martes, julio 31, 2007

Evaluación General

Se le notifica a la comunidad estudiantil y docente del Instituto Latinoamericano de Ciencia y Artes, A. C. que el día 25 de agosto de 2007 se realizará la evaluación general del ciclo escolar 2006-2007 en el entendido de que será requisito indispensable para continuar avanzando en su desarrollo académico.

De igual manera, el alumno deberá estar al corriente de sus aportaciones económicas.

domingo, julio 29, 2007

Rezo por la lluvia

Por Adam Michnik, escritor polaco. Traducción de Jorge Ruiz Lardizabal (EL PAÍS, 29/07/07):

En el verano del año pasado, cuando Polonia estaba azotada por una fuerte sequía, el presidente del Parlamento invitó a los diputados a rezar en la capilla del Legislativo por la lluvia. Igualmente curioso fue que en la Unión Europea el primer ministro polaco afirmara que valía la pena morir por un sistema de votación basado en la raíz cuadrada. Muchos europeos se preguntaron qué pasaba con Polonia.

Ahora son los polacos los que tienen que hacerse esa pregunta, porque desde las últimas elecciones presidenciales y parlamentarias de 2005 Polonia ya no es el país que era, una república democrática en la que todos los ciudadanos tenían los mismos derechos, un país con tribunales independientes, donde el monopolio comunista fue reemplazado por el pluralismo político e informativo y el poder centralizado por la autogestión de los municipios, distritos y provincias. En aquella Polonia imperaba la presunción de la inocencia de los acusados y se respetaban los derechos humanos. En ella el compromiso y la tolerancia eran virtudes, mientras que el fanatismo y el espíritu de venganza estaban en desgracia. Un país en el que el ingreso en la Unión Europea, ratificado en un referéndum, se celebró como una fiesta nacional. Eso era la Polonia de ayer, porque en la de hoy todas esas conquistas, todos esos valores, están siendo arrinconados, rechazados y condenados.

Polonia se ha convertido en un país que se desliza hacia un régimen autoritario en el que las instituciones democráticas serán una pura decoración sin contenido, sin sustancia. Y con eso no quiero decir que el primer ministro Jaroslaw Kaczynski, el hombre fuerte de Polonia, sea un fascista o un comunista. Eso tampoco significa que en Polonia no exista la prensa libre, se hayan prohibido las elecciones o se encarcele a los políticos de la oposición. Tampoco quiero decir que Kaczynski tenga la intención de sacar mañana a Polonia de la UE.

Kaczynski lo que busca es implantar un régimen de gobierno muy personal y en ese esfuerzo ya ha conseguido un éxito asombroso, porque ningún jefe de gobierno en la Polonia democrática tuvo tanto poder como él. Utiliza su enorme poder para transformar el régimen de Polonia y cambiar la política exterior del país. Y realiza su plan de manera sumamente eficaz disponiendo invariablemente del respaldo de una tercera parte de los electores. Hay que señalar que su actuación constituye un enorme éxito personal y al mismo tiempo una gran catástrofe para la democracia polaca. Son muchos los síntomas que indican que J. Kaczynski podrá seguir gobernando seis años más. Si eso sucede, la democracia polaca habrá sufrido una terrible derrota ante el populismo.

El populismo polaco tiene varios rostros. Existe desde hace muchos años, pero por primera vez se ha concentrado en torno al poder. J. Kaczynski construyó su Gobierno con el apoyo de dos partidos que antes eran considerados como enemigos del orden democrático. La Liga de las Familias Polacas (LPR) es la continuadora de la corriente fascista en la Polonia de antes de la II Guerra Mundial, mientras que Autodefensa es la versión criminal, aventurera y populista del poscomunismo. Son dos partidos, por definición, hostiles a la Unión Europea y a los valores que representa. Sus representantes elogian las dictaduras del general Franco y de Salazar, luchan contra la teoría de la evolución de las especies de Darwin, exigen la exclusión de las obras de Goethe, Conrad y Dostoievski del programa escolar, falsifican de manera inimaginable la historia más moderna y cometen auténticas fechorías.

J. Kaczynski, LPR y Autodefensa se han apropiado del Estado. Se han adueñado de instituciones públicas como el Consejo de la Radio y la Televisión, el Banco Nacional, el Tribunal de Cuentas y la inmensa mayoría de las empresas públicas y sociedades del Tesoro. El aparato de Justicia, los servicios secretos y la fiscalía son un feudo exclusivo de J. Kaczynski y hoy sirven al plan de construir un Estado en el que imperan las sospechas y el miedo. Actualmente, cuando alguien oye el timbre de la puerta de su casa a las 6.00 de la mañana, sabe perfectamente que no es el lechero. Y todos esos pasos van acompañados con un lenguaje lleno de alusiones a la conspiración hostil de un enemigo indefinido. Dicen los actuales gobernantes que, tras la caída del comunismo, Polonia estuvo gobernada por una trama que saqueaba las riquezas del país y en política exterior enarbolaba la bandera blanca de la rendición. Así justifican las purgas que han llevado a cabo en la diplomacia polaca.

No estoy esbozando una caricatura, sino una imagen verdadera de la realidad. J. Kaczynski ve en la Unión Europea un peligro, una amenaza, un instrumento de Alemania para convertirse en dictador del continente y conseguir la dominación de Polonia por la vía pacífica. Todo aquel que tiene otra opinión es un traidor, porque para J. Kaczynski Polonia es él, su hermano, el presidente, y sus compañeros más cercanos. Por eso la Unión Europea es buena solamente cuando da dinero o cuando sirve para oponerse a la política energética de Moscú, pero es mala cuando critica al Gobierno polaco. En esos casos, Angela Merkel es percibida como una descendiente directa de Hitler a la que cabe exigir que indemnice a los polacos por los crímenes del nazismo. Pero, ¿es acaso extraña esa concepción de J. Kaczynski si ataca de manera igualmente canallesca a Bronislaw Geremek, uno de los políticos polacos más respetados en el mundo, y confunde a la dirección de mi diario, Gazeta Wyborcza, con los ideólogos del Partido Comunista de Polonia?

Para gobernar como lo desea J. Kaczynski tiene que falsificar totalmente la historia y reamueblar la conciencia de los polacos. Hay que convencer a todos que los héroes de las transformaciones -Walesa, Geremek o Mazowiecki- fueron traidores o cómplices de los traidores. Hay que definir la transición pacífica, el mayor éxito de Polonia en el siglo XX, como “una gran traición”. Hay que enseñarles nuevamente a los polacos a tener miedo y a odiar a sus vecinos. Y, por último, hay que enseñarles a tener fe ciega en la infalibilidad del nuevo caudillo, Jaroslaw Kaczynski. Conozco a los polacos y sé que todo eso será muy difícil.

J. Kaczynski es la herencia más triste dejada a Polonia por los comunistas. Sus defectos los tienen también muchos políticos de otros países ex comunistas. Un ejemplo es Rusia. Putin no es como Stalin ni como Brezhnev, pero todos tememos que pueda convertirse en el soporte de un nuevo autoritarismo ruso. J. Kaczynski, aunque utiliza un lenguaje conservador, es un simple imitador de Putin.

En los últimos cincuenta años Polonia dio al mundo lo mejor que tenía: Juan Pablo II, Lech Walesa y Solidaridad, Czeslaw Milosz y Witold Gombrowicz, Leszek Kolakowski, Andrzej Wajda, Witold Lutoslawski, Leszek Balcerowicz, Wislawa Szymborska, Jacek Kuron, Tadeusz Mazowiecki y Bronislaw Geremek. No me gustaría que ahora empezase a dar al mundo lo peor que posee. ¿Nos queda solamente rezar para que llegue la lluvia del sentido común?

Del estraperlo a Alhaurín

Por Julián Casanova, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza (EL PAÍS, 29/07/07):

Corrupción y sobornos. Pagos indebidos con fondos públicos. Familias y amigos. De eso estuvo hecha durante mucho tiempo la política en España. Abundó en la Restauración, en las décadas finales del siglo XIX y comienzos del XX, en ese complejo entramado que Joaquín Costa definió con el binomio “oligarquía y caciquismo”, y se generalizó como práctica política durante la dictadura de Franco, cuando los vencedores en la guerra civil y los adictos al Generalísimo hicieron de España su particular cortijo. La Segunda República, el primer régimen democrático, parlamentario y constitucional de nuestra historia, conoció también un sonado escándalo, y los manejos de políticos de segunda y tercera fila con sus amigos promotores y constructores salpican todavía hoy a la ya madura democracia. Aunque la historia nos enseña alguna que otra lección, lo que ocurre en la actualidad convierte en minucia a las corruptelas del pasado.

Una trama de corrupción y sobornos acabó en 1935 con la vida política de Alejandro Lerroux, el viejo dirigente republicano del Partido Radical que presidía entonces el Gobierno. Ese año, Daniel Strauss, un hombre de oscuros negocios que se hacía pasar por holandés, pero en realidad era de origen alemán y de nacionalidad mexicana, intentó introducir en España un juego de ruleta, y para obtener la licencia entregó varias cantidades de dinero y relojes de oro a algunos miembros del Partido Radical, entre quienes se encontraba Aurelio Lerroux, hijo adoptivo del líder radical. La legalización, pese a las cantidades pagadas, no llegó, y los dos inventores y promotores del juego, Strauss y Perl, buscaron una compensación y airear el escándalo.

A comienzos de septiembre de 1935, Strauss mandó a Niceto Alcalá-Zamora, presidente de la República, un dossier completo con toda la trama de entrevistas, promesas y corruptelas, con nombres y apellidos de los implicados. Alcalá-Zamora se lo presentó a Lerroux, pero el dirigente del Partido Radical no le dio importancia y le contestó que sería muy difícil probar sus contactos con Strauss. El asunto pasó a las Cortes y se abrió una investigación judicial. Los ministros radicales tuvieron que dimitir, y cayeron también muchos cargos provinciales y locales del partido. Así estalló el escándalo del straperlo, un neologismo que combinaba el apellido de los dos promotores de aquel juego y que se convirtió, después de la guerra civil, en el término más utilizado para designar al mercado negro.

Apenas tres meses después, en las elecciones de febrero de 1936, los radicales, desacreditados y sin apoyos, tuvieron que presentar sus candidaturas al margen de las alianzas principales, el Frente Popular y la coalición reaccionaria que dirigía la CEDA. El Partido Radical, el más histórico de los partidos republicanos, fundador de la República y partido gobernante desde septiembre de 1933 hasta finales de 1935, se hundió en las elecciones. Quedó reducido a cuatro diputados, noventa y nueve menos que en 1933. Alejandro Lerroux ni siquiera salió elegido en la lista del Front Catalá d’Ordre, la amplia coalición que agrupaba en Cataluña a la CEDA, la Lliga, los radicales y los tradicionalistas.

La corrupción en la democracia actual nunca tiene efectos tan inmediatos y devastadores sobre los cargos políticos. En las pasadas elecciones de mayo, muchos alcaldes y concejales sospechosos de haber cometido delitos de prevaricación y cohecho volvieron a salir elegidos. Hay causas abiertas en muchos sitios, aunque la palma se la llevan la provincia de Málaga y el caso Malaya, donde aparecen imputados promotores, políticos, arquitectos y gentes de buen vivir. Son noticia todos los días en los periódicos, en las revistas del corazón, en la telebasura. En su afán por buscar la complicidad de políticos, jueces y notarios, una promotora inmobiliaria regalaba bolsos, jamones de pata negra, chorizos y Moët Chandon. Son los amos de la fiesta, los que enseñan a los demás lo fácil que es ganar dinero y repartir prebendas.

El hecho de que esos escándalos salgan a la luz, investigados por periodistas, descubiertos por la policía y perseguidos por los jueces, es un buen síntoma de la salud democrática de algunas de nuestras instituciones. Lo preocupante, sin embargo, es la respuesta de una buena parte de la sociedad civil, de esos ciudadanos que siguen votando a los políticos corruptos, de los dirigentes políticos que nada dicen si son de su partido, aunque se apresuran a denunciar los chanchullos del oponente, de esos rostros conocidos de la telebasura que en sesiones maratonianas, vistas al parecer por millones de espectadores, gritan e insultan a los demás para defender y mostrar lealtad a sus famosos corruptos. Y lo que queda detrás, vayan o no a la cárcel esos ladrones y chantajistas, es la especulación con licencia legal, el aprovechamiento urbanístico para destrozar la costa y los parajes naturales, y la idea, extendida entre mucha gente, de que no es necesario luchar y esforzarse para lograr una buena formación profesional, un trabajo digno para ganarse la vida, de que todos los políticos acuden al calor del dinero.

Y mientras crece ese culto al dinero sucio y a quienes lo poseen, veremos cómo aumenta también a palmos, pasados los calores estivales, cuando llegue el nuevo curso escolar, la oposición a la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Con el asunto de la ciudadanía, que aquí en España todavía hoy es el asunto de la religión, habrá escasas posibilidades de entendimiento, porque existen aún poderes tradicionales, casi eternos, que consideran que sus derechos son “imprescriptibles”. El buen funcionamiento de la democracia requiere, no obstante, esa educación, un amplio debate sobre la libertad, la convivencia y el respeto a los demás. A los demás y a eso que llamamos el medio ambiente, para que quienes sobornan con jamones de pata negra y bolsos Loewe no sigan apoderándose del país.

Intimidad de los Príncipes

Por Mario Vargas Llosa (EL PAÍS, 29/07/07):

El semanario satírico español El Jueves publicó la semana pasada en su carátula una viñeta de los príncipes de Asturias desnudos y haciendo el amor, a la vez que él comentaba con vulgaridad la posibilidad de que ella quedara embarazada y el niño o niña resultante les permitiera recibir la subvención de 2.500 euros con que el presidente Rodríguez Zapatero se propone premiar a las parejas que procreen a fin de elevar la demografía (decreciente, como en todos los países desarrollados) de España. El fiscal general de la nación encontró que esta portada incurría en injuria y denigración de la familia real, que es constitucionalmente intangible; pasó denuncia y un juez decretó el secuestro de la revista y decidió abrir una instrucción penal contra los autores de la caricatura. El escándalo consiguiente ha permitido interesantes intercambios sobre los alcances y límites de la libertad de expresión.

La inmensa mayoría de los españoles, según las encuestas, considera que la viñeta incriminada es zafia y de un mal gusto abominable -tiene toda la razón del mundo-, pero sólo una minoría aprueba el secuestro y la presunta penalización de los autores. Para el resto, la medida es desproporcionada y lesiona la libertad de prensa y el derecho de crítica que, desde la transición hasta la democracia, todos los gobiernos españoles han respetado escrupulosamente.

Es sumamente interesante cotejar las razones que esgrimen unos y otros. El argumento más extendido entre los opositores al secuestro es que, con esta iniciativa, el fiscal general y el juez han conseguido exactamente lo contrario de lo que se proponían; es decir, la chusca viñeta, que probablemente sólo habría llegado a los ojos distraídos de unos pocos millares de lectores de El Jueves -una revista de reducida difusión-, gracias a la prohibición ha sido morosa y viciosamente paladeada por millones de curiosos, pues, como era de esperar, apenas corrió noticia del secuestro, los ejemplares de la publicación amenazada volaron de los quioscos antes de que llegaran los agentes de la ley a confiscarla, decenas de revistas y periódicos en el mundo entero la reprodujeron, y miles de internautas la colgaron de la Red para satisfacer la morbosa hambruna de escándalo de la humanidad contemporánea, sobre todo en lo que concierne a la realeza y a los poderosos. Según la prensa, los ejemplares de aquel número de El Jueves en el mercado negro alcanzaron precios exorbitantes (hasta 2.500 euros). No es imposible que el desconocido caricaturista que perpetró el desaguisado inicie, gracias a éste, una carrera triunfal en el mundo del arte (por lo menos, del arte gráfico).

A estas razones, quienes aprueban el secuestro y el juicio replican que, si semejante criterio pragmático prevaleciera en todo orden de cosas, el ordenamiento legal se desplomaría y el mundo estaría en manos de los vivos y de los pillos. La violación de la ley, dicen, debe ser debidamente sancionada sin tener en cuenta las eventuales y adventicias derivaciones que ello podría acarrear en otros ámbitos de la vida social. Lo importante es proteger la vida privada de las personas e impedir que ella sea violada y convertida en materia de tráficos escandalosos y obscenos.

Pero, si así son las cosas, replican aquellos, ¿por qué la privacidad de todos los españoles, con la excepción de los miembros de la familia real, puede ser -y es de hecho- objeto de violaciones, a veces tan repelentes como la de los Príncipes en este caso, sin que ningún juez se alarme y mueva un dedo? ¿No ocurre acaso a diario que la intimidad de los políticos, empresarios, artistas y los personajes más encumbrados sea pasto de infidencias, chismografías, revelaciones, vejaciones, burlas y exageraciones sangrientas? ¿Es justo que en una sociedad abierta y democrática exista ese derecho a la excepcionalidad en materia de crítica y humor de una sola familia, por más real que sea? ¿Acaso en Inglaterra o en Suecia, Dinamarca, Holanda yNoruega, las familias reales no son objeto de bromas tan feas y subidas de color como la que provoca este alboroto?

De este modo, la controversia ha ido alejándose de la caricatura en cuestión y acercándose a un tema diferente y espinoso: el estatuto -los privilegios y servidumbres- de la familia real en la sociedad española.

No es frecuente que ocurra algo así, por lo menos de una manera tan explícita, desde que la Monarquía renació en España, luego de la muerte de Franco. Mi impresión es que, dentro de todas las instituciones españolas, la Monarquía es la menos cuestionada, la que despierta más simpatía o, por lo menos, la que menos antipatía y decepción merece a grandes conjuntos de ciudadanos. Es cierto que, por lo menos en teoría, hay partidos políticos importantes que se declaran republicanos -el propio Partido Socialista, que está en el poder, sin ir más lejos-, pero ninguno de ellos ha hecho de este principio una prioridad de su quehacer político, y todos parecen satisfechos, o al menos acostumbrados, al régimen monárquico actual, en el que no ven obstáculo alguno para el funcionamiento de la democracia. Por el contrario, todos, o casi todos, reconocen el papel principalísimo que el Rey tuvo en la transición de la dictadura franquista a un Estado de derecho y en la sofocación del intento golpista del 23 de febrero de 1981 que amenazó con cancelarla, así como el hecho incontrovertible de que, en esa sociedad tironeada cada día más por fuerzas centrífugas -nacionalismos, soberanismos, autonomías, indigenismos, querellas lingüísticas- como es España, la Monarquía aparece cada día más como una de las solitarias entidades que todavía se asientan sobre un vasto consenso nacional favorable.

Ha contribuido a crear esta imagen de la familia real lo discreta que es -a diferencia de lo que ocurre con la casa real británica, por ejemplo, donde los escándalos están siempre a la vuelta de la esquina-, la estricta manera con que cumple sus funciones protocolarias, y la manera abierta, campechana, amable y accesible que tienen los Reyes, Príncipes e Infantas con los demás, es decir, con nosotros, los plebeyos. Ésta es la razón, para mí, mucho más que el temor de infringir el precepto constitucional que prohíbe insultar y denigrar a la familia real, lo que ha establecido ese pacto tácito entre todos los medios de comunicación de España para exonerarla hasta ahora de los manoseos, exhibicionismos y relajos informativos que alimenta la civilización del espectáculo y el público reclama de los medios de comunicación.

¿Es síntoma lo acontecido con la viñeta de El Jueves de que aquel consenso comienza también a resquebrajarse y que, a partir de ahora, la voracidad del periodismo amarillista va a encarnizarse también con la familia real? Confiemos en que no sea así, porque, a mi juicio al menos, la popularidad y solidez de la Monarquía española, a diferencia de la británica, no reposa sobre una tradición ni una costumbre arraigadas en la psiquis colectiva, sino en la manera como el rey Juan Carlos, desde que accedió al trono, se identificó con la democratización, modernización y apertura del país al mundo, a la vez que se empeñaba en preservar, dentro de su obligatoria neutralidad en el quehacer político, la estabilidad institucional y la unidad de España. Es obvio, a juzgar por su desempeño público, que el príncipe Felipe ha sido educado para, y está totalmente entregado a, mantener semejante línea de conducta. La legitimidad de que la Monarquía goza ha sido conquistada, más que por la historia, por la manera como la familia real se ha conducido desde que don Juan Carlos asumió la Corona.

Son estas credenciales las que han rodeado a la familia real de respeto y consideración, y lo que la ha librado hasta el momento de ser objeto de ese entretenimiento y juego perverso del periodismo amarillo que, pretendiendo sólo divertir, corroe y minimiza todo lo que toca, convirtiendo a las personas en “casos”, exhibiendo ante el público, como en un circo, esas debilidades y vergüenzas de que nadie está exento, rebajándolos al nivel de lo ridículo, mezquino y desdeñable.

Si el fiscal y el juez que ordenaron el secuestro de El Jueves querían proteger a los príncipes de Asturias de ser denigrados, se han equivocado garrafalmente. Lo que han logrado, más bien, es que desde hace una semana estén asociados, en las portadas de medio mundo, a una viñeta estúpida y vulgar, y que, sin haber tenido la menor intervención en lo que sucede, haya quienes los vinculan ahora a un secuestro periodístico que, diga lo que diga la ley, es preocupante, pues sienta un peligroso precedente de limitación de la libertad de expresión.

La libertad de expresión no tiene sólo una hermosa faz, aquella que significa poder decir la verdad e informar de lo que sucede, la de criticar a los poderes, denunciar los abusos y mostrar, a través de las controversias y debates, los distintos puntos de vista que anidan en una sociedad sobre la política, la cultura, la moral y mil cosas más. Tiene también una cara sucia, llena de forúnculos y pestilencias: la de convertir a las personas en espectáculos para así divertir a las gentes, y nada divierte tanto como ver caer en picada el prestigio de quienes parecían intachables, valiosos, ejemplares. La extraordinaria libertad de que gozan las sociedades abiertas, como España, les ha traído inconmensurables beneficios, y por eso hay que defenderla con uñas y dientes, pero a sabiendas de que hay que pagar por ello, también, un precio elevado; por ejemplo, que desaparezcan la respetabilidad, la privacidad y las buenas formas en el mundo de la información.

Seducción y firmeza

Por Ignasi Guardans, diputado al Parlamento Europeo (EL PAÍS, 29/07/07):

“La legislación polaca en los ámbitos que corresponden al orden moral que rigen la vida social, la dignidad de la familia, el matrimonio y la educación, así como la protección de la vida, no podrán en ningún caso ser limitados por disposiciones internacionales”. Así lo proclamaba solemnemente el 11 de abril de 2003 la Dieta (Parlamento) de Polonia con el apoyo de los que hoy son oposición. Los días 7 y 8 de junio de ese año se iba a celebrar el referéndum de adhesión de Polonia a la Unión Europea. Y un tal Roman Giertych estaba organizando con eficacia el frente del no levantando serios temores morales en la población a los que había que dar respuesta. El discurso radicalmente ultramontano de su católica Liga de las Familias, apoyado expresa o tácitamente por una parte del clero y de la jerarquía ponía seriamente en peligro el proceso de adhesión.

Hoy la situación es paradójica. Roman Giertych es vicepresidente del Gobierno y ministro de Educación, en justo precio al apoyo que presta su partido al mayoritario Ley y Justicia de los gemelos Kaczynski. Un Gobierno que exigió en el último Consejo Europeo la aprobación de una Declaración “protectora” en términos prácticamente idénticos a los de esa votación del 2003, y que si pudiera evitaría la aplicación de la Carta de Derechos fundamentales por los mismos motivos. Mientras, según el Eurobarómetro, los polacos están entre los más entusiastas defensores del europeísmo, por delante de sus vecinos y a enorme distancia de las poblaciones de los Estados fundadores de la Unión.

