Por Juan José Tamayo, director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid (EL PERIÓDICO, 01/09/09):
Tras poco más de 30 años de democracia en España, todavía no se ha logrado llevar a buen puerto la transición religiosa. Quedan aún no pocos restos de nacional–catolicismo en el Estado y en sus instituciones, en el espacio público y en la legislación, en el modo de conducir la vida política y en el ejercicio del poder, que dificultan, e incluso hacen poco menos que imposible, avanzar hacia el Estado laico.
He aquí algunos ejemplos: asignación tributaria a la Iglesia católica con exclusión del resto de las religiones, símbolos católicos en el espacio público, presencia frecuente –hasta considerarse natural– de las autoridades del Estado (rey, presidente del Gobierno, ministros, etcétera), de las comunidades autónomas y de los ayuntamientos en actos litúrgicos junto con las autoridades religiosas, enseñanza confesional de catolicismo en la escuela, exenciones fiscales, funerales católicos de Estado, jura o promesa de cargos públicos (presidentes de Gobierno y ministros ante el crucifijo y la Biblia en la Moncloa delante del Rey), trato de favor a nivel institucional a las autoridades religiosas católicas.
EXISTE LIBERTAD religiosa, es verdad, tanto a nivel individual para las personas que se declaran creyentes de alguna religión o pertenecen a algún movimiento espiritual, como a nivel colectivo para las comunidades religiosas. Ninguna persona o grupo religioso se ve impedido de ejercer libremente sus prácticas religiosas privada o públicamente. Todos pueden expresar públicamente sus creencias y sus opiniones sobre cualesquiera temas o situaciones de la vida política.
Pero no existe igualdad religiosa ni desde el punto de vista legal ni en la práctica. Con la actual ley de libertad religiosa en la mano, los acuerdos con la Santa Sede y la praxis política realmente existente puede hablarse de tres tipos de religiones: de primera categoría, como la Iglesia católica; de segunda, las de notorio arraigo; de tercera, el resto. Y es precisamente esa igualdad la que debe establecer y proteger la futura ley de libertad de conciencia y de libertad religiosa.
Un paso adelante en la dirección hacia la igualdad de las religiones en el ordenamiento jurídico, en la esfera pública y en la vida política, es la retirada de los símbolos religiosos de las escuelas, de todas las escuelas, las públicas y las concertadas. Dos son las razones que justifican dicha retirada.
VIVIMOS EN un Estado no confesional, o a eso hay que atender, y en una sociedad plural con diferentes sensibilidades éticas, con una rica diversidad cultural y un amplio pluriverso religioso. En un clima así, la escuela no puede ser un lugar de indoctrinamiento religioso, sino un espacio de formación integral, de educación en valores, de iniciación en el conocimiento científico y de aproximación al análisis de la realidad.
1.- El mantenimiento de los símbolos religiosos en la escuela da a la misma un carácter confesional: imágenes de los santos, figuras de la Virgen, crucifijos, capillas u oratorios, presencia ostensible de textos sagrados en lugares destacados, etc. Todo esto conforma una cosmovisión, una axiología, una manera de interpretar la realidad y una mentalidad religiosas que quedan grabadas en el imaginario estudiantil, en su modo de pensar y de actuar, a veces de manera más profunda que la propia transmisión de conocimientos.
2.- La retirada de los símbolos religiosos de la escuela viene exigida, en segundo lugar, por el respeto que los propios símbolos religiosos merecen. Puede suceder –y de hecho sucede– que símbolos de profunda significación ética y humanista, portadores de sentido, de esperanza y de ejemplaridad de vida, al ser colocados fuera del espacio religioso provoquen un rechazo en la ciudadanía. Es el caso del crucifijo, símbolo que cuenta con el respeto y el reconocimiento no solo de cristianos, sino de personas de diferentes creencias e ideologías, y que, ubicado fuera del espacio cristiano, puede generar malestar e incluso ser considerado una agresión.
¿Y LAS escuelas concertadas con ideario religioso? A mi juicio, deben seguir la misma praxis que la escuela pública. En primer lugar, porque están financiadas con fondos públicos, que proceden de los impuestos de todos los ciudadanos. En segundo término, porque la función principal de dichas escuelas no es la evangelización o la educación en la fe, no es la iniciación en la vida religiosa o la actividad catequística, sino educar en una ética cívica laica. Y eso vale tanto para los colegios públicos como para los concertados. En tercer lugar, porque en las escuelas religiosas concertadas hay alumnos y alumnas de diversa procedencia cultural, de distintos credos e ideologías; situación que se intensifica con la presencia de inmigrantes.
