Por Fernando Reinares, investigador principal de terrorismo internacional en Real Instituto Elcano y catedrático de Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos (EL PAÍS, 21/07/07):
Quiero decir otra distinta a la que solemos dar por descontado. Entre los españoles, como entre los europeos en general, está muy difundida la idea de que el terrorismo de Al Qaeda en Irak, al igual que el conjunto de la violencia insurgente que existe allí, sería ante todo una respuesta a la ocupación militar extranjera y, más concretamente, a la presencia de tropas estadounidenses. Según este punto de vista, dicho terrorismo perderá su sentido, hasta desaparecer, cuando los soldados norteamericanos se retiren y, con ellos, los muchos menos de otras naciones que también componen la fuerza multilateral actualmente desplegada en el país. A estas alturas, desde luego, pocos deberían dudar de que fue la invasión del país lo que hizo posible una amplia presencia de Al Qaeda en el mismo, convirtiéndolo en escenario operativo preferente del actual terrorismo internacional, cuando ni aquella circunstancia se daba ni esto último era así. Pero, ¿y si su lógica en ese país fuese ahora distinta de la resistencia frente al invasor u ocupante?
No, no me refiero a una lógica de yihad defensiva en su sentido tradicional. Eso introduce una dimensión panislámica a tener en cuenta pero coincide en buena medida con la mencionada lógica de resistencia. Lo que ocurre es que, en la actualidad, tres cuartas partes de los entre 900 y 1.400 muertos mensuales ocasionados por Al Qaeda en Irak son iraquíes, muchos de ellos chiíes pero también, y cada vez más, suníes. Mientras que, por el contrario, no más de una cuarta parte de sus blancos y víctimas son estadounidenses. Estos y otros datos se revelan y analizan en el documento Un estudio cuantitativo sobre las actividades terroristas de Al Qaeda en Irak, recientemente publicado por el Real Instituto Elcano en su página web. A la luz de esas evidencias, diríase que la lógica de ese terrorismo yihadista obedece menos a una reacción frente al contingente militar norteamericano destacado en el país que a la voluntad de imponer el propio dominio sobre buena parte del territorio y la sociedad iraquíes.
Un cierto número de atentados contra blancos estadounidenses sigue cumpliendo, tanto para Al Qaeda en Irak como para los grupos asociados con esa estructura terrorista, una función legitimadora de sus actividades en tanto que yihad defensiva o sencillamente resistencia. Por su parte, el propósito de atentar contra chiíes sería, como en su día dejó claro Abu Musab al Zarqaui, el de agravar las fracturas etnorreligiosas que indudablemente existen en la sociedad iraquí y fomentar de este modo la confrontación sectaria, imposibilitando a corto y medio plazo cualquier normalización política del país. Finalmente, el terrorismo relacionado con Al Qaeda en Irak que afecta directamente a árabes suníes serviría para ejercer un efectivo control social sobre ese segmento de la sociedad que tanto aquélla como las formaciones yihadistas que se encuentran asociadas con la misma consideran su población de referencia. Atentados contra distintos blancos cumplen pues funciones diferentes pero complementarias para los grupos aliados con Al Qaeda que operan en territorio iraquí. Pero las víctimas iraquíes de su terrorismo triplican a las estadounidenses.
Así las cosas, si las fuerzas multinacionales que actualmente se encuentran en dicho país con autorización de Naciones Unidas, aunque en su gran mayoría conformadas por soldados estadounidenses, se retiran del mismo en ausencia de los arreglos internos y regionales que doten a Irak de la necesaria estabilidad, las organizaciones relacionadas con Al Qaeda que allí operan afrontarán a partir de entonces serios constreñimientos pero dispondrán de no menos críticas oportunidades. Por una parte, es cierto, se verían privados de los blancos cuya afectación mediante atentados les procura apoyos o les permite movilizar recursos dentro y fuera del país, tanto en otros del mundo islámico como entre comunidades musulmanas asentadas en sociedades occidentales, incluida la española. Ahora bien, como ponen de manifiesto las pautas de victimización que denota el terrorismo de Al Qaeda en Irak, su lógica ya no es de resistencia sino de dominación.