Hay que reconocer que entre este Giertych y su padre, el eurodiputado Maciej Giertych, acumulan juntos los derechos de autor de la mayoría de los temas que han convertido a Polonia y su Gobierno en motivo de conversación en millones de hogares en el último año: amenazas de despido a los profesores gays; reivindicación del noble papel de Franco en la defensa de la Europa cristiana; cuarentena a los Teletubbies por apología homosexual; escritos antisemitas; ataques a la población gitana; proclamas contra el acceso de la mujer al trabajo; equiparación de Merkel con Hitler, etcétera. En consecuencia, cabría pensar que en realidad buena parte del ruido y de la alarma que despierta son anecdóticos o pasajeros. Si todo procede de una misma fuente, bien puede apagarse en cuanto haya unas nuevas elecciones. Y en cierto modo es así. A mi modo de ver, estas actitudes requieren atención y seria condena. Pero no son problemas estructurales de la Polonia de hoy.

Mucho más grave resultan las actitudes de fondo, y la consecuente acción de Gobierno, de los hermanos Kaczynski y de su partido. Más grave porque, como me decía un prestigioso eurodiputado polaco y buen amigo, si logran permanecer en el poder durante un tiempo suficientemente largo, pueden llevar a algo así como la “putinización” de Polonia. Un Estado aparentemente democrático, en el que se salvan las apariencias, pero llevado de una deriva autoritaria que nada tiene que ver con las democracias libres que queremos como socios. Algo de lo que Polonia y sus vecinos tienen experiencia, en esa tradición de gobierno de coroneles de los años treinta encubierta de formas parlamentarias.

¿Y cuál ha de ser la actitud de Europa? La respuesta, si la hay, no es sencilla. Las cosas no son en blanco y negro, los buenos y demócratas a un lado, los malos y autoritarios del otro. No es así. Por ejemplo, porque estos mismos Kaczynski encabezan hoy el Gobierno menos corrupto que ha tenido nunca ese país. Hoy por hoy, los millones de euros que la Unión Europea vierte sobre el campo y las infraestructuras polacas tienen unas garantías de buena gestión, o cuando menos de gestión honrada, que no está claro que nadie más pueda ofrecer en el panorama político actual. Eso sería ya un argumento para actuar con pies de plomo. Pero es que además no se debilita con críticas externas a quien fundamenta su poder y su autoridad en la defensa acérrima de la patria frente al enemigo exterior. Para millones de polacos el concepto de nación se basa casi exclusivamente en la memoria colectiva de los agravios del pasado. Pocos Estados-nación tienen una historia tan cargada de ofensas y ataques, hasta el punto de que la supervivencia misma de Polonia parece a veces un milagro. De ahí nace un poso de desconfianza infinita hacia sus vecinos, uno de los cuales es precisamente el Estado más influyente en la Unión Europea. El patriotismo cosmopolita y abierto es hoy el de una élite ilustrada. Para una inmensa mayoría, el patriotismo es autoprotección y desconfianza. ¿Cómo se conjuga el europeísmo que reflejan las encuestas con esa tensión emocional con el vecino alemán, y ese temor profundo a la intromisión de las instituciones de Bruselas? Es posible que la lluvia de euros y las crecientes facilidades laborales, todavía incompletas, tengan mucho que decir en la explicación a esa contradicción. Pero el hecho es que hoy tenemos como socio a alguien dispuesto a obtener de la Unión Europea todo aquello a lo que cree tener legítimo derecho. Y al tiempo, alguien que no desea aportar al proyecto europeo ese mínimo de ilusión compartida, esa complicidad de valores y de aspiraciones sin la cual sería imposible que el proyecto mismo pudiera sobrevivir como tal. Por ello, la UE y sus líderes deberían combinar mejor la seducción con la firmeza frente al socio incómodo. Sonreír y convencer allí donde sea posible, respetando las diferencias culturales y con la máxima comprensión a los recelos derivados de la historia. Condenar y sancionar con firmeza las medidas que limiten derechos y libertades de los que hoy son, además de polacos, ciudadanos europeos.

La paradoja contemporánea

Por Pere Vilanova, catedrático de Ciencia Política de la Universitat de Barcelona (LA VANGUARDIA, 29/07/07):

¿Kosovo? Un pequeño paradigma de los desajustes generados en el sistema mundial contemporáneo desde la caída del muro de Berlín en noviembre de 1989, y un claro ejemplo de algunas de las paradojas que ello ha suscitado entre la opinión pública europea (y por extensión, mundial). Ahora casi todo el mundo ha oído hablar de Kosovo. Antes de 1989, entre nosotros tan sólo algunos especialistas podrían haber opinado al respecto. Durante las guerras en la antigua Yugoslavia, que empiezan en Eslovenia en julio de 1991, Kosovo empezó a darse a conocer fuera de sus fronteras, pero la ferocidad de la guerra en Croacia y, sobre todo, la masacre que los radicales serbios perpetraron en Bosnia-Herzegovina lo colocaron en un segundo término. Ha ido apareciendo y desapareciendo de las primeras páginas de lo periódicos. Una de las últimas veces, con motivo del reciente viaje del presidente Bush a varios países europeos. En Albania se descolgó con una contundente declaración en dos tiempos: la aplicación del plan de paz Ahtisaari no puede esperar y, a continuación, si el Consejo de Seguridad no toma esa decisión (por la amenaza del veto de Rusia), EE. UU. podría considerar un reconocimiento unilateral de la independencia de Kosovo.

En estas breves líneas está todo el meollo del problema en su última versión. El nacionalismo serbio, uno de los fenómenos más extraños que se han visto en Europa en este cambio de siglo, ha considerado siempre Kosovo la cuna de su identidad, de su espiritualidad, de su Historia con mayúscula. Pero como suele suceder, esto es una narrativa, un relato basado en varios mitos construidos deliberadamente sobre algunos hechos históricos reformateados, y sobre el olvido de otros hechos históricos. Mala suerte para el mito, Kosovo tiene una población mayoritariamente albanokosovar (92%) y una minoría serbia, pero a diferencia de, por ejemplo, Bosnia-Herzegovina, donde hasta la guerra la mezcla entre comunidades era - incluso con parentesco de primer grado: esposa, marido, padre, hijo, etcétera- muy frecuente, en Kosovo nunca se mezclaron, nunca socializaron sus vidas.

Hacia mediados de junio, hubo en la Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior (Fride-Madrid) un seminario sobre el futuro de Serbia, con la presencia de varios expertos, un diplomático serbio y un académico de la Universidad de Belgrado. El tema era el futuro de Serbia como proyecto democrático y su agenda de ingreso en la UE, pero se habló sobre todo de Kosovo. Insistían en que si se aplicaba el plan Ahtisaari, que con la aprobación del Consejo de Seguridad de la ONU concedía a Kosovo un estatuto de independencia supervisada por la comunidad internacional, se desencadenaría en Europa y otros lugares una cadena de secesiones y desestabilizaciones que sería terrible. Y citaban con insistencia el caso de Chechenia, Catalunya y Euskadi. Hubo que recordarles que este argumento tenía un aire de déjà vu algo rancio, porque tal cosa, justamente gracias en parte al nacionalismo radical serbio, ya había sucedido en varios sitios en los últimos quince años, y no parece que vaya a suceder en otros. Montenegro se acaba de separar de Serbia, pero de ello no se deduce nada más que exactamente esto. Con lo que se cierra un ciclo, una especie de bucle histórico, que desencadenó con toda su energía el propio Milosevic. Para que no caiga en el olvido, vale la pena recordar algunos de sus hitos.

Ahora sabemos que con la desaparición de Tito en 1980, desapareció prácticamente el poder federador de la Yugoslavia federal, y los intentos de mantenerla a través de una presidencia colegiada formada por ocho miembros, uno por cada uno de los territorios yugoslavos (pero Serbia controlaba los cuatro votos de Serbia, Montenegro, Voivodina y Kosovo), duraron sólo unos pocos años. Ya en 1986 apareció el (después) famoso memorando de la Academia Serbia de las Ciencias y las Artes, en el que se explica que los serbios nunca han estado más amenazados en su identidad y su futuro que en aquel momento. Se dice en el documento que la situación nunca ha sido peor desde la derrota ante los turcos en 1804 y, en concreto, que la situación de los serbios en Kosovo es, desde 1981, la de un genocidio político, cultural, jurídico y físico. Tal cual. En 1987 y en 1989, Milosevic construye su ascenso al poder dentro de Serbia a través de sendos discursos justamente en Kosovo. En 1989, con motivo del aniversario de la derrota serbia en el Campo de los Mirlos ante el sultán Murad, Milosevic dijo aquello de “nadie volverá a levantar la mano contra un serbio” y “Serbia es donde haya una tumba serbia”. Siempre en Kosovo. Y en marzo de 1989, meses antes de la caída del muro de Berlín, y dos años antes de la independencia de Eslovenia y Croacia, Milosevic suspendió unilateralmente el estatuto de autonomía de Kosovo dentro de Serbia. Sin más.

El resto es bien conocido, la resistencia pasiva liderada por Rugova, la aparición de grupos armados kosovares a partir de 1997-1998, el aumento de la represión en la provincia, sobre todo durante 1998. Y al final, las negociaciones de Rambouillet, que los kosovares aceptaron y Milosevic no, y la consiguiente intervención de la OTAN y el despliegue posterior de la misión de la ONU conocida como Unmik - por cierto, acordada con Rusia- hasta la actualidad.

El plan Ahtisaari, en suma, es el proyecto que el Consejo de Seguridad encargó a este prestigioso diplomático finlandés a finales del 2005 y que su autor entregó a primeros del 2007. Prevé que para verano del 2007 - es decir, ya- el Consejo de Seguridad apruebe el plan de independencia tutelada internacionalmente. Subsisten incógnitas, la principal de ellas, la amenaza de veto de Rusia. Otra es si los kosovares sabrán gestionar su futuro, de viabilidad relativamente incierta. La UE, presente junto a Unmik en Kosovo desde 1999, habrá de tener un papel esencial en la Oficina Civil Internacional que gestionará el proyecto. Pero lo más triste para el serbio medio es que la herencia de Milosevic es una Serbia reducida a su mínima expresión en siglos.

Turquía después de las elecciones

Por Walter Laqueur, director del Instituto de Estudios Estratégicos de Washington. Traducción: Celia Filipetto (LA VANGUARDIA, 29/07/07):

Han concluido las elecciones de Turquía. La crisis turca, no. Ha ganado el partido islamista AKP, pero entre la antigua elite laica, el ejército y la burocracia reina la sospecha. Muchos de ellos no creen que el AKP haya adoptado posiciones más tolerantes y liberales, temen que la charia, la ley islámica, termine por imponerse y devuelva a Turquía a la edad media.

El AKP ha conseguido el 46% de los votos, una gran victoria, pero todavía está lejos de los dos tercios necesarios para modificar la Constitución. De hecho, debido a los caprichos de la ley electoral turca, en el Parlamento tendrán menos escaños que antes. Los laicos no están en buena forma, su actuación en materia de política social y económica ha sido pobre, mientras que el AKP ha obtenido un gran apoyo de la gente gracias a la prosperidad de la que ha gozado Turquía en los últimos años, con una tasa de crecimiento anual en torno al 7,5%.

En política exterior, el ejército, principal baluarte de los laicos, apoyó la invasión de la región kurda situada al norte de Iraq. Provocaciones no han faltado, pues desde principios de año, unos 200 soldados turcos murieron a manos de la guerrilla kurda, que consiguió una base en el norte de Iraq. Sin embargo, una invasión militar no resolvería nada, causaría un gran daño internacional a Turquía y podría ser el detonante de una crisis generalizada en Oriente Medio.

¿Qué representa el partido AKP, se puede confiar en él? La respuesta no es sencilla porque se trata de una coalición de distintas fuerzas, islamistas radicales y pragmáticos, que ha ido cambiando con el paso del tiempo. Erdogan, jefe del partido, era, sin duda, un islamista devoto hace diez años cuando manifestó que la democracia era buena para llegar al poder y desecharla después. En los diez años que lleva en el poder, primero como alcalde de Estambul, luego como primer ministro, su actuación no ha sido la de un extremista, sino que ha trabajado con ahínco en favor de la entrada de Turquía en la Unión Europea y, en su tiempo libre, sus intereses parecen centrarse tanto en el fútbol como en la teología islámica (el hecho de que fuera jugador profesional de fútbol no hace más que aumentar su popularidad) y bajo su dirección, Turquía se abrió al mundo.

Los laicos y el ejército temen que se trate de puro mimetismo, y que la orientación islamista básica del AKP no haya cambiado. Ven cada vez más mujeres con el pañuelo negro en la cabeza y más cubiertas, si bien es cierto que entre los parlamentarios del AKP hay un 11% de mujeres, éstas deben ocupar escaños separados de sus colegas hombres. Y los laicos se preguntan ¿se mantendrán las mismas costumbres cuando Turquía pase a formar parte de las instituciones europeas?

En la actualidad, Turquía está dividida en dos bandos enfrentados y Erdogan deberá convencer a sus adversarios de que no tienen nada, o poco, que temer. Deberá incluir políticos moderados en su nuevo Gobierno y proponer un candidato para la presidencia de Turquía que sea aceptado no sólo por su propio partido. Por otra parte, no puede extralimitarse sin provocar el antagonismo de los islamistas radicales de su propio partido, que se oponen encarnizadamente al laicismo. Se trata de un tarea harto difícil en un país donde, con gran frecuencia y gran facilidad, la lucha política ha derivado en conflictos violentos. Es posible que Erdogan lo consiga, pero no existe ninguna certeza.

Independientemente de los problemas de orden interno, están los problemas de política exterior de Turquía, como sus relaciones con la UE. Estrasburgo ha manifestado una moderada satisfacción ante la victoria de Erdogan porque parecía prometer estabilidad, aunque en la mayor parte de Europa no hay un gran entusiasmo por que Turquía sea miembro de la UE; Gran Bretaña y Suecia están a favor (países donde hay pocos inmigrantes turcos), pero Alemania y Francia tienen serias dudas. Las comunidades turcas de Europa provienen de las regiones rurales de Anatolia y son mucho más fundamentalistas que la población urbana de Turquía. Algunos nacionalistas extremos han sugerido que Turquía debería dar la espalda a Europa y a EE. UU. - pese a haber contado durante muchos años con el apoyo de Washington, el antiamericanismo está muy arraigado en Turquía-, y proponen una política exterior panturca dirigida al Cáucaso y a Asia Central, y estrechar relaciones con Moscú, Irán y el mundo árabe. Se trata de fantasías, porque difícilmente podrían combinarse elementos tan dispares. No obstante, su presencia demuestra que los sueños de poder, las ideas poco realistas que proponen restaurar la antigua gloria del imperio siguen desempeñando un papel en algunos sectores de la opinión pública. Entre los éxitos de ventas populares, hay muchos libros de corte xenófobo y de política ficción, textos sobre la guerra, incluso nuclear, en la que los ejércitos turcos se imponen a sus enemigos.

Ahora que las elecciones han terminado y que el Parlamento inicia sus sesiones el mes que viene, millones de turcos se han vuelto a marchar de vacaciones a la playa, y con menos frecuencia a la montaña. ¿Hay motivos para el optimismo? Sí, pero para un optimismo cauteloso. A diferencia de Pakistán, Iraq y algunos países árabes, Turquía no es un país fracasado y fanático. Su economía marcha razonablemente bien y, si se excluye el tema kurdo, casi no hay terrorismo. Los turcos no tienen sentimientos de inferioridad como muchos otros países musulmanes. Han sido un país independiente desde hace varios siglos, tienen una mejor comprensión de los derechos y obligaciones que supone ejercer una ciudadanía responsable. Es menos probable que, en un momento dado, participen en actos radicales, un peligro tanto para ellos como para sus vecinos. En resumidas cuentas, quienes gobiernen Turquía después de las elecciones necesitarán sabiduría y moderación para superar la actual división del país en dos bandos. Tienen más posibilidades de conseguirlo que la mayoría de sus vecinos.

Turquía rompe mitos orientalistas

Por Rami G. Khouri, editor del diario Daily Star (Beirut). © Rami G. Khouri / Agencia Global. Traducción de Toni Tobella (EL PERIÓDICO, 29/07/07):

La generalizada victoria del Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD) en las elecciones parlamentarias del pasado domingo representa un hito histórico para Turquía, pero encierra también importantes lecciones para otros actores, como por ejemplo Estados Unidos, la Unión Europea y otros gobiernos occidentales, y para algunos partidos políticos islamistas del mundo árabe.

Las lecciones giran alrededor de tres ejes relacionados: la participación de partidos islamistas en transformaciones democráticas en Oriente Próximo; la relación entre un nacionalismo laico impuesto por las fuerzas armadas y un islamismo electoral apoyado por una gran parte de la ciudadanía, y cómo las democracias occidentales deberían afrontar de manera más efectiva situaciones en las que la democracia y los partidos islamistas levantan sus cabezas al alimón en un Oriente Próximo en desarrollo. Como siempre, Turquía tiene mucho que enseñarnos.

MUCHOS EN EL mundo árabe, y hombres y mujeres honradas en Occidente e Israel, deberían ahora comparar y preguntarse: ¿Por qué ese contraste tan brutal entre cómo las democracias de EEUU y la UE se relacionan con demócratas islamistas triunfantes en las elecciones de Turquía, y cómo esas mismas democracias condenan y asedian a islamistas triunfantes en el mundo árabe, especialmente a Hamás en Palestina?

La trayectoria de anteriores partidos islamistas en Turquía, prohibidos y defenestrados por las fuerzas armadas dos veces en la década de los 90, había cedido últimamente ante el pragmatismo y realismo del PJD. Esto les ha llevado no solo a ejercer su cargo victoriosamente, sino también a la fuerte reafirmación popular de la semana pasada por parte de la fuerza más importante en una auténtica democracia: la ciudadanía que piensa y vota.

La victoria del pasado domingo es especialmente significativa porque también representa una bofetada a las tácticas de mano dura aplicadas por las fuerzas armadas, que a principios de mayo dejaron claro que intervendrían para salvaguardar el sistema secular turco en el supuesto de cualquier amenaza islamista real o imaginada. El pueblo llano y el PJD han reafirmado su compromiso con el laicismo turco, la democracia, el Estado de derecho, la reforma económica y el deseado ingreso en la UE. La elección, de una tacada, transformó siglos de distorsiones orientalistas sobre la gobernanza y los valores políticos en Oriente Próximo en una única y clara afirmación de la lección más importante para todos impartida por Turquía: es posible reconciliar democracia, nacionalismo, laicismo, republicanismo, constitucionalismo, estabilidad, prosperidad e islam en un único proceso. Este proceso es una democracia inclusiva y honesta, en la que toman parte todos los actores legítimos, y al ganador se le permite gobernar.

Inteligentemente, los EEUU y la UE se han relacionado con el sistema político de Turquía durante las últimas dos décadas, conduciéndolo suavemente hacia una combinación de normas liberales, hechas de derechos humanos y reformas económicas, que le han ido bien al país. Las fuerzas armadas han aceptado dar paso a gobiernos legítimamente elegidos. El PJD y los anteriores partidos islamistas aprendieron que para ser tomados en serio debían adherirse a unas reglas razonables definidas por la mayoría de turcos, no por las fuerzas armadas u Occidente de manera exclusiva.

EL REPETIDO éxito refleja su capacidad para identificar y responder ante la voluntad de la mayoría turca, que busca afirmar sus valores islámicos mientras disfruta a la vez de los beneficios de un sistema electoral democrático, un espacio público secular, una economía en crecimiento y el orgullo nacional turco. Consiguientemente, los temas constitucionales que se debaten en Turquía están alcanzando una gran relevancia en la arena de las elecciones, las marchas pacíficas, las vistas en tribunales, en los medios y en la corte de la opinión pública.

¿Por qué no se ha dado un proceso como este en ningún país árabe? Existe un elemento clave: la voluntad por parte de los islamistas dominantes a entrar en políticas democráticas y electorales, como hemos contemplado en Líbano, Palestina, Yemen, Kuwait, Jordania, Marruecos y Egipto desde finales de los 80. Sin embargo, hay otros elementos clave que no se dan en el mundo árabe. Las fuerzas armadas y los sistemas de seguridad que dirigen muchos países árabes no sienten la necesidad de encontrarse con los islamistas y sus ciudadanos a mitad del camino. EEUU y la UE no se han relacionado honradamente con los islamistas árabes, como han hecho con los turcos. El boicot de Occidente e Israel a un Hamás victorioso en unas elecciones ha sido devastador para la credibilidad de las transformaciones democráticas en tierras árabes, aunque no parece haber herido demasiado la legitimidad de Hamás. Las élites dirigentes árabes no se sienten muy inclinadas a relacionarse honestamente con partidos islamistas, o a darles la oportunidad de gobernar en caso de ganar en una elección libre y justa.

EL TEMA de Israel también ocupa un lugar preponderante, porque los sentimientos islamistas árabes son fomentados en parte como una forma de resistencia a la ocupación y agresión israelís. Los islamistas que luchan contra Israel en legítima resistencia o defensa propia se encuentran ninguneados y rechazados como actores democráticos en políticas interiores, un ninguneo fervientemente apoyada por Estados Unidos, que arrastra a los europeos detrás de manera bien patética.

Los islamistas que se ven aceptados en políticas democráticas y ganan elecciones, normalmente se hacen más pragmáticos cuando se les obliga a dar cuenta a la totalidad de sus ciudadanos. Gracias, Turquía, por recordárnoslo.

Sarkozy y la Unión del Mediterráneo

Por Antoni Segura, catedrático de Historia Contemporánea y director del Centre d’Estudis Històrics Internacionals (CEHI) de la Universidad de Barcelona (EL PAÍS, 28/07/07):

La cumbre euromediterránea de Barcelona de noviembre de 2005 no respondió a las expectativas creadas por el Proceso de Barcelona (PB), abierto diez años antes con la participación de los países de la UE (15) y de doce países ribereños no comunitarios (hoy, Malta y Chipre forman parte de la UE y Turquía negocia su adhesión). Se podía haber avanzado más como se indicaba en estas páginas el 24 de noviembre de 2005: “Es necesario un nuevo impulso y un renovado compromiso si realmente se quiere llegar a alcanzar aquel espacio de desarrollo compartido, ’sostenible y equilibrado’, y de ‘paz y estabilidad’ que se apuntaba hace diez años”. Se denunciaba la cicatería europea que, en una década, sólo había invertido 9.000 millones de euros en los objetivos de la Declaración de Barcelona de 1995 y que se concretaban en tres cestas: la económica, que, con el horizonte del 2010, quería convertir el espacio mediterráneo en una zona de libre comercio y lograr “un desarrollo socioeconómico sostenible y equilibrado”; la social y cultural, que impulsaría el diálogo intercultural, la lucha contra la pobreza y la intolerancia, el respeto entre culturas y religiones, la mejora de la salud, del bienestar y de la emigración; y la política y de seguridad, que velaría por los valores democráticos, las libertades, los derechos humanos, la autodeterminación de los pueblos, el Proceso de Paz en Oriente Medio, la lucha contra la delincuencia internacional y la no proliferación de armas de destrucción masiva.

Se ha avanzado poco, es cierto, y, como evidenció la cumbre de 2005, las preocupaciones no son las mismas de hace doce años. La situación internacional ha ido a peor tras el 11-S y la invasión de Irak, el Proceso de Paz está muerto, los avances en libertades y derechos humanos en los países no comunitarios han sido escasos, los procesos de transición política están paralizados y las políticas del miedo señorean en ambas orillas, mientras se ensancha la brecha entre ricos y pobres. Así y todo, sería injusto no reconocer que hoy el espacio euromediterráneo es una realidad mucho más consolidada y que los intercambios comerciales y culturales se han incrementado notablemente, mientras la inversión y la cooperación europeas han posibilitado el desarrollo del sur, aunque en medida insuficiente, como atestigua el creciente flujo de inmigrantes que intenta alcanzar las costas europeas. Asimismo, se han creado instancias de deliberación conjunta -Asamblea Parlamentaria Euromediterránea- y de diálogo cultural -Fundación Anna Lindh- destinadas a promover la participación de la sociedad civil.

