Por ALEJANDRO REBOSSIO - Buenos Aires - (El País.com, 21/01/2009)
Quien compre un chocolate, un alfajor de dulce de leche, un refresco, cigarrillos o condones en los típicos kioscos de Argentina sabe que casi seguro el vendedor le preguntará: "¿Te doy el vuelto en caramelos?". Al compás de la inflación, primero escasearon las monedas de 10 centavos, después las de 25, las de 50 y ahora hasta las de un peso (equivalentes a 22 céntimos de euro). Por eso, ocho de cada diez argentinos aceptan que los comercios les devuelvan sus centavos convertidos en golosinas, según una encuesta difundida esta semana por TNS Gallup.
Pero la falta de monedas no sólo se percibe a la hora de ir al kiosco, sino sobre todo cuando se quiere viajar en el transporte público. Sucede que en Buenos Aires el billete de bus sólo se puede pagar con monedas. Para desgracia del usuario, cada vez se necesitan más monedas para movilizarse: el billete, que hasta hace dos años costaba 75 centavos, desde enero vale 1,10 pesos. Antes, aquel que portaba sólo billetes solía ir al kiosco a comprarse goma de mascar o bombones para conseguir el cambio en monedas y así poder viajar en transporte público. Pero además de encarecer indirectamente el transporte, esa práctica devino imposible porque los punto de venta carecen de cambio: el cliente que no acepta los caramelos adicionales no puede comprar lo que realmente desea. Sólo tres líneas de buses de Buenos Aires han creado tarjetas de 5 y 10 pesos para que los usuarios viajen con ellas.
La escasez de suelto se ha comenzado a percibir en los últimos tres años en toda Argentina, a medida que se agravaba la inflación. Un informe de la Defensoría del Pueblo de este país denunció en noviembre que "los aumentos de algunos precios por la inflación determinaron que hicieran falta más monedas para viajar o comprar en un comercio".
Carteles pegados en las ventanillas donde se venden billetes de metro anuncian que "no hay monedas" y en las del tren también piden al usuario que "colabore con el cambio" o "pago exacto". Al menos en esos dos medios de transporte se acepta el pago con billetes. Los taxistas, así como los supermercados, muchas veces se resignan a cobrar números redondos y regalan los centavos al consumidor. En otros comercios las pequeñas ventas se frustran por la ausencia de cambio. El año pasado, ante la falta de monedas, una autopista de Córdoba comenzó a dar el cambio del peaje con tiques utilizables para futuros pagos en ese camino, pero la furia de los conductores frustró el mecanismo a los pocos días.
El Banco Central, "responsable"
La Defensoría del Pueblo señaló al Banco Central de Argentina como "mayor responsable" de la falta de monedas, porque "los niveles de circulación de monedas son inferiores a los de otros países de la región y, en la mayoría de los vecinos, no se utilizan las monedas en forma obligatoria para el transporte público". Como respuesta a la escasez, el Banco Central habilitó cajeros para cambiar hasta 20 pesos por persona en tres terminales de trenes de Buenos Aires: allí se forman cada día colas de 100 o 200 metros de personas que esperan quizás 45 minutos para conseguir las monedas para viajar del trabajo a su casa. El Banco Central también impuso multas de 2.200 pesos a cinco bancos (entre ellos, el español Santander) por no dar cambio a los ciudadanos, pese a tener la obligación de hacerlo hasta 20 pesos. Algunas oficinas directamente cuelgan el cartel de "no hay monedas". La autoridad monetaria del país suramericano destaca que inyectó el año pasado al mercado un 13% más de monedas que en 2007, menos que el 23% de inflación anual que midieron provincias argentinas (más creíbles que el instituto nacional de estadística).
No sólo se culpa al Banco Central por la escasez de monedas. Investigaciones de programas de televisión descubrieron que empresas de autobuses aprovecharon el cobro en monedas para almacenarlas y después revenderlas entre los comercios que las necesitan: piden un billete de 100 pesos por 90 pesos en monedas. También la justicia acusó a una compañía de transporte de caudales de retener monedas para comercializarlas en el mercado negro. Algunos usuarios ahorran en centavos como si fueran objetos de lujo: los necesitan para viajar en autobús. Con los altos precios que alcanzó el cobre hasta el año pasado, algunos se dedicaban a fundir las monedas para vender el metal. Pero de la falta de cambio no sólo se benefician los fabricantes y comerciantes de golosinas, sino también músicos callejeros, mendigos o empleados de gasolineras, que terminan recibiendo un billete de dos pesos, y no centavos, como ayuda o propina.
