Por WALTER OPPENHEIMER (El País.com, 22/02/2009)
En Londres ha aparecido un mural con el rostro de una joven con el cráneo completamente calvo, el símbolo de la libra esterlina tatuado en la frente, la leyenda Esto es Inglaterra en rojo sanguíneo y una bandada de buitres coronando la escena. El rumor atribuye la obra a Banksy, el célebre artista del grafiti de rostro anónimo, pero una empresa de relaciones públicas lo ha desmentido en su nombre.
Es la alegoría de un país sediento de sangre, de una persona que se lucra con su propia muerte, de unos medios que actúan como buitres. Es la alegoría de un caso que se ha convertido en la gran polémica del momento en el Reino Unido: la muerte en público de Jade Goody, una joven profundamente inculta y hortera que hace unos años consiguió salir de la miseria gracias a la telebasura y que de la mano de los medios y la tragedia del cáncer se ha transformado en una mujer capaz de movilizar al ministro de Justicia, emocionar al primer ministro y a millones de británicos y abrir un agrio debate sobre los límites del circo mediático.
Goody, de 27 años, se muere de un cáncer de útero. Pero no ha querido morirse en silencio. Ha querido morir en público. Desde que en agosto del año pasado supo que tenía cáncer, decidió vender su historia al mejor postor. Desde hace unas semanas sabe que el cáncer amenaza su vida. Desde hace unos días sabe que su enfermedad es terminal, que le quedan semanas, con suerte unos meses. Y quiere que su muerte sirva al menos para asegurar el bienestar material de sus dos hijos, de cinco y cuatro años.
"Sí, la gente dirá que hago todo esto por dinero. Y tienen razón. Pero no lo hago para comprar coches de lujo o grandes casas. Lo hago por el futuro de mis hijos, por si yo falto. No quiero que mis hijos tengan la misma infancia miserable, plagada de drogas y marcada por la pobreza que tuve yo", declaró en enero al tabloide dominical News of The World en una larga y -sobre todo con la perspectiva del tiempo- emocionante entrevista. Una serie de fotografías la muestran hermosa y sonriente, exhibiendo con orgullo y tristeza la calva que le ha dejado el tratamiento de quimioterapia.
El primer efecto de su campaña ha sido muy benéfico: se ha disparado el número de mujeres que han acudido al médico para cerciorarse de que no tienen cáncer de útero, el segundo más frecuente entre las mujeres pero uno de los más fáciles de curar si se descubre a tiempo.
"He vivido toda mi vida adulta hablando de mi vida. La única diferencia es que ahora estoy hablando de mi muerte. He vivido frente a las cámaras y quizás muera frente a ellas", dijo también en aquella entrevista. Pero la persona que le lleva la campaña, Max Clifford, el más poderoso relaciones públicas del Reino Unido, ha asegurado que su muerte no será filmada. La campaña llegará a su clímax hoy, cuando Jade se case con su novio, Jack Tweed. Luego habrá una entrevista en televisión y "alguna cosa más", pero dejarán de seguirla las cámaras que desde hace meses filman el avance de su enfermedad.
"Creo que muchos periodistas tienen un punto de mala conciencia, algo que no ocurre demasiado a menudo, por haber dicho lo que han dicho. Sobre todo por haber dicho que todo esto era un golpe publicitario", sostiene Clifford en una entrevista publicada ayer por The Guardian.
Y es que Jade Goody no siempre ha sido un personaje simpático. Saltó a la fama en 2002, en la tercera edición del Gran Hermano británico. Su fuerte personalidad brilló al instante dentro de la casa y en los hogares de los televidentes. Pero su ignorancia, sus dobles caras y su ordinariez la convirtieron en una de las presas preferidas de los tabloides, que se mofaban de ella sin piedad. Pensaba que Cambridge era un barrio de Londres, que Río de Janeiro era una persona y que "East Angular" -como ella llamaba a la región de East Anglia- era un país extranjero.
Su profunda ignorancia era un retrato de los problemas sociales del Reino Unido. Nació y se crió en Bermondsey, uno de los barrios más duros de Londres, hija de un padre heroinómano y una madre adicta al crack a la que cuidaba desde que, siendo ella una niña, perdió la movilidad en un brazo y la vista en un ojo en un accidente de automóvil. Su padre, que abandonó a la madre cuando Jade tenía dos años, pasó cuatro años en la cárcel y murió de sobredosis en 2005, cuando sólo tenía 42 años. "No tuve mucho tiempo para ir a la escuela", explica ella.
Goody consiguió aguantar en Gran Hermano varias semanas antes de que la expulsaran. El tiempo suficiente para convertirse en una celebrity a pesar de la prensa. O quizás gracias a sus ataques. Su vida cambió por completo. Se convirtió en un personaje habitual de las revistas del corazón, publicó su autobiografía, puso en marcha con gran éxito su propio perfume.