Y, sin embargo, el presidente francés Nicolas Sarkozy apuesta por articular una Unión Mediterránea (UM) que sólo comprometa a los países mediterráneos. Una iniciativa que parece un retorno a la política de los setenta y los ochenta cuando París lideraba la Política Mediterránea Global -acuerdos de primera generación con Israel (1975); Argelia, Marruecos y Túnez (1976); Egipto, Jordania, Líbano y Siria (1977)- o la denominada Política Mediterránea Renovada, que dio lugar a diversas iniciativas: Fórum Mediterráneo de 1988, Conferencia para la Seguridad y la Cooperación en el Mediterráneo de 1990, Diálogo Euro-árabe entre la CEE y la Liga Árabe, Grupo 5+5, que desde 1990 estableció un fórum de reflexión conjunta entre los países del norte (Portugal, España, Francia, Italia y Malta) y los países de la Unión del Magreb Árabe.

El PB surge de la capacidad de Europa de definir sus políticas mediterráneas tras la desaparición del mundo bipolar. Es la culminación de las políticas anteriores y pretende ir mucho más allá. Su objetivo final es articular un espacio euromediterráneo con capacidad de cohesión social -gracias a un desarrollo compartido-, cultural y política de acuerdo con la tendencia, introducida por la globalización, hacia la consolidación de grandes espacios socioeconómicos. Por el contrario, la propuesta de Sarkozy tiende a limitar esta tendencia reduciéndola a espacios muy concretos (migraciones, seguridad, codesarrollo y medio ambiente), desvinculándola de la UE, dotando a la UM de instituciones propias y limitándola a una relación bilateral entre los países mediterráneos europeos y no europeos (Magreb, Egipto y Turquía).

La propuesta de Sarkozy ha sido acogida favorablemente por el presidente italiano Romano Prodi, por el Gobierno de Marruecos, que sería uno de los países más beneficiados, y, con matices, por José Luis Rodríguez Zapatero. Turquía, en cambio, ya ha manifestado que no aceptará una presencia privilegiada en la UM a cambio de no entrar en la UE. Y ahí es donde radica uno de los principales problemas de la propuesta, que no se sabe si responde a la necesidad de dar un nuevo impulso a las políticas mediterráneas europeas, en cuyo caso sería complementaria del PB tal como sugiere el Gobierno español, o si responde a las necesidades internas y europeas del presidente francés: retomar la iniciativa en las políticas mediterráneas en detrimento del liderazgo -no siempre bien aprovechado- que confirió a España el PB; relanzar el protagonismo de París en la UE de los 27, consolidando el eje Berlín-París con una clara división del trabajo (Europa del Este y Mediterráneo); e intentando compensar a Turquía por la negativa francesa a admitirla en la UE.

Sarkozy sostiene que la UM representa para el Mediterráneo lo mismo que la Comunidad Europea del Carbón y del Acero de 1951 para la actual UE. No hay duda de que, de ser así, complementaría e impulsaría el PB con una UM capaz de crear un primer núcleo fuerte de países de primera velocidad; pero, al mismo tiempo, surge la duda de si las intenciones de Sarkozy no responden fundamentalmente a la agenda de los intereses de la derecha francesa y es, en realidad, una propuesta en la que diluir el carácter multilateral y de desarrollo -económico, social y político- compartido que se fijó como objetivo el PB.

Vicios virtuales

Por Peter Singer es catedrático de Bioética en la Universidad de Princeton y catedrático distinguido de la Universidad de Melbourne. Entre sus libros están How Are We to Live? y Writings on an Ethical Life. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia. © Project Syndicate, 2007 (EL PAÍS, 28/07/07):

En un popular juego de rol por Internet llamado Second Life, la gente puede inventarse una identidad virtual para la que escoge la edad, el sexo y el aspecto, entre otras cosas. Estos personajes virtuales hacen las mismas cosas que se hacen en el mundo real, como tener relaciones sexuales. Según las preferencias de cada uno, podemos tener una relación sexual con alguien mayor o más joven que nosotros, incluso mucho mayor o mucho más joven. Es más, un personaje virtual que sea adulto puede llegar hasta acostarse con un personaje virtual que sea un niño.

Si ocurriera en el mundo real, casi todos estaríamos de acuerdo en calificarlo como algo muy grave. Ahora bien, ¿es muy grave tener relaciones sexuales virtuales con un niño virtual?

Algunas personas de las que participan en Second Life dicen que sí y han prometido denunciar a los que lo hacen. Mientras tanto, los fabricantes del juego, Linden Labs, han declarado que van a modificarlo para impedir que los niños virtuales puedan mantener relaciones sexuales. Asimismo han tomado la palabra los fiscales alemanes, aunque su preocupación parece ser, más que el hecho de que haya sexo virtual en el que se ven envueltos niños virtuales, que se aproveche el juego para difundir pornografía infantil.

Hay otros países en los que las leyes contra la pornografía infantil también pueden repercutir en la prohibición de juegos que permitan esas relaciones sexuales virtuales con niños virtuales. En Australia, Connor O’Brien, presidente de la sección de derecho penal del Instituto Legal de Victoria, declaró hace poco al periódico de Melbourne The Age que, en su opinión, sería posible iniciar acciones judiciales contra el fabricante de Second Life por publicar imágenes de niños en un contexto sexual.

La ley pisa terreno firme cuando su objetivo es proteger a los niños de la explotación con fines sexuales. Pero la situación no está tan clara cuando se trata de relaciones sexuales entre mayores de edad con libre albedrío. Mucha gente opina que lo que unos adultos deciden hacer en su dormitorio es cosa de ellos, y el Estado no tiene por qué inmiscuirse.

Si alguien se excita cuando su pareja, adulta, se disfraza de colegial para irse a la cama, y los dos disfrutan con esa fantasía, es posible que a mucha gente eso le pueda parecer aborrecible, pero, mientras lo hagan en privado, son pocos los que lo considerarían un crimen.

Tampoco tendría por qué importar que una persona invite a unos cuantos amigos adultos a su casa y, en la intimidad de su hogar, decidan poner en práctica ese mismo tipo de fantasía salvo que a mayor escala. ¿Y acaso es tan distinto hacerlo en unos ordenadores unidos por Internet (repito, siempre que se trate sólo de personas mayores de edad y libres)?

Cuando alguien propone clasificar un acto como delito, debemos siempre preguntar: ¿a quién hace daño? Si puede demostrarse que la oportunidad de representar una fantasía que consiste en relaciones sexuales con un niño virtual aumenta las probabilidades de que esa persona cometa actos de pedofilia en la vida real, los perjudicados serán niños reales y habrá argumentos más sólidos para prohibir la pedofilia virtual.

Pero, si hacemos la pregunta de esa forma, lo que se deriva de ahí es otra cuestión, quizá más importante, relacionada con las actividades virtuales: la violencia en los videojuegos.

Los usuarios de videojuegos están, a menudo, en una franja de edad muy impresionable. Doom, un videojuego violento y popular, era el favorito de Eric Harris y Dylan Klebold, los asesinos adolescentes de Columbine. En un vídeo escalofriante que grabaron antes de la matanza, Harris dice: “¡Va a ser como el puto Doom… Esta puta escopeta está sacada de Doom!”.

Existen otros casos más en los que unos aficionados a los videojuegos violentos se han convertido en asesinos, pero eso no es suficiente para demostrar que hay una relación causa-efecto. En cambio, sí tienen más peso los estudios científicos, tanto de laboratorio como de campo, y cada vez más numerosos, sobre los efectos de dichos juegos. En Violent Video Game Effects on Children and Adults, Craig Anderson, Douglas Gentile y Katherine Buckley, del Departamento de Psicología de la Universidad pública de Iowa, han reunido esos resultados y llegan a la conclusión de que los videojuegos violentos incrementan la conducta agresiva.

Si el enjuiciamiento criminal es un instrumento demasiado contundente para aplicarlo a los videojuegos violentos, sí existen razones que justifican la indemnización a las víctimas -o los familiares de las víctimas- de delitos cometidos por personas que utilizan dichos videojuegos. Hasta ahora, esas querellas se han desechado, con el argumento de que los fabricantes no podían prever que sus productos iban a empujar a la gente a cometer crímenes. Sin embargo, las pruebas que proporcionan Anderson, Gentile y Buckley debilitan esa excusa.

André Peschke, director de Krawall.de, una de las principales revistas digitales sobre informática y videojuegos de Alemania, me cuenta que, en los 10 años que lleva en el sector, no ha presenciado ningún debate riguroso sobre los aspectos éticos de la producción de juegos violentos. Los fabricantes se refugian en la afirmación simplista de que no existen pruebas científicas de que los videojuegos violentos lleven a actos violentos. Pero en algunos casos no podemos esperar a tener pruebas, y éste parece ser uno de ellos: los riesgos son demasiado grandes y pesan más que cualquier beneficio que pueda derivarse de los videojuegos. Quizá los indicios no son concluyentes, pero tienen demasiada fuerza para seguir ignorándolos.

Es posible que la publicidad repentina sobre la pedofilia virtual en Second Life se haya centrado en un blanco equivocado. Controlar mediante la ley los videojuegos resulta apropiado, no cuando permiten que la gente haga cosas que, si fueran reales, serían delitos, sino cuando las pruebas permiten pensar, con una certeza razonable, que tienen probabilidades de contribuir a aumentar una serie de delitos graves en el mundo real. Por ahora, hay motivos más sólidos para pensar que es así en el caso de los juegos violentos que en el de las realidades virtuales que permiten la pedofilia.

Todos los vídeos del presidente

Por Josep María Fonalleras, escritor (EL PERIÓDICO, 28/07/07):

La política ha entrado definitivamente en lo que podríamos llamar la youtubización. El debate organizado el lunes 23 por Youtube y la CNN entre los candidatos demócratas en Carolina del Sur puede que sea recordado dentro de unos años con la misma reverencia mediática que el famoso cara a cara de 1960 entre Kennedy y Nixon. Entonces, la televisión introdujo un nuevo lenguaje. Ahora, parece ser que serán las microfilmaciones colgadas de la red las que marcarán las líneas maestras del futuro. El visionario Marshall MacLuhan, mucho antes de que internet entrara en nuestras vidas, ya predijo que el medio es el mensaje. El medio, la herramienta comunicativa, es lo que importa. Es decir, el mensaje que genera el medio se mide por el cambio de escala, de ritmo, de pautas, que el medio provoca en una sociedad o en una cultura. La aparición de Youtube –un medio innovador a través del cual gente muy diversa se comunica con todo el mundo a base de pequeñas píldoras grabadas en formato electrónico– entra de lleno en la definición de MacLuhan. El mensaje que transmite el fenómeno Youtube es que hay una nueva forma de conocer el mundo, de intervenir en él.

HAY EXPERTOS que expresan muchas dudas al respecto. Dudas referidas, sobre todo, a lo que es calificado como la “dictadura del Youtube”. Nick Douglas, en el Washington Post, advierte: “O te ven en el Youtube o no te ve nadie. Pensar que Youtube y el concepto vídeos en la red son sinónimos reduce nuestra concepción sobre lo que significa ver imágenes en internet”. En un año, la web adquirida recientemente por Google, ha pasado a ocupar del 43% al 60% del intercambio mundial de vídeos. Con estas cifras, y a pesar de la advertencia de Douglas, no es de extrañar que los candidatos demócratas y republicanos vean en Youtube un arma cuya utilización no solo es necesaria sino ineludible. Solo hay que recordar los recientes éxitos de los vídeos de las llamadas chicas sexy de Obama y Clinton, unas cantantes de medio pelo que se contorsionan con un himno a sus ídolos preferidos. O la excelente parodia de Hillary sobre el final de Los Soprano, con Bill comiendo zanahorias en lugar de aros de cebolla.

