Por Francisco Rodríguez Adrados, de las Reales Academias Española y de la Historia (ABC, 23/01/09):
Los cito por el orden de sus presidencias. Y los cito juntos porque hago, para algún punto, un mínimo ensayo de vidas paralelas, un ensayo, por supuesto, infinitamente incompleto. Pero la comparación es difícil. De Bush, el primero de los dos, el anterior presidente, apenas existe un juicio sereno, está demasiado cerca. El segundo es, más que otra cosa, una esperanza. Escribo bajo el impacto de su discurso de toma de posesión, que fortifica esa esperanza.
Las vidas paralelas implican diferencias, a veces grandes diferencias, pero Plutarco veía en ellas (Alejandro y César, Demóstenes y Cicerón) lo que prometía en su título: su comportamiento en situaciones más o menos paralelas también. Eso que, con todas las diferencias individuales, les hizo ser modelos de gobernantes, y aun de héroes, en todo el Renacimiento, el Humanismo, el siglo XVIII. Las Vidas Paralelas de Plutarco fueron, probablemente, la obra más leída durante esos siglos.
En fin, escribo tras escuchar las palabras del ya presidente Obama, de escucharlas con envidia como español. Un discurso basado en la unidad, la restauración de la confianza entre el pueblo y el gobierno, la herencia recibida (los viejos valores), la derrota de los odios, la superación de la guerra civil, el rechazo de la falsa oposición entre nuestra seguridad y nuestro ideal, la aceptación de los riesgos. Y la inventiva, el hacer América, la responsabilidad, la humildad, la compasión.
Los Estados Unidos tienen el gran mérito de esa su sustancial unidad de los dos partidos y los múltiples grupos: difieren en cada momento en lo que hayan de diferir, pero se consideran como una nación única, heredera de una historia única. Si hubo una guerra de Secesión o hubo otros enfrentamientos, se olvidaron, no se usaron para reabrir heridas. Y en los grandes momentos, como éste, hay formas exquisitas.
No sabemos lo que Obama logrará en un mundo tan difícil como el de hoy, tan múltiplemente enfrentado. Pero nadie puede negar que el programa es hermoso. Sin duda, el pueblo americano es capaz de intentarlo y de, en la medida que sea, llevarlo a cabo. Mantuvo su unidad en momentos tan difíciles como el 11 de Septiembre, reaccionó, sigue reaccionando con valor ante frentes adversos. Nadie -o nadie responsable- aboga por sacar de Asia sus tropas, que defienden sus valores - nuestros valores- antes de dejar allí un eco firme de ellos.
Estos valores de América viven también en Europa, viven entre nosotros. De aquí pasaron a América, como antes habían venido de Grecia y Roma y los Cristianos. Pero están tan cuestionados hoy, que a veces desesperamos. También están cuestionados en América. Pero cuando llega un momento importante, toman el primer puesto, ocupan la primera plana los que también están aquí en el fondo de los corazones de los más, pero a veces los otros valores, o como se los quiera llamar, bullen y bullen, casi parecen dominantes.
Querría pasar deprisa, pero aquí vemos todos los días que se olvida o se falsifica nuestra vieja Historia -¡ de la cual vino América!- y que hay especialistas en la falsificación de la moderna e incluso intentan abrir sus peores llagas. Yo, la verdad, me he jurado ni ver películas ni leer libros de esos especialistas (?) sobre la guerra civil. Sólo puede disculparlos su ignorancia.
Y luego están nuestros particularismos, llamémoslos así.
Ciertas Autonomías o, mejor, ciertos grupos dentro de ellas, buscan marcar una identidad que consiste en separarse de los demás y buscar mayor poder y dinero con ayuda del juego de las alianzas. Todos lo saben. Nada de eso encontrarán en América. ¡Qué envidia!
¿Y para qué hablar del Irak, de aquella retirada cobarde? Era una guerra ilegal, dicen. Pero las Naciones Unidas la declararon legal. Y seguro que la guerra se hizo mal, pero, a la larga, gracias a América, queda la esperanza de que se logre un paso adelante en la Historia. Los Estados Unidos, al menos, se han atrevido a afrontar los riesgos.
Volviendo a aquí, a la comparación con nuestro país, en él los antiguos valores, que son los mismos de América, los cultivan día a día tantos y tantos. Pero públicamente están a la defensiva.
Pero, en fin, yo quería hablar también de Bush: se trata de una medalla de dos caras. Y entre los dos presidentes todo ha sido estos días más que correcto, ningún «tú tienes la culpa» o «la culpa es del anterior» se ha oído.
Bush está en baja en las encuestas de popularidad. El poder desgasta, errores sin duda ha cometido, pero el objetivo de la presidencia no es ganar encuestas, es hacer cosas, «funcionar», hacer incluso, si es preciso, lo que parece necesario, aunque no sea popular. Tener valor, arriesgar. Esto ni a Bush ni a Obama puede negárseles.
De Bush lo dije en este periódico, cuando yo también (en escala modesta) me arriesgué a defenderlo por dos veces. En dos Terceras. Alumnos míos del antiguo sector progre (y a los que quiero mucho) me lo criticaron, siempre hay alguien que le cuenta a uno esas cosas.
Lo que dije es bien claro: ante una amenaza para América y todo nuestro mundo, Bush tuvo valor. Sadam era un peligro público, universal, para decirlo suavemente. Si hubo una guerra y muchos desastres fue porque, en un momento, a Bush los europeos le dejaron solo - quizá por sus fructíferas relaciones comerciales con Irak, quizá simplemente por celos-. Si los europeos hubieran formado un frente común, no habría hecho falta aquella guerra. Y, luego, los asesores de Bush fueron desastrosos: le llenaron la cabeza con aquello de las armas de destrucción masiva y llevaron al Irak mucha tecnología de guerra y escasos hombres que ni siquiera podían contener el pillaje.
Tenían la ingenua idea de que los iraquíes iban a saltar de alegría ante la democracia, nada sabían de suníes y shiíes ni de las tácticas que Al Qaida iba a aplicarles (y eso que no eran tan diferentes de las del Vietnam).
Esta es la cuestión. Pero lo que yo elogié en aquellos artículos fue el valor de Bush en dos momentos. Primero, cuando, aun estando casi solo y con mala información, se atrevió a enfrentarse al tirano, que era ya un viejo enemigo de América (y de todos). Segundo, que cuando las cosas se torcieron, siguió adelante, cambió lo que hubo de cambiar y logró enderezar, sustancialmente, el curso de aquella guerra.
Los demócratas, que primero abrieron, luego cerraron y perdieron, bastante vergonzosamente, la guerra del Vietnam, han reaccionado esta vez de una manera digna. Obama, al frente de ellos, proclama que busca una pacificación que deje a esos desgraciados países, Afganistán y Vietnam, del lado de la democracia. En su discurso inaugural, Obama recordó cuando América aceptó el riesgo frente al nazismo y el comunismo. También ahora frente al islamismo radical y terrorista.
Varían las circunstancias, hay aciertos y errores. Pero, como hombres, los dos presidentes han aceptado los riesgos y, al final, han ganado o ganarán. Lo creo seguro. En beneficio de todos nosotros y de la paz mundial.
En las grandes ideas, los dos presidentes podrían entrar en unas vidas paralelas modernas, como aquellas de Plutarco. Representan, una vez más, lo que América ha significado para nuestro mundo. Y para el mundo, a secas. Un aliado poderoso y valiente.
Claro, no voy a comparar con todo esto lo que hizo en Irak el presidente español. Todos lo saben. Da demasiada vergüenza.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
Los cito por el orden de sus presidencias. Y los cito juntos porque hago, para algún punto, un mínimo ensayo de vidas paralelas, un ensayo, por supuesto, infinitamente incompleto. Pero la comparación es difícil. De Bush, el primero de los dos, el anterior presidente, apenas existe un juicio sereno, está demasiado cerca. El segundo es, más que otra cosa, una esperanza. Escribo bajo el impacto de su discurso de toma de posesión, que fortifica esa esperanza.
Las vidas paralelas implican diferencias, a veces grandes diferencias, pero Plutarco veía en ellas (Alejandro y César, Demóstenes y Cicerón) lo que prometía en su título: su comportamiento en situaciones más o menos paralelas también. Eso que, con todas las diferencias individuales, les hizo ser modelos de gobernantes, y aun de héroes, en todo el Renacimiento, el Humanismo, el siglo XVIII. Las Vidas Paralelas de Plutarco fueron, probablemente, la obra más leída durante esos siglos.
En fin, escribo tras escuchar las palabras del ya presidente Obama, de escucharlas con envidia como español. Un discurso basado en la unidad, la restauración de la confianza entre el pueblo y el gobierno, la herencia recibida (los viejos valores), la derrota de los odios, la superación de la guerra civil, el rechazo de la falsa oposición entre nuestra seguridad y nuestro ideal, la aceptación de los riesgos. Y la inventiva, el hacer América, la responsabilidad, la humildad, la compasión.
Los Estados Unidos tienen el gran mérito de esa su sustancial unidad de los dos partidos y los múltiples grupos: difieren en cada momento en lo que hayan de diferir, pero se consideran como una nación única, heredera de una historia única. Si hubo una guerra de Secesión o hubo otros enfrentamientos, se olvidaron, no se usaron para reabrir heridas. Y en los grandes momentos, como éste, hay formas exquisitas.
No sabemos lo que Obama logrará en un mundo tan difícil como el de hoy, tan múltiplemente enfrentado. Pero nadie puede negar que el programa es hermoso. Sin duda, el pueblo americano es capaz de intentarlo y de, en la medida que sea, llevarlo a cabo. Mantuvo su unidad en momentos tan difíciles como el 11 de Septiembre, reaccionó, sigue reaccionando con valor ante frentes adversos. Nadie -o nadie responsable- aboga por sacar de Asia sus tropas, que defienden sus valores - nuestros valores- antes de dejar allí un eco firme de ellos.
Estos valores de América viven también en Europa, viven entre nosotros. De aquí pasaron a América, como antes habían venido de Grecia y Roma y los Cristianos. Pero están tan cuestionados hoy, que a veces desesperamos. También están cuestionados en América. Pero cuando llega un momento importante, toman el primer puesto, ocupan la primera plana los que también están aquí en el fondo de los corazones de los más, pero a veces los otros valores, o como se los quiera llamar, bullen y bullen, casi parecen dominantes.
Querría pasar deprisa, pero aquí vemos todos los días que se olvida o se falsifica nuestra vieja Historia -¡ de la cual vino América!- y que hay especialistas en la falsificación de la moderna e incluso intentan abrir sus peores llagas. Yo, la verdad, me he jurado ni ver películas ni leer libros de esos especialistas (?) sobre la guerra civil. Sólo puede disculparlos su ignorancia.
Y luego están nuestros particularismos, llamémoslos así.
Ciertas Autonomías o, mejor, ciertos grupos dentro de ellas, buscan marcar una identidad que consiste en separarse de los demás y buscar mayor poder y dinero con ayuda del juego de las alianzas. Todos lo saben. Nada de eso encontrarán en América. ¡Qué envidia!
¿Y para qué hablar del Irak, de aquella retirada cobarde? Era una guerra ilegal, dicen. Pero las Naciones Unidas la declararon legal. Y seguro que la guerra se hizo mal, pero, a la larga, gracias a América, queda la esperanza de que se logre un paso adelante en la Historia. Los Estados Unidos, al menos, se han atrevido a afrontar los riesgos.
Volviendo a aquí, a la comparación con nuestro país, en él los antiguos valores, que son los mismos de América, los cultivan día a día tantos y tantos. Pero públicamente están a la defensiva.
Pero, en fin, yo quería hablar también de Bush: se trata de una medalla de dos caras. Y entre los dos presidentes todo ha sido estos días más que correcto, ningún «tú tienes la culpa» o «la culpa es del anterior» se ha oído.
Bush está en baja en las encuestas de popularidad. El poder desgasta, errores sin duda ha cometido, pero el objetivo de la presidencia no es ganar encuestas, es hacer cosas, «funcionar», hacer incluso, si es preciso, lo que parece necesario, aunque no sea popular. Tener valor, arriesgar. Esto ni a Bush ni a Obama puede negárseles.
De Bush lo dije en este periódico, cuando yo también (en escala modesta) me arriesgué a defenderlo por dos veces. En dos Terceras. Alumnos míos del antiguo sector progre (y a los que quiero mucho) me lo criticaron, siempre hay alguien que le cuenta a uno esas cosas.
Lo que dije es bien claro: ante una amenaza para América y todo nuestro mundo, Bush tuvo valor. Sadam era un peligro público, universal, para decirlo suavemente. Si hubo una guerra y muchos desastres fue porque, en un momento, a Bush los europeos le dejaron solo - quizá por sus fructíferas relaciones comerciales con Irak, quizá simplemente por celos-. Si los europeos hubieran formado un frente común, no habría hecho falta aquella guerra. Y, luego, los asesores de Bush fueron desastrosos: le llenaron la cabeza con aquello de las armas de destrucción masiva y llevaron al Irak mucha tecnología de guerra y escasos hombres que ni siquiera podían contener el pillaje.
Tenían la ingenua idea de que los iraquíes iban a saltar de alegría ante la democracia, nada sabían de suníes y shiíes ni de las tácticas que Al Qaida iba a aplicarles (y eso que no eran tan diferentes de las del Vietnam).
Esta es la cuestión. Pero lo que yo elogié en aquellos artículos fue el valor de Bush en dos momentos. Primero, cuando, aun estando casi solo y con mala información, se atrevió a enfrentarse al tirano, que era ya un viejo enemigo de América (y de todos). Segundo, que cuando las cosas se torcieron, siguió adelante, cambió lo que hubo de cambiar y logró enderezar, sustancialmente, el curso de aquella guerra.
Los demócratas, que primero abrieron, luego cerraron y perdieron, bastante vergonzosamente, la guerra del Vietnam, han reaccionado esta vez de una manera digna. Obama, al frente de ellos, proclama que busca una pacificación que deje a esos desgraciados países, Afganistán y Vietnam, del lado de la democracia. En su discurso inaugural, Obama recordó cuando América aceptó el riesgo frente al nazismo y el comunismo. También ahora frente al islamismo radical y terrorista.
Varían las circunstancias, hay aciertos y errores. Pero, como hombres, los dos presidentes han aceptado los riesgos y, al final, han ganado o ganarán. Lo creo seguro. En beneficio de todos nosotros y de la paz mundial.
En las grandes ideas, los dos presidentes podrían entrar en unas vidas paralelas modernas, como aquellas de Plutarco. Representan, una vez más, lo que América ha significado para nuestro mundo. Y para el mundo, a secas. Un aliado poderoso y valiente.
Claro, no voy a comparar con todo esto lo que hizo en Irak el presidente español. Todos lo saben. Da demasiada vergüenza.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
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