miércoles, enero 07, 2009

Eslovaquia 16 años después

Por Miguel Aguirre de Cárcer, Diplomático (REAL INSTITUTO ELCANO, 07/01/09):

Tema: El 1 de enero de 2009 la República Eslovaca cumplió 16 años como Estado soberano. Ese mismo día se integró en la zona euro, el primero en hacerlo de los cuatro países de Visegrado. El devenir de la Eslovaquia contemporánea fue, en un principio, convulso, pero en los últimos diez años ha logrado grandes niveles de estabilidad política y económica.

Resumen: Desde los motivos de la desaparición de Checoslovaquia hasta el importante apoyo electoral otorgado a Vladimir Meciar, la historia reciente de Eslovaquia es todavía poco conocida o comprendida. Pero a partir de 1998, la superación de su aislamiento internacional y las audaces reformas estructurales iniciadas por el Gobierno de centro-derecha presidido por Mikulas Dzurinda la situaron en la senda de un destacado crecimiento económico, basado en buena medida en la llegada masiva de inversiones extranjeras, que le valieron la denominación del “tigre centroeuropeo”. Hace cuatro años se fijó el objetivo estratégico de acceder a la zona euro en 2009 y las elecciones de 2006, que supusieron un cambio radical de la coalición de Gobierno, que pasó a dirigir el socialdemócrata Robert Fico, no conllevaron cambios determinantes en las políticas económicas necesarias para alcanzar dicha meta. Aunque quedan retos importantes, como la superación de las grandes diferencias de desarrollo regional entre la zona occidental y la zona oriental del país, lograr una mayor integración de la población roma o reducir las instancias de corrupción en las empresas y en la Administración, Eslovaquia hoy presenta unos niveles de estabilidad política y económica envidiables.

Análisis: El 1 de enero de 1993 se hizo realidad la separación de Checoslovaquia en dos Estados soberanos e independientes: la República Checa y la República Eslovaca. Culminaba así un proceso que se había iniciado seis meses antes, a raíz de las elecciones generales celebradas en junio de 1992, en las que salieron vencedores Vaclav Klaus en los territorios checos de Bohemia y Moravia y Vladimir Meciar en Eslovaquia. La falta de acuerdo entre ambos líderes sobre la futura configuración política de Checoslovaquia llevó a la aprobación por el parlamento de Bratislava de una “declaración de soberanía de la República Eslovaca” el 17 de julio de 1992 (113 diputados votaron a favor, 24 en contra, 10 se abstuvieron y 3 estaban ausentes) y de la Constitución de la República Eslovaca el 1 de septiembre de 1992.

En ese momento, casi nadie auguraba un futuro próspero para Eslovaquia: con una estructura económica dominada por las extensas explotaciones agrícolas colectivizadas y las ineficientes industrias de armamentos del Pacto de Varsovia; liderada por un Primer Ministro, Vladimir Meciar, de corte populista y nacionalista, además de ex boxeador; con una significativa minoría húngara en su territorio (un 10 % de la población total, concentrada en las zonas meridionales fronterizas con Hungría). Todo hacía presagiar que la nueva Eslovaquia podía retroceder respecto del nivel político y económico que había alcanzado en el marco de la Checoslovaquia surgida en 1918.

Y, sin embargo, la República Eslovaca hoy, 16 años después, es uno de los nuevos miembros de la Unión Europea que puede presentar mejores credenciales. Ingresó en la Unión en 2004, junto a los otros 9 países candidatos. Se incorporó al espacio Schengen en 2007, al mismo tiempo que sus vecinos. Ha sido el primer país de los llamados Visegrado-4 (República Checa, Polonia, Hungría y Eslovaquia) en cumplir plenamente los criterios de Maastricht y, en consecuencia, accederá a la zona euro el próximo 1 de enero de 2009. Su economía crece a unos ritmos espectaculares (10,4% en 2007 y una previsión, recientemente actualizada, del 4,6% en 2008), gracias en especial a unos niveles muy elevados de inversión extranjera, que han hecho de Eslovaquia el primer productor mundial per capita de automóviles (106 automóviles producidos por cada mil habitantes) tras la entrada en funcionamiento de las plantas de Volkswagen, Peugeot y Kia.

Aunque el entendimiento entre eslovacos y checos es auténticamente fraternal y algunas encuestas muestran elevados niveles de añoranza de Checoslovaquia entre las personas mayores, nadie propugna ni se plantea ya la posibilidad de una reunificación. Si bien nunca llegó a celebrarse un referéndum para consultar o confirmar la propuesta de separación negociada por los dirigentes políticos, tampoco ha habido una reclamación en todos estos años para que se celebrarse dicho plebiscito. Fuera o no inevitable la separación en 1993, y la gran mayoría parece aceptar que lo era, ambos países han alcanzado una identidad y madurez propias y, en lo que concierne a los eslovacos, han descubierto la gran satisfacción que supone que las decisiones que tanto les afectan no se tomen ya en Praga, lo que casi siempre conllevaba que los intereses de Bohemia y Moravía prevalecían sobre los de Eslovaquia.

Por otro lado, la lengua checa, muy próxima del eslovaco, sigue siendo ampliamente comprendida en Eslovaquia, debido al mayor vigor cultural de la República Checa en ámbitos como el subtitulado de películas de cine, la publicación de libros traducidos desde otros idiomas o la presentación en la televisión eslovaca de programas producidos por las televisiones checas. En cambio, las generaciones checas más jóvenes tienen dificultades para comprender las particularidades del idioma eslovaco dado que están mucho menos expuestas que las generaciones que les precedieron a entrar en contacto directo con la lengua eslovaca.

Es cierto que los primeros años de la nueva República Eslovaca no fueron fáciles. Sufrió, con razón, el ostracismo de la OTAN y de la UE por los modos autoritarios de los primeros Gobiernos de Meciar, que despreciaba al Parlamento y a la prensa y se enfrentó al entonces Presidente de Eslovaquia, Michal Kovac (cuyo hijo fue secuestrado, muy probablemente por agentes de los servicios secretos eslovacos). La prevista unión monetaria de Chequia y Eslovaquia fracasó en apenas dos meses y la economía eslovaca entró en recesión y quedó en manos de especuladores y de los amigos del Primer Ministro. Pero las elecciones generales de 1998, que constituyeron un auténtico referendum contra Meciar y en las que tuvo un papel determinante la sociedad civil eslovaca, supusieron un cambio fundamental al dar entrada como nuevo Primer Ministro a Mikulas Dzurinda, adscrito a la rama liberal de la democracia cristiana eslovaca, que ha sido el verdadero impulsor de los éxitos políticos y económicos que hoy definen a Eslovaquia.

Además de aportar unas impecables credenciales democráticas a la vida política de este país, Dzurinda logró transformar sus estructuras productivas, sentando las bases de una floreciente economía moderna y competitiva. Su reforma más espectacular, el tipo único del 19 % para el IVA, IRPF e Impuesto de Sociedades, fue determinante para la llegada masiva de inversión extranjera, que apreciaba la simplicidad y claridad del sistema impositivo, pero no debe ocultar los logros en otros ámbitos, como la introducción de un segundo “pilar” en el sistema de pensiones y del copago médico y hospitalario, o la reforma del código laboral. También restauró el prestigio y credibilidad internacionales de Eslovaquia. Habiendo quedado fuera de la primera ampliación de la OTAN acordada en 1997 (en la que se integraron solo Polonia, Hungría y República Checa), Eslovaquia se incorporó en la segunda oleada de ampliación de la OTAN anunciada en la cumbre de Praga de 2002. Negoció con rapidez el Tratado de Adhesión de Eslovaquia a la Unión Europea y pudo así unirse a los otros 9 países que se integraron en la UE en 2004. Finalmente, en octubre de 2005, fue elegida unánimemente para ocupar un puesto no permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas durante el bienio 2006-2007, obteniendo un reconocimiento generalizado por el buen desempeño de sus responsabilidades.

Sin embargo, tras 8 años de Gobierno, Dzurinda y sus socios en la coalición de Gobierno tuvieron que pagar una costosa factura en las elecciones generales de junio de 2006 por no haber sabido, o no haber querido, atemperar el ritmo de las reformas estructurales, con sus inevitables costes sociales. En su lugar, el partido socialdemócrata Smer, liderado por Robert Fico, conformó un nuevo Gobierno, en el que terminó escogiendo como socios al Partido Nacionalista Eslovaco (SNS) liderado por Jan Slota, que volvía con fuerza al parlamento tras quedar apartado en los años anteriores por divisiones internas partidistas, y al partido HZDS del ex Primer Ministro Meciar, que cada vez cosechaba menos votos y a duras penas lograba mantenerse en el escenario político tras sufrir un serio revés en las elecciones presidenciales de 2004 frente a su otrora correligionario político, Ivan Gasparovic. En los dos años y medio transcurridos desde entonces, el Primer Ministro ha sabido liderar una coalición de Gobierno bastante cohesionada, en la que el partido Smer lleva claramente la voz cantante. La oposición, en cambio, se encuentra cada día en peor situación, con frecuentes defecciones de diputados que pasan a crear nuevos mini-partidos, con prácticamente nulas posibilidades de alcanzar el 5% de los votos exigidos para poder obtener un acta de diputado. Nadie en estas circunstancias duda que la victoria de nuevo en las elecciones legislativas previstas para 2010 se encuentra fácilmente al alcance del partido del actual Primer Ministro. De este modo, la todavía joven República Eslovaca ha ido desarrollando una verdadera alternancia democrática que ha venido a consolidar aún más su estabilidad política.

Algunos de los logros más recientes de Eslovaquia, como la exitosa preparación para el acceso al espacio Schengen en diciembre de 2007 o la recomendación positiva de la Comisión Europea para acceder a la zona euro en 2009, son en buena medida el producto de las acertadas políticas llevadas a cabo por el actual Gobierno de Robert Fico. En lugar de tratar de deshacer todo lo que había hecho su predecesor, el Primer Ministro eslovaco se preocupó por conocer qué había de bueno en las reformas introducidas con anterioridad y dónde se podían enmendar para suavizar su impacto sobre las clases sociales menos favorecidas. Así, mantuvo el tipo único del 19 % (aunque introdujo un tipo reducido del IVA del 10 % únicamente para productos farmacéuticos y para libros), pero eliminó el copago médico y hospitalario (unos 0,50 euros por consulta medica y 1,25 euros por día de hospitalización). Mejoró las pensiones más bajas e introdujo algunas enmiendas al código laboral, al tiempo que iniciaba un ambicioso plan para reducir los costes de personal en las administraciones públicas.

Quizás su más importante decisión estratégica ha sido acatar la disciplina presupuestaria exigida para el cumplimiento del objetivo de acceder a la zona euro en 2009. Mientras algunas voces desde dentro de su partido subrayaban los riesgos electorales que podrían suscitar estas políticas y los países vecinos, entre sorprendidos y envidiosos, cuestionaban su capacidad para traer el euro a Eslovaquia en 2009, el Primer Ministro eslovaco se fue reafirmando en su convencimiento de que el euro conllevaría más ventajas que inconvenientes para el país en su conjunto y, con el inestimable apoyo y asesoramiento del Gobernador del Banco Nacional, se convirtió en su máximo defensor. La certeza, desde junio de 2008, de que el 1 de enero de 2009 Eslovaquia se incorporaría a la eurozona ha contribuido de forma destacada a mitigar las especulaciones sobre la moneda eslovaca y a proteger a su economía de las turbulencias de la crisis financiera internacional.

No significa que Eslovaquia será inmune a algunos de los problemas que ya afectan a otras economías. En particular, la reducción del consumo en las economías de Europa occidental empieza ya a requerir una disminución de la producción en algunos sectores, especialmente los que tienen un mayor componente exportador. Así, la exportación de automóviles representa hasta un 30 % del conjunto de las exportaciones eslovacas. Volkswagen ya ha tomado algunas medidas para reducir la producción de su planta de Devinska Nova Ves, por ejemplo en el montaje del Porsche Cayenne y del Vokswagen Touareg, pero se espera que Peugeot y Kia puedan sobrevivir mejor dado que sus plantas son mucho más modernas y eficientes y que producen modelos más asequibles (Peugeot 207 y Kia Cee’d). Las dos grandes plantas de producción de electrónica de consumo instaladas en Eslovaquia (televisores LCD de Samsung y de Sony) por el momento no necesitan recurrir a este tipo de medidas y entre ambas emplean a más de 4000 trabajadores.