EN EL debate, la CNN escogió 39 grabaciones de las más de 3.000 que los internautas colgaron en Youtube con el reclamo de que sus preguntas iban a ser respondidas en directo y por sorpresa. La disposición del debate fue extremadamente clásica, con cubos iluminados, mucha luz, mucho espectáculo, y ocho atriles desde los que Obama, Clinton, Edwards y los demás comparsas, de pie, contestaban. La novedad, claro, es que las preguntas procedían de una pantalla con fondo de barras y estrellas, unas estrellas que explotaban y daban paso a cada uno de los vídeos.

Hubo de todo. Graciosos (como el del muñeco de nieve que se queja del cambio climático y sufre por su bebé, que va a convertirse en agua), barriobajeros (como la de una pareja de payasos, Jackie Broyles y Dunlap, algo así como una mezcla de Torrente y Caiga quien caiga), emotivos (como el de unos hermanos que dan de comer a su madre, enferma de alzhéimer), políticos (des de Darfur, para reclamar una intervención militar). Y también imaginativos, coloquiales, domésticos, irónicos y atrevidos. Ante la posibilidad de un nuevo orden comunicativo, de un nuevo medio que esté en condiciones de crear un mensaje nuevo, ha habido reacciones de todo tipo. El New York Times tituló: “Nuevo formato de debate, los mismos candidatos de siempre”.

ALGUNOS DE los candidatos criticaron el tono, demasiado jocoso. Muchos internautas se quejaron de la censura televisiva, del hecho de que fuera la CNN quien escogiera las grabaciones libres colgadas en Youtube. Otros dijeron que se trataba de un circo. Y, en la mejor definición de las dos horas de debate, el periodista Patrick Healy escribió que fueron una mezcla de pathos y bathos. Es decir, una tragicomedia. Algo así como un mejunje de trascendencia y banalidad. De emoción ético-política y de anticlímax o fantasmada.

Así están las cosas. ¿Cuál es en realidad el secreto que seduce en este invento? Creo que hay tres. Como mínimo, tres. Por un lado, la familiaridad. Los internautas preguntan al futuro presidente desde su humilde casa, decorada con manteles a cuadros y con estatuas grotescas, con librerías baratas y muebles de ocasión. Están ahí. No tienen que desplazarse a ningún estudio ni ver las caras de Obama o Hillary. Son ellos, los políticos, quienes de alguna manera se desplazan al hogar del contribuyente. El segundo secreto es consecuencia del primero. Cuando uno está en casa hace lo que le apetece. Pregunta sobre el racismo o sobre Irak sin cortapisas. O hace como el chico que se presenta ante la audiencia para luchar por el derecho a tener armas con su babe, su pequeña, una auténtica escopeta automática. El votante está aquí, libre de imposiciones, sin nervios, dispuesto a todo. Y un tercer secreto. Esto, señoras y señores, es un espectáculo. Para llamar la atención, uno tiene que saber descifrar el código. Si la pregunta es sobre religión, no se planta uno ante la cámara para preguntar sobre religión, a secas. Enseña una moneda de curso legal que reza: In God we trust y pregunta: “¿Están ustedes de acuerdo con esta moneda?”.

Es decir: pathos y bathos. El medio nos indica el mensaje: “That’s entertainment!”

La encrucijada libanesa: ¿el Infierno de Dante o la Utopía de Tomás Moro?

Por George Emile Irani, drector del Programa de África y Oriente Medio del Centro Internacional de Toledo por la Paz (REAL INSTITUTO ELCANO, 27/07/07):

Tema: Líbano forma parte del arco de inestabilidad que se extiende desde Pakistán hasta Gaza.

Resumen: Líbano se enfrenta a un impasse político interno y a la amenaza de acabar asfixiado por grupos salafistas dispuestos a desestabilizar el país. Actualmente, las principales cuestiones políticas a nivel interno son las siguientes: la formación de un nuevo Gobierno de unidad nacional, la elección de un nuevo presidente (el mandato del actual presidente Emile Lahoud finaliza el próximo otoño), la creación de un nuevo tribunal para investigar el asesinato del ex primer ministro Rafiq al Hariri y de su escolta, y la creciente amenaza que representan los grupos salafistas vinculados a al-Qaeda, como Fatah al-Islam. La actual inestabilidad libanesa es también fruto de las luchas por el poder y la influencia existentes en Oriente Medio.

Análisis: Durante su historia reciente y, más concretamente, cada vez que se celebraban elecciones presidenciales, Líbano ha debido hacer frente a problemas internos. La suma de factores locales, regionales y mundiales hace que la Tierra de los Cedros sea una presa fácil. En tanto que sociedad multiconfesional, Líbano es un país afectado por todo tipo de presiones que reflejan los intereses regionales y mundiales. Este verano se cumple también el aniversario de la guerra de julio de 2006 entre Israel y Hezbolá, cuyas consecuencias se siguen sufriendo tanto en Líbano como en Israel. Aunque Hezbolá haya logrado resistir los ataques del Ejército israelí, lo cierto es que ha malinterpretado por completo la realidad de la política interna libanesa. Por otra parte, Israel ha logrado una importante victoria política al neutralizar toda acción militar emprendida por el grupo chií libanés, que cuenta con respaldo iraní. La Resolución 1701 de Naciones Unidas ha internacionalizado las fronteras de Líbano con Israel mediante la presencia de 13.000 efectivos pertenecientes a la Fuerza Provisional de Naciones Unidas para Líbano (FPNUL).

No obstante, la situación libanesa es hoy mucho más compleja y peligrosa. El país se enfrenta a un impasse político interno y a la amenaza de acabar asfixiado por grupos salafistas decididos a desestabilizar el país y reinstaurar su interpretación fundamentalista del islam. Lo que es más, la lucha de influencias en Líbano y Oriente Medio entre EEUU y Francia, por un lado, y Siria e Irán, por otro, no augura precisamente una resolución a la crisis libanesa. Irán está metido de lleno en una intensa lucha de influencias en la región y en su programa de armas nucleares. En lo que se refiere a Iraq, el país se está sumiendo con paso lento pero seguro en una guerra civil descontrolada, a la que hay que añadir la posibilidad cada vez mayor de que se produzca una retirada de las tropas estadounidenses del país. Por otra parte, en los territorios palestinos, dos gobiernos compiten en la actualidad por controlar lo que queda de los Territorios Ocupados. En definitiva, Líbano forma hoy parte del arco de inestabilidad que se extiende desde Pakistán hasta Gaza.

La política nacional libanesa[1]

Impasse o punto muerto son las expresiones que mejor describen la actual política nacional libanesa. Prueba de ello es que el Parlamento libanés no se ha reunido desde diciembre de 2006. Mientras tanto, el Gobierno del primer ministro Fouad Siniora se encuentra paralizado y acosado por una oposición resuelta a forzar su dimisión. Siniora goza del apoyo de una ajustada mayoría en el Parlamento y, sobre todo, del respaldo de EEUU y Francia. Puede decirse, por tanto, que Siniora es un líder cuestionado en Líbano pero un primer ministro popular para los amigos occidentales del país.

Desde el pasado diciembre, los miembros de la oposición (Hezbolá, el general Michel Aoun y sus aliados) han acampado en señal de protesta en el centro de Beirut, paralizando la vida comercial de la ciudad y obligando a Siniora a recluirse en el palacio gubernamental.

Otro desafío es el que plantean los constantes asesinatos de políticos libaneses pertenecientes a la mayoría. El principal objetivo de los enemigos de Líbano es acabar con la mayoría parlamentaria y volver a trazar el mapa de la política libanesa. Los asuntos políticos más relevantes a nivel interno son: la formación de un nuevo gobierno de unidad nacional, la designación de un nuevo presidente (el mandato del actual presidente Emile Lahoud finaliza el próximo otoño), la creación de un nuevo tribunal que investigue el asesinato del ex primer ministro Rafiq al Hariri y su escolta, y la creciente amenaza que representan los grupos salafistas vinculados a al-Qaeda, como Fatah al-Islam.

El Gobierno actual ha perdido a los miembros de la oposición y está operando sin consenso popular. Hezbolá y sus aliados reclaman la creación de un nuevo Gobierno en el que puedan ejercer derecho de veto. Siniora y la mayoría, por su parte, han sugerido la creación de un nuevo gabinete basado en la fórmula de los 19 miembros para la mayoría, 11 para la oposición y un miembro externo para mantener el equilibrio entre ambos grupos. Hasta la fecha esta fórmula ha sido rechazada por la oposición, en un contexto marcado por las negociaciones sobre un posible segundo Gobierno libanés. Se trata de una posibilidad remota por el momento pero que está siendo utilizada por la oposición como un elemento de presión.

La creación por parte de Naciones Unidas de un Tribunal Especial destinado a investigar el asesinato de Hariri también fue motivo de enfrentamiento entre el Gobierno de Siniora y la oposición. Inicialmente, Naciones Unidas y las potencias occidentales brindaron al Parlamento libanés la oportunidad de aprobar el tribunal. Sin embargo, Nabih Berri, portavoz chií en el Parlamento, se negó a convocar a los legisladores para aprobar la creación del tribunal. A continuación, un representante de Naciones Unidas visitó Líbano y se reunió con todas las partes implicadas. No logró, pese a ello, convencer a la oposición para que cambiara de postura y refrendara el documento que establecía la creación del tribunal. La oposición prosiria teme que el tribunal se convierta en un arma controlada por la mayoría y por sus socios occidentales para hostigar y humillar al régimen sirio.

A finales de mayo, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se reunió y votó a favor de la creación de un Tribunal Especial para Líbano bajo el Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas (Resolución 1757). Cinco países (Rusia, China, Qatar, Indonesia y Sudáfrica) bien se opusieron, bien se abstuvieron de votar. Este asunto ya no constituye una importante fuente de preocupación para los actores políticos libaneses. Es, sin embargo, un acontecimiento relevante en Líbano y en la región que recuerda a la creación del Tribunal de Nuremberg, constituido al término de la Segunda Guerra Mundial. La principal diferencia es que es la primera vez en la historia reciente que se crea un tribunal con la finalidad no ya de investigar crímenes de guerra o crímenes contra la humanidad sino de poner fin a la era de impunidad que ha enturbiado la política libanesa y regional tras los asesinatos.

La amenaza salafista[2]

Otra amenaza interna que tiene implicaciones en toda la región es la postura abierta y agresiva adoptada por grupos salafistas radicales suníes. Una pequeña organización denominada Fatah al-Islam y liderada por Shaker al-Absi, un palestino que huyó de Jordania, fue a Siria y después se instaló en el norte de Líbano para abrir un negocio con la ayuda de los servicios de inteligencia sirios,[3] dice estar reconduciendo la política palestina para reinstaurar la ley islámica o sharía y convertirse así en una alternativa a Fatah y Hamás, las dos principales organizaciones palestinas. Trípoli, importante ciudad de predominio suní del norte de Líbano, y el campo de refugiados palestinos de Nahr al-Bared se han convertido en el cuartel general de esta oscura organización.

A finales de mayo, Fatah al-Islam atacó un puesto del Ejército libanés causando la muerte de varios soldados. Este acontecimiento desató duras batallas entre el Ejército libanés y el grupo salafista. Fue una decisión que el Ejército se vio obligado a adoptar para cortar de raíz la creciente amenaza que representaban los grupos terroristas vinculados a al-Qaeda. De hecho, los líderes de al-Qaeda decidieron que Líbano era el lugar ideal para minar la estabilidad del país y reforzar la influencia del grupo salafista en la región.

En un primer momento, el Ejército libanés se sintió desconcertado. A continuación el general Michel Suleiman, comandante del Ejército, decidió, con apoyo regional e internacional, arremeter contra Fatah al-Islam, que tenía sus bases en el campo de refugiados palestinos. El Ejército permitió que los refugiados (30.000) abandonaran el campamento para evitar pérdidas civiles. Hasta la fecha, la mayoría de las bajas son miembros del Ejército libanés y terroristas armados procedentes de varios países árabes y no árabes, como Bangladesh y Chechenia. En el momento en el que se redactó este análisis, los enfrentamientos entre el Ejército libanés y lo que queda de Fatah al-Islam persistían en el campo de refugiados palestinos de Nahr al-Bared.