En un clima de pluralismo religioso y cultural, la presencia de símbolos de una sola y única religión es una muestra más de confesionalización del espacio escolar de adoctrinamiento, al menos indirecto, y de discriminación hacia los símbolos de otras creencias, ideologías y culturas.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
Tras poco más de 30 años de democracia en España, todavía no se ha logrado llevar a buen puerto la transición religiosa. Quedan aún no pocos restos de nacional–catolicismo en el Estado y en sus instituciones, en el espacio público y en la legislación, en el modo de conducir la vida política y en el ejercicio del poder, que dificultan, e incluso hacen poco menos que imposible, avanzar hacia el Estado laico.
He aquí algunos ejemplos: asignación tributaria a la Iglesia católica con exclusión del resto de las religiones, símbolos católicos en el espacio público, presencia frecuente –hasta considerarse natural– de las autoridades del Estado (rey, presidente del Gobierno, ministros, etcétera), de las comunidades autónomas y de los ayuntamientos en actos litúrgicos junto con las autoridades religiosas, enseñanza confesional de catolicismo en la escuela, exenciones fiscales, funerales católicos de Estado, jura o promesa de cargos públicos (presidentes de Gobierno y ministros ante el crucifijo y la Biblia en la Moncloa delante del Rey), trato de favor a nivel institucional a las autoridades religiosas católicas.
EXISTE LIBERTAD religiosa, es verdad, tanto a nivel individual para las personas que se declaran creyentes de alguna religión o pertenecen a algún movimiento espiritual, como a nivel colectivo para las comunidades religiosas. Ninguna persona o grupo religioso se ve impedido de ejercer libremente sus prácticas religiosas privada o públicamente. Todos pueden expresar públicamente sus creencias y sus opiniones sobre cualesquiera temas o situaciones de la vida política.
Pero no existe igualdad religiosa ni desde el punto de vista legal ni en la práctica. Con la actual ley de libertad religiosa en la mano, los acuerdos con la Santa Sede y la praxis política realmente existente puede hablarse de tres tipos de religiones: de primera categoría, como la Iglesia católica; de segunda, las de notorio arraigo; de tercera, el resto. Y es precisamente esa igualdad la que debe establecer y proteger la futura ley de libertad de conciencia y de libertad religiosa.
Un paso adelante en la dirección hacia la igualdad de las religiones en el ordenamiento jurídico, en la esfera pública y en la vida política, es la retirada de los símbolos religiosos de las escuelas, de todas las escuelas, las públicas y las concertadas. Dos son las razones que justifican dicha retirada.
VIVIMOS EN un Estado no confesional, o a eso hay que atender, y en una sociedad plural con diferentes sensibilidades éticas, con una rica diversidad cultural y un amplio pluriverso religioso. En un clima así, la escuela no puede ser un lugar de indoctrinamiento religioso, sino un espacio de formación integral, de educación en valores, de iniciación en el conocimiento científico y de aproximación al análisis de la realidad.
1.- El mantenimiento de los símbolos religiosos en la escuela da a la misma un carácter confesional: imágenes de los santos, figuras de la Virgen, crucifijos, capillas u oratorios, presencia ostensible de textos sagrados en lugares destacados, etc. Todo esto conforma una cosmovisión, una axiología, una manera de interpretar la realidad y una mentalidad religiosas que quedan grabadas en el imaginario estudiantil, en su modo de pensar y de actuar, a veces de manera más profunda que la propia transmisión de conocimientos.
2.- La retirada de los símbolos religiosos de la escuela viene exigida, en segundo lugar, por el respeto que los propios símbolos religiosos merecen. Puede suceder –y de hecho sucede– que símbolos de profunda significación ética y humanista, portadores de sentido, de esperanza y de ejemplaridad de vida, al ser colocados fuera del espacio religioso provoquen un rechazo en la ciudadanía. Es el caso del crucifijo, símbolo que cuenta con el respeto y el reconocimiento no solo de cristianos, sino de personas de diferentes creencias e ideologías, y que, ubicado fuera del espacio cristiano, puede generar malestar e incluso ser considerado una agresión.
¿Y LAS escuelas concertadas con ideario religioso? A mi juicio, deben seguir la misma praxis que la escuela pública. En primer lugar, porque están financiadas con fondos públicos, que proceden de los impuestos de todos los ciudadanos. En segundo término, porque la función principal de dichas escuelas no es la evangelización o la educación en la fe, no es la iniciación en la vida religiosa o la actividad catequística, sino educar en una ética cívica laica. Y eso vale tanto para los colegios públicos como para los concertados. En tercer lugar, porque en las escuelas religiosas concertadas hay alumnos y alumnas de diversa procedencia cultural, de distintos credos e ideologías; situación que se intensifica con la presencia de inmigrantes.
En un clima de pluralismo religioso y cultural, la presencia de símbolos de una sola y única religión es una muestra más de confesionalización del espacio escolar de adoctrinamiento, al menos indirecto, y de discriminación hacia los símbolos de otras creencias, ideologías y culturas.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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