Hay que señalar, en el debe, la excesiva tolerancia que existe todavía en Eslovaquia con respecto a los casos de corrupción. Aunque sea un mal endémico de casi todos los nuevos Estados miembros de la Unión Europea de Europa central y oriental, no se puede excusar a sus gobernantes de la ausencia de verdaderas medidas ejemplares, que transmitan un claro mensaje de rechazo de estas prácticas, lo que unido a unos procedimientos judiciales lentos y poco transparentes, empañan con relativa frecuencia las prácticas empresariales y de la Administración.

Otra de las asignaturas pendientes es la culminación de las infraestructuras de transporte que deberían facilitar la comunicación entre las regiones occidentales, donde se concentra la mayor parte de los modernos centros de producción, y las regiones orientales del país, todavía aquejadas de unos elevados niveles de desempleo y de una insuficiente integración educativa y social de las comunidades gitanas que allí residen mayoritariamente. Los 11.000 millones de euros de fondos de la UE que recibirá Eslovaquia en el periodo 2007-2013 deberían contribuir de forma muy destacada a resolver estos problemas, si son utilizados eficientemente en lugar de convertirse en instrumentos de influencia política de los partidos gobernantes.

No ha encontrado todavía el Gobierno eslovaco la forma de convivir positivamente con el fenómeno de la minoría húngara, más allá de atenerse al estricto respeto de los derechos colectivos de las minorías en el ámbito lingüístico y cultural. Mientras el partido SMK, que recoge fielmente todos los votos de la población eslovaca de lengua magiar, formaba parte de la coalición de Gobierno de Dzurinda, unos y otros evitaban plantear controversias de entidad. Pero al pasar SMK a la oposición y ganar ascendencia el ultranacionalista SNS como socio de la actual coalición de Gobierno, se han recrudecido la desconfianza y las polémicas por las declaraciones intempestivas de una y otra parte, aunque la convivencia efectiva apenas se ha visto comprometida por algunos incidentes, ciertamente inaceptables pero, afortunadamente, por ahora únicamente de carácter aislado. La forma en que se ha desarrollado la mediación internacional para la solución de contencioso de Kosovo, que solo apoya SMK, ha contribuido a endurecer aún más la postura de los dirigentes eslovacos, del Gobierno y de la oposición, en contra de cualquier “autonomía” que pudiera derivar con el correr de los tiempos en una separación. Sean o no casos comparables, el Viceprimer Ministro del Gobierno eslovaco, Dušan Čaplovič, afirmó rotundamente en un debate parlamentario hace unas semanas, dirigiéndose a los diputados de SMK, que ”no lograreis hacer de Eslovaquia un nuevo Kosovo”.

Si las relaciones políticas, culturales y educativas entre Eslovaquia y España pueden considerarse muy positivas, no cabe decir lo mismo de las relaciones económicas. Aunque las empresas punteras españolas del sector auxiliar del automóvil y algunas pequeñas y medianas empresas del sector inmobiliario han sabido ver las ventajas de una inversión en un país como Eslovaquia, muchas otras parecen haber sucumbido a los cantos de sirena de economías más grandes y donde quizás podrían obtenerse más beneficios a corto plazo aunque asumiendo muchos más riesgos. Hoy hay pocos sectores de la economía eslovaca que no estén completamente penetrados por las inversiones de empresas de países como Alemania, Francia, Italia, Países Bajos, Reino Unido o incluso Bélgica y los países escandinavos, que con frecuencia establecen aquí centros regionales desde donde operan para toda la región centroeuropea. Los intercambios comerciales con España alcanzaron en 2007 un volumen en ambas direcciones por valor de 1.200 millones de euros pero la tasa de cobertura se ha reducido significativamente en detrimento de nuestro país hasta alcanzar solo un 61% en 2007, en paralelo a la progresiva industrialización de la economía eslovaca.

Conclusiones: No cabe duda que Eslovaquia, apenas 16 años desde su nacimiento y a pesar de sus limitadas dimensiones con 5,4 millones de habitantes, ha sabido labrarse una posición destacada entre las naciones europeas. Las acertadas políticas de los Gobiernos eslovacos desde 1998 han situado al país a la cabeza de los países de Visegrado en cuanto a estabilidad política y económica. Son muchos los retos que le quedan por delante pero la foto fija que retrata a Eslovaquia hoy es una de la que se pueden sentir orgullosos todos los eslovacos y que necesariamente exige una rectificación por parte de todos aquellos que le vaticinaron una corta y convulsa existencia.

Fuente: Bitácora AlmendrónTribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

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