Por Javier Otaola, escritor y abogado (EL CORREO DIGITAL, 05/09/09):
En esta época de tantas seguridades vivimos sin embargo rodeados por la conciencia cada vez más viva del riesgo. La inquietante amenaza del H1N1 que nos trae la gripe A parece que va a proscribir el uso social del beso entre nosotros. Lo cual, a mi juicio, es una pena.
El beso es un antiquísimo y extendido uso social, además de ser, cuando es intenso e íntimo, un juego sexual. Nuestro padre Freud dictaminó que el beso erótico es nada menos que un intento inconsciente de volver a la seguridad del pecho materno (elemental querido Sigmund).
El beso en la mejilla, o en la manos, se ha usado desde tiempo inmemorial como gesto de bienvenida y de despedida; el Beso de la Paz aparece expresamente en el Nuevo Testamento; besos de respeto se dan sobre la Torah cuando ésta es introducida en la sinagoga; en los templos cristianos, cuando se lee la Biblia, se besan las reliquias; en las iglesias ortodoxas es común el beso de los iconos, así como en otros contextos se besan estatuas, o a los líderes, como signo de lealtad. Se besan los dados en el casino para pedirles suerte, y es común el beso en los cuentos de hadas como fuerza curativa con capacidad para romper encantamientos como en la Bella Durmiente, o también como símbolo de protección como en la leyenda del Anillo de los Nibelungos. Incluso en la masonería el beso fraternal es también un acto lleno de significado: está asociado a la paz. En el siglo XVII se escribió el trabajo más extenso sobre el beso, ‘Opus Polyhistoricum (…) de Osculis (…)’, del autor germano Martin von Kempe (1642-83), que reunió en su obra de 1.040 apretadas páginas citas y referencias de todo tipo sobre la costumbre y el significado del beso desde los autores clásicos greco-romanos, la Biblia y todas las referencias legales y médicas que pudo encontrar catalogando más de 20 formas de besos todas ellas profusamente documentadas.
Desde luego, también el beso tiene su lado oscuro. Existe el beso de la Mafia que puede significar reconocimiento y también muerte, el beso de Judas que significa traición, el beso de Satán que significa condenación eterna.
Parece que algunos estudios zoológicos han acreditado también el uso del beso entre cierto tipo de monos, los bonobos, una rama de la familia de los chimpancés que usan constantemente el beso como una estrategia para la reducción de las tensiones, para tranquilizarse mutuamente y reducir cualquier temor o tensión competitiva. A través del beso social detectamos ¿la vibración de amistad?, ¿superioridad?, ¿igualdad? Confianza.
El beso ritualizado entre nosotros tiene un valor simbólico pero conserva también una resonancia afectiva y psicobiológica, más o menos remota, asociada al poder de vinculación de la intimidad, al simple placer del contacto, a los condicionamientos individuales, a las fantasías inconscientes y al valor social que se le otorga en diferentes sociedades.
Sin embargo, el uso social del beso no es universal, curiosamente no es tradicional en las culturas subsaharianas, asiáticas o polinesias y si se ha introducido en ciertos niveles es por influencia occidental.
En los países islámicos no es admisible el beso entre personas de distinto sexo que no estén unidas por matrimonio o por vínculos familiares de sangre, pero sí se admite el beso en la mejilla como señal de saludo entre personas del mismo sexo.
Entre nosotros, sin embargo existen diferentes protocolos sociales respecto del beso. En Francia es habitual el triple beso como señal de salutación incluso entre hombres -los anglosajones prefieren ’shaking hands’-; en los países eslavos se admite incluso el beso en los labios entre varones -muchos recordaremos la imagen, entre terrible y cómica, de Leonidas Breznev y el camarada Honecker besándose en los labios con motivo de alguna conferencia internacional-; en los demás países el beso entre hombres no es socialmente admitido salvo entre padres e hijos o parientes muy próximos y desde luego siempre en la mejilla.
El beso es un gesto de paz y no andamos sobrados de gestos de paz para renunciar a ninguno. ¿Por qué hace falta hacer constantemente gestos de paz? Precisamente porque la paz nunca está dada de una vez y para siempre, la tendencia natural de las relaciones humanas conlleva una deriva hacia la distancia, el equívoco y la tensión. Si por razones higiénico-sanitarias y por culpa de la gripe A nos vemos obligados a limitar el uso del beso tendremos que encontrar otra forma de gestualizar nuestros deseos de paz, nuestro afecto y los vínculos de solidaridad con los que nos identificamos.
