Por Fidel Ramos, ex presidente de Filipinas. © Project Syndicate, 2007. Traducción: Carlos Manzano
Parecen haber remitido las ambiciones nucleares de Corea del Norte, al menos de momento. Las conversaciones a seis bandas han dado por fin resultados, gracias, al parecer, a la sólida oposición de China a la nuclearización de Asia nordoriental. Bajo la égida del sexteto, EE.UU. y Corea del Norte han celebrado incluso las conversaciones bilaterales que el presidente de este último país, Kim Jong Il, anhelaba desde hacía mucho. De modo que Asia está temporalmente más tranquila y menos inestable que en los dos últimos decenios. Aun así, sigue siendo un foco para un posible estallido repentino.
Durante ese periodo de tensión, una Corea del Sur cada vez más segura de sí misma empezó a seguir un rumbo independiente de su protector americano. En noviembre del 2005, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) acusó al Gobierno de Corea del Sur de haber enriquecido una pequeña cantidad de uranio… hasta casi el nivel en que se podría utilizar en una bomba atómica. El Gobierno lo negó y afirmó que unos investigadores académicos habían hecho los experimentos, sin su conocimiento, “por su interés científico”.
La evolución de la política exterior de Corea del Sur puede entrañar un acercamiento a China, al unirse los nacionalistas coreanos a los chinos en su propósito de resistirse a las aspiraciones rivales de Japón a posibles depósitos de hidrocarburos en el mar de la China Oriental y el mar de Japón. Las nuevas generaciones de surcoreanos, que no tienen recuerdos personales de la guerra de Corea, que tal vez sólo les inspire un interés superficial, parecen molestos por lo que consideran el socavamiento por parte de Estados Unidos de la política de claridad de Corea del Sur para con Corea del Norte.
Para Japón, la capacidad de Corea del Norte en materia de cohetes es la preocupación mayor. En el examen panorámico de su situación en materia de defensa que ha hecho Japón recientemente, ha confirmado que seguirá oponiéndose a la posesión de armas nucleares por sus vecinos inmediatos. Naturalmente, el propio Japón cuenta ya con tecnología nuclear, pero el núcleo de la estrategia de defensa de Japón sigue siendo los intensos vínculos con Estados Unidos, no la independencia militar.
En resumen, la situación más tranquila en Asia nordoriental podría parecer una base frágil para crear una paz y una prosperidad a largo plazo en la región, pero la gran enseñanza que se desprende de Europa occidental es que la única solución duradera para un conflicto es la de insertar a los países vecinos en una densa red de relaciones económicas, políticas y de seguridad y en instituciones regionales que estén al servicio de sus intereses mutuos. Lo que llegó a ser la Unión Europea comenzó de forma discreta. Hasta que progresó la integración económica no se adoptaron medidas serias encaminadas a la integración política.
También en Asia oriental el mercado está fomentando la integración. Ahora que los diez estados de Asia sudoriental se han agrupado en la Asean y van a promulgar una Carta de la Asean, está avanzando firmemente la idea de una agrupación económica de Asia oriental de la que formarían parte la Asean, China, Japón y una Corea - es de suponer- unificada y desnuclearizada.
La fase inicial de esa gran ambición, una zona de libre comercio entre la Asean y China, se inició en el 2004 y debe concluir en el 2010. Simultáneamente, se está negociando una zona de libre comercio que comprenderá la Asean, Japón y también Corea del Sur. Desde el 2005, también India ha expresado interés en ese acuerdo con la Asean 10.
Pero Asia nordoriental es la única región asiática que no tiene organizaciones regionales. Ésa es la razón por la que necesita un acuerdo entre las potencias para sostener su frágil estabilidad. Corea del Norte y Corea del Sur deben comenzar la labor de reconciliación y creación de un espíritu comunitario por iniciativa propia. La economía debe superar una vez más a la política, con una intensificación del comercio, la inversión, el turismo y la transferencia de tecnología a lo largo del paralelo 38.
Entre tanto, ya existen los instrumentos para la creación de una mayor comunidad económica Asia-Pacífico, comenzando con el foro de cooperación económica Asia-Pacífico, y su objetivo es el de cumplir el imperativo de una paz y una seguridad duraderas. A lo largo del próximo decenio, nuestros estadistas deben sustituir la pax americana,que ha impuesto la estabilidad en la región de Asia-Pacífico, por una pax asiático-pacífica,en la que los más importantes países y bloques subregionales contribuyan al mantenimiento de la seguridad de Asia-Pacífico y la compartan frente a nuestras amenazas geopolíticas comunes, algunas de las cuales son el terrorismo internacional, la proliferación nuclear, la inestabilidad debida al conflicto árabe-israelí y la guerra de Iraq y la debilidad de la ONU.
Como vecinos y socios regionales, debemos aprovechar la convergencia de intereses que comparten EE. UU., Japón, China, India, Rusia, Asean, Canadá, una Corea unificada y desnuclearizada, Pakistán, Australia-Nueva Zelanda y otros, del mismo modo que la Europa occidental aprovechó el punto muerto de la guerra fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética para consolidar y ampliar la UE.
La prueba irrefutable de la necesidad de una profunda reestructuración de la seguridad de Asia-Pacífico es que el ejército de Estados Unidos no da más de sí, pero la paz en la región transpacífica no debe basarse en un equilibrio de poder, sino de beneficio mutuo. Evidentemente, entrañará un reparto de las responsabilidades entre todas las naciones de la región de Asia-Pacífico y un entendimiento cooperativo entre los países más ricos y poderosos de nuestra parte del mundo: Estados Unidos, Japón, China y Corea del Sur.