Por eso es verosímil que, al mismo tiempo, Al Qaeda en Irak y sus grupos adscritos se beneficien de presentar como éxito de su propia actuación contra los invasores una eventual retirada militar estadounidense y que dispongan de una excelente ocasión para avanzar con menos obstáculos en la consolidación del denominado Estado Islámico de Irak. Una dinámica que en modo alguno estaría exenta de implicaciones en materia de seguridad para otros países de la zona e incluso, en términos de amenaza terrorista, probablemente más para las sociedades europeas, incluida por supuesto la española, que para la estadounidense. Consolidar esa entidad de poder alternativo al gubernamental, ya de por sí débil y carente de la necesaria autoridad, es un objetivo que, como ponen de manifiesto los blancos y las víctimas iraquíes del terrorismo relacionado con Al Qaeda en dicho país, es prioritario en la agenda yihadista dentro y fuera del mismo. Ayman al Zawahiri está siendo suficientemente claro en sus ya reiterados pronunciamientos a este respecto.
Entonces, si la lógica de Al Qaeda en Irak no fuese ya tanto de resistencia frente a la presencia militar extranjera, sino que persigue la imposición coactiva de un dominio yihadista sobre la población árabe suní del país, teniendo además en cuenta que sus atentados ocasionan ya cerca de la mitad del total de las muertes por actos de violencia ocurridas en el mismo, ni los europeos en general ni los españoles en particular deberíamos confiar demasiado en que la retirada estadounidense será fundamental para poner fin, en breve plazo, a ese terrorismo yihadista. Como tampoco deberíamos aplaudir una salida irresponsable de los norteamericanos, cuyos representantes políticos, después de haber convertido Irak en escenario preferente del terrorismo global y propiciado el resurgimiento de Al Qaeda, buscarían ahora complacer a su opinión pública con una decisión que, caso de llevarse a cabo de manera precipitada y carente de la debida cobertura multilateral, desatendería por enésima vez los intereses comunes a amplios sectores de la población iraquí o los nuestros.
Quiero decir otra distinta a la que solemos dar por descontado. Entre los españoles, como entre los europeos en general, está muy difundida la idea de que el terrorismo de Al Qaeda en Irak, al igual que el conjunto de la violencia insurgente que existe allí, sería ante todo una respuesta a la ocupación militar extranjera y, más concretamente, a la presencia de tropas estadounidenses. Según este punto de vista, dicho terrorismo perderá su sentido, hasta desaparecer, cuando los soldados norteamericanos se retiren y, con ellos, los muchos menos de otras naciones que también componen la fuerza multilateral actualmente desplegada en el país. A estas alturas, desde luego, pocos deberían dudar de que fue la invasión del país lo que hizo posible una amplia presencia de Al Qaeda en el mismo, convirtiéndolo en escenario operativo preferente del actual terrorismo internacional, cuando ni aquella circunstancia se daba ni esto último era así. Pero, ¿y si su lógica en ese país fuese ahora distinta de la resistencia frente al invasor u ocupante?
No, no me refiero a una lógica de yihad defensiva en su sentido tradicional. Eso introduce una dimensión panislámica a tener en cuenta pero coincide en buena medida con la mencionada lógica de resistencia. Lo que ocurre es que, en la actualidad, tres cuartas partes de los entre 900 y 1.400 muertos mensuales ocasionados por Al Qaeda en Irak son iraquíes, muchos de ellos chiíes pero también, y cada vez más, suníes. Mientras que, por el contrario, no más de una cuarta parte de sus blancos y víctimas son estadounidenses. Estos y otros datos se revelan y analizan en el documento Un estudio cuantitativo sobre las actividades terroristas de Al Qaeda en Irak, recientemente publicado por el Real Instituto Elcano en su página web. A la luz de esas evidencias, diríase que la lógica de ese terrorismo yihadista obedece menos a una reacción frente al contingente militar norteamericano destacado en el país que a la voluntad de imponer el propio dominio sobre buena parte del territorio y la sociedad iraquíes.
