Por Xabier Onaindia, pediatra (EL CORREO DIGITAL, 07/09/09):
Dado que se han puesto ya en marcha ingentes recursos humanos y materiales, esfuerzos científicos, comisiones sanitarias y políticas, medios de comunicación y que aunque quisiéramos no vamos a poder escapar del bombardeo que se avecina y quizá tampoco de la gripe, conviene estar bien informado o al menos tener algunas cosas claras.
Previo a ello es necesario fijar que mientras peligro es una medida objetiva de un riesgo, miedo es una angustia, subjetiva por tanto, ante un riesgo o daño real o imaginario. El peligro puede existir o no, pero el miedo es nuestro, nosotros lo gestionamos sin dejarnos manipular por gobiernos, multinacionales farmacéuticas o medios de comunicación con frecuencia al servicio de unos y otras y sabiendo que las malas noticias generan miedo y el miedo beneficios, y no sólo económicos.
El virus de la gripe A (H1N1) posee una combinación de segmentos genéticos peculiar que, al parecer, se ha desarrollado en los cerdos y ha sido capaz de saltar a los humanos demostrando una buena capacidad de transmisión entre ellos generando una pandemia. Si recordamos la enfermedad de las ‘vacas locas’ (locos sus dueños que las alimentaban con despojos animales y las criaban en condiciones insufribles), la ‘gripe aviaria’ (los mismos locos de antes) y ahora la ‘gripe porcina’ (los mismos), y le añadimos el reciente informe de la prestigiosa ‘Scientific American’ que denuncia que las empresas productoras de semillas de soja modificada genéticamente exigen a sus clientes el compromiso escrito de no investigar sus semillas (la censura aplicada a la ciencia), llegamos a la conclusión de que este sistema de producción agropecuaria es antinatural e insostenible y si no lo cambiamos pronto estaremos hablando de la gripe del conejo u otra.
Su virulencia es igual o menor que la de la gripe estacional, la que nos visita todos los inviernos, que causa en el mundo unas 500.000 muertes por año y de ellas 2.000 en el Estado español; cifras que asumimos con naturalidad y sin tremendismos. En realidad su virulencia es menor que la de cualquier otra gripe previa. En Argentina, que es el espejo donde nos estamos mirando, están pasando ahora su invierno solapándose y sumándose la gripe A y la estacional, no se han vacunado y apenas se llevan contabilizados 400 decesos en una población de 40 millones y no hay ningún indicador de que la letalidad vaya a ser aquí mayor. Por tanto, no parece haber motivos para una alarma excesiva y mejor haríamos en tenerle miedo al miedo y no a la gripe.
Si queremos prevenir el contagio debemos protegernos de las personas infectadas, aislándolas en sus casas por una semana, evitar las aglomeraciones, lavarnos las manos con frecuencia y no tocarnos ojos, boca o nariz. Y estas medidas son las más fáciles y eficaces pues aunque dispusiéramos de una vacuna para el otoño, hay que señalar que antes de comercializar un fármaco se exige que haya demostrado su eficacia y seguridad y, dada la premura de tiempo, esta vacuna no cuenta con los ensayos clínicos que aseguran una y otra. Algunos estudios anticipan que su efectividad rondará el 60% y no se ha probado en niños. En 1976, ante una epidemia gripal, en EE UU dispensaron masivamente una vacuna apenas estudiada y tuvieron que suspenderla porque se multiplicaron los casos de parálisis de Guillain Barre.
Además de a los sanitarios es correcto que se vacune a los niños, pues tienen muchos contactos sociales, y a los grupos de riesgo como enfermos respiratorios, inmunodeprimidos… pero es del todo innecesaria la vacunación de individuos sanos. Si no te vacunas de la estacional no hay razones para vacunarte de ésta y el principio de precaución aconseja que no lo hagas.
Consideramos que una persona tiene una gripe A si presenta fiebre mayor de 38º, síntomas respiratorios, acompañados de dolor muscular y malestar. O sea, igual que la gripe habitual pero de curso más benigno y más corto. Si esto es verdad, y hasta ahora así se ha comportado, debemos sospechar que todo este espectáculo mediático y tremendismo no es sino una manipulación que ha generado angustia sin necesidad en millones de personas y probablemente con objetivos poco inocentes.
Los médicos decimos que una gripe con tratamiento dura siete días y sin tratamiento una semana, es decir, que hagas lo que hagas su curso no se afecta y por ello aconsejamos medidas de sostén con reposo en cama, líquidos abundantes y paracetamol si hay fiebre alta. Y esto mismo es lo que hay que hacer en caso de enfermar de gripe A. Tan simple como esto.
