Por William Polk, del consejo de planificación política del Departamento de Estado con John F. Kennedy. Autor de Políticas violentas (Libros de Vanguardia). Traducción: José María Puig de la Bellacasa (LA VANGUARDIA, 22/01/09):
Durante sus ocho años de mandato, la Administración Bush funcionó a partir de la creencia de que tenía el derecho y la obligación de intervenir con carácter preventivo en cualquier parte del mundo donde advirtiera la existencia de una amenaza para Estados Unidos. Tal convicción la llevó a guerras con Afganistán, Iraq y Somalia, al borde de una operación militar de calado contra Irán y a la instalación de casi un millar de bases militares en todo el mundo, a aumentar el potencial estadounidense por tierra, mar y aire y a crear fuerzas especiales capaces de operar e intervenir de modo secreto y no oficial en Latinoamérica, Áfricay Asia.
Tal política provocó víctimas a gran escala, sobre todo en países musulmanes, además de un menor número - aunque importante-de heridos y muertos estadounidenses.
También motivó que países de todo el mundo sintieran temor y aversión hacia Estados Unidos, produciendo una notable sangría en la economía estadounidense que ha contribuido a la actual depresión a escala mundial.
Estos acontecimientos y consecuencias constituyen la herencia que recibe la Administración Obama en materia de política exterior, de modo que cabe preguntarse efectivamente por lo que hará.
El presidente Barack Obama es plenamente consciente de su experiencia limitada en cuestiones internacionales y es evidente, a juzgar por sus nombramientos de relieve, que trata de demorar la adopción de ciertas iniciativas y de distanciarse de las arduas decisiones que de hecho se deben adoptar. Hace unos días, manifestó a través de un canal de televisión estadounidense: “Quiero ser realista: no todo lo que hemos dicho durante la campaña vamos a poder ponerlo en práctica al ritmo que habíamos esperado”. Además, es un sentir general que Obama se propone invertir la mayor parte de su tiempo y energías en la solución de los problemas internos estadounidenses, sobre todo en el terreno económico.
En el panorama militar, Obama ha confirmado en su cargo al secretario de Defensa, Robert Gates, que en junio del 2008 reafirmó, en el marco de la más reciente doctrina estadounidense en materia de estrategia de defensa nacional, la política Bush de guerra preventiva.
En los casos de Iraq y Afganistán, el presidente Obama se ha manifestado de distinta manera: aspira a que las fuerzas de combate estadounidenses (alrededor de un tercio del total) se retiren de Iraq con mayor rapidez de lo previsto por la Administración Bush, pero en el caso de Afganistán propone destinar unos 30.000 soldados más de lo proyectado, lo que representa duplicar casi el contingente estadounidense en el país.
En el ámbito civil, Obama ha autorizado a la nueva secretaria de Estado, Hillary Clinton, a rehacer básicamente el equipo de política exterior de la Administración Clinton. En su audiencia de confirmación, Hillary Clinton prometió basar su actuación en “los principios y el pragmatismo y no en una ideología rígida e intransigente”, añadiendo que la Administración Obama se proponía relacionarse con Irán y Siria de forma diplomática.
Hillary Clinton afirmó entonces que la solución del conflicto palestino-israelí sobre la base de la existencia de dos estados sigue siendo la política de Estados Unidos sobre la cuestión. Ni ella ni Barack Obama han adoptado una postura clara y nítida sobre el conflicto de Gaza, aunque antes del ataque israelí, cuando Obama aún era candidato, señaló que en caso de enfrentarse a la provocación sufrida por Israel haría cuanto estuviera en su mano “para detener tal actitud, dando por sentado que los israelíes harían lo propio”.
Antes de su nombramiento, Hillary Clinton dijo también que el presidente entrante no debería negociar con Hamas (aunque “no podemos renunciar a alcanzar la paz”, añadió) y el presidente electo afirmó que el equipo de Hillary Clinton se “emplearía a fondo inmediatamente en el proceso de paz de Oriente Medio”.
Las relaciones con Rusia dependerán preferentemente de si Estados Unidos sigue o no adelante con los dos programas de la Administración Bush: instalar misiles en Polonia y la República Checa y meter a Georgia y Ucrania en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) pese a la clara promesa del ex secretario de Estado de Bush padre, James Baker, en el sentido de no avanzar por esta senda.
Barack Obama afrontará este año una cuestión clave: qué hacer acerca del tratado de reducción de armas nucleares estratégicas, que expira en diciembre de este año. Rusia impulsa actualmente un importante programa de armamento y todo dependerá en gran parte de si tal factor induce a Estados Unidos a gastar aún más en armamento o bien utiliza tal circunstancia como herramienta para negociar una reducción. Dados los problemas económicos de ambos países, es posible que sus líderes se vean obligados a optar por una reducción.
El triángulo India-Pakistán-Afganistán atraerá indudablemente la atención de Obama. Entre los motivos concurrentes cabe citar la previsión de una mayor presencia de fuerzas estadounidenses en Afganistán y su probable ampliación a Pakistán, así como la disputa sin resolver sobre Cachemira, cuya solución reviste renovada urgencia tras los atentados de Bombay y habida cuenta de que tanto India como Pakistán son poseedores del arma nuclear.
Acerca de la CIA y al referirse al parecer al tema de la tortura, el presidente Obama afirmó que la Administración estaba “decidida a romper con algunas prácticas del pasado que han empañado su imagen” y ha nombrado como director de la agencia a un “no iniciado”.
Por último, y sobre la “guerra contra el terrorismo”, pese a la creciente convicción de que lo que se ha hecho o proyectado no ha funcionado y a que la que se ha calificado al respecto de cuestión relevante resulta engañosa, sigue constituyendo un tema de alcance popular y Obama ha nombrado su asesor en la lucha contra el terrorismo a un veterano de la CIA, partidario de seguir aplicando duras y enérgicas medidas en este terreno.
Ver El equipo de Obama (1)
Durante sus ocho años de mandato, la Administración Bush funcionó a partir de la creencia de que tenía el derecho y la obligación de intervenir con carácter preventivo en cualquier parte del mundo donde advirtiera la existencia de una amenaza para Estados Unidos. Tal convicción la llevó a guerras con Afganistán, Iraq y Somalia, al borde de una operación militar de calado contra Irán y a la instalación de casi un millar de bases militares en todo el mundo, a aumentar el potencial estadounidense por tierra, mar y aire y a crear fuerzas especiales capaces de operar e intervenir de modo secreto y no oficial en Latinoamérica, Áfricay Asia.
Tal política provocó víctimas a gran escala, sobre todo en países musulmanes, además de un menor número - aunque importante-de heridos y muertos estadounidenses.
También motivó que países de todo el mundo sintieran temor y aversión hacia Estados Unidos, produciendo una notable sangría en la economía estadounidense que ha contribuido a la actual depresión a escala mundial.
Estos acontecimientos y consecuencias constituyen la herencia que recibe la Administración Obama en materia de política exterior, de modo que cabe preguntarse efectivamente por lo que hará.
El presidente Barack Obama es plenamente consciente de su experiencia limitada en cuestiones internacionales y es evidente, a juzgar por sus nombramientos de relieve, que trata de demorar la adopción de ciertas iniciativas y de distanciarse de las arduas decisiones que de hecho se deben adoptar. Hace unos días, manifestó a través de un canal de televisión estadounidense: “Quiero ser realista: no todo lo que hemos dicho durante la campaña vamos a poder ponerlo en práctica al ritmo que habíamos esperado”. Además, es un sentir general que Obama se propone invertir la mayor parte de su tiempo y energías en la solución de los problemas internos estadounidenses, sobre todo en el terreno económico.
