Por Jesús López-Medel, abogado del Estado. Ex presidente de la Comisión de Derechos Humanos de la OSCE (EL PERIÓDICO, 26/02/09):
De allí partieron en su último viaje. El último pedazo de tierra que pisaron estaba muy lejos de su país. Subieron a un avión del que algunos ya habían expresado a sus familiares sus temores, a pesar de sus abundantes horas de vuelo y su capacidad de sacrificio. Quienes hemos viajado con frecuencia a esos lugares evitábamos siempre esos aviones de fabricación soviética, los yakovlev, tupovlev, etcétera. Ellos no podían elegir. Eran militares. El Yak-42 despegaría para siempre de Bhisket hace ya seis años, hasta llegar a nunca jamás.
Kirguistán es uno de los cinco países ex soviéticos que integran Asia Central. Es ahora noticia por lo que supone la pérdida de la última base militar utilizada por Estados Unidos en esa inmensa región para apoyar a sus acciones en Afganistán. Tras los atentados del 11-S del 2001 en Nueva York, una de las reacciones de George Bush fue invadir Afganistán en la operación Libertad Duradera. Buscaban a Osama bin Laden y pretendían derrocar a los fanáticos talibanes que ellos mismos antes habían apoyado y armado para expulsar a los invasores soviéticos. Tuvieron el respaldo militar de muchas estados aliados.
POLÍTICAMENTE, todos bendecirían la acción. Incluso la Rusia de entonces que, al tiempo, estaba desplegando una acción muy represora en Chechenia. Les venía muy bien el todo vale norteamericano contra el terrorismo para seguir aniquilando ellos a los separatistas caucásicos. Para la invasión y guerra que desde entonces se vive allí, además del apoyo político y logístico de Pakistán, era necesario que desde otro flanco también las tropas pudieran tener bases de apoyo. En aquel tiempo, apenas 12 años después de desmantelarse la URSS, EEUU tendría todas las facilidades. Dos lugares estratégicos para su Ejército eran las bases que permitirían utilizar Uzbekistán y Kirguistán, antaño ruta de la seda, hoy de la droga. El primero, frontera con Afganistán, es una nación con gran historia donde está la mítica Samarcanda y otras ciudades aún más bellas, como Khiba y Bukhara. El despotismo y la represión causaron en el 2006 una matanza de casi 1.000 personas. Las condenas occidentales provocaron en el dictador Karimov el repliegue y la expulsión de EEUU de la base que le permitía, hasta entonces, utilizar Uzbekistán.
Solo quedaba, pues, la base de Manás situada en la capital de Kirguizistán. En ella, junto a las tropas yanquis, hay un contingente de 60 españoles. Hacen labores de apoyo a los compatriotas que están en el país afgano. Ahora han de volver.
Kirguistán, un país con abundantes y bellas montañas, ha decidido que el Ejército norteamericano debe marcharse. Otra dificultad más en los polvorines que Bush le ha dejado a su sucesor. Tras el progresivo abandono de Irak, la nueva Administración de Barack Obama se centrará en el avispero de Afganistán, aunque parece que allí puede haber un cambio de estrategia. La creciente influencia rusa en todo el espacio soviético, una vez recuperada tras evaporarse la URSS, ha sido determinante en esa expulsión.
De allí han de volver nuestros militares que, en turnos de pocos meses, rotaban. Algunos nunca volvieron. En mayo del 2003, 62 militares españoles fueron embarcados en ese avión de fabricación ucraniana. Horas después, la aeronave se estrellaba en Turquía. El cierre de la base de Manás requiere un recuerdo para ellos.
Allí estuve en dos ocasiones visitando a las tropas españolas en unas condiciones de seguridad casi bélicas administradas por las autoridades norteamericanas. Junto a la entereza y sacrificio de nuestros militares, recordaré siempre lo que allí vi.
Hicimos una ofrenda en recuerdo de quienes ocuparon el avión que tendría como destino la muerte. Fue una gran sorpresa que la placa conmemorativa de ellos estuviese escrita en inglés: “To the brothers and sisters…“. Pregunté el motivo, y se me dijo que había sido colocada por EEUU. Desde aquí, además de muertos, olvidados. Al regresar a España, comenté este hecho con algunas personas del ámbito político. Dos años y medio después, en diciembre del 2007, volví al país kirguiz de nuevo como observador internacional de la OSCE. Una vez más quise rendir homenaje a nuestros militares. La placa única seguía allí sola, colocada sobre la misma roca. Pude de nuevo echar en falta que no hubiera en español un recuerdo semejante. Junto a la emoción, volví a sentir pena.
EN 180 DÍAS el Ejército norteamericano debe abandonar Manás. Con ellos lo hará también el contingente español. Seguirán atendiendo a los compromisos internacionales de apoyo a nuestro aliado. Los militares no deben expresar sus temores o sus dudas. Así, tal vez ellos piensen que están allí en misión de paz en lucha contra el terrorismo internacional. Muchos civiles tenemos dudas sobre su utilidad, dada la inmensa complejidad orográfica del país afgano. En cualquier caso, desde sus planteamientos militares, ellos actúan guiados por la profesionalidad, la abnegación y el sacrificio que les caracteriza.
Cuando regresen de Kirguistán, que traigan la placa. Que sirva para mantener vivo el recuerdo de nuestros muertos. Tal vez la Ministra de Defensa, Carme Chacón, quiera rendirles honores a ellos y a sus familiares haciendo que esa placa, escrita en inglés, quede, junto a su memoria, en un lugar digno, aquí en España.