En la gripe habitual, hemos rechazado siempre el uso de antibióticos (que son ineficaces y dan problemas), la automedicación y tampoco hemos aconsejado los antivirales del tipo Oseltamivir (Tamiflú). En numerosos estudios clínicos el Tamiflú no ha demostrado su eficacia y en los más optimistas acorta en un día el curso de la enfermedad por lo que se ha generado un debate muy interesante que va desde el ‘British Medical Journal’, que concluye que no hay evidencias de su eficacia y sí de sus efectos adversos (síntomas intestinales, pesadillas. ), por lo que aconseja abiertamente no medicar a los menores de 12 años, hasta la OMS que saliendo al paso se reafirma en que debe tratarse con antivirales no sólo los grupos de riesgo, sino también los casos graves de gripe A. Los grupos de riesgo son aquellos que por estar inmunodeprimidos (VIH+, trasplantados…) o por padecer enfermedades previas (respiratorias, cardiacas…) son más vulnerables a complicaciones como la neumonía, que es la causante de las muertes. En estos, la opinión mayoritaria es la de medicar con antivirales en cuanto se diagnostique, pero la opinión mayoritaria debe ponerse en cuestión cuando hay tantos millones en juego y tanto stock de Tamiflú que no pudo usarse contra la ‘gripe del pollo’ por su benignidad. Desde luego, lo que está fuera de discusión es que no debe tomarse como profiláctico, pues nada previene, y tampoco automedicarse, pues tiene efectos secundarios molestos.
Todavía nos reímos los colegas cuando recordamos la campaña del Ántrax y cómo los servicios centrales de Osakidetza hicieron llegar a todos los centros un protocolo y un kit de tratamiento en caso de ataque bioterrorista. Se habían tragado el montaje desarrollado por la Administración Bush. Luego llegaron las ‘vacas locas’ y el pánico colectivo. Más tarde la ‘gripe aviaria’, cuando la OMS pronosticó en 2005 hasta 7 millones de muertes y no alcanzó las 300. Ahora el cerdo. Periódicamente se desata una maquinaria mediática que, respondiendo a peligros reales o no, genera unas expectativas que luego no se cumplen. Pareciera responder a la ‘doctrina del shock’ de Naomi Klein en la que una sociedad es permanentemente sometida al caos y al temor para que acepte soluciones que en condiciones normales rechazaría.
La gripe A y sus secuelas son reales pero si el virus no sufre una mutación y se comporta como hasta ahora, y no hay motivos razonables para pensar que vaya a cambiar, nada extraordinario nos va a pasar.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
Dado que se han puesto ya en marcha ingentes recursos humanos y materiales, esfuerzos científicos, comisiones sanitarias y políticas, medios de comunicación y que aunque quisiéramos no vamos a poder escapar del bombardeo que se avecina y quizá tampoco de la gripe, conviene estar bien informado o al menos tener algunas cosas claras.
Previo a ello es necesario fijar que mientras peligro es una medida objetiva de un riesgo, miedo es una angustia, subjetiva por tanto, ante un riesgo o daño real o imaginario. El peligro puede existir o no, pero el miedo es nuestro, nosotros lo gestionamos sin dejarnos manipular por gobiernos, multinacionales farmacéuticas o medios de comunicación con frecuencia al servicio de unos y otras y sabiendo que las malas noticias generan miedo y el miedo beneficios, y no sólo económicos.
El virus de la gripe A (H1N1) posee una combinación de segmentos genéticos peculiar que, al parecer, se ha desarrollado en los cerdos y ha sido capaz de saltar a los humanos demostrando una buena capacidad de transmisión entre ellos generando una pandemia. Si recordamos la enfermedad de las ‘vacas locas’ (locos sus dueños que las alimentaban con despojos animales y las criaban en condiciones insufribles), la ‘gripe aviaria’ (los mismos locos de antes) y ahora la ‘gripe porcina’ (los mismos), y le añadimos el reciente informe de la prestigiosa ‘Scientific American’ que denuncia que las empresas productoras de semillas de soja modificada genéticamente exigen a sus clientes el compromiso escrito de no investigar sus semillas (la censura aplicada a la ciencia), llegamos a la conclusión de que este sistema de producción agropecuaria es antinatural e insostenible y si no lo cambiamos pronto estaremos hablando de la gripe del conejo u otra.
Su virulencia es igual o menor que la de la gripe estacional, la que nos visita todos los inviernos, que causa en el mundo unas 500.000 muertes por año y de ellas 2.000 en el Estado español; cifras que asumimos con naturalidad y sin tremendismos. En realidad su virulencia es menor que la de cualquier otra gripe previa. En Argentina, que es el espejo donde nos estamos mirando, están pasando ahora su invierno solapándose y sumándose la gripe A y la estacional, no se han vacunado y apenas se llevan contabilizados 400 decesos en una población de 40 millones y no hay ningún indicador de que la letalidad vaya a ser aquí mayor. Por tanto, no parece haber motivos para una alarma excesiva y mejor haríamos en tenerle miedo al miedo y no a la gripe.