En el panorama militar, Obama ha confirmado en su cargo al secretario de Defensa, Robert Gates, que en junio del 2008 reafirmó, en el marco de la más reciente doctrina estadounidense en materia de estrategia de defensa nacional, la política Bush de guerra preventiva.
En los casos de Iraq y Afganistán, el presidente Obama se ha manifestado de distinta manera: aspira a que las fuerzas de combate estadounidenses (alrededor de un tercio del total) se retiren de Iraq con mayor rapidez de lo previsto por la Administración Bush, pero en el caso de Afganistán propone destinar unos 30.000 soldados más de lo proyectado, lo que representa duplicar casi el contingente estadounidense en el país.
En el ámbito civil, Obama ha autorizado a la nueva secretaria de Estado, Hillary Clinton, a rehacer básicamente el equipo de política exterior de la Administración Clinton. En su audiencia de confirmación, Hillary Clinton prometió basar su actuación en “los principios y el pragmatismo y no en una ideología rígida e intransigente”, añadiendo que la Administración Obama se proponía relacionarse con Irán y Siria de forma diplomática.
Hillary Clinton afirmó entonces que la solución del conflicto palestino-israelí sobre la base de la existencia de dos estados sigue siendo la política de Estados Unidos sobre la cuestión. Ni ella ni Barack Obama han adoptado una postura clara y nítida sobre el conflicto de Gaza, aunque antes del ataque israelí, cuando Obama aún era candidato, señaló que en caso de enfrentarse a la provocación sufrida por Israel haría cuanto estuviera en su mano “para detener tal actitud, dando por sentado que los israelíes harían lo propio”.
Antes de su nombramiento, Hillary Clinton dijo también que el presidente entrante no debería negociar con Hamas (aunque “no podemos renunciar a alcanzar la paz”, añadió) y el presidente electo afirmó que el equipo de Hillary Clinton se “emplearía a fondo inmediatamente en el proceso de paz de Oriente Medio”.
Las relaciones con Rusia dependerán preferentemente de si Estados Unidos sigue o no adelante con los dos programas de la Administración Bush: instalar misiles en Polonia y la República Checa y meter a Georgia y Ucrania en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) pese a la clara promesa del ex secretario de Estado de Bush padre, James Baker, en el sentido de no avanzar por esta senda.
Barack Obama afrontará este año una cuestión clave: qué hacer acerca del tratado de reducción de armas nucleares estratégicas, que expira en diciembre de este año. Rusia impulsa actualmente un importante programa de armamento y todo dependerá en gran parte de si tal factor induce a Estados Unidos a gastar aún más en armamento o bien utiliza tal circunstancia como herramienta para negociar una reducción. Dados los problemas económicos de ambos países, es posible que sus líderes se vean obligados a optar por una reducción.
El triángulo India-Pakistán-Afganistán atraerá indudablemente la atención de Obama. Entre los motivos concurrentes cabe citar la previsión de una mayor presencia de fuerzas estadounidenses en Afganistán y su probable ampliación a Pakistán, así como la disputa sin resolver sobre Cachemira, cuya solución reviste renovada urgencia tras los atentados de Bombay y habida cuenta de que tanto India como Pakistán son poseedores del arma nuclear.
Acerca de la CIA y al referirse al parecer al tema de la tortura, el presidente Obama afirmó que la Administración estaba “decidida a romper con algunas prácticas del pasado que han empañado su imagen” y ha nombrado como director de la agencia a un “no iniciado”.
Por último, y sobre la “guerra contra el terrorismo”, pese a la creciente convicción de que lo que se ha hecho o proyectado no ha funcionado y a que la que se ha calificado al respecto de cuestión relevante resulta engañosa, sigue constituyendo un tema de alcance popular y Obama ha nombrado su asesor en la lucha contra el terrorismo a un veterano de la CIA, partidario de seguir aplicando duras y enérgicas medidas en este terreno.
Ver El equipo de Obama (1)
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
No hay comentarios.:
Publicar un comentario