La buena fortuna se paró en seco en enero de 2007, cuando participó junto con su madre, Jackie y Budden, y su novio y mañana marido, Jack Tweed, en el llamado Celebrity Big Brother.
Goody mostró su peor cara. Fue acusada de acosar con comentarios racistas a la actriz india Shilpa Shetty, muy popular en su país. Los reguladores de la televisión británica recibieron más de 50.000 quejas. El caso fue ampliamente recogido por la prensa internacional y el entonces ministro británico del Tesoro y ahora primer ministro, Gordon Brown, que casualmente estaba esos días de gira por la India, tuvo que intervenir para condenar el programa porque dañaba la buena imagen del Reino Unido.
Los patrocinadores abandonaron a Goody de inmediato: su perfume desapareció de las tiendas y su biografía fue retiradas de las librerías pese a sus disculpas públicas y sus declaraciones contra el racismo.
La ironía del destino ha querido que Jade Goody estuviera en la India cuando se enteró de que padecía cáncer, en agosto pasado. Estaba participando en Big Boss, el equivalente local de Gran Hermano. Era una manera de reparar su imagen en la India y de manera personal con Shilpa Shetty, anfitriona del programa.
En 2004 y en 2006 ya había sido examinada de cáncer en los ovarios y los intestinos pero los médicos no encontraron nada. Tras desvanecerse cuatro veces, en julio de 2008 volvió a examinarse. Los resultados confirmaron que tenía cáncer cervical, un cáncer que se desarrolla en el cuello del útero. El 1 de septiembre se confirmó que el cáncer de Goody estaba ya muy avanzado y que su vida corría peligro. Ese mismo día, su novio, con el que estaba recomponiendo su relación, fue condenado a 18 meses de prisión por una paliza a un chaval de 16 años.
Todo cambió de nuevo para Jade Goody, que decidió hacer más pública que nunca su vida, camino quizás de la muerte. La televisión Living TV, que desde junio estaba rodando un programa sobre ella, ha ido exponiendo con toda crudeza los estragos que iba haciendo la quimioterapia en el cuerpo y la mente de la joven, que empezó también a relatar su tragedia en los periódicos tabloides.
Su decisión de convertir su enfermedad en un espectáculo, dividió a los británicos. "Siento pena por cualquiera que tenga que pasar por lo que está pasando Jade, pero no creo que deba cobrar por sus entrevistas sobre un tema que traumatiza a mucha gente", declaró la popular modelo Jordan. Ese tipo de opiniones se han ido matizando a medida que el cáncer avanzaba en el cuerpo de Goody.
La enfermedad ha seguido su curso a pesar de la quimioterapia y cuatro operaciones y los médicos le comunicaron la semana pasada que le queda muy poco tiempo de vida. Varias semanas, quizás unos pocos meses. Desde entonces, su muerte inminente se ha convertido en un frenesí mediático que tendrá hoy su punto culminante, cuando Jade Goody y Jack Tweed se casen en un hermoso hotel rural a pocos kilómetros de la casa de ella en Ongar, Essex.
Tweed ha estado cuatro meses en la cárcel y salió en libertad vigilada a principios de enero con la condición de estar en casa de su madre entre las siete de la tarde y las siete de la mañana. Las autoridades le negaron en principio permiso para romper esas condiciones y pasar la noche de bodas con la que será su esposa en el hotel donde se celebrará la ceremonia. Hasta que intervino el ministro de Justicia, Jack Straw, que dijo sentir "enorme simpatía" por Goody y su familia y por su "extraordinario coraje". El primer ministro, Gordon Brown, pareció apoyar la intervención cuando dijo que el asunto dependía de las autoridades correspondientes, pero dejó claro que "todos estamos entristecidos con esta tragedia".
La intervención del Gobierno también ha generado polémica. Mucha gente cree que Straw ha hecho bien y que es lo que se debería hacer siempre en esos casos. Otros piensan que la intervención del Gobierno es oportunista y está fuera de lugar. "Estamos ante un ministro de la Corona haciéndole el juego a uno de los asuntos de peor gusto del publicista Max Clifford", asegura David Hughes, jefe de la sección de opinión del diario The Telegraph.
"Goody tiene cáncer, y eso es triste. Pero también lo tienen cientos de miles de personas. La diferencia aquí es que Goody es una subsidiaria enteramente propiedad de los tabloides y cualquier cosa que haga, incluso morir de cáncer, es comercializada por los tabloides", opina. "¿Qué tipo de precedente está sentando Jack Straw? ¿Va a intervenir en todos los casos en que un prisionero se case con una persona que se está muriendo de cáncer? ¿O su piedad sólo se extiende a aquellas historias que han sido vendidas al mejor postor?", se pregunta Hughes.
