Por Andris Piebalgs, Comisario Europeo de Energía (EL MUNDO, 02/09/09):
Ahora que el cambio climático apremia a ahorrar energía, es paradójico que se sigan utilizando alegremente bombillas que sólo convierten un 10 % de su energía en luz, perdiéndose el resto en la generación de calor. La bombilla incandescente existe desde 1879, pero cada vez son más numerosos quienes abogan por introducir una modernización digna del siglo XXI. EEUU, Australia, Canadá, Brasil y Argentina han decidido eliminarla gradualmente -o proyectan hacerlo- y sustituirla por alternativas más eficaces. También la UE ha reconocido las ventajas de pasar a sistemas de iluminación de mayor rendimiento energético. Empezando, este mismo mes, con la prohibición de las bombillas incandescentes de 100 vatios o más, Bruselas ha optado por retirar gradualmente del mercado europeo todas las bombillas ineficientes. De aquí a 2020, tiempo para que consumidores y empresas puedan adaptarse al cambio, la medida habrá permitido ahorrar energía suficiente como para abastecer a 11 millones de hogares cada año y supondrá a cada familia un ahorro de más de 50 euros en su factura de electricidad.
Toda contribución cuenta en la lucha contra el cambio climático. Corresponde a los legisladores detectar esas oportunidades y crear las condiciones óptimas para la transformación. La preparación de esta legislación, basada en solventes datos científicos, ha contado con la participación de las organizaciones de consumidores y de los fabricantes.
¿Cuáles son esas alternativas eficaces? Por ejemplo, las bombillas incandescentes transparentes. Perfeccionadas con tecnología halógena, ofrecen luz de del mismo tipo y de la misma calidad que las bombillas incandescentes convencionales. Además, tienen la misma apariencia y generan un flujo luminoso completo desde el momento en que se encienden. También son interesantes los diodos emisores de luz (LED), que, siendo tan eficientes como las bombillas fluorescentes compactas, no contienen mercurio y duran todavía más.
Algunas personas han manifestado su preocupación acerca del contenido de mercurio, una sustancia peligrosa, de las bombillas fluorescentes compactas. No obstante, en los últimos 50 años se han utilizado sin problema bombillas con mercurio en la mayor parte de los edificios públicos y oficinas. El mercurio sólo puede escaparse si los tubos de iluminación se rompen accidentalmente, caso en el que se emitiría una cantidad máxima de cinco miligramos. Los usuarios podrán consultar el envase o las web correspondientes para obtener información sobre la forma más segura de desechar las bombillas rotas. Existen también ideas falsas sobre la calidad de la luz emitida por las bombillas fluorescentes compactas. Lo cierto es que pueden producir tanta luz como las bombillas eléctricas tradicionales.
La eliminación gradual de las bombillas incandescentes tiene, pues, ante todo, la finalidad de ahorrar energía y ahorrar dinero a los ciudadanos. El momento de proceder a ese cambio ha llegado.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
Ahora que el cambio climático apremia a ahorrar energía, es paradójico que se sigan utilizando alegremente bombillas que sólo convierten un 10 % de su energía en luz, perdiéndose el resto en la generación de calor. La bombilla incandescente existe desde 1879, pero cada vez son más numerosos quienes abogan por introducir una modernización digna del siglo XXI. EEUU, Australia, Canadá, Brasil y Argentina han decidido eliminarla gradualmente -o proyectan hacerlo- y sustituirla por alternativas más eficaces. También la UE ha reconocido las ventajas de pasar a sistemas de iluminación de mayor rendimiento energético. Empezando, este mismo mes, con la prohibición de las bombillas incandescentes de 100 vatios o más, Bruselas ha optado por retirar gradualmente del mercado europeo todas las bombillas ineficientes. De aquí a 2020, tiempo para que consumidores y empresas puedan adaptarse al cambio, la medida habrá permitido ahorrar energía suficiente como para abastecer a 11 millones de hogares cada año y supondrá a cada familia un ahorro de más de 50 euros en su factura de electricidad.
Toda contribución cuenta en la lucha contra el cambio climático. Corresponde a los legisladores detectar esas oportunidades y crear las condiciones óptimas para la transformación. La preparación de esta legislación, basada en solventes datos científicos, ha contado con la participación de las organizaciones de consumidores y de los fabricantes.
¿Cuáles son esas alternativas eficaces? Por ejemplo, las bombillas incandescentes transparentes. Perfeccionadas con tecnología halógena, ofrecen luz de del mismo tipo y de la misma calidad que las bombillas incandescentes convencionales. Además, tienen la misma apariencia y generan un flujo luminoso completo desde el momento en que se encienden. También son interesantes los diodos emisores de luz (LED), que, siendo tan eficientes como las bombillas fluorescentes compactas, no contienen mercurio y duran todavía más.
Algunas personas han manifestado su preocupación acerca del contenido de mercurio, una sustancia peligrosa, de las bombillas fluorescentes compactas. No obstante, en los últimos 50 años se han utilizado sin problema bombillas con mercurio en la mayor parte de los edificios públicos y oficinas. El mercurio sólo puede escaparse si los tubos de iluminación se rompen accidentalmente, caso en el que se emitiría una cantidad máxima de cinco miligramos. Los usuarios podrán consultar el envase o las web correspondientes para obtener información sobre la forma más segura de desechar las bombillas rotas. Existen también ideas falsas sobre la calidad de la luz emitida por las bombillas fluorescentes compactas. Lo cierto es que pueden producir tanta luz como las bombillas eléctricas tradicionales.
La eliminación gradual de las bombillas incandescentes tiene, pues, ante todo, la finalidad de ahorrar energía y ahorrar dinero a los ciudadanos. El momento de proceder a ese cambio ha llegado.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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