Por Robert J. Samuelson, analista de The Washington Post (EL MUNDO, 25/02/09):
Analizando en profundidad, el programa de estímulo económico de 787.000 millones de dólares de Obama es profundamente decepcionante.Durante semanas, el presidente ha descrito la situación económica en términos catastróficos. «Esta no es una recesión cualquiera -decía en su conferencia de prensa del 9 de febrero- es la peor crisis económica desde la Gran Depresión». Teniendo en cuenta estas dramáticas advertencias, sería de esperar que el paquete de estímulo se centrara casi en exclusiva en la reanimación de la economía. No lo hace, y de ello tiene una gran parte de culpa el propio Obama.
La defensa de un estímulo colosal -del que soy partidario- consiste en evitar una espiral económica bajista devastadora. El gasto se está desplomando en todo el mundo. Durante el cuarto trimestre de 2008, la economía estadounidense se contrajo casi el 4%. En Japón, la economía se desplomó casi 13 puntos porcentuales; en Europa, las pérdidas fueron de casi el 6%. Son descensos espantosos.Si las perspectivas económicas son tan tristes como dice el presidente, no hay ningún motivo para poner obstáculos a la fuerza de choque del paquete de estímulo. Sin embargo, eso es lo que ha hecho.
Sus políticas comprometen el objetivo económico del programa.Fíjense en las cifras. La Oficina Presupuestaria del Congreso estima que alrededor de 200.000 millones de dólares se emplearán de 2011 en adelante, mucho más tarde de lo que sería necesario.Como aperitivo, hay 8.000 millones de dólares destinados al tren de alta velocidad. «Todo el mundo dice que son para el tren de alta velocidad entre Los Angeles y Las Vegas, no lo sé», dice Ray Scheppach, director ejecutivo de la Asociación Nacional de Gobernadores. Al margen de lo que se ha hecho, el diseño y la arquitectura se prolongarán durante muchos años. No es un estímulo rápido.
También hay 20.800 millones de dólares destinados a mejorar la tecnología de información sanitaria, más historiales clínicos informatizados y similares. La mayoría de la gente está de auerdo con estos cambios, pero no los verá de inmediato. La Oficina Presupuestaria del Congreso calcula que apenas el 3% de los fondos (595 millones de dólares) se emplearán durante los ejercicios de 2009 y 2010. El máximo gasto previsto -14.200 millones de dólares- se producirá en 2014.
Los grandes proyectos llevan tiempo y se han incluido en la legislación de estímulo porque Obama y los líderes Demócratas del Congreso están utilizando este paquete de medidas para impulsar muchas prioridades políticas, cuando lo que en realidad se necesita es reanimar la economía a corto plazo. Durante su conferencia de prensa, Obama defendió (de forma inexacta) que los dos objetivos no son incompatibles. Considere, dijo, la adaptación de los edificios federales para hacerlos energéticamente más eficientes. «Estamos generando puestos de trabajo de manera inmediata», dijo. Sí, pero no muchos. El paquete de estímulo incluye 5.500 millones de dólares para la reforma de edificios federales. La Oficina Presupuestaria considera que apenas el 23% de esos fondos se gastarán en 2009 y 2010.
Y lo que es peor, el impacto económico de la legislación de estímulo es ya menor de lo que se anunció. El paquete incluye una oscura disposición fiscal: un «parche» al impuesto mínimo alternativo.Esto protege a muchos estadounidenses de clase media de las subidas de los impuestos y, sobre el papel, añade 85.000 millones de dólares en concepto de «estímulo» a 2009 y 2010. El único problema es que, como explica Len Burman, del Centro de Política Fiscal, no se trata de un estímulo añadido, puesto que el Congreso tenía previsto aprobarlo de todas formas. De hecho, lo hace todos los años. La finalidad del estímulo es minimizar la posibilidad de que los descensos en una región de la economía arrastren a los demás sectores. Y en este sentido, el próximo gran sector vulnerable serán las instancias locales y estatales.
Rebajar la carga fiscal genera masivos descubiertos presupuestarios.Desde ahora hasta finales del ejercicio fiscal 2011, éstos podrían alcanzar los 350.000 millones de dólares en total, según datos del Centro de Presupuesto y Prioridad Política (CBPP), un colectivo progresista de presión. Obligados a equilibrar sus presupuestos, los estados se enfrentan a enormes presiones para rebajar el gasto y las plazas fijas o subir los impuestos. Cualquiera de las opciones empeora la recesión y ahonda el pesimismo. En definitiva, el paquete de estímulo ofrece sólo un alivio modesto.