Un cierto número de atentados contra blancos estadounidenses sigue cumpliendo, tanto para Al Qaeda en Irak como para los grupos asociados con esa estructura terrorista, una función legitimadora de sus actividades en tanto que yihad defensiva o sencillamente resistencia. Por su parte, el propósito de atentar contra chiíes sería, como en su día dejó claro Abu Musab al Zarqaui, el de agravar las fracturas etnorreligiosas que indudablemente existen en la sociedad iraquí y fomentar de este modo la confrontación sectaria, imposibilitando a corto y medio plazo cualquier normalización política del país. Finalmente, el terrorismo relacionado con Al Qaeda en Irak que afecta directamente a árabes suníes serviría para ejercer un efectivo control social sobre ese segmento de la sociedad que tanto aquélla como las formaciones yihadistas que se encuentran asociadas con la misma consideran su población de referencia. Atentados contra distintos blancos cumplen pues funciones diferentes pero complementarias para los grupos aliados con Al Qaeda que operan en territorio iraquí. Pero las víctimas iraquíes de su terrorismo triplican a las estadounidenses.
Así las cosas, si las fuerzas multinacionales que actualmente se encuentran en dicho país con autorización de Naciones Unidas, aunque en su gran mayoría conformadas por soldados estadounidenses, se retiran del mismo en ausencia de los arreglos internos y regionales que doten a Irak de la necesaria estabilidad, las organizaciones relacionadas con Al Qaeda que allí operan afrontarán a partir de entonces serios constreñimientos pero dispondrán de no menos críticas oportunidades. Por una parte, es cierto, se verían privados de los blancos cuya afectación mediante atentados les procura apoyos o les permite movilizar recursos dentro y fuera del país, tanto en otros del mundo islámico como entre comunidades musulmanas asentadas en sociedades occidentales, incluida la española. Ahora bien, como ponen de manifiesto las pautas de victimización que denota el terrorismo de Al Qaeda en Irak, su lógica ya no es de resistencia sino de dominación.
Por eso es verosímil que, al mismo tiempo, Al Qaeda en Irak y sus grupos adscritos se beneficien de presentar como éxito de su propia actuación contra los invasores una eventual retirada militar estadounidense y que dispongan de una excelente ocasión para avanzar con menos obstáculos en la consolidación del denominado Estado Islámico de Irak. Una dinámica que en modo alguno estaría exenta de implicaciones en materia de seguridad para otros países de la zona e incluso, en términos de amenaza terrorista, probablemente más para las sociedades europeas, incluida por supuesto la española, que para la estadounidense. Consolidar esa entidad de poder alternativo al gubernamental, ya de por sí débil y carente de la necesaria autoridad, es un objetivo que, como ponen de manifiesto los blancos y las víctimas iraquíes del terrorismo relacionado con Al Qaeda en dicho país, es prioritario en la agenda yihadista dentro y fuera del mismo. Ayman al Zawahiri está siendo suficientemente claro en sus ya reiterados pronunciamientos a este respecto.
Entonces, si la lógica de Al Qaeda en Irak no fuese ya tanto de resistencia frente a la presencia militar extranjera, sino que persigue la imposición coactiva de un dominio yihadista sobre la población árabe suní del país, teniendo además en cuenta que sus atentados ocasionan ya cerca de la mitad del total de las muertes por actos de violencia ocurridas en el mismo, ni los europeos en general ni los españoles en particular deberíamos confiar demasiado en que la retirada estadounidense será fundamental para poner fin, en breve plazo, a ese terrorismo yihadista. Como tampoco deberíamos aplaudir una salida irresponsable de los norteamericanos, cuyos representantes políticos, después de haber convertido Irak en escenario preferente del terrorismo global y propiciado el resurgimiento de Al Qaeda, buscarían ahora complacer a su opinión pública con una decisión que, caso de llevarse a cabo de manera precipitada y carente de la debida cobertura multilateral, desatendería por enésima vez los intereses comunes a amplios sectores de la población iraquí o los nuestros.
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