Por Ramon Folch, Doctor en biología y socioecólogo. Director general de ERF (EL PERIÓDICO, 04/09/09):
Este otoño e invierno, harán bien tomando precauciones frente a la gripe. Alguna de las distintas gripes, de hecho, porque son varias. No muchas más precauciones de las que ya tomaron o deberían haber tomado el año pasado, sin embargo. El cisco desencadenado por la nueva variante gripal parece que inquieta más a medios de comunicación, funcionarios de la sanidad y políticos que a los médicos epidemiólogos.
La gripe convive con nosotros desde hace siglos. Sus primeras descripciones sintomáticas son de Hipócrates, el padre de la medicina, y tienen 2.400 años. Pero como todas las enfermedades víricas, la gripe ha ido presentando variantes con el tiempo. Los virus son estructuras vivas no celulares, poco más que meras moléculas orgánicas complejas capaces de replicarse a costa de células verdaderas. Las invaden y les quitan componentes para reproducirse, cosa que las altera o mata. Por eso virus casi equivale a enfermedad, y también por eso hay tantas variantes de gripe, porque pequeñas recombinaciones químicas originan nuevos virus ligeramente distintos de los anteriores y, pues, nuevas formas gripales.
La gripe o influenza (del francés grippe o del italiano influenza) es una enfermedad infecciosa accidental, transitoria y de difusión rápida (una epidemia) que afecta a las aves y a los mamíferos, susceptible de extenderse al mundo entero, o casi, en un momento dado (una pandemia). A efectos humanos, hay tres gripes distintas (A, B, C), cada una con variantes debidas a modificaciones en la estructura de las agresivas proteínas superficiales del virus, que son la hemaglutinina (H) y la neuraminidasa (N). Las gripes A han protagonizado episodios pandémicos célebres, como el de la llamada gripe española (H1N1), que ocasionó millones de muertos en el invierno de 1918-19, los brotes de gripe asiática (H2N2) habidos en los años 1889-90 y 1958-59, con un millón de muertos cada uno, o la gripe de Hong Kong (H3N2), que también mató a casi un millón de personas en el invierno de 1968-69.
Cuando la gente dice que está griposa, suele querer decir que está resfriada, porque la gripe de verdad es una enfermedad seria que no se cura sudando. Ahora bien, el episodio temidamente pandémico de gripe aviaria (H5N1) ocurrido en 2005-06 se saldó sin apenas víctimas humanas y la presente gripe nueva –una forma originada en México y capaz de afectar a los humanos de la gripe porcina ordinaria (recombinación del virus H1N1)–, a pesar del alboroto levantado, solo ha causado hasta ahora algunos centenares de muertos. Es poco a nivel mundial, habida cuenta de los centenares de miles que causa anualmente la gripe normal en el tercer mundo. En los países desarrollados se adoptan medidas profilácticas eficaces y muchas personas se vacunan cada año, sobre todo si pertenecen a grupos de riesgo. Pero una cosa es la prevención y una muy otra la psicosis. Leyendo la prensa u oyendo según qué declaraciones se llega a pensar que el mundo se tambaleará con esta nueva pandemia. Ya sucedió con el virus Ébola, que puso patas arriba al planeta mediático entre 1994 y el 2004, a pesar de que apenas causó algunos centenares de muertes humanas (y muchas entre los simios, eso sí).
Cierta prensa necesita noticias, algunos políticos notoriedad y la industria farmacéutica pedidos. La hiperprotegida sociedad del bienestar es una víctima fácil. El joven periodista argentino Julián Alterini ha producido y colgado en la red un reportaje muy bien hecho, y se diría que sólidamente documentado, sobre los intereses políticos y económicos que quizá haya tras la gripe aviaria y la gripe nueva. Evidencia en él muchas conexiones y, en todo caso, pone de manifiesto la desproporción entre la alarma generada o los recursos profilácticos aportados y la magnitud real del problema. No se trata de trivializar la gripe, que es cosa seria, pero sí de entender qué está ocurriendo y por qué.
Los ricos del mundo global, o sea nosotros, viajan mucho y se asustan en seguida. La constante aparición de variantes víricas es un fenómeno tan antiguo como la evolución. La novedad es la rapidez con que se difunden. Las guerras de la antigüedad clásica o medievales, que ya conllevaban grandes desplazamientos de importantes contingentes humanos, propiciaron las primeras epidemias y pandemias conocidas, como la peste antonina (viruela, siglo II), la peste justiniana (peste bubónica, siglo VI) o la peste negra (también peste bubónica, siglo XIV) o la primera epidemia de gripe (siglo XVI). El siglo XIX trajo las devastadoras pandemias de cólera. En el siglo XX, las grandes masas de viajeros exaltaron el fenómeno, de modo que las pandemias han proliferado, basta pensar en la propia gripe o en el sida.
La globalización es también eso. La nueva epidemia de pandemias y el Facebook responden a igual estrategia: rápida diseminación de la información entre muchos que viven alejados. En el caso de la gripe, es información bioquímica de la estructura proteínica, pero información al fin. El oseltamivir es un fármaco inhibidor de la neuraminidasa que se ha revelado bastante eficaz desquiciando esa información. Bienvenido, pero mientras siga habiendo proteínas complejas y gente viajando al por mayor, las pandemias florecerán. No hay que subestimarlas, pero tampoco angustiarse. La vida funciona así.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
Este otoño e invierno, harán bien tomando precauciones frente a la gripe. Alguna de las distintas gripes, de hecho, porque son varias. No muchas más precauciones de las que ya tomaron o deberían haber tomado el año pasado, sin embargo. El cisco desencadenado por la nueva variante gripal parece que inquieta más a medios de comunicación, funcionarios de la sanidad y políticos que a los médicos epidemiólogos.