Si queremos prevenir el contagio debemos protegernos de las personas infectadas, aislándolas en sus casas por una semana, evitar las aglomeraciones, lavarnos las manos con frecuencia y no tocarnos ojos, boca o nariz. Y estas medidas son las más fáciles y eficaces pues aunque dispusiéramos de una vacuna para el otoño, hay que señalar que antes de comercializar un fármaco se exige que haya demostrado su eficacia y seguridad y, dada la premura de tiempo, esta vacuna no cuenta con los ensayos clínicos que aseguran una y otra. Algunos estudios anticipan que su efectividad rondará el 60% y no se ha probado en niños. En 1976, ante una epidemia gripal, en EE UU dispensaron masivamente una vacuna apenas estudiada y tuvieron que suspenderla porque se multiplicaron los casos de parálisis de Guillain Barre.
Además de a los sanitarios es correcto que se vacune a los niños, pues tienen muchos contactos sociales, y a los grupos de riesgo como enfermos respiratorios, inmunodeprimidos… pero es del todo innecesaria la vacunación de individuos sanos. Si no te vacunas de la estacional no hay razones para vacunarte de ésta y el principio de precaución aconseja que no lo hagas.
Consideramos que una persona tiene una gripe A si presenta fiebre mayor de 38º, síntomas respiratorios, acompañados de dolor muscular y malestar. O sea, igual que la gripe habitual pero de curso más benigno y más corto. Si esto es verdad, y hasta ahora así se ha comportado, debemos sospechar que todo este espectáculo mediático y tremendismo no es sino una manipulación que ha generado angustia sin necesidad en millones de personas y probablemente con objetivos poco inocentes.
Los médicos decimos que una gripe con tratamiento dura siete días y sin tratamiento una semana, es decir, que hagas lo que hagas su curso no se afecta y por ello aconsejamos medidas de sostén con reposo en cama, líquidos abundantes y paracetamol si hay fiebre alta. Y esto mismo es lo que hay que hacer en caso de enfermar de gripe A. Tan simple como esto.
En la gripe habitual, hemos rechazado siempre el uso de antibióticos (que son ineficaces y dan problemas), la automedicación y tampoco hemos aconsejado los antivirales del tipo Oseltamivir (Tamiflú). En numerosos estudios clínicos el Tamiflú no ha demostrado su eficacia y en los más optimistas acorta en un día el curso de la enfermedad por lo que se ha generado un debate muy interesante que va desde el ‘British Medical Journal’, que concluye que no hay evidencias de su eficacia y sí de sus efectos adversos (síntomas intestinales, pesadillas. ), por lo que aconseja abiertamente no medicar a los menores de 12 años, hasta la OMS que saliendo al paso se reafirma en que debe tratarse con antivirales no sólo los grupos de riesgo, sino también los casos graves de gripe A. Los grupos de riesgo son aquellos que por estar inmunodeprimidos (VIH+, trasplantados…) o por padecer enfermedades previas (respiratorias, cardiacas…) son más vulnerables a complicaciones como la neumonía, que es la causante de las muertes. En estos, la opinión mayoritaria es la de medicar con antivirales en cuanto se diagnostique, pero la opinión mayoritaria debe ponerse en cuestión cuando hay tantos millones en juego y tanto stock de Tamiflú que no pudo usarse contra la ‘gripe del pollo’ por su benignidad. Desde luego, lo que está fuera de discusión es que no debe tomarse como profiláctico, pues nada previene, y tampoco automedicarse, pues tiene efectos secundarios molestos.
Todavía nos reímos los colegas cuando recordamos la campaña del Ántrax y cómo los servicios centrales de Osakidetza hicieron llegar a todos los centros un protocolo y un kit de tratamiento en caso de ataque bioterrorista. Se habían tragado el montaje desarrollado por la Administración Bush. Luego llegaron las ‘vacas locas’ y el pánico colectivo. Más tarde la ‘gripe aviaria’, cuando la OMS pronosticó en 2005 hasta 7 millones de muertes y no alcanzó las 300. Ahora el cerdo. Periódicamente se desata una maquinaria mediática que, respondiendo a peligros reales o no, genera unas expectativas que luego no se cumplen. Pareciera responder a la ‘doctrina del shock’ de Naomi Klein en la que una sociedad es permanentemente sometida al caos y al temor para que acepte soluciones que en condiciones normales rechazaría.
La gripe A y sus secuelas son reales pero si el virus no sufre una mutación y se comporta como hasta ahora, y no hay motivos razonables para pensar que vaya a cambiar, nada extraordinario nos va a pasar.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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