Por Adam Michnik, director del diario polaco Gazeta Wyborcza, autor de Letters From Freedom y profesor visitante de la Universidad de Princeton (EL MUNDO, 28/03/07 - THE NEW YORK TIMES, 25/03/07):
Durante muchos años, el término Europa central estuvo ausente del vocabulario de los norteamericanos. En su lugar se utilizaba una expresión simple: bloque soviético. La adhesión de Polonia, Hungría, la República Checa, Eslovaquia, los estados bálticos y, posteriormente, Bulgaria y Rumanía a la Unión Europea (UE) conlleva un cambio no sólo en la dimensión simbólica del lenguaje sino también en las dimensiones geopolíticas y espirituales. Hemos cambiado el bloque soviético por la Unión Europea, cuya idea tomó forma jurídica por primera vez hace ahora 50 años.
La historia de los polacos en relación con Europa es bastante diferente de la de los franceses, los alemanes, los españoles o los portugueses. En septiembre de 1939 nuestro país se convirtió en víctima de una doble agresión, la del III Reich de Hitler en el primer día de ese mes y en la de la Unión Soviética de Stalin en el 17.
En una noche de enero de 1940, los habitantes de la Polonia ocupada tuvieron la posibilidad de oír una alocución de Winston Churchill en sus radios ilegales. «En este conflicto amargo y progresivamente más erizado de dificultades que se extiende ante nosotros» -dijo Churchill-, «estamos decididos a no dejar nada atrás y a no dejarnos superar por nadie en el servicio a la causa común. Vamos a hacer que esas grandes ciudades de Varsovia, de Praga, de Viena, destierren su desesperación incluso en medio de su agonía. Su liberación es segura. Llegará el día en que las campanas de gloria repicarán otra vez a lo largo y ancho de Europa y en el que las naciones victoriosas, dueñas no sólo de sus enemigos sino también de sí mismas, planearán y construirán conforme a la justicia, la tradición y la libertad una casa con muchas habitaciones en la que habrá un lugar para todos».
Para los que durante los años de oposición democrática a la dominación comunista pasamos por el trance de la actividad clandestina y la prisión, este día de gloria llegó hace cuatro años cuando, en un referéndum nacional, los polacos decidieron sumarse a la Unión Europea por una mayoría decisiva. Se había hecho realidad un sueño alimentado durante años y años.
¿Cuál era el contenido de este sueño? Democracia en lugar de dictadura, pluralismo en lugar de monopolio, ley en lugar de ausencia de ley, libertad de prensa en lugar de censura, diversidad en lugar de uniformidad, fronteras abiertas en lugar de alambradas de espino, tolerancia en lugar de una ideología imperante, creatividad en lugar de obediencia ciega, posibilidad de bienestar y desarrollo en lugar de pobreza y atraso; finalmente, y más importante, soñábamos con el derecho del hombre a su dignidad, el final del sometimiento de las personas como propiedad del Estado.
En la época del referéndum de adhesión de Polonia a la UE, hace cuatro años, este sueño resultó convincente para los polacos. Ahora que ya tenemos ese sueño entre las manos, Polonia y otros estados de la Europa del Este han empezado a darle la espalda. De los tres partidos de la coalición de Gobierno que llegó en Polonia al poder en las elecciones de hace un año y medio, el principal de ellos, el Partido de la Ley y la Justicia, estaba dividido en torno al tema de la adhesión de Polonia a la Unión Europea. Los otros dos eran manifiestamente escépticos. La trayectoria de éxitos de estos partidos en el ejercicio del poder es lamentablemente escasa y da vergüenza entrar en detalles.
Continuar leyendo.
Durante muchos años, el término Europa central estuvo ausente del vocabulario de los norteamericanos. En su lugar se utilizaba una expresión simple: bloque soviético. La adhesión de Polonia, Hungría, la República Checa, Eslovaquia, los estados bálticos y, posteriormente, Bulgaria y Rumanía a la Unión Europea (UE) conlleva un cambio no sólo en la dimensión simbólica del lenguaje sino también en las dimensiones geopolíticas y espirituales. Hemos cambiado el bloque soviético por la Unión Europea, cuya idea tomó forma jurídica por primera vez hace ahora 50 años.
La historia de los polacos en relación con Europa es bastante diferente de la de los franceses, los alemanes, los españoles o los portugueses. En septiembre de 1939 nuestro país se convirtió en víctima de una doble agresión, la del III Reich de Hitler en el primer día de ese mes y en la de la Unión Soviética de Stalin en el 17.
En una noche de enero de 1940, los habitantes de la Polonia ocupada tuvieron la posibilidad de oír una alocución de Winston Churchill en sus radios ilegales. «En este conflicto amargo y progresivamente más erizado de dificultades que se extiende ante nosotros» -dijo Churchill-, «estamos decididos a no dejar nada atrás y a no dejarnos superar por nadie en el servicio a la causa común. Vamos a hacer que esas grandes ciudades de Varsovia, de Praga, de Viena, destierren su desesperación incluso en medio de su agonía. Su liberación es segura. Llegará el día en que las campanas de gloria repicarán otra vez a lo largo y ancho de Europa y en el que las naciones victoriosas, dueñas no sólo de sus enemigos sino también de sí mismas, planearán y construirán conforme a la justicia, la tradición y la libertad una casa con muchas habitaciones en la que habrá un lugar para todos».
Para los que durante los años de oposición democrática a la dominación comunista pasamos por el trance de la actividad clandestina y la prisión, este día de gloria llegó hace cuatro años cuando, en un referéndum nacional, los polacos decidieron sumarse a la Unión Europea por una mayoría decisiva. Se había hecho realidad un sueño alimentado durante años y años.
¿Cuál era el contenido de este sueño? Democracia en lugar de dictadura, pluralismo en lugar de monopolio, ley en lugar de ausencia de ley, libertad de prensa en lugar de censura, diversidad en lugar de uniformidad, fronteras abiertas en lugar de alambradas de espino, tolerancia en lugar de una ideología imperante, creatividad en lugar de obediencia ciega, posibilidad de bienestar y desarrollo en lugar de pobreza y atraso; finalmente, y más importante, soñábamos con el derecho del hombre a su dignidad, el final del sometimiento de las personas como propiedad del Estado.
En la época del referéndum de adhesión de Polonia a la UE, hace cuatro años, este sueño resultó convincente para los polacos. Ahora que ya tenemos ese sueño entre las manos, Polonia y otros estados de la Europa del Este han empezado a darle la espalda. De los tres partidos de la coalición de Gobierno que llegó en Polonia al poder en las elecciones de hace un año y medio, el principal de ellos, el Partido de la Ley y la Justicia, estaba dividido en torno al tema de la adhesión de Polonia a la Unión Europea. Los otros dos eran manifiestamente escépticos. La trayectoria de éxitos de estos partidos en el ejercicio del poder es lamentablemente escasa y da vergüenza entrar en detalles.
Continuar leyendo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario