Por María-Àngels Roque, antropóloga, Institut Europeu del Mediterrani (LA VANGUARDIA, 18/07/07):
El periodista de Al Yazira Khaled Hroub explicaba hace un año en un encuentro intercultural en Granada que una de las cosas que más le fascinaron de El Cairo fue la importancia de los códigos corporales para poder cruzar las calles sin semáforos. Esta visión le acompañó los diez días que estuvo en Egipto entrevistando a todo tipo de personas: conductores, bailarinas del vientre, intelectuales, tenderos, políticos, académicos, artistas, estrellas del pop, gente politizada de izquierdas, islamistas moderados y fanáticos. El objetivo era saber “por qué los árabes odian a Occidente”. La primera respuesta que recibía Hroub era una vehemente negación.
“Todos los que entrevisté respondieron de forma casi idéntica: ‘Nosotros no odiamos a Occidente ni a los occidentales; odiamos la política occidental’ “. Este periodista que vive en Cambridge cree que si uno no conoce el código no cruza la calle en El Cairo, o bien arriesga su vida y la de otras personas. Metáfora que hace extensiva a la manera de imponer la democracia occidental en Oriente Medio que está costando tantas vidas.
¿Dónde encontrar códigos? En un mundo globalizado son los medios de comunicación, especialmente las cadenas televisivas por cable, los que están jugando la batalla para crear nuevos imaginarios y, si bien este medio puede ser muy positivo para la intercomunicación, también puede ser muy peligroso. Nunca hemos estado tan comunicados ni hemos conocido tantos acontecimientos de todo el planeta, ¿pero ello ayuda a tener una mayor empatía o, por el contrario, contribuye de forma masiva a sublimar los estereotipos? Michelangelo Conoscenti en su libro sobre los medios de comunicación en el Mediterráneo llega a diferentes conclusiones. Por un lado, reconoce que muchos lenguajes audiovisuales, en diferentes naciones, presentan elementos comunes debido a la práctica de copiar.De hecho, cuando una persona o una institución imita a otra, algo se transfiere entre las dos hasta el punto de adquirir una identidad propia. La difusión de elementos y estereotipos estilísticos, positivos o negativos, no sólo depende de la televisión, sino también de otros medios y de otras experiencias que forman parte de nuestra vida. Pero la producción de imágenes no es neutral, es la consecuencia de un proceso culturalmente marcado. Es el resultado de las alternativas elegidas por el creador entre la cantidad de opciones combinadas ofrecidas por el código de medios de comunicación. En consecuencia, también son significativas las exclusiones que implica el proceso. La CNN norteamericana y la cadena qatarí Al Yazira hicieron saltar en pedazos el mito de la superioridad incuestionable de la imagen al ofrecer dos relatos gráficos simultáneos pero radicalmente diferentes de la guerra de Iraq.
Obviando la censura de la mayoría de las cadenas públicas de los países árabes, se ha de convenir que éstas conservan especificidades nacionales, mientras que las grandes cadenas privadas como Al Yazira o Al Arabia buscan, como manifiesta Noha Mellor, el mercado panárabe sea nacional o de la diáspora, por lo que estos medios tienden a centrarse en la política regional antes que en temáticas locales de las distintas sociedades árabes. Así, pese a los diferentes aspectos étnicos, religiosos, de clase y de género de los países, los medios informativos regionales y los canales de noticias por satélite tratan de dirigirse a una audiencia lo más amplia posible, concebida como una comunidad imaginaria.
De ese modo el panarabismo ha renovado su peso ideológico entre los periodistas árabes, una estrategia de marketing que aspira a beneficiarse de la creciente cuota de mercado. Los periodistas no tratan las noticias de carácter local ni aquellas que cubren aspectos sociales ya que consideran que no les conducirán a la fama, por lo que priman las noticias políticas o con personajes políticos que no necesitan una investigación. Para ser justos, manifiesta Mellor, tampoco los medios occidentales (europeos o norteamericanos), que han constituido el espacio formativo de muchos periodistas árabes de los nuevos canales, dan mejor ejemplo. En los medios occidentales hay una brecha entre la cobertura de las noticias nacionales y la de las noticias extranjeras. Así, mientras las noticias nacionales se centran en los problemas inmediatos y cotidianos de los ciudadanos normales y corrientes, las noticias extranjeras presentan a otros países sólo a través de un cristal puramente político, centrándose en los gobiernos, de modo que los ciudadanos normales y corrientes de Oriente Medio y otras regiones aparecen sólo de relleno. Los medios occidentales no explican que estos ciudadanos tienen, al igual que los del norte, sus sueños, su cultura, sus luchas cotidianas, y que en ello no son muy diferentes.
Sin duda, los puentes virtuales representados por los medios de comunicación de masas - radio, canales de televisión (tanto satélite como otros) e internet- pueden superar las fronteras y generar un espacio intermedio, es decir, un espacio que se conciba y utilice, hablando en términos antropológicos, como un momento de intercambio con el otro y, al mismo tiempo, como un lugar para experimentar lenguajes comunes. En la actualidad, todos los vecinos que dan al Mediterráneo necesitan entender que la coexistencia es posible, aunque haya una diversidad de lenguas, religiones y costumbres. Desde este punto de vista, sin duda los medios representan una oportunidad, ya que la generación más joven está mucho más inclinada a absorber contenidos e ideas a través de los códigos audiovisuales. No obstante, la afloración de las producciones televisivas, especialmente cuando no está precedida por una educación adecuada sobre la parcialidad de los lenguajes audiovisuales, representa tanto riesgo como atravesar una calle sin semáforos.
El periodista de Al Yazira Khaled Hroub explicaba hace un año en un encuentro intercultural en Granada que una de las cosas que más le fascinaron de El Cairo fue la importancia de los códigos corporales para poder cruzar las calles sin semáforos. Esta visión le acompañó los diez días que estuvo en Egipto entrevistando a todo tipo de personas: conductores, bailarinas del vientre, intelectuales, tenderos, políticos, académicos, artistas, estrellas del pop, gente politizada de izquierdas, islamistas moderados y fanáticos. El objetivo era saber “por qué los árabes odian a Occidente”. La primera respuesta que recibía Hroub era una vehemente negación.
“Todos los que entrevisté respondieron de forma casi idéntica: ‘Nosotros no odiamos a Occidente ni a los occidentales; odiamos la política occidental’ “. Este periodista que vive en Cambridge cree que si uno no conoce el código no cruza la calle en El Cairo, o bien arriesga su vida y la de otras personas. Metáfora que hace extensiva a la manera de imponer la democracia occidental en Oriente Medio que está costando tantas vidas.
¿Dónde encontrar códigos? En un mundo globalizado son los medios de comunicación, especialmente las cadenas televisivas por cable, los que están jugando la batalla para crear nuevos imaginarios y, si bien este medio puede ser muy positivo para la intercomunicación, también puede ser muy peligroso. Nunca hemos estado tan comunicados ni hemos conocido tantos acontecimientos de todo el planeta, ¿pero ello ayuda a tener una mayor empatía o, por el contrario, contribuye de forma masiva a sublimar los estereotipos? Michelangelo Conoscenti en su libro sobre los medios de comunicación en el Mediterráneo llega a diferentes conclusiones. Por un lado, reconoce que muchos lenguajes audiovisuales, en diferentes naciones, presentan elementos comunes debido a la práctica de copiar.De hecho, cuando una persona o una institución imita a otra, algo se transfiere entre las dos hasta el punto de adquirir una identidad propia. La difusión de elementos y estereotipos estilísticos, positivos o negativos, no sólo depende de la televisión, sino también de otros medios y de otras experiencias que forman parte de nuestra vida. Pero la producción de imágenes no es neutral, es la consecuencia de un proceso culturalmente marcado. Es el resultado de las alternativas elegidas por el creador entre la cantidad de opciones combinadas ofrecidas por el código de medios de comunicación. En consecuencia, también son significativas las exclusiones que implica el proceso. La CNN norteamericana y la cadena qatarí Al Yazira hicieron saltar en pedazos el mito de la superioridad incuestionable de la imagen al ofrecer dos relatos gráficos simultáneos pero radicalmente diferentes de la guerra de Iraq.
Obviando la censura de la mayoría de las cadenas públicas de los países árabes, se ha de convenir que éstas conservan especificidades nacionales, mientras que las grandes cadenas privadas como Al Yazira o Al Arabia buscan, como manifiesta Noha Mellor, el mercado panárabe sea nacional o de la diáspora, por lo que estos medios tienden a centrarse en la política regional antes que en temáticas locales de las distintas sociedades árabes. Así, pese a los diferentes aspectos étnicos, religiosos, de clase y de género de los países, los medios informativos regionales y los canales de noticias por satélite tratan de dirigirse a una audiencia lo más amplia posible, concebida como una comunidad imaginaria.
De ese modo el panarabismo ha renovado su peso ideológico entre los periodistas árabes, una estrategia de marketing que aspira a beneficiarse de la creciente cuota de mercado. Los periodistas no tratan las noticias de carácter local ni aquellas que cubren aspectos sociales ya que consideran que no les conducirán a la fama, por lo que priman las noticias políticas o con personajes políticos que no necesitan una investigación. Para ser justos, manifiesta Mellor, tampoco los medios occidentales (europeos o norteamericanos), que han constituido el espacio formativo de muchos periodistas árabes de los nuevos canales, dan mejor ejemplo. En los medios occidentales hay una brecha entre la cobertura de las noticias nacionales y la de las noticias extranjeras. Así, mientras las noticias nacionales se centran en los problemas inmediatos y cotidianos de los ciudadanos normales y corrientes, las noticias extranjeras presentan a otros países sólo a través de un cristal puramente político, centrándose en los gobiernos, de modo que los ciudadanos normales y corrientes de Oriente Medio y otras regiones aparecen sólo de relleno. Los medios occidentales no explican que estos ciudadanos tienen, al igual que los del norte, sus sueños, su cultura, sus luchas cotidianas, y que en ello no son muy diferentes.
Sin duda, los puentes virtuales representados por los medios de comunicación de masas - radio, canales de televisión (tanto satélite como otros) e internet- pueden superar las fronteras y generar un espacio intermedio, es decir, un espacio que se conciba y utilice, hablando en términos antropológicos, como un momento de intercambio con el otro y, al mismo tiempo, como un lugar para experimentar lenguajes comunes. En la actualidad, todos los vecinos que dan al Mediterráneo necesitan entender que la coexistencia es posible, aunque haya una diversidad de lenguas, religiones y costumbres. Desde este punto de vista, sin duda los medios representan una oportunidad, ya que la generación más joven está mucho más inclinada a absorber contenidos e ideas a través de los códigos audiovisuales. No obstante, la afloración de las producciones televisivas, especialmente cuando no está precedida por una educación adecuada sobre la parcialidad de los lenguajes audiovisuales, representa tanto riesgo como atravesar una calle sin semáforos.
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