Por Francisca Sauquillo, presidenta del Movimiento por la Paz (EL PAÍS, 16/07/07):
La discriminación contra la mujer es un fenómeno que se observa en diferentes sociedades desde tiempos remotos. Sea cual sea el continente, este hecho social ha estado presente y se refleja a través de una variedad de actitudes cuyo denominador común es el trato de desigualdad en el que se confina a la mujer en relación con el varón.
Sin embargo, la lucha de la mujer para conseguir la igualdad de género ha llevado progresivamente a la adopción de diversos instrumentos jurídicos en defensa de sus derechos. A ello han colaborado también diferentes encuentros internacionales celebrados con una agenda bien centrada en la mejora de la condición de la mujer.
Como contribución a ese objetivo, cabe citar las jornadas Participación de la mujer en países de tradición islámica, que, organizadas por el Instituto de la Mujer y el Movimiento por la Paz -MPDL- tuvieron lugar en Madrid los pasados 26 y 27 de junio. El evento reunió a un buen número de mujeres, españolas y árabes, representantes destacadas de los ámbitos político, social y académico de sus respectivos países, que debatieron sobre el respeto a los derechos de las mujeres en el islam, afirmando la necesidad de erradicar la pobreza y el analfabetismo como medios para mejorar el acceso de las mujeres a una plenitud de sus derechos.
La discriminación contra la mujer empieza ya desde la infancia. Según las estadísticas de Unicef de 2003, el mundo árabe y el África Subsahariana son las dos regiones del mundo donde las mujeres sufren más discriminaciones en el ejercicio de sus derechos civiles y políticos. Por ejemplo, en Malí, sólo el 16% de mujeres están alfabetizadas, mientras que en Níger la proporción es del 9%. Ante estas desigualdades, la consecuencia es obvia: ¿cuántas mujeres instruidas van a poder asumir las funciones estatales? Ciertamente muy pocas.
Entre los países de tradición islámica, fue Líbano, en 1952, el primero en reconocer el derecho que tenía la mujer a elegir y a ser elegida. Túnez constituye también una excepción entre los países árabes, por haber llevado lejos la igualdad jurídica entre hombres y mujeres. Las reformas emprendidas en este campo desde 1956, al acceder el país a su soberanía, han facilitado la participación de la mujer tunecina en la gestión política de su país.
Posteriormente, un buen número de países árabes se fueron sumando a la iniciativa. Kuwait, en 2005, fue uno de los últimos países de la región que reconocieron ese derecho a la mujer, llegando a nombrar, en lo que fue un hito histórico en la pequeña monarquía del Golfo, a Masuma Al Mubarak como ministra de Planificación y Desarrollo Administrativo, convirtiéndose de esta manera en la primera mujer kuwaití en acceder al Ejecutivo de su país.
Hoy, el derecho de la mujer a elegir y ser elegible es reconocido en las legislaciones de casi todos los países del mundo. Sin embargo, las mujeres ocupan solamente, según estadísticas de 2005, alrededor de un 16% de los escaños parlamentarios del mundo entero.
A pesar de estos avances, el ejercicio de los derechos políticos reconocidos a la mujer en los países de tradición islámica varía según el peso de la tradición y de la cultura en la política de cada uno de esos países. Igualmente, persisten otras desigualdades en algunos sectores, entre ellos, el económico y el laboral. A formación y competencias iguales entre hombres y mujeres, la diferencia de responsabilidades en la jerarquía y en las remuneraciones es evidente. Sin embargo, las mujeres suponen una parte muy importante de la población de los países árabes, siendo los países del Golfo extremadamente representativos en este aspecto -las ciudadanas saudíes, por ejemplo, son más de la mitad de la población del país, y, ya en 2002, acumulaban casi el 40% de la riqueza del ámbito privado-. La mujer constituye, pues, un elemento importantísimo en el desarrollo económico, político y social de la región.
Es cierto que muchos países árabes, entre los que Marruecos constituye un ejemplo destacado, han introducido recientemente reformas en sus legislaciones y puesto en marcha estrategias para favorecer la participación política de las mujeres. Sin embargo, a pesar de estos cambios, queda mucho camino que recorrer para lograr una igualdad de trato en el ámbito de la política.
La globalización cultural en la que se han involucrado diferentes naciones del mundo ha ido rompiendo viejos esquemas culturales del mundo árabe, despertando la conciencia de las mujeres. La política ha dejado de ser una actividad exclusivamente reservada a los hombres. Los derechos políticos y civiles, es decir, los derechos de elegir y de ser elegible, que se consideran como derechos humanos, hay que recordar una y otra vez, que son también derechos de las mujeres.
Para reforzar ese cambio de mentalidad, se han ido creando redes de solidaridad para emprender iniciativas encaminadas a lograr la igualdad de trato con el varón, prolongando esa igualdad a todos los terrenos, en particular, el de la gestión política y el ejercicio del poder.
Es el caso de la Red de Mujeres Árabes, creada en enero de este mismo año, y que celebró su I Conferencia los pasados 17 y 18 de junio en Ammán (Jordania), con el objetivo de convertirse en una plataforma de capacitación, denuncia y sensibilización sobre los derechos de la mujer árabe y precursora de cambio para la aceptación y conocimiento de sus derechos.
Sin duda, una iniciativa pionera en el ámbito de la mujer en el mundo árabe, que es un ejemplo de su participación para otros países. Y es que, en la compleja tarea de desarrollar las potencialidades de la mujer, la participación de ésta en la lucha por sus propios derechos, es la vía fundamental para conseguir una igualdad de oportunidades real en todos los ámbitos.
