Por Manuel Jiménez de Parga, de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas (ABC, 11/04/07):
Se ha extendido la recomendación de sólo emplear en nuestro lenguaje las expresiones políticamente correctas. Una serie de tópicos, más o menos oficializados, se repiten con frecuencia. Las otras formulaciones, las heterodoxas, deben ser mal acogidas.
Acaso esto sea aquí una herencia del franquismo, sin perjuicio de la influencia norteamericana. En aquella época española -por fortuna ya lejana- se mencionaba mucho «la Revolución pendiente». Nunca se supo con certeza el cambio radical que se pretendía con esa invocación. Pero raro era el discurso político que no aludiera a «la Revolución pendiente». Así durante casi cuatro decenios.
Otra afirmación políticamente correcta en los años cuarenta del siglo XX era achacar todos los males a «la pertinaz sequía». Es cierto que entonces llovió poco en varias zonas de España. Sin embargo, el subdesarrollo que padecíamos no fue debido exclusivamente a que las nubes del cielo no descargaran.
Estos tópicos de antaño fueron simples expresiones triviales, carentes como tales de importancia y novedad. Menos inocuas resultan algunas de las frases que a diario se repiten en los actuales medios de comunicación. Son los componentes de un lenguaje políticamente incorrecto.
Porque no es admisible que se nos presente a un personaje como «portavoz de la ilegalizada Batasuna». Si la organización ha sido ilegalizada, nadie, en un Estado de Derecho, está autorizado para actuar públicamente en su nombre. Lo que ha quedado fuera del Ordenamiento jurídico tiene que ser excluido también del debate público. Considerar a alguien portavoz de lo que está ilegalizado resulta jurídicamente escandaloso.
También nos asombran los razonamientos que se hacen sobre «el proceso de paz». En este caso la palabra «paz» se desfigura. Sólo quienes están en una guerra pueden anhelar la paz. Y en el País Vasco no se ha declarado la guerra entre dos contendientes con sus correspondientes ejércitos. Una banda de asesinos nunca ha de ser considerada un ejército enfrentado a una determinada situación. La idea de paz nos obliga a considerar la idea de guerra. Y si no existe una lucha armada entre dos contendientes, resulta incorrecto hablar de «proceso de paz».
Continuar leyendo.
Se ha extendido la recomendación de sólo emplear en nuestro lenguaje las expresiones políticamente correctas. Una serie de tópicos, más o menos oficializados, se repiten con frecuencia. Las otras formulaciones, las heterodoxas, deben ser mal acogidas.
Acaso esto sea aquí una herencia del franquismo, sin perjuicio de la influencia norteamericana. En aquella época española -por fortuna ya lejana- se mencionaba mucho «la Revolución pendiente». Nunca se supo con certeza el cambio radical que se pretendía con esa invocación. Pero raro era el discurso político que no aludiera a «la Revolución pendiente». Así durante casi cuatro decenios.
Otra afirmación políticamente correcta en los años cuarenta del siglo XX era achacar todos los males a «la pertinaz sequía». Es cierto que entonces llovió poco en varias zonas de España. Sin embargo, el subdesarrollo que padecíamos no fue debido exclusivamente a que las nubes del cielo no descargaran.
Estos tópicos de antaño fueron simples expresiones triviales, carentes como tales de importancia y novedad. Menos inocuas resultan algunas de las frases que a diario se repiten en los actuales medios de comunicación. Son los componentes de un lenguaje políticamente incorrecto.
Porque no es admisible que se nos presente a un personaje como «portavoz de la ilegalizada Batasuna». Si la organización ha sido ilegalizada, nadie, en un Estado de Derecho, está autorizado para actuar públicamente en su nombre. Lo que ha quedado fuera del Ordenamiento jurídico tiene que ser excluido también del debate público. Considerar a alguien portavoz de lo que está ilegalizado resulta jurídicamente escandaloso.
También nos asombran los razonamientos que se hacen sobre «el proceso de paz». En este caso la palabra «paz» se desfigura. Sólo quienes están en una guerra pueden anhelar la paz. Y en el País Vasco no se ha declarado la guerra entre dos contendientes con sus correspondientes ejércitos. Una banda de asesinos nunca ha de ser considerada un ejército enfrentado a una determinada situación. La idea de paz nos obliga a considerar la idea de guerra. Y si no existe una lucha armada entre dos contendientes, resulta incorrecto hablar de «proceso de paz».
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