saleh, hayan decidido unirse a la protesta, lo cual ha supuesto un gran golpe para este. Sin embargo, hace unos días el general Mohsen, de 70 años, declaró a los reporteros que no tenía interés ni en el poder ni en ocupar puestos de Estado. Además, no es cierto que las dos confederaciones se beneficiaran del patronazgo de Saleh y de otras formas de corrupción. Solo ciertos jeques y algunas familias se aprovecharon realmente, mientras que el grueso de ambas confederaciones sufría privaciones y miseria. Puede que, después de todo, las tribus no pierdan, sino que ciertos individuos y grupos tengan que esforzarse más por mantener su poder e influencia.
La comunidad internacional. Con frecuencia se dice que Saleh es un aliado clave de los estadounidenses y, desde luego, de los saudíes en la guerra contra el terrorismo. Pero lo más que se puede decir de él es que, para ambos países, ha sido un aliado difícil, del que no se puede decir si está de tu parte o de parte del enemigo. En consecuencia, al margen de lo que se comente sobre Saleh en los círculos oficiales de Estados Unidos y Arabia Saudí, parece que los dos países se beneficiarían de su marcha. Puede que tengan que invertir más en un Yemen posterior a Saleh, pero esa será una inversión de futuro.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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