Varios miembros del Gobierno y líderes de la mayoría han apuntado directamente al régimen sirio, acusándole de ser un importante impulsor de Fatah al-Islam. El argumento que esgrimen es que el Gobierno sirio teme el Tribunal Especial creado por Naciones Unidas y está decidido a desestabilizar Líbano. Desde la retirada forzosa de sus tropas de Líbano en 2005, Siria ha tratado desesperadamente de recuperar el control directo sobre la Tierra de los Cedros.

La actuación del Ejército libanés fue elogiada desde algunos frentes. A nivel interno, la opinión pública respaldó a sus fuerzas armadas en lo que constituyó una muestra de apoyo sin precedentes. Incluso Hezbolá y el general Michel Aoun –los dos principales pilares de la oposición– apoyaron con reservas la actuación del ejército. También se expresaron temores de que después de los incidentes de Nahr al-Bared se desataran nuevos enfrentamientos en otros campos de refugiados, fundamentalmente en el de Ain al-Hilwe, cerca de Sidón.

En cierto modo, el último enfrentamiento entre el Ejército y el grupo yihadista reabrió el delicado y controvertido debate acerca de la presencia palestina en Líbano (las últimas cifras hablan de 150.000 a 200.000 palestinos repartidos entre los 12 campos de refugiados del territorio libanés).

Mientras continuaban los enfrentamientos entre el Ejército libanés y el grupo salafista, varias bombas estallaron en varios puntos de Líbano. Posteriormente se produjo un grave atentado que puso en tela de juicio la eficacia del Tribunal Especial, puesto que se consideraba que la Resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que establecía la creación del tribunal serviría de elemento disuasorio frente a nuevos asesinatos. Walid Eido, parlamentario libanés perteneciente al Movimiento para el Futuro (fundado por el ex primer ministro Rafiq al Hariri y encabezado hoy por su hijo Saad), fue asesinado junto con su hijo y sus escoltas mientras se dirigían a un complejo hotelero de la costa, en la parte occidental de Beirut. Este último asesinato conmocionó profundamente al país. La mayoría parlamentaria acusó a Siria y a sus aliados de estar detrás de este acto criminal, cuyo objetivo era debilitar a los parlamentarios próximos al Gobierno (que disfrutan de una mayoría de tres en el Parlamento).

La aparición de grupos terroristas salafistas vinculados a al-Qaeda llega en un momento en el que Líbano se enfrenta a un estado de parálisis absoluta y de divisiones internas. La comunidad cristiana está dividida por las rencillas entre una serie de candidatos a la presidencia (en Líbano el presidente pertenece siempre a la comunidad maronita). Los maronitas se debaten entre su lealtad al general Michel Aoun, que no esconde sus ambiciones presidenciales, y el Dr. Samir Geagea, líder de las Fuerzas Libanesas. El Cardenal Nasrallah Boutros Sfeir, el Patriarca maronita, disfruta del aprecio y respeto general y desempeña un importante papel a la hora de atenuar las divisiones existentes en su comunidad.

En términos generales, la comunidad suní apoya a Saad Hariri, hijo del difunto primer ministro Rafiq Hariri. El principal desafío al que se enfrenta esta comunidad es el creciente poder de los chiíes, tal y como refleja la penetrante presencia de Hezbolá en el país. Los rumores apuntan a que los Hariri, apoyados inicialmente por Arabia Saudí y EEUU, destinaron fondos a pequeños grupos yihadistas suníes para mantenerles a raya (especialmente en los campos de refugiados palestinos) y para que actuaran como un elemento disuasorio frente a Hezbolá. No existen pruebas que corroboren esta información, si bien es cierto que los suníes de Líbano se sienten huérfanos desde el asesinato de Rafiq Hariri. En definitiva, los suníes libaneses siguen disfrutando de un grado elevado de apalancamiento político dado el apoyo que recibe la comunidad por parte de actores árabes de mayoría suní, como es el caso de Arabia Saudí y Egipto. Irán, por su parte, es considerado un aliado de Siria y uno de los principales patrocinadores de Hezbolá.

La problemática regional y mundial

La inestabilidad que se vive actualmente en Líbano es también fruto de la lucha de poder e influencias existente en Oriente Medio. Desde un punto de vista regional, se está librando una lucha continuada de influencias entre regímenes árabes prooccidentales como Egipto, Jordania, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos. Estos países temen un cambio en el equilibrio del poder en la región desde la invasión estadounidense de Iraq en 2003. Una de las grandes preocupaciones es sin duda la cruenta y delicada situación iraquí. Puede decirse que Mesopotamia es hoy un país prácticamente dividido. Los chíies del sur de Iraq han creado su propio sistema de gobierno gracias al apoyo financiero y militar brindado por Irán. Los kurdos del norte de Iraq han establecido una suerte de autonomía, si bien deben hacer frente a la constante amenaza de una invasión turca destinada a acabar con los miembros turcos del PKK. Por último, los suníes de la región central de Iraq carecen de líder y temen que una posible división del país les impida acceder a los recursos petroleros iraquíes, entre otras cosas.

Otra fuente de preocupación es el debilitamiento de la Administración Bush que se produjo como consecuencia de las elecciones legislativas celebradas el pasado mes de noviembre en EEUU, que resultaron en una mayoría demócrata en el Congreso. Los estadounidenses están divididos en torno a lo que debe hacerse en Iraq, aunque el consenso general es que ha llegado el momento de que la Administración Bush ponga punto y final a las pérdidas y se retire del país. Tal perspectiva asusta a muchos iraquíes y, sobre todo, a los principales aliados y amigos de EEUU en la región. Por último, Iraq es también percibido por sus vecinos como un refugio para todo tipo de grupos terroristas yihadistas vinculados a al-Qaeda. De hecho, los terroristas salafistas y yihadistas encontrados en Líbano eran iraquíes. Estos grupos pueden representar una importante fuerza desestabilizadora para los regímenes árabes respaldados por EEUU. El objetivo de al-Qaeda consiste precisamente en debilitar la autoridad central de estos regímenes e instaurar un califato islámico inspirado en los tiempos del profeta del islam, Mahoma.

Irán es un actor relevante en Líbano y en la región. Desde el inicio de la Revolución Iraní, el régimen iraní ha destinado gran parte de sus esfuerzos a difundir el modelo de gobierno del Ayatolá Jomeini por la región. Líbano, con su importante comunidad chií, se consideraba un lugar idóneo para acometer esta misión y la creación de Hezbolá era percibida como una herramienta fundamental para lograr este objetivo. Irán también se aprovechó de los errores cometidos por EEUU en Iraq y del fracaso de la política de la Administración Bush en su esfuerzo por traer estabilidad y democracia a Iraq y a la región en su conjunto. Los líderes iraníes son muy conscientes del importante papel que están desempeñando y seguirán desempeñando en lo que se refiere a todo acuerdo futuro en Iraq y Líbano. El programa nuclear iraní se ha convertido hoy en una moneda de cambio fundamental con EEUU. En cierta forma, los iraníes están diciendo a los estadounidenses (la última vez con motivo de una reunión internacional celebrada en Bagdad) “dejadnos tener nuestra propia bomba nuclear y os ayudaremos a llevar la paz a Iraq y, en menor medida, a Líbano”. La política estadounidense hacia Irán sigue siendo incierta y está marcada por las divisiones en el seno de la Administración Bush. A Condoleezza Rice, secretaria de Estado estadounidense, le gustaría entablar un diálogo con Irán basado en las recomendaciones formuladas en el Informe Hamilton-Baker. Sin embargo, según algunos analistas estadounidenses, el vicepresidente Dick Cheney y sus amigos neoconservadores desean enfrentarse a Irán en una posible guerra.[4] El principal problema que afrontan es que se les está agotando el tiempo, dado que a principios de 2008 se celebrarán elecciones presidenciales primarias en EEUU. En último lugar, pero no por ello menos importante, la opinión pública estadounidense no está en absoluto dispuesta a apoyar otra incursión militar que podría acabar resultando muy costosa para sus tropas.

Irán está desempeñando un papel en Líbano y sus principales objetivos son mantener y consolidar a sus principales aliados en la comunidad chií: Hezbolá y Amal. El Gobierno iraní es muy consciente de que un posible enfrentamiento entre suníes y chíies en Líbano podría conducir a un debilitamiento de dichas alianzas. Junto con los saudíes, Irán trató de convencer a sus aliados en Líbano para que aceptaran el tribunal de Hariri y la creación de un nuevo Gobierno, pero sus esfuerzos resultaron en vano. Resulta evidente, sin embargo, que Irán y su aliado sirio no están precisamente contentos con la presencia de fuerzas militares occidentales (de Bélgica, Francia, Alemania, Italia y España) en el marco de las fuerzas de mantenimiento de la paz de la FPNUL en el sur de Líbano. Pese a ello, los iraníes han dado mucho margen de maniobra a sus aliados sirios para supervisar y gestionar la situación interna libanesa.

Dos años después de la retirada siria, el movimiento del 14 de marzo no ha logrado mantener el apoyo popular del que disfrutaba. Hezbolá, importante aliado de Siria en Líbano, sigue siendo un actor relevante en el país. El régimen sirio nunca aceptó su retirada forzosa del Líbano y está haciendo todo lo posible por recuperar el control perdido.

Inicialmente, el régimen de Assad ordenó a sus aliados en Líbano que hicieran lo posible por impedir la creación del tribunal de Hariri.[5] Sin embargo, sus esfuerzos no dieron fruto puesto que el tribunal es hoy una realidad. La creación del Tribunal Especial es una respuesta importante a los llamamientos realizados a favor de la “vigilancia del pasado” y la búsqueda de la “Verdad” en Líbano. Diecisiete años después de que finalizara la guerra en Líbano en 1990, sigue sin producirse una reconciliación real en el país. El Tribunal Especial representa un importante mensaje de la comunidad internacional, en la medida en que sugiere que la búsqueda de la justicia y de responsabilidades son pasos importantes en el camino hacia la estabilidad. En Líbano ha existido siempre un debate acerca de si convenía “olvidar y perdonar” lo ocurrido durante la guerra civil libanesa o bien esclarecer la verdad y promover la reconciliación siguiendo el modelo sudafricano, entre otros.[6]

También Siria está presionando a sus aliados libaneses para que rechacen toda solución de compromiso respecto de lo que ocurra primero, ya sea la designación de un nuevo presidente, una de las principales reivindicaciones de la mayoría, o la creación de un Gobierno de unidad nacional, tal y como reclama la oposición. Las dificultades para encontrar una solución quedaron patentes en la reciente misión del secretario general de la Liga Árabe, Amr Moussa, el pasado mes de junio. Amr Moussa estuvo muy cerca de lograr un acuerdo entre las distintas facciones libanesas para la creación de un nuevo Gobierno. Sin embargo, justo antes del regreso de Moussa, los aliados de Siria en Líbano (Hezbolá, Amal y el general Michel Aoun) decidieron rechazar la propuesta que había sido acordada la víspera.[7]

El régimen sirio está tratando desesperadamente de salir del aislamiento impuesto por EEUU, Francia y sus aliados en la región. A finales de marzo y tras varias intervenciones de los egipcios, el presidente Assad fue invitado a la cumbre de la Liga Árabe celebrada en Arabia Saudí, donde se reunió con el monarca saudí. Las esperanzas de mejorar las relaciones entre ambos países se desvanecieron debido a la intención del régimen sirio de dominar la política libanesa y desestabilizar a la Autoridad Palestina apoyando a Hamás.[8]

El presidente Assad quiere asegurarse de que el próximo presidente libanés sea amistoso y manipulable. Los sirios se acostumbraron a manipular e imponer candidatos presidenciales prosirios durante los largos años de la ocupación libanesa. Irónicamente, esto es algo que contó con el apoyo tácito de EEUU, Francia y el Vaticano, los principales actores occidentales en Líbano.

