Por Julio María Sanguinetti, ex presidente de Uruguay, abogado y periodista (EL PAÍS, 12/04/07):
¿El verborrágico presidente venezolano es ya, como pretende, el heredero de Fidel Castro en el imaginario revolucionario de una Latinoamérica que hoy vive la mayor bonanza del mercado internacional que se recuerda en el siglo? ¿Es el legatario de un antiimperialismo militante que un día tras otro ataca a los EE UU, haciéndolo fácil presa de su trágica aventura en Irak? ¿Encenderá la ilusión de los jóvenes desencantados de una democracia que no termina de ofrecer los paraísos prometidos?
Enzarzado en su fallida aventura asiática, el equipo de Washington no ha tomado el tema demasiado en serio, habida cuenta de que la exportación venezolana depende en un 90% del mercado norteamericano. Tampoco ha querido, deliberadamente, ofrecerle la oportunidad de un papel de víctima que ha sido tan ampliamente redituable para el régimen cubano. Últimamente, el propio presidente Bush ha mirado hacia Latinoamérica y su reciente viaje por cinco países parece ser el signo de una preocupación que crece. Pese al bombardeo periodístico, en todo momento ha eludido hablar de Chávez y su régimen, y a su retorno a Washington, sólo un funcionario ha considerado inamistoso el acto popular (en un estadio de fútbol de Buenos Aires) en que el presidente venezolano agravió a destajo a su colega yanqui, cuando -del otro lado del río de la Plata- visitaba Uruguay y Brasil. Dos semanas después de la visita de Bush a Brasil, el presidente Lula ha pernoctado en Camp David, donde no pisaba un latinoamericano desde los tiempos en que Salinas de Gortari firmaba su acuerdo de libre comercio y ligaba la economía mexicana a la de la potencia del Norte.
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¿El verborrágico presidente venezolano es ya, como pretende, el heredero de Fidel Castro en el imaginario revolucionario de una Latinoamérica que hoy vive la mayor bonanza del mercado internacional que se recuerda en el siglo? ¿Es el legatario de un antiimperialismo militante que un día tras otro ataca a los EE UU, haciéndolo fácil presa de su trágica aventura en Irak? ¿Encenderá la ilusión de los jóvenes desencantados de una democracia que no termina de ofrecer los paraísos prometidos?
Enzarzado en su fallida aventura asiática, el equipo de Washington no ha tomado el tema demasiado en serio, habida cuenta de que la exportación venezolana depende en un 90% del mercado norteamericano. Tampoco ha querido, deliberadamente, ofrecerle la oportunidad de un papel de víctima que ha sido tan ampliamente redituable para el régimen cubano. Últimamente, el propio presidente Bush ha mirado hacia Latinoamérica y su reciente viaje por cinco países parece ser el signo de una preocupación que crece. Pese al bombardeo periodístico, en todo momento ha eludido hablar de Chávez y su régimen, y a su retorno a Washington, sólo un funcionario ha considerado inamistoso el acto popular (en un estadio de fútbol de Buenos Aires) en que el presidente venezolano agravió a destajo a su colega yanqui, cuando -del otro lado del río de la Plata- visitaba Uruguay y Brasil. Dos semanas después de la visita de Bush a Brasil, el presidente Lula ha pernoctado en Camp David, donde no pisaba un latinoamericano desde los tiempos en que Salinas de Gortari firmaba su acuerdo de libre comercio y ligaba la economía mexicana a la de la potencia del Norte.
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