Utilizando fondos de la legislación de estímulo, los estados podrían compensar el 40% de sus déficits, según afirma Nicholas Johnson, del citado centro. El efecto sobre los municipios probablemente será aún menor. El Congreso habría hecho más proporcionando subvenciones federales masivas al gasto social de los estados y municipios, dejándoles decidir cómo gastar el dinero. En lugar de eso, la legislación proporciona fondos sobre todo a través de programas concretos. Hay 90.000 millones de dólares más destinados al programa médico, 12.000 millones a educación especial y 2.800 millones de dólares a diversos programas de supervisión. Washington centraliza cada vez más competencias.
Nadie conoce el impacto económico de todo esto; las estimaciones divergen.
En todo caso, la estrategia política de Obama obstaculiza el alcance que las medidas podrían haber tenido. Al utilizar la legislación de estimulo para fines políticos que no guardan relación con los problemas inmediatos, el gasto se verá retrasado y sus efectos, atenuados. Existe otra desventaja: el gasto «temporal» aumenta la probabilidad de que los programas concretos, en contraste con las subvenciones federales a programas sociales, sean más difíciles de desmantelar, empeorando las perspectivas presupuestarias a largo plazo. Es un hecho que la política y la economía no pueden deslindarse. Pero en el plan de Obama, el partidismo se ha impuesto claramente a la política económica pragmática. Y las concesiones simbólicas realizadas a algunos republicanos restaron fuerza al paquete legislativo.
Analizando en profundidad, el programa de estímulo económico de 787.000 millones de dólares de Obama es profundamente decepcionante.Durante semanas, el presidente ha descrito la situación económica en términos catastróficos. «Esta no es una recesión cualquiera -decía en su conferencia de prensa del 9 de febrero- es la peor crisis económica desde la Gran Depresión». Teniendo en cuenta estas dramáticas advertencias, sería de esperar que el paquete de estímulo se centrara casi en exclusiva en la reanimación de la economía. No lo hace, y de ello tiene una gran parte de culpa el propio Obama.
La defensa de un estímulo colosal -del que soy partidario- consiste en evitar una espiral económica bajista devastadora. El gasto se está desplomando en todo el mundo. Durante el cuarto trimestre de 2008, la economía estadounidense se contrajo casi el 4%. En Japón, la economía se desplomó casi 13 puntos porcentuales; en Europa, las pérdidas fueron de casi el 6%. Son descensos espantosos.Si las perspectivas económicas son tan tristes como dice el presidente, no hay ningún motivo para poner obstáculos a la fuerza de choque del paquete de estímulo. Sin embargo, eso es lo que ha hecho.
Sus políticas comprometen el objetivo económico del programa.Fíjense en las cifras. La Oficina Presupuestaria del Congreso estima que alrededor de 200.000 millones de dólares se emplearán de 2011 en adelante, mucho más tarde de lo que sería necesario.Como aperitivo, hay 8.000 millones de dólares destinados al tren de alta velocidad. «Todo el mundo dice que son para el tren de alta velocidad entre Los Angeles y Las Vegas, no lo sé», dice Ray Scheppach, director ejecutivo de la Asociación Nacional de Gobernadores. Al margen de lo que se ha hecho, el diseño y la arquitectura se prolongarán durante muchos años. No es un estímulo rápido.
También hay 20.800 millones de dólares destinados a mejorar la tecnología de información sanitaria, más historiales clínicos informatizados y similares. La mayoría de la gente está de auerdo con estos cambios, pero no los verá de inmediato. La Oficina Presupuestaria del Congreso calcula que apenas el 3% de los fondos (595 millones de dólares) se emplearán durante los ejercicios de 2009 y 2010. El máximo gasto previsto -14.200 millones de dólares- se producirá en 2014.
Los grandes proyectos llevan tiempo y se han incluido en la legislación de estímulo porque Obama y los líderes Demócratas del Congreso están utilizando este paquete de medidas para impulsar muchas prioridades políticas, cuando lo que en realidad se necesita es reanimar la economía a corto plazo. Durante su conferencia de prensa, Obama defendió (de forma inexacta) que los dos objetivos