De allí partieron en su último viaje. El último pedazo de tierra que pisaron estaba muy lejos de su país. Subieron a un avión del que algunos ya habían expresado a sus familiares sus temores, a pesar de sus abundantes horas de vuelo y su capacidad de sacrificio. Quienes hemos viajado con frecuencia a esos lugares evitábamos siempre esos aviones de fabricación soviética, los yakovlev, tupovlev, etcétera. Ellos no podían elegir. Eran militares. El Yak-42 despegaría para siempre de Bhisket hace ya seis años, hasta llegar a nunca jamás.
Kirguistán es uno de los cinco países ex soviéticos que integran Asia Central. Es ahora noticia por lo que supone la pérdida de la última base militar utilizada por Estados Unidos en esa inmensa región para apoyar a sus acciones en Afganistán. Tras los atentados del 11-S del 2001 en Nueva York, una de las reacciones de George Bush fue invadir Afganistán en la operación Libertad Duradera. Buscaban a Osama bin Laden y pretendían derrocar a los fanáticos talibanes que ellos mismos antes habían apoyado y armado para expulsar a los invasores soviéticos. Tuvieron el respaldo militar de muchas estados aliados.
POLÍTICAMENTE, todos bendecirían la acción. Incluso la Rusia de entonces que, al tiempo, estaba desplegando una acción muy represora en Chechenia. Les venía muy bien el todo vale norteamericano contra el terrorismo para seguir aniquilando ellos a los separatistas caucásicos. Para la invasión y guerra que desde entonces se vive allí, además del apoyo político y logístico de Pakistán, era necesario que desde otro flanco también las tropas pudieran tener bases de apoyo. En aquel tiempo, apenas 12 años después de desmantelarse la URSS, EEUU tendría todas las facilidades. Dos lugares estratégicos para su Ejército eran las bases que permitirían utilizar Uzbekistán y Kirguistán, antaño ruta de la seda, hoy de la droga. El primero, frontera con Afganistán, es una nación con gran historia donde está la mítica Samarcanda y otras ciudades aún más bellas, como Khiba y Bukhara. El despotismo y la represión causaron en el 2006 una matanza de casi 1.000 personas. Las condenas occidentales provocaron en el dictador Karimov el repliegue y la expulsión de EEUU de la base que le permitía, hasta entonces, utilizar Uzbekistán.
Solo quedaba, pues, la base de Manás situada en la capital de Kirguizistán. En ella, junto a las tropas yanquis, hay un contingente de 60 españoles. Hacen labores de apoyo a los compatriotas que están en el país afgano. Ahora han de volver.
Kirguistán, un país con abundantes y bellas montañas, ha decidido que el Ejército norteamericano debe marcharse. Otra dificultad más en los polvorines que Bush le ha dejado a su sucesor. Tras el progresivo abandono de Irak, la nueva Administración de Barack Obama se centrará en el avispero de Afganistán, aunque parece que allí puede haber un cambio de estrategia. La creciente influencia rusa en todo el espacio soviético, una vez recuperada tras evaporarse la URSS, ha sido determinante en esa expulsión.
De allí han de volver nuestros militares que, en turnos de pocos meses, rotaban. Algunos nunca volvieron. En mayo del 2003, 62 militares españoles fueron embarcados en ese avión de fabricación ucraniana. Horas después, la aeronave se estrellaba en Turquía. El cierre de la base de Manás requiere un recuerdo para ellos.
Allí estuve en dos ocasiones visitando a las tropas españolas en unas condiciones de seguridad casi bélicas administradas por las autoridades norteamericanas. Junto a la entereza y sacrificio de nuestros militares, recordaré siempre lo que allí vi.
Hicimos una ofrenda en recuerdo de quienes ocuparon el avión que tendría como destino la muerte. Fue una gran sorpresa que la placa conmemorativa de ellos estuviese escrita en inglés: “To the brothers and sisters…“. Pregunté el motivo, y se me dijo que había sido colocada por EEUU. Desde aquí, además de muertos, olvidados. Al regresar a España, comenté este hecho con algunas personas del ámbito político. Dos años y medio después, en diciembre del 2007, volví al país kirguiz de nuevo como observador internacional de la OSCE. Una vez más quise rendir homenaje a nuestros militares. La placa única seguía allí sola, colocada sobre la misma roca. Pude de nuevo echar en falta que no hubiera en español un recuerdo semejante. Junto a la emoción, volví a sentir pena.
EN 180 DÍAS el Ejército norteamericano debe abandonar Manás. Con ellos lo hará también el contingente español. Seguirán atendiendo a los compromisos internacionales de apoyo a nuestro aliado. Los militares no deben expresar sus temores o sus dudas. Así, tal vez ellos piensen que están allí en misión de paz en lucha contra el terrorismo internacional. Muchos civiles tenemos dudas sobre su utilidad, dada la inmensa complejidad orográfica del país afgano. En cualquier caso, desde sus planteamientos militares, ellos actúan guiados por la profesionalidad, la abnegación y el sacrificio que les caracteriza.
Cuando regresen de Kirguistán, que traigan la placa. Que sirva para mantener vivo el recuerdo de nuestros muertos. Tal vez la Ministra de Defensa, Carme Chacón, quiera rendirles honores a ellos y a sus familiares haciendo que esa placa, escrita en inglés, quede, junto a su memoria, en un lugar digno, aquí en España.
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