Besos.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
En esta época de tantas seguridades vivimos sin embargo rodeados por la conciencia cada vez más viva del riesgo. La inquietante amenaza del H1N1 que nos trae la gripe A parece que va a proscribir el uso social del beso entre nosotros. Lo cual, a mi juicio, es una pena.
El beso es un antiquísimo y extendido uso social, además de ser, cuando es intenso e íntimo, un juego sexual. Nuestro padre Freud dictaminó que el beso erótico es nada menos que un intento inconsciente de volver a la seguridad del pecho materno (elemental querido Sigmund).
El beso en la mejilla, o en la manos, se ha usado desde tiempo inmemorial como gesto de bienvenida y de despedida; el Beso de la Paz aparece expresamente en el Nuevo Testamento; besos de respeto se dan sobre la Torah cuando ésta es introducida en la sinagoga; en los templos cristianos, cuando se lee la Biblia, se besan las reliquias; en las iglesias ortodoxas es común el beso de los iconos, así como en otros contextos se besan estatuas, o a los líderes, como signo de lealtad. Se besan los dados en el casino para pedirles suerte, y es común el beso en los cuentos de hadas como fuerza curativa con capacidad para romper encantamientos como en la Bella Durmiente, o también como símbolo de protección como en la leyenda del Anillo de los Nibelungos. Incluso en la masonería el beso fraternal es también un acto lleno de significado: está asociado a la paz. En el siglo XVII se escribió el trabajo más extenso sobre el beso, ‘Opus Polyhistoricum (…) de Osculis (…)’, del autor germano Martin von Kempe (1642-83), que reunió en su obra de 1.040 apretadas páginas citas y referencias de todo tipo sobre la costumbre y el significado del beso desde los autores clásicos greco-romanos, la Biblia y todas las referencias legales y médicas que pudo encontrar catalogando más de 20 formas de besos todas ellas profusamente documentadas.
Desde luego, también el beso tiene su lado oscuro. Existe el beso de la Mafia que puede significar reconocimiento y también muerte, el beso de Judas que significa traición, el beso de Satán que significa condenación eterna.
Parece que algunos estudios zoológicos han acreditado también el uso del beso entre cierto tipo de monos, los bonobos, una rama de la familia de los chimpancés que usan constantemente el beso como una estrategia para la reducción de las tensiones, para tranquilizarse mutuamente y reducir cualquier temor o tensión competitiva. A través del beso social detectamos ¿la vibración de amistad?, ¿superioridad?, ¿igualdad? Confianza.
El beso ritualizado entre nosotros tiene un valor simbólico pero conserva también una resonancia afectiva y psicobiológica, más o menos remota, asociada al poder de vinculación de la intimidad, al simple placer del contacto, a los condicionamientos individuales, a las fantasías inconscientes y al valor social que se le otorga en diferentes sociedades.
Sin embargo, el uso social del beso no es universal, curiosamente no es tradicional en las culturas subsaharianas, asiáticas o polinesias y si se ha introducido en ciertos niveles es por influencia occidental.
En los países islámicos no es admisible el beso entre personas de distinto sexo que no estén unidas por matrimonio o por vínculos familiares de sangre, pero sí se admite el beso en la mejilla como señal de saludo entre personas del mismo sexo.
Entre nosotros, sin embargo existen diferentes protocolos sociales respecto del beso. En Francia es habitual el triple beso como señal de salutación incluso entre hombres -los anglosajones prefieren ’shaking hands’-; en los países eslavos se admite incluso el beso en los labios entre varones -muchos recordaremos la imagen, entre terrible y cómica, de Leonidas Breznev y el camarada Honecker besándose en los labios con motivo de alguna conferencia internacional-; en los demás países el beso entre hombres no es socialmente admitido salvo entre padres e hijos o parientes muy próximos y desde luego siempre en la mejilla.
El beso es un gesto de paz y no andamos sobrados de gestos de paz para renunciar a ninguno. ¿Por qué hace falta hacer constantemente gestos de paz? Precisamente porque la paz nunca está dada de una vez y para siempre, la tendencia natural de las relaciones humanas conlleva una deriva hacia la distancia, el equívoco y la tensión. Si por razones higiénico-sanitarias y por culpa de la gripe A nos vemos obligados a limitar el uso del beso tendremos que encontrar otra forma de gestualizar nuestros deseos de paz, nuestro afecto y los vínculos de solidaridad con los que nos identificamos.
Besos.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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