Por Bruce Mazlish, profesor emérito de Historia del Massachusetts Institute of Technology (MIT) y autor de La nueva historia global, Routledge, 2006. © Yale Center for the Study of Globalization. Traducción: José María Puig de la Bellacasa (LA VANGUARDIA, 11/04/07):
En nuestro mundo crecientemente globalizado se detecta la existencia de una voz insistente - cuyos ejemplos frecuentes pueden advertirse tanto en titulares de prensa como en artículos de revista e imágenes de televisión alusivas a actos de violencia inspirada por fanatismos religiosos- que exclama “¡Dios se alza con la victoria!” de forma y modo que, según tal perspectiva, la laicidad de hecho habría concluido sus días. Además - se razona- el soplo confesional en la política es una guía mejor, más positiva y segura para el presente y para el futuro. No obstante, considero que al actual resurgimiento religioso se le dispensa una atención desproporcionada al tiempo que los medios de comunicación deforman y tergiversan la propia realidad en la que la perspectiva en este caso laicista - definida aquí como indiferencia o rechazo de las creencias o convicciones religiosas- ha ido ganando terreno permanentemente.
Por otra parte, una perspectiva más amplia y con sentido histórico indica de hecho que los despliegues y manifestaciones de gran fervor religioso que presenciamos casi a diario son precisamente resultado de un creciente proceso de laicización en lugar de ser atribuibles, por el contrario, a su declive y decadencia. Presenciamos, en efecto, una reacción contra la amenaza encarnada por la modernización y la globalización que remite a la actitud de quienes sienten que están perdiendo la partida y, de forma desesperada, intentan volver a la fe tradicional;sólo que, en la cuestión que nos ocupa, una reformulación radical ha suplantado la dimensión tradicional de la religión (como, por lo demás, ya ha ocurrido otras veces).
¿De qué indicios o pruebas disponemos de un resurgimiento de lo laico a largo plazo?
China, país donde vive una quinta parte de la población mundial, no experimenta actualmente un renacimiento religioso (el movimiento Falun Gong, de hecho, no prospera allí notablemente); el nacionalismo disfrazado de comunismo parece satisfacer las necesidades de las autoridades como también de la mayoría de la población.
Rusia, aunque presencia un renacimiento religioso, no es en esencia una sociedad religiosa. Lo propio puede decirse de Japón aunque por razones muy diferentes (dejando aparte el sintoísmo, una fe secular).
Europa, por su parte - hogar de otros quinientos millones de habitantes de la población mundial- se ha secularizado de forma creciente pese a esporádicas llamaradas de espíritu religioso. El tributo más reciente prestado a las fuerzas laicas ha sido el reconocimiento de que el verdadero enemigo de la Iglesia católica en Occidente estriba en una sociedad crecientemente laica y secularizada.
El problema de referencia se plantea más bien en Oriente Medio y África así como, específicamente, en el caso de las confesiones musulmana y cristiana. Estados Unidos constituye un caso aparte, en cuyo seno una sociedad laica muestra la impronta de elementos religiosos que reaccionan combatiendo para conservar una posición de predominio que se les escapa entre sus dedos.
En nuestro mundo crecientemente globalizado se detecta la existencia de una voz insistente - cuyos ejemplos frecuentes pueden advertirse tanto en titulares de prensa como en artículos de revista e imágenes de televisión alusivas a actos de violencia inspirada por fanatismos religiosos- que exclama “¡Dios se alza con la victoria!” de forma y modo que, según tal perspectiva, la laicidad de hecho habría concluido sus días. Además - se razona- el soplo confesional en la política es una guía mejor, más positiva y segura para el presente y para el futuro. No obstante, considero que al actual resurgimiento religioso se le dispensa una atención desproporcionada al tiempo que los medios de comunicación deforman y tergiversan la propia realidad en la que la perspectiva en este caso laicista - definida aquí como indiferencia o rechazo de las creencias o convicciones religiosas- ha ido ganando terreno permanentemente.
Por otra parte, una perspectiva más amplia y con sentido histórico indica de hecho que los despliegues y manifestaciones de gran fervor religioso que presenciamos casi a diario son precisamente resultado de un creciente proceso de laicización en lugar de ser atribuibles, por el contrario, a su declive y decadencia. Presenciamos, en efecto, una reacción contra la amenaza encarnada por la modernización y la globalización que remite a la actitud de quienes sienten que están perdiendo la partida y, de forma desesperada, intentan volver a la fe tradicional;sólo que, en la cuestión que nos ocupa, una reformulación radical ha suplantado la dimensión tradicional de la religión (como, por lo demás, ya ha ocurrido otras veces).
¿De qué indicios o pruebas disponemos de un resurgimiento de lo laico a largo plazo?
China, país donde vive una quinta parte de la población mundial, no experimenta actualmente un renacimiento religioso (el movimiento Falun Gong, de hecho, no prospera allí notablemente); el nacionalismo disfrazado de comunismo parece satisfacer las necesidades de las autoridades como también de la mayoría de la población.
Rusia, aunque presencia un renacimiento religioso, no es en esencia una sociedad religiosa. Lo propio puede decirse de Japón aunque por razones muy diferentes (dejando aparte el sintoísmo, una fe secular).
Europa, por su parte - hogar de otros quinientos millones de habitantes de la población mundial- se ha secularizado de forma creciente pese a esporádicas llamaradas de espíritu religioso. El tributo más reciente prestado a las fuerzas laicas ha sido el reconocimiento de que el verdadero enemigo de la Iglesia católica en Occidente estriba en una sociedad crecientemente laica y secularizada.
El problema de referencia se plantea más bien en Oriente Medio y África así como, específicamente, en el caso de las confesiones musulmana y cristiana. Estados Unidos constituye un caso aparte, en cuyo seno una sociedad laica muestra la impronta de elementos religiosos que reaccionan combatiendo para conservar una posición de predominio que se les escapa entre sus dedos.
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