La discriminación contra la mujer es un fenómeno que se observa en diferentes sociedades desde tiempos remotos. Sea cual sea el continente, este hecho social ha estado presente y se refleja a través de una variedad de actitudes cuyo denominador común es el trato de desigualdad en el que se confina a la mujer en relación con el varón.
Sin embargo, la lucha de la mujer para conseguir la igualdad de género ha llevado progresivamente a la adopción de diversos instrumentos jurídicos en defensa de sus derechos. A ello han colaborado también diferentes encuentros internacionales celebrados con una agenda bien centrada en la mejora de la condición de la mujer.
Como contribución a ese objetivo, cabe citar las jornadas Participación de la mujer en países de tradición islámica, que, organizadas por el Instituto de la Mujer y el Movimiento por la Paz -MPDL- tuvieron lugar en Madrid los pasados 26 y 27 de junio. El evento reunió a un buen número de mujeres, españolas y árabes, representantes destacadas de los ámbitos político, social y académico de sus respectivos países, que debatieron sobre el respeto a los derechos de las mujeres en el islam, afirmando la necesidad de erradicar la pobreza y el analfabetismo como medios para mejorar el acceso de las mujeres a una plenitud de sus derechos.
La discriminación contra la mujer empieza ya desde la infancia. Según las estadísticas de Unicef de 2003, el mundo árabe y el África Subsahariana son las dos regiones del mundo donde las mujeres sufren más discriminaciones en el ejercicio de sus derechos civiles y políticos. Por ejemplo, en Malí, sólo el 16% de mujeres están alfabetizadas, mientras que en Níger la proporción es del 9%. Ante estas desigualdades, la consecuencia es obvia: ¿cuántas mujeres instruidas van a poder asumir las funciones estatales? Ciertamente muy pocas.
Entre los países de tradición islámica, fue Líbano, en 1952, el primero en reconocer el derecho que tenía la mujer a elegir y a ser elegida. Túnez constituye también una excepción entre los países árabes, por haber llevado lejos la igualdad jurídica entre hombres y mujeres. Las reformas emprendidas en este campo desde 1956, al acceder el país a su soberanía, han facilitado la participación de la mujer tunecina en la gestión política de su país.
Posteriormente, un buen número de países árabes se fueron sumando a la iniciativa. Kuwait, en 2005, fue uno de los últimos países de la región que reconocieron ese derecho a la mujer, llegando a nombrar, en lo que fue un hito histórico en la pequeña monarquía del Golfo, a Masuma Al Mubarak como ministra de Planificación y Desarrollo Administrativo, convirtiéndose de esta manera en la primera mujer kuwaití en acceder al Ejecutivo de su país.
Hoy, el derecho de la mujer a elegir y ser elegible es reconocido en las legislaciones de casi todos los países del mundo. Sin embargo, las mujeres ocupan solamente, según estadísticas de 2005, alrededor de un 16% de los escaños parlamentarios del mundo entero.
A pesar de estos avances, el ejercicio de los derechos políticos reconocidos a la mujer en los países de tradición islámica varía según el peso de la tradición y de la cultura en la política de cada uno de esos países. Igualmente, persisten otras desigualdades en algunos sectores, entre ellos, el económico y el laboral. A formación y competencias iguales entre hombres y mujeres, la diferencia de responsabilidades en la jerarquía y en las remuneraciones es evidente. Sin embargo, las mujeres suponen una parte muy importante de la población de los países árabes, siendo los países del Golfo extremadamente representativos en este aspecto -las ciudadanas saudíes, por ejemplo, son más de la mitad de la población del país, y, ya en 2002, acumulaban casi el 40% de la riqueza del ámbito privado-. La mujer constituye, pues, un elemento importantísimo en el desarrollo económico, político y social de la región.
Es cierto que muchos países árabes, entre los que Marruecos constituye un ejemplo destacado, han introducido recientemente reformas en sus legislaciones y puesto en marcha estrategias para favorecer la participación política de las mujeres. Sin embargo, a pesar de estos cambios, queda mucho camino que recorrer para lograr una igualdad de trato en el ámbito de la política.
La globalización cultural en la que se han involucrado diferentes naciones del mundo ha ido rompiendo viejos esquemas culturales del mundo árabe, despertando la conciencia de las mujeres. La política ha dejado de ser una actividad exclusivamente reservada a los hombres. Los derechos políticos y civiles, es decir, los derechos de elegir y de ser elegible, que se consideran como derechos humanos, hay que recordar una y otra vez, que son también derechos de las mujeres.
Para reforzar ese cambio de mentalidad, se han ido creando redes de solidaridad para emprender iniciativas encaminadas a lograr la igualdad de trato con el varón, prolongando esa igualdad a todos los terrenos, en particular, el de la gestión política y el ejercicio del poder.
Es el caso de la Red de Mujeres Árabes, creada en enero de este mismo año, y que celebró su I Conferencia los pasados 17 y 18 de junio en Ammán (Jordania), con el objetivo de convertirse en una plataforma de capacitación, denuncia y sensibilización sobre los derechos de la mujer árabe y precursora de cambio para la aceptación y conocimiento de sus derechos.
Sin duda, una iniciativa pionera en el ámbito de la mujer en el mundo árabe, que es un ejemplo de su participación para otros países. Y es que, en la compleja tarea de desarrollar las potencialidades de la mujer, la participación de ésta en la lucha por sus propios derechos, es la vía fundamental para conseguir una igualdad de oportunidades real en todos los ámbitos.
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