Parecen haber remitido las ambiciones nucleares de Corea del Norte, al menos de momento. Las conversaciones a seis bandas han dado por fin resultados, gracias, al parecer, a la sólida oposición de China a la nuclearización de Asia nordoriental. Bajo la égida del sexteto, EE.UU. y Corea del Norte han celebrado incluso las conversaciones bilaterales que el presidente de este último país, Kim Jong Il, anhelaba desde hacía mucho. De modo que Asia está temporalmente más tranquila y menos inestable que en los dos últimos decenios. Aun así, sigue siendo un foco para un posible estallido repentino.
Durante ese periodo de tensión, una Corea del Sur cada vez más segura de sí misma empezó a seguir un rumbo independiente de su protector americano. En noviembre del 2005, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) acusó al Gobierno de Corea del Sur de haber enriquecido una pequeña cantidad de uranio… hasta casi el nivel en que se podría utilizar en una bomba atómica. El Gobierno lo negó y afirmó que unos investigadores académicos habían hecho los experimentos, sin su conocimiento, “por su interés científico”.
La evolución de la política exterior de Corea del Sur puede entrañar un acercamiento a China, al unirse los nacionalistas coreanos a los chinos en su propósito de resistirse a las aspiraciones rivales de Japón a posibles depósitos de hidrocarburos en el mar de la China Oriental y el mar de Japón. Las nuevas generaciones de surcoreanos, que no tienen recuerdos personales de la guerra de Corea, que tal vez sólo les inspire un interés superficial, parecen molestos por lo que consideran el socavamiento por parte de Estados Unidos de la política de claridad de Corea del Sur para con Corea del Norte.
Para Japón, la capacidad de Corea del Norte en materia de cohetes es la preocupación mayor. En el examen panorámico de su situación en materia de defensa que ha hecho Japón recientemente, ha confirmado que seguirá oponiéndose a la posesión de armas nucleares por sus vecinos inmediatos. Naturalmente, el propio Japón cuenta ya con tecnología nuclear, pero el núcleo de la estrategia de defensa de Japón sigue siendo los intensos vínculos con Estados Unidos, no la independencia militar.
En resumen, la situación más tranquila en Asia nordoriental podría parecer una base frágil para crear una paz y una prosperidad a largo plazo en la región, pero la gran enseñanza que se desprende de Europa occidental es que la única solución duradera para un conflicto es la de insertar a los países vecinos en una densa red de relaciones económicas, políticas y de seguridad y en instituciones regionales que estén al servicio de sus intereses mutuos. Lo que llegó a ser la Unión Europea comenzó de forma discreta. Hasta que progresó la integración económica no se adoptaron medidas serias encaminadas a la integración política.
También en Asia oriental el mercado está fomentando la integración. Ahora que los diez estados de Asia sudoriental se han agrupado en la Asean y van a promulgar una Carta de la Asean, está avanzando firmemente la idea de una agrupación económica de Asia oriental de la que formarían parte la Asean, China, Japón y una Corea - es de suponer- unificada y desnuclearizada.
La fase inicial de esa gran ambición, una zona de libre comercio entre la Asean y China, se inició en el 2004 y debe concluir en el 2010. Simultáneamente, se está negociando una zona de libre comercio que comprenderá la Asean, Japón y también Corea del Sur. Desde el 2005, también India ha expresado interés en ese acuerdo con la Asean 10.
Pero Asia nordoriental es la única región asiática que no tiene organizaciones regionales. Ésa es la razón por la que necesita un acuerdo entre las potencias para sostener su frágil estabilidad. Corea del Norte y Corea del Sur deben comenzar la labor de reconciliación y creación de un espíritu comunitario por iniciativa propia. La economía debe superar una vez más a la política, con una intensificación del comercio, la inversión, el turismo y la transferencia de tecnología a lo largo del paralelo 38.
Entre tanto, ya existen los instrumentos para la creación de una mayor comunidad económica Asia-Pacífico, comenzando con el foro de cooperación económica Asia-Pacífico, y su objetivo es el de cumplir el imperativo de una paz y una seguridad duraderas. A lo largo del próximo decenio, nuestros estadistas deben sustituir la pax americana,que ha impuesto la estabilidad en la región de Asia-Pacífico, por una pax asiático-pacífica,en la que los más importantes países y bloques subregionales contribuyan al mantenimiento de la seguridad de Asia-Pacífico y la compartan frente a nuestras amenazas geopolíticas comunes, algunas de las cuales son el terrorismo internacional, la proliferación nuclear, la inestabilidad debida al conflicto árabe-israelí y la guerra de Iraq y la debilidad de la ONU.
Como vecinos y socios regionales, debemos aprovechar la convergencia de intereses que comparten EE. UU., Japón, China, India, Rusia, Asean, Canadá, una Corea unificada y desnuclearizada, Pakistán, Australia-Nueva Zelanda y otros, del mismo modo que la Europa occidental aprovechó el punto muerto de la guerra fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética para consolidar y ampliar la UE.
La prueba irrefutable de la necesidad de una profunda reestructuración de la seguridad de Asia-Pacífico es que el ejército de Estados Unidos no da más de sí, pero la paz en la región transpacífica no debe basarse en un equilibrio de poder, sino de beneficio mutuo. Evidentemente, entrañará un reparto de las responsabilidades entre todas las naciones de la región de Asia-Pacífico y un entendimiento cooperativo entre los países más ricos y poderosos de nuestra parte del mundo: Estados Unidos, Japón, China y Corea del Sur.
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