Goody se muere, pero el debate que ella ha generado sigue vivo.
En Londres ha aparecido un mural con el rostro de una joven con el cráneo completamente calvo, el símbolo de la libra esterlina tatuado en la frente, la leyenda Esto es Inglaterra en rojo sanguíneo y una bandada de buitres coronando la escena. El rumor atribuye la obra a Banksy, el célebre artista del grafiti de rostro anónimo, pero una empresa de relaciones públicas lo ha desmentido en su nombre.
Es la alegoría de un país sediento de sangre, de una persona que se lucra con su propia muerte, de unos medios que actúan como buitres. Es la alegoría de un caso que se ha convertido en la gran polémica del momento en el Reino Unido: la muerte en público de Jade Goody, una joven profundamente inculta y hortera que hace unos años consiguió salir de la miseria gracias a la telebasura y que de la mano de los medios y la tragedia del cáncer se ha transformado en una mujer capaz de movilizar al ministro de Justicia, emocionar al primer ministro y a millones de británicos y abrir un agrio debate sobre los límites del circo mediático.
Goody, de 27 años, se muere de un cáncer de útero. Pero no ha querido morirse en silencio. Ha querido morir en público. Desde que en agosto del año pasado supo que tenía cáncer, decidió vender su historia al mejor postor. Desde hace unas semanas sabe que el cáncer amenaza su vida. Desde hace unos días sabe que su enfermedad es terminal, que le quedan semanas, con suerte unos meses. Y quiere que su muerte sirva al menos para asegurar el bienestar material de sus dos hijos, de cinco y cuatro años.
"Sí, la gente dirá que hago todo esto por dinero. Y tienen razón. Pero no lo hago para comprar coches de lujo o grandes casas. Lo hago por el futuro de mis hijos, por si yo falto. No quiero que mis hijos tengan la misma infancia miserable, plagada de drogas y marcada por la pobreza que tuve yo", declaró en enero al tabloide dominical News of The World en una larga y -sobre todo con la perspectiva del tiempo- emocionante entrevista. Una serie de fotografías la muestran hermosa y sonriente, exhibiendo con orgullo y tristeza la calva que le ha dejado el tratamiento de quimioterapia.
El primer efecto de su campaña ha sido muy benéfico: se ha disparado el número de mujeres que han acudido al médico para cerciorarse de que no tienen cáncer de útero, el segundo más frecuente entre las mujeres pero uno de los más fáciles de curar si se descubre a tiempo.
"He vivido toda mi vida adulta hablando de mi vida. La única diferencia es que ahora estoy hablando de mi muerte. He vivido frente a las cámaras y quizás muera frente a ellas", dijo también en aquella entrevista. Pero la persona que le lleva la campaña, Max Clifford, el más poderoso relaciones públicas del Reino Unido, ha asegurado que su muerte no será filmada. La campaña llegará a su clímax hoy, cuando Jade se case con su novio, Jack Tweed. Luego habrá una entrevista en televisión y "alguna cosa más", pero dejarán de seguirla las cámaras que desde hace meses filman el avance de su enfermedad.
"Creo que muchos periodistas tienen un punto de mala conciencia, algo que no ocurre demasiado a menudo, por haber dicho lo que han dicho. Sobre todo por haber dicho que todo esto era un golpe publicitario", sostiene Clifford en una entrevista publicada ayer por The Guardian.
Y es que Jade Goody no siempre ha sido un personaje simpático. Saltó a la fama en 2002, en la tercera edición del Gran Hermano británico. Su fuerte personalidad brilló al instante dentro de la casa y en los hogares de los televidentes. Pero su ignorancia, sus dobles caras y su ordinariez la convirtieron en una de las presas preferidas de los tabloides, que se mofaban de ella sin piedad. Pensaba que Cambridge era un barrio de Londres, que Río de Janeiro era una persona y que "East Angular" -como ella llamaba a la región de East Anglia- era un país extranjero.
Su profunda ignorancia era un retrato de los problemas sociales del Reino Unido. Nació y se crió en Bermondsey, uno de los barrios más duros de Londres, hija de un padre heroinómano y una madre adicta al crack a la que cuidaba desde que, siendo ella una niña, perdió la movilidad en un brazo y la vista en un ojo en un accidente de automóvil. Su padre, que abandonó a la madre cuando Jade tenía dos años, pasó cuatro años en la cárcel y murió de sobredosis en 2005, cuando sólo tenía 42 años. "No tuve mucho tiempo para ir a la escuela", explica ella.
Goody consiguió aguantar en Gran Hermano varias semanas antes de que la expulsaran. El tiempo suficiente para convertirse en una celebrity a pesar de la prensa. O quizás gracias a sus ataques. Su vida cambió por completo. Se convirtió en un personaje habitual de las revistas del corazón, publicó su autobiografía, puso en marcha con gran éxito su propio perfume.