La gripe convive con nosotros desde hace siglos. Sus primeras descripciones sintomáticas son de Hipócrates, el padre de la medicina, y tienen 2.400 años. Pero como todas las enfermedades víricas, la gripe ha ido presentando variantes con el tiempo. Los virus son estructuras vivas no celulares, poco más que meras moléculas orgánicas complejas capaces de replicarse a costa de células verdaderas. Las invaden y les quitan componentes para reproducirse, cosa que las altera o mata. Por eso virus casi equivale a enfermedad, y también por eso hay tantas variantes de gripe, porque pequeñas recombinaciones químicas originan nuevos virus ligeramente distintos de los anteriores y, pues, nuevas formas gripales.
La gripe o influenza (del francés grippe o del italiano influenza) es una enfermedad infecciosa accidental, transitoria y de difusión rápida (una epidemia) que afecta a las aves y a los mamíferos, susceptible de extenderse al mundo entero, o casi, en un momento dado (una pandemia). A efectos humanos, hay tres gripes distintas (A, B, C), cada una con variantes debidas a modificaciones en la estructura de las agresivas proteínas superficiales del virus, que son la hemaglutinina (H) y la neuraminidasa (N). Las gripes A han protagonizado episodios pandémicos célebres, como el de la llamada gripe española (H1N1), que ocasionó millones de muertos en el invierno de 1918-19, los brotes de gripe asiática (H2N2) habidos en los años 1889-90 y 1958-59, con un millón de muertos cada uno, o la gripe de Hong Kong (H3N2), que también mató a casi un millón de personas en el invierno de 1968-69.
Cuando la gente dice que está griposa, suele querer decir que está resfriada, porque la gripe de verdad es una enfermedad seria que no se cura sudando. Ahora bien, el episodio temidamente pandémico de gripe aviaria (H5N1) ocurrido en 2005-06 se saldó sin apenas víctimas humanas y la presente gripe nueva –una forma originada en México y capaz de afectar a los humanos de la gripe porcina ordinaria (recombinación del virus H1N1)–, a pesar del alboroto levantado, solo ha causado hasta ahora algunos centenares de muertos. Es poco a nivel mundial, habida cuenta de los centenares de miles que causa anualmente la gripe normal en el tercer mundo. En los países desarrollados se adoptan medidas profilácticas eficaces y muchas personas se vacunan cada año, sobre todo si pertenecen a grupos de riesgo. Pero una cosa es la prevención y una muy otra la psicosis. Leyendo la prensa u oyendo según qué declaraciones se llega a pensar que el mundo se tambaleará con esta nueva pandemia. Ya sucedió con el virus Ébola, que puso patas arriba al planeta mediático entre 1994 y el 2004, a pesar de que apenas causó algunos centenares de muertes humanas (y muchas entre los simios, eso sí).
Cierta prensa necesita noticias, algunos políticos notoriedad y la industria farmacéutica pedidos. La hiperprotegida sociedad del bienestar es una víctima fácil. El joven periodista argentino Julián Alterini ha producido y colgado en la red un reportaje muy bien hecho, y se diría que sólidamente documentado, sobre los intereses políticos y económicos que quizá haya tras la gripe aviaria y la gripe nueva. Evidencia en él muchas conexiones y, en todo caso, pone de manifiesto la desproporción entre la alarma generada o los recursos profilácticos aportados y la magnitud real del problema. No se trata de trivializar la gripe, que es cosa seria, pero sí de entender qué está ocurriendo y por qué.
Los ricos del mundo global, o sea nosotros, viajan mucho y se asustan en seguida. La constante aparición de variantes víricas es un fenómeno tan antiguo como la evolución. La novedad es la rapidez con que se difunden. Las guerras de la antigüedad clásica o medievales, que ya conllevaban grandes desplazamientos de importantes contingentes humanos, propiciaron las primeras epidemias y pandemias conocidas, como la peste antonina (viruela, siglo II), la peste justiniana (peste bubónica, siglo VI) o la peste negra (también peste bubónica, siglo XIV) o la primera epidemia de gripe (siglo XVI). El siglo XIX trajo las devastadoras pandemias de cólera. En el siglo XX, las grandes masas de viajeros exaltaron el fenómeno, de modo que las pandemias han proliferado, basta pensar en la propia gripe o en el sida.
La globalización es también eso. La nueva epidemia de pandemias y el Facebook responden a igual estrategia: rápida diseminación de la información entre muchos que viven alejados. En el caso de la gripe, es información bioquímica de la estructura proteínica, pero información al fin. El oseltamivir es un fármaco inhibidor de la neuraminidasa que se ha revelado bastante eficaz desquiciando esa información. Bienvenido, pero mientras siga habiendo proteínas complejas y gente viajando al por mayor, las pandemias florecerán. No hay que subestimarlas, pero tampoco angustiarse. La vida funciona así.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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