Por Luis Arroyo, presidente de Asesores de Comunicación Pública (EL MUNDO, 23/01/09):
Obama ha revolucionado la comunicación con un uso formidable de la web. Tiene una lista de correo con 13 millones de personas y dos más en MyBarackObama, y ha sido el primero en colgar mensajes semanales destinados directamente a los estadounidenses. Sin embargo, la retórica desplegada por el presidente tiene el mejor sabor de los discursos clásicos y utiliza técnicas milenarias.Poco ha cambiado en el plano de la retórica en estos 2.500 años, desde que las antiguas Grecia y Roma fijaran sus cánones.
Vemos en el discurso inaugural de Obama la apelación a la responsabilidad, trufada de realismo («Reafirmando la grandeza de nuestra nación, sabemos que la grandeza nunca es dada. Debe ser ganada»). Ese mismo espíritu está en Pericles («Aquellos que tienen la almas más grandes, que son sensibles a las miserias de la guerra y la dulzura de la paz, son quienes no se desalientan al encarar el peligro»). Pero también en innumerables discursos de crisis y guerra: desde los clásicos «Lo único a lo que debemos tener miedo es al miedo mismo» (Rooselvelt) o el texto de Churchill: «Sólo puedo ofrecer sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor» (la historia pulió luego redundancias y lo dejó en tres), que termina exhortando: «Vamos, pues, marchemos juntos con la fuerza de la unión». Cuando Obama habla de «mantener la promesa divina de que todos son iguales y libres», no hace sino evocar el espíritu de Lincoln en Gettysburg («Nuestros padres formaron en este continente una nueva nación, concebida en la libertad y dedicada a la proposición de que todos los hombres son creados iguales»), una referencia repetida miles de veces en la oratoria mundial.
También las tácticas retóricas aplicadas por Obama y sus logógrafos (con permiso de la Real Academia) son las mismas de siempre.Encontramos a cada paso tríadas, una técnica milenaria: «Fe, esperanza y caridad» se exhorta en la Biblia; y de nuevo Lincoln, que reclamaba «un Gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo». Obama se siente «humilde, agradecido y consciente» y dice que los desafíos contra los que llama son «reales, muchos, y no serán fáciles. El presidente, como tantos otros antes, recurre a la metáfora: habla de «nubes y furiosas tormentas», pide que «sorteemos las corrientes heladas», y que hagamos por «levantarnos y sacudirnos el polvo».
Antítesis hay varias en el texto de Obama («os juzgarán por lo que podáis construir, no por lo que destruís»; «los instrumentos pueden ser nuevos, pero los valores son antiguos»), pero ha destacado sin duda la que afirma «hemos escogido la esperanza por encima del miedo, el propósito común por encima del conflicto y la discordia». A Kennedy también le gustaba la antítesis: «Pregunta no lo que tu país puede hacer por ti, sino lo que tú puedes hacer por tu país». Antítetis, metáforas, tríadas Podríamos encontrar también aliteraciones, preguntas sin respuesta Pero entre las técnicas de la retórica con más sabor, Obama recurre a una mágica que nace con el ser humano: la historia, la parábola, el relato.Como tantos oradores brillantes, Obama no usa ni un dato. Habla de historias de gente. Como su padre, que no habría sido servido en un restaurante hace 60 años, como los soldados luchando en la nieve en las batallas decisivas, y susurrando luego desde Arlington.
Quizá en la mesa del Despacho Oval encontremos pronto un ordenador por vez primera, pero la retórica mundial seguirá bebiendo de las fuentes de siempre para contarnos quiénes somos y hacia dónde vamos.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
Obama ha revolucionado la comunicación con un uso formidable de la web. Tiene una lista de correo con 13 millones de personas y dos más en MyBarackObama, y ha sido el primero en colgar mensajes semanales destinados directamente a los estadounidenses. Sin embargo, la retórica desplegada por el presidente tiene el mejor sabor de los discursos clásicos y utiliza técnicas milenarias.Poco ha cambiado en el plano de la retórica en estos 2.500 años, desde que las antiguas Grecia y Roma fijaran sus cánones.
Vemos en el discurso inaugural de Obama la apelación a la responsabilidad, trufada de realismo («Reafirmando la grandeza de nuestra nación, sabemos que la grandeza nunca es dada. Debe ser ganada»). Ese mismo espíritu está en Pericles («Aquellos que tienen la almas más grandes, que son sensibles a las miserias de la guerra y la dulzura de la paz, son quienes no se desalientan al encarar el peligro»). Pero también en innumerables discursos de crisis y guerra: desde los clásicos «Lo único a lo que debemos tener miedo es al miedo mismo» (Rooselvelt) o el texto de Churchill: «Sólo puedo ofrecer sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor» (la historia pulió luego redundancias y lo dejó en tres), que termina exhortando: «Vamos, pues, marchemos juntos con la fuerza de la unión». Cuando Obama habla de «mantener la promesa divina de que todos son iguales y libres», no hace sino evocar el espíritu de Lincoln en Gettysburg («Nuestros padres formaron en este continente una nueva nación, concebida en la libertad y dedicada a la proposición de que todos los hombres son creados iguales»), una referencia repetida miles de veces en la oratoria mundial.
También las tácticas retóricas aplicadas por Obama y sus logógrafos (con permiso de la Real Academia) son las mismas de siempre.Encontramos a cada paso tríadas, una técnica milenaria: «Fe, esperanza y caridad» se exhorta en la Biblia; y de nuevo Lincoln, que reclamaba «un Gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo». Obama se siente «humilde, agradecido y consciente» y dice que los desafíos contra los que llama son «reales, muchos, y no serán fáciles. El presidente, como tantos otros antes, recurre a la metáfora: habla de «nubes y furiosas tormentas», pide que «sorteemos las corrientes heladas», y que hagamos por «levantarnos y sacudirnos el polvo».
Antítesis hay varias en el texto de Obama («os juzgarán por lo que podáis construir, no por lo que destruís»; «los instrumentos pueden ser nuevos, pero los valores son antiguos»), pero ha destacado sin duda la que afirma «hemos escogido la esperanza por encima del miedo, el propósito común por encima del conflicto y la discordia». A Kennedy también le gustaba la antítesis: «Pregunta no lo que tu país puede hacer por ti, sino lo que tú puedes hacer por tu país». Antítetis, metáforas, tríadas Podríamos encontrar también aliteraciones, preguntas sin respuesta Pero entre las técnicas de la retórica con más sabor, Obama recurre a una mágica que nace con el ser humano: la historia, la parábola, el relato.Como tantos oradores brillantes, Obama no usa ni un dato. Habla de historias de gente. Como su padre, que no habría sido servido en un restaurante hace 60 años, como los soldados luchando en la nieve en las batallas decisivas, y susurrando luego desde Arlington.
Quizá en la mesa del Despacho Oval encontremos pronto un ordenador por vez primera, pero la retórica mundial seguirá bebiendo de las fuentes de siempre para contarnos quiénes somos y hacia dónde vamos.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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