La Administración Bush y el recién elegido presidente francés, Nicolás Sarkozy, siguen oponiéndose a la influencia siria en Líbano. Italia y España, por su parte, han optado por implicar al régimen sirio. La postura italiana y española se apoya en el hecho de que Siria es un actor importante en Líbano y en la región y, por lo tanto, no puede ser ignorado. En opinión de diplomáticos españoles e italianos, España e Italia están implicando a Siria porque consideran que reforzará la posición de Bashar Assad contra aquellas personas de su entorno que desean implantar una política más radical, especialmente de cara al Tribunal Especial para Líbano. Al estar más cerca de casa, el apoyo sirio es necesario para garantizar la seguridad de las tropas europeas que forman parte del contingente de la FPNUL en el sur de Líbano. Esta política, sin embargo, no logró impedir el atentado terrorista perpetrado contra tropas españolas el pasado 24 de junio, que provocó la muerte de seis soldados. En definitiva, no existen diferencias entre la política de EEUU, Francia, España y Portugal; todos están de acuerdo en la necesidad de reforzar el Gobierno de Siniora y evitar una mayor desestabilización en Líbano semejante a lo que está ocurriendo hoy en Iraq.

En respuesta al ataque mortal perpetrado contra el contingente español de la FPNUL en el sur del Líbano, algunos funcionarios libaneses apuntaron al régimen sirio. Para justificar su argumento citan al presidente sirio Bashar Assad, que advirtió recientemente que si se aprobaba la creación del tribunal de Hariri la “zona que se extiende desde el Mar Caspio hasta el Mediterráneo ardería en llamas”.[9] La reacción oficial siria fue que el atentado contra las tropas españolas (España mantiene relaciones cordiales con Damasco) se enmarca dentro de un plan más amplio de EEUU e Israel de destruir Hezbolá y acabar con su líder, Sayyid Hasan Nasrallah.[10] El ataque contra las tropas de la FPNUL reforzará la postura de quienes reclaman un mayor despliegue de tropas de Naciones Unidas en la frontera entre Líbano y Siria. Además, desde el punto de vista sirio, el ataque pondría a Hezbolá en el ojo del huracán y minaría su credibilidad de cara a la ONU, siendo este uno de los principales objetivos del gobierno israelí.

Conclusión: Desde el inicio de la Administración Bush, la consolidación de la democracia en Oriente Medio ha sido uno de los ejes principales de la política exterior estadounidense en la región. Supuestamente eran tres los países –Iraq, Palestina y Líbano– que servirían de terreno de pruebas para esta misión. Cuatro años después de la invasión estadounidense, Iraq está sumido en el caos y el Gobierno de Maliki en Bagdad es débil e ineficaz. En Palestina, las elecciones democráticas celebradas en el año 2006 llevaron al poder al grupo islamista Hamás. Hoy, el panorama político palestino está dividido en dos (Hamás gobierna en Gaza y la Auotoridad Palestina en Cisjordania). La única carta que le queda a la Administración Bush para demostrar su apuesta por la democracia en Oriente Medio es Líbano. Esto explica el apoyo incondicional de EEUU al frágil Gobierno de Siniora y la presión ejercida por EEUU sobre los libaneses para que elijan un nuevo presidente antes de que finalice el mes de noviembre. Si este intento se salda con éxito la Administración Bush podría referirse a Líbano como una victoria fundamental en su aventura en pos de la Utopía. En caso contrario, Líbano volverá a sumirse en una guerra civil que recordará al descenso al Infierno de Dante.

Sean cuales sean las causas o los motivos, las tropas de la FPNUL desplegadas en el sur del Líbano se han convertido ya en parte de la lucha global por alcanzar una mayor influencia en el futuro de Líbano y Oriente Medio. Esta lucha entre Francia, EEUU y el Reino Unido, por una parte, e Irán y Siria, por otra, tendrá consecuencias ya sea positivas o negativas en el futuro de Líbano.

[1] Para más información sobre Hezbolá y la guerra de julio de 2006, véase Augustus Richard Norton, Hezbollah, Princeton University Press, Princeton y Oxford, 2007. Véase también Franck Mermier & Elizabeth Picard, Liban: Une Guerre de 33 Jours, Editions La Decouverte, París, 2007.

[2] La publicación de Bernard Rougier, Le Jihad au Quotidien (Presses Universitaires de France, París, 2004) ofrece un excelente análisis de los grupos yihadistas islamistas.

[3] El apoyo de la inteligencia siria a Fatah al-Islam está documentado en las confesiones grabadas de los miembros del grupo salafista detenidos en Trípoli. Estas confesiones han sido utilizadas por el Gobierno de Siniora como prueba adicional de la implicación siria en la desestabilización de Líbano. Véase también Jim Quilty, “The Collateral Damage of Lebanese Sovereignty”, Middle East Report Online, 18/VI/2007.

[4] Para más información véase Seymour M. Hersh, “The Redirection: Is the Administration’s New Policy Benefiting our Enemies in the War on Terrorism?”, The New Yorker, marzo de 2007. Véase también el excelente análisis de Dan Froomkin, “Cheney, by Proxy”, The Washington Post, 4/VI/2007.

[5] Para un excelente análisis del Tribunal Especial para Líbano, véase Nadim Shehadi & Elizabeth Wilmshurst, The Special Tribunal for Lebanon: The UN on Trial?, Chatham House Middle East/International Law Briefing Paper, MEP/IL BP 07/01, julio de 2007.

[6] Véase George Emile Irani, “Acknowledgment, Forgiveness and Reconciliation in Conflict Resolution: Perspectives from Lebanon”, CHRONOS, nº 5, Universidad de Balamand, Líbano, 2002. Véase también George Emile Irani & Laurie King-Irani (eds), Al Itiraaf bil Akhaar al Ghoufran wal Musaalaha, Lebanese American University, Beirut, 1996.

[7] Para más información véase Al-Nashra, 21/VI/2007, y An-Nahar, 21/VI/2007.

[8] Ibid.

[9] Declaración recogida en Al-Nashra, 26/VI/2007. Véase también As-Safir, 26/VI/2007.

[10] Un ejemplo es la acusación vertida por el ministro de Información sirio, Mohsen Bilal, que declaró que el ataque había sido perpetrado por individuos vinculados al Ejército del Sur de Líbano de Antoine Lahd, que recibió el apoyo de Israel antes de su desplome en el año 2000. Véase Al-Hayat, 27/VI/2007.

Los sobrinos del Pato Donald

Por Sergio Ramírez, escritor y ex vicepresidente de Nicaragua (EL PAÍS, 27/07/07):

La historia tiene una extravagante tendencia a parir personajes hechos a la medida de la novela; y siendo hermanas de leche las dos, historia y novela, no deja de parecer esto un asunto de favor entre quienes, más allá de su vínculo consanguíneo, se aman a veces, y otras se repelen, como ocurre tantas veces entre mujeres apasionadas. Cuando la historia, que se mueve sobre el piso de la realidad terrena, da a luz a una de estas criaturas, los mortales, que padecemos de la debilidad de la admiración por lo singular, o por lo anormal, solemos siempre decir que esa criatura parece “un personaje de novela”.

De estas criaturas nacidas de la historia para reinar en la novela, y que son a veces verdaderos fenómenos, como los terneros de dos cabezas, o los potrillos de seis patas, y que causan nuestra admiración, hemos tenido muchas en América Latina, y nos gusta asociar su aparición al subdesarrollo, como si la pobreza y el atraso fueran su mejor caldo de cultivo.

Isabel Perón, la cabaretera que tras la muerte de su marido llegó a ceñirse la banda presidencial, auxiliada en su poder por José López Rega, un brujo quiromante que echaba cada mañana el destino público a suertes de tarot en la Casa Rosada, y manejaba, además, su propio escuadrón de la muerte, la Triple A, como si se tratara de un club de fútbol. Vladimiro Montesinos, el todopoderoso jefe de los servicios secretos peruanos con aire de cantante de vodevil que guardaba miles de cintas de vídeo donde aparecía él mismo corrompiendo a jueces, magistrados, diputados, empresarios, periodistas, militares, siempre un sobre lleno de dinero en su mano mientras las cámaras secretas trabajaban, una mano que también firmaba sentencias secretas de muerte.

El general Miguel Idígoras Fuentes, presidente de Guatemala que, ya anciano, para probar su energía y vitalidad, se ponía cada mañana a saltar en la cuerda frente a las cámaras de la televisión, vestido con calzones cortos, mientras tanto la represión ordenada por él afligía las montañas. El viejo Somoza, que mandaba rellenar de votos falsos las urnas para salir siempre electo, pero también se robaba las elecciones de Miss Nicaragua a favor de la candidata favorita suya, y metía a los presos políticos en jaulas contiguas a las de las fieras de su jardín zoológico. Carne de novela, con el riesgo de que un novelista poco hábil puede dejar a estos personajes en figuras de historieta cómica.

La historia, que pare mientras inventa, trabaja sin embargo en cualquier latitud. Lejos de América Latina, en Polonia, se ha sacado del vientre a los hermanos gemelos Kaczynski, que, al mismo tiempo, han llegado a ser el uno primer ministro de la República, Jaroslaw, y el otro, presidente, Lech. Gorditos, sonrosados e idénticos en pensamiento, voz y ademanes, parecen gnomos de un cuento de hadas tenebroso. O recuerdan a los sobrinos del Pato Donald, entre otras cosas, porque la frase iniciada por uno es siempre terminada por otro.

Si la novela necesita de personajes salidos de las cavernas más oscuras, aquí están estos hermanos que le entrega la historia a ritmo de polca circense, aún chorreando sombras. Los Kaczynski fueron electos gracias a una alianza de la extrema derecha que incluye a su propio partido, Ley y Justicia, a la Liga de las Familias Polacas, y a la Autodefensa de la República de Polonia; oigan si no resuenen en esos nombres ecos del viejo fascismo que siempre está levantando la tapa del sepulcro. Personajes que recorren la pista con sus volantines y cabriolas, pálidos frente a ellos los presidentes que saltan en la cuerda, las gobernantas cabareteras, los brujos consejeros, los jefes de la policía secreta con sus mazos de billetes en la mano.

Los hermanitos polacos, con mansedumbre de graciosos osos de peluche, han reclamado el restablecimiento de la pena de muerte en toda Europa, y han puesto bajo investigación el programa de televisión Teletubbies bajo el cargo de que ayuda a provocar la homosexualidad. Alientan un discurso antisemita, en un país donde el antisemitismo costó millones de vidas, e intentaron prohibir el estudio de las obras de Kakfa, Flaubert y Dostoievski en los colegios, para sustituirlos por “autores polacos nacionalistas y patriotas”. Hicieron pasar en el Parlamento una ley mediante la que se obliga a más de 600.000 ciudadanos a entregar una declaración sobre sus actos políticos en tiempos del régimen comunista, un strip-tease de sus vidas de veinte años atrás, los buenos separados de los malos, como en el juicio final.

De semejantes partos de la historia, como el de los gemelos Kaczynski, nos alegramos los novelistas, pero se afligen los ciudadanos, porque cuanto más alto vuela la imaginación, más rastrero es el peso terrenal de estas criaturas. A la historia, madre sin sentimientos, le gusta jugar con fuego, sin acordarse de que, cuando entromete el vínculo familiar en palacio, y da el poder a hermanos gemelos, a padres e hijos, a esposos y esposas, crea el ridículo con todos sus acentos de risa, pero también la tragedia, con todos sus acentos de llanto.

Pero se arrepiente a veces de sus desaciertos, no puede negarse, y arrebata a la novela la carne del asador. Porque los hermanos Kaczynski no tardarán en salir por donde entraron, la engañosa y caprichosa puerta de los votos. Tras una denuncia de corrupción han perdido la mayoría parlamentaria, y las encuestas los reducen ahora, de cara a las elecciones anticipadas que ya han sido convocadas, a su mínima expresión. Que el ejemplo se repita.