Quien compre un chocolate, un alfajor de dulce de leche, un refresco, cigarrillos o condones en los típicos kioscos de Argentina sabe que casi seguro el vendedor le preguntará: "¿Te doy el vuelto en caramelos?". Al compás de la inflación, primero escasearon las monedas de 10 centavos, después las de 25, las de 50 y ahora hasta las de un peso (equivalentes a 22 céntimos de euro). Por eso, ocho de cada diez argentinos aceptan que los comercios les devuelvan sus centavos convertidos en golosinas, según una encuesta difundida esta semana por TNS Gallup.
Pero la falta de monedas no sólo se percibe a la hora de ir al kiosco, sino sobre todo cuando se quiere viajar en el transporte público. Sucede que en Buenos Aires el billete de bus sólo se puede pagar con monedas. Para desgracia del usuario, cada vez se necesitan más monedas para movilizarse: el billete, que hasta hace dos años costaba 75 centavos, desde enero vale 1,10 pesos. Antes, aquel que portaba sólo billetes solía ir al kiosco a comprarse goma de mascar o bombones para conseguir el cambio en monedas y así poder viajar en transporte público. Pero además de encarecer indirectamente el transporte, esa práctica devino imposible porque los punto de venta carecen de cambio: el cliente que no acepta los caramelos adicionales no puede comprar lo que realmente desea. Sólo tres líneas de buses de Buenos Aires han creado tarjetas de 5 y 10 pesos para que los usuarios viajen con ellas.
La escasez de suelto se ha comenzado a percibir en los últimos tres años en toda Argentina, a medida que se agravaba la inflación. Un informe de la Defensoría del Pueblo de este país denunció en noviembre que "los aumentos de algunos precios por la inflación determinaron que hicieran falta más monedas para viajar o comprar en un comercio".
Carteles pegados en las ventanillas donde se venden billetes de metro anuncian que "no hay monedas" y en las del tren también piden al usuario que "colabore con el cambio" o "pago exacto". Al menos en esos dos medios de transporte se acepta el pago con billetes. Los taxistas, así como los supermercados, muchas veces se resignan a cobrar números redondos y regalan los centavos al consumidor. En otros comercios las pequeñas ventas se frustran por la ausencia de cambio. El año pasado, ante la falta de monedas, una autopista de Córdoba comenzó a dar el cambio del peaje con tiques utilizables para futuros pagos en ese camino, pero la furia de los conductores frustró el mecanismo a los pocos días.
El Banco Central, "responsable"
La Defensoría del Pueblo señaló al Banco Central de Argentina como "mayor responsable" de la falta de monedas, porque "los niveles de circulación de monedas son inferiores a los de otros países de la región y, en la mayoría de los vecinos, no se utilizan las monedas en forma obligatoria para el transporte público". Como respuesta a la escasez, el Banco Central habilitó cajeros para cambiar hasta 20 pesos por persona en tres terminales de trenes de Buenos Aires: allí se forman cada día colas de 100 o 200 metros de personas que esperan quizás 45 minutos para conseguir las monedas para viajar del trabajo a su casa. El Banco Central también impuso multas de 2.200 pesos a cinco bancos (entre ellos, el español Santander) por no dar cambio a los ciudadanos, pese a tener la obligación de hacerlo hasta 20 pesos. Algunas oficinas directamente cuelgan el cartel de "no hay monedas". La autoridad monetaria del país suramericano destaca que inyectó el año pasado al mercado un 13% más de monedas que en 2007, menos que el 23% de inflación anual que midieron provincias argentinas (más creíbles que el instituto nacional de estadística).
No sólo se culpa al Banco Central por la escasez de monedas. Investigaciones de programas de televisión descubrieron que empresas de autobuses aprovecharon el cobro en monedas para almacenarlas y después revenderlas entre los comercios que las necesitan: piden un billete de 100 pesos por 90 pesos en monedas. También la justicia acusó a una compañía de transporte de caudales de retener monedas para comercializarlas en el mercado negro. Algunos usuarios ahorran en centavos como si fueran objetos de lujo: los necesitan para viajar en autobús. Con los altos precios que alcanzó el cobre hasta el año pasado, algunos se dedicaban a fundir las monedas para vender el metal. Pero de la falta de cambio no sólo se benefician los fabricantes y comerciantes de golosinas, sino también músicos callejeros, mendigos o empleados de gasolineras, que terminan recibiendo un billete de dos pesos, y no centavos, como ayuda o propina.
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