La buena fortuna se paró en seco en enero de 2007, cuando participó junto con su madre, Jackie y Budden, y su novio y mañana marido, Jack Tweed, en el llamado Celebrity Big Brother.
Goody mostró su peor cara. Fue acusada de acosar con comentarios racistas a la actriz india Shilpa Shetty, muy popular en su país. Los reguladores de la televisión británica recibieron más de 50.000 quejas. El caso fue ampliamente recogido por la prensa internacional y el entonces ministro británico del Tesoro y ahora primer ministro, Gordon Brown, que casualmente estaba esos días de gira por la India, tuvo que intervenir para condenar el programa porque dañaba la buena imagen del Reino Unido.
Los patrocinadores abandonaron a Goody de inmediato: su perfume desapareció de las tiendas y su biografía fue retiradas de las librerías pese a sus disculpas públicas y sus declaraciones contra el racismo.
La ironía del destino ha querido que Jade Goody estuviera en la India cuando se enteró de que padecía cáncer, en agosto pasado. Estaba participando en Big Boss, el equivalente local de Gran Hermano. Era una manera de reparar su imagen en la India y de manera personal con Shilpa Shetty, anfitriona del programa.
En 2004 y en 2006 ya había sido examinada de cáncer en los ovarios y los intestinos pero los médicos no encontraron nada. Tras desvanecerse cuatro veces, en julio de 2008 volvió a examinarse. Los resultados confirmaron que tenía cáncer cervical, un cáncer que se desarrolla en el cuello del útero. El 1 de septiembre se confirmó que el cáncer de Goody estaba ya muy avanzado y que su vida corría peligro. Ese mismo día, su novio, con el que estaba recomponiendo su relación, fue condenado a 18 meses de prisión por una paliza a un chaval de 16 años.
Todo cambió de nuevo para Jade Goody, que decidió hacer más pública que nunca su vida, camino quizás de la muerte. La televisión Living TV, que desde junio estaba rodando un programa sobre ella, ha ido exponiendo con toda crudeza los estragos que iba haciendo la quimioterapia en el cuerpo y la mente de la joven, que empezó también a relatar su tragedia en los periódicos tabloides.
Su decisión de convertir su enfermedad en un espectáculo, dividió a los británicos. "Siento pena por cualquiera que tenga que pasar por lo que está pasando Jade, pero no creo que deba cobrar por sus entrevistas sobre un tema que traumatiza a mucha gente", declaró la popular modelo Jordan. Ese tipo de opiniones se han ido matizando a medida que el cáncer avanzaba en el cuerpo de Goody.
La enfermedad ha seguido su curso a pesar de la quimioterapia y cuatro operaciones y los médicos le comunicaron la semana pasada que le queda muy poco tiempo de vida. Varias semanas, quizás unos pocos meses. Desde entonces, su muerte inminente se ha convertido en un frenesí mediático que tendrá hoy su punto culminante, cuando Jade Goody y Jack Tweed se casen en un hermoso hotel rural a pocos kilómetros de la casa de ella en Ongar, Essex.
Tweed ha estado cuatro meses en la cárcel y salió en libertad vigilada a principios de enero con la condición de estar en casa de su madre entre las siete de la tarde y las siete de la mañana. Las autoridades le negaron en principio permiso para romper esas condiciones y pasar la noche de bodas con la que será su esposa en el hotel donde se celebrará la ceremonia. Hasta que intervino el ministro de Justicia, Jack Straw, que dijo sentir "enorme simpatía" por Goody y su familia y por su "extraordinario coraje". El primer ministro, Gordon Brown, pareció apoyar la intervención cuando dijo que el asunto dependía de las autoridades correspondientes, pero dejó claro que "todos estamos entristecidos con esta tragedia".
La intervención del Gobierno también ha generado polémica. Mucha gente cree que Straw ha hecho bien y que es lo que se debería hacer siempre en esos casos. Otros piensan que la intervención del Gobierno es oportunista y está fuera de lugar. "Estamos ante un ministro de la Corona haciéndole el juego a uno de los asuntos de peor gusto del publicista Max Clifford", asegura David Hughes, jefe de la sección de opinión del diario The Telegraph.
"Goody tiene cáncer, y eso es triste. Pero también lo tienen cientos de miles de personas. La diferencia aquí es que Goody es una subsidiaria enteramente propiedad de los tabloides y cualquier cosa que haga, incluso morir de cáncer, es comercializada por los tabloides", opina. "¿Qué tipo de precedente está sentando Jack Straw? ¿Va a intervenir en todos los casos en que un prisionero se case con una persona que se está muriendo de cáncer? ¿O su piedad sólo se extiende a aquellas historias que han sido vendidas al mejor postor?", se pregunta Hughes.
Goody se muere, pero el debate que ella ha generado sigue vivo.
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