Por Emilio Botín, presidente del Banco Santander (ABC, 07/09/09):
No es fácil encontrar una idea capaz de promover un consenso más amplio que el de la educación como mejor instrumento para organizar y orientar el desarrollo de las sociedades, entendido éste desde una perspectiva integral, no solo económica. No hay duda de que la actual crisis mundial determinará considerables cambios en nuestros modelos productivos, reforzándose el conocimiento como la base y el fundamento de la nueva configuración social y económica. La sociedad del conocimiento precisa que sus ciudadanos se beneficien de una educación cabal tanto desde el punto de vista de la plena realización de cada persona como de los intereses y objetivos de toda la comunidad. Felicidad individual y bienestar colectivo son, por lo tanto, dos asuntos de la máxima relevancia que se gestan, en gran medida, en el escenario educativo.
Parece razonable, por lo tanto, que todos estemos plenamente involucrados ante una cuestión de tanta trascendencia, sin perjuicio de la responsabilidad principal, legislativa y ejecutiva, que a este respecto tienen los poderes públicos. Pero no puede faltar aquí la implicación activa de los propios individuos, de las familias, de los agentes económicos; en definitiva del conjunto de la sociedad civil. Desde hace ya varios lustros, el Banco Santander está totalmente comprometiendo con el gran reto de la educación, especialmente universitaria. Prueba de ello es que cuenta en su organigrama con una División Global Santander Universidades y en 2010 cumplirá su primera década la red Universia, cuyo portal cuenta con siete millones de usuarios únicos al mes. Universia está ya presente en quince países iberoamericanos y en España incluye la totalidad de sus centros de educación superior.
Con una financiación que supera cumplidamente el uno por ciento del beneficio anual atribuido del banco, las líneas estratégicas de nuestra actuación incluyen la formación continua, las redes sociales, un observatorio de futuro (atento a las aplicaciones educativas de las nuevas tecnologías), todo aquello relacionado con el emprendimiento universitario, y, por supuesto, la problemática del empleo, determinante en la coyuntura actual (en 2008 más de 166.200 graduados iberoamericanos consiguieron su primer trabajo a través de Universia). No podía faltar tampoco el programa de becas (más de 14.000 en total) para la movilidad de estudiantes y docentes, para prácticas profesionales, para cursos de postgrado, para acceso a la Universidad, el fomento de la cultura emprendedora, la formación y especialización docente y la investigación. Las Universidades, empeñadas en el aprovechamiento de las oportunidades que la nueva sociedad del conocimiento les ofrece, y siendo uno de sus principales productores, están esforzándose por acomodar su modo de hacer tradicional a las nuevas demandas, para lo que podemos considerarlas bien dotadas dada su capacidad de adaptación y de pervivencia. Pero es necesario también que se produzca un mayor acercamiento entre su cultura corporativa y la de la sociedad civil, el mundo empresarial y las instituciones financieras. La distancia que de hecho pudo haber existido en el pasado entre la universidad y la empresa se está estrechando con rapidez, tal y como yo mismo he podido observar a lo largo de los últimos años en numerosas visitas que han propiciado el contacto personal, sumamente enriquecedor para mí y para mi equipo, con rectores, estudiantes, docentes e investigadores.
Se califica la nueva sociedad, impulsora de una nueva economía, como «de la información» y «del conocimiento». No existe otra institución más antigua y acreditada para la creación de conocimiento que la Universidad, a partir de que el modelo berlinés de Humboldt la convirtiera en avanzada de lo que hoy llamamos Organismos Públicos de Investigación. En este sentido, no sólo deben ser consideradas factorías de conocimiento aquellas Universidades dedicadas en exclusiva a la investigación aplicada. La investigación básica es, a este respecto, insustituible, y en pocos ámbitos como el universitario puede cultivarse más y mejor. Los grandes avances de la tecnología son consecuencia, incluso varios decenios más tarde, de investigaciones básicas, puramente científicas, que en sus comienzos no hacían profetizar sus aplicaciones futuras.
El diálogo entre la cultura universitaria y la empresarial no viene de ahora: a principios de los años ochenta del siglo pasado surgieron las primeras Fundaciones Universidad-Empresa, cuya labor sigue plenamente vigente. Gracias asimismo a la creación de Centros de Transferencia de Tecnología o de Oficinas de Transferencia de Resultados de Investigación, el mundo empresarial dispone de un interlocutor al que acudir para conocer los avances en la generación de conocimiento por parte de los investigadores y su posible aplicación a las necesidades específicas de los procesos productivos. Las empresas descubren que muy cerca de ellas hay equipos de investigación capaces de proporcionarles las soluciones que precisan y que los jóvenes talentos educados en las aulas, bibliotecas y laboratorios constituyen un valioso capital humano. Las Universidades pueden, además, redondear sus presupuestos con recursos propios, resultantes de la prestación de servicios de I + D + i.
Me parecen encomiables los esfuerzos que se realizan en nuestras universidades para introducir la mentalidad emprendedora como un activo más de la formación superior. Para ello es fundamental la tarea, que en el ámbito docente se está afrontando correctamente, de presentar las posibles aplicaciones del conocimiento creado como generación de riqueza y bienestar. A tal fin me parece imprescindible también la colaboración de las industrias y empresas para que los estudiantes puedan realizar parte de los créditos curriculares en forma de prácticas en sus centros de producción y trabajo.Hoy en día tampoco nos parece ya extemporáneo hablar de incubadoras o nidos de empresas implementados en el espacio universitario, bien a través de Fundaciones, bien mediante la creación de sociedades para la promoción de iniciativas empresariales innovadoras. Universia ha creado, a estos efectos, Emprendia, la Red Universitaria Iberoamericana de incubación de Empresas. Existe, por último, otro tipo de iniciativas, donde este encuentro entre la cultura universitaria y la cultura financiero-empresarial puede resultar doblemente productivo. Me refiero a las Sociedades de Capital-Riesgo que tienen como objetivo que el apoyo inicialmente prestado en las incubadoras a jóvenes empresas de base científico-tecnológica vaya acompañado de un soporte financiero específico, lo que, independientemente de su cuantía económica, representa de por sí un primer aval de confianza muy importante para los emprendedores nacidos de la Universidad. Que los planes de reforma universitaria impulsados por Europa aspiren a favorecer no sólo la movilidad de los estudiantes europeos sino también su empleabilidad no significa que se pretenda erradicar cualquier estudio que no esté directamente vinculado con sectores o procesos productivos. De hecho, las empresas de los países más avanzados seleccionan sus recursos humanos teniendo en cuenta un concepto de formación amplio e integrador, pues las destrezas concretas son mucho más fáciles de adquirir a través de la educación corporativa y, crecientemente, mediante la formación continua.
El documento ministerial Estrategia Universidad 2015 presta especial atención a la transferencia de resultados de investigación y tecnología, algo más que justificado. Sería una triste paradoja que en la «sociedad del conocimiento» en la que ya nos encontramos, las Universidades, que son auténticas «factorías de conocimiento», quedasen al margen, ensimismadas, sin entregarlo a la sociedad para enriquecerla. Este énfasis perfectamente ajustado a las circunstancias de hoy no implica menoscabo de las otras tres funciones mencionadas por Ortega y Gasset en una famosa conferencia de 1930 sobre Misión de la Universidad: la formación o enseñanza de las profesiones, la investigación y educación de los científicos, y, finalmente, la transmisión de la cultura. Éstos siguen siendo los ejes con los que la Universidad nos ayudará a entender mejor nuestra realidad en pleno siglo XXI.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
No es fácil encontrar una idea capaz de promover un consenso más amplio que el de la educación como mejor instrumento para organizar y orientar el desarrollo de las sociedades, entendido éste desde una perspectiva integral, no solo económica. No hay duda de que la actual crisis mundial determinará considerables cambios en nuestros modelos productivos, reforzándose el conocimiento como la base y el fundamento de la nueva configuración social y económica. La sociedad del conocimiento precisa que sus ciudadanos se beneficien de una educación cabal tanto desde el punto de vista de la plena realización de cada persona como de los intereses y objetivos de toda la comunidad. Felicidad individual y bienestar colectivo son, por lo tanto, dos asuntos de la máxima relevancia que se gestan, en gran medida, en el escenario educativo.
Parece razonable, por lo tanto, que todos estemos plenamente involucrados ante una cuestión de tanta trascendencia, sin perjuicio de la responsabilidad principal, legislativa y ejecutiva, que a este respecto tienen los poderes públicos. Pero no puede faltar aquí la implicación activa de los propios individuos, de las familias, de los agentes económicos; en definitiva del conjunto de la sociedad civil. Desde hace ya varios lustros, el Banco Santander está totalmente comprometiendo con el gran reto de la educación, especialmente universitaria. Prueba de ello es que cuenta en su organigrama con una División Global Santander Universidades y en 2010 cumplirá su primera década la red Universia, cuyo portal cuenta con siete millones de usuarios únicos al mes. Universia está ya presente en quince países iberoamericanos y en España incluye la totalidad de sus centros de educación superior.
Con una financiación que supera cumplidamente el uno por ciento del beneficio anual atribuido del banco, las líneas estratégicas de nuestra actuación incluyen la formación continua, las redes sociales, un observatorio de futuro (atento a las aplicaciones educativas de las nuevas tecnologías), todo aquello relacionado con el emprendimiento universitario, y, por supuesto, la problemática del empleo, determinante en la coyuntura actual (en 2008 más de 166.200 graduados iberoamericanos consiguieron su primer trabajo a través de Universia). No podía faltar tampoco el programa de becas (más de 14.000 en total) para la movilidad de estudiantes y docentes, para prácticas profesionales, para cursos de postgrado, para acceso a la Universidad, el fomento de la cultura emprendedora, la formación y especialización docente y la investigación. Las Universidades, empeñadas en el aprovechamiento de las oportunidades que la nueva sociedad del conocimiento les ofrece, y siendo uno de sus principales productores, están esforzándose por acomodar su modo de hacer tradicional a las nuevas demandas, para lo que podemos considerarlas bien dotadas dada su capacidad de adaptación y de pervivencia. Pero es necesario también que se produzca un mayor acercamiento entre su cultura corporativa y la de la sociedad civil, el mundo empresarial y las instituciones financieras. La distancia que de hecho pudo haber existido en el pasado entre la universidad y la empresa se está estrechando con rapidez, tal y como yo mismo he podido observar a lo largo de los últimos años en numerosas visitas que han propiciado el contacto personal, sumamente enriquecedor para mí y para mi equipo, con rectores, estudiantes, docentes e investigadores.
Se califica la nueva sociedad, impulsora de una nueva economía, como «de la información» y «del conocimiento». No existe otra institución más antigua y acreditada para la creación de conocimiento que la Universidad, a partir de que el modelo berlinés de Humboldt la convirtiera en avanzada de lo que hoy llamamos Organismos Públicos de Investigación. En este sentido, no sólo deben ser consideradas factorías de conocimiento aquellas Universidades dedicadas en exclusiva a la investigación aplicada. La investigación básica es, a este respecto, insustituible, y en pocos ámbitos como el universitario puede cultivarse más y mejor. Los grandes avances de la tecnología son consecuencia, incluso varios decenios más tarde, de investigaciones básicas, puramente científicas, que en sus comienzos no hacían profetizar sus aplicaciones futuras.
El diálogo entre la cultura universitaria y la empresarial no viene de ahora: a principios de los años ochenta del siglo pasado surgieron las primeras Fundaciones Universidad-Empresa, cuya labor sigue plenamente vigente. Gracias asimismo a la creación de Centros de Transferencia de Tecnología o de Oficinas de Transferencia de Resultados de Investigación, el mundo empresarial dispone de un interlocutor al que acudir para conocer los avances en la generación de conocimiento por parte de los investigadores y su posible aplicación a las necesidades específicas de los procesos productivos. Las empresas descubren que muy cerca de ellas hay equipos de investigación capaces de proporcionarles las soluciones que precisan y que los jóvenes talentos educados en las aulas, bibliotecas y laboratorios constituyen un valioso capital humano. Las Universidades pueden, además, redondear sus presupuestos con recursos propios, resultantes de la prestación de servicios de I + D + i.
Me parecen encomiables los esfuerzos que se realizan en nuestras universidades para introducir la mentalidad emprendedora como un activo más de la formación superior. Para ello es fundamental la tarea, que en el ámbito docente se está afrontando correctamente, de presentar las posibles aplicaciones del conocimiento creado como generación de riqueza y bienestar. A tal fin me parece imprescindible también la colaboración de las industrias y empresas para que los estudiantes puedan realizar parte de los créditos curriculares en forma de prácticas en sus centros de producción y trabajo.Hoy en día tampoco nos parece ya extemporáneo hablar de incubadoras o nidos de empresas implementados en el espacio universitario, bien a través de Fundaciones, bien mediante la creación de sociedades para la promoción de iniciativas empresariales innovadoras. Universia ha creado, a estos efectos, Emprendia, la Red Universitaria Iberoamericana de incubación de Empresas. Existe, por último, otro tipo de iniciativas, donde este encuentro entre la cultura universitaria y la cultura financiero-empresarial puede resultar doblemente productivo. Me refiero a las Sociedades de Capital-Riesgo que tienen como objetivo que el apoyo inicialmente prestado en las incubadoras a jóvenes empresas de base científico-tecnológica vaya acompañado de un soporte financiero específico, lo que, independientemente de su cuantía económica, representa de por sí un primer aval de confianza muy importante para los emprendedores nacidos de la Universidad. Que los planes de reforma universitaria impulsados por Europa aspiren a favorecer no sólo la movilidad de los estudiantes europeos sino también su empleabilidad no significa que se pretenda erradicar cualquier estudio que no esté directamente vinculado con sectores o procesos productivos. De hecho, las empresas de los países más avanzados seleccionan sus recursos humanos teniendo en cuenta un concepto de formación amplio e integrador, pues las destrezas concretas son mucho más fáciles de adquirir a través de la educación corporativa y, crecientemente, mediante la formación continua.
El documento ministerial Estrategia Universidad 2015 presta especial atención a la transferencia de resultados de investigación y tecnología, algo más que justificado. Sería una triste paradoja que en la «sociedad del conocimiento» en la que ya nos encontramos, las Universidades, que son auténticas «factorías de conocimiento», quedasen al margen, ensimismadas, sin entregarlo a la sociedad para enriquecerla. Este énfasis perfectamente ajustado a las circunstancias de hoy no implica menoscabo de las otras tres funciones mencionadas por Ortega y Gasset en una famosa conferencia de 1930 sobre Misión de la Universidad: la formación o enseñanza de las profesiones, la investigación y educación de los científicos, y, finalmente, la transmisión de la cultura. Éstos siguen siendo los ejes con los que la Universidad nos ayudará a entender mejor nuestra realidad en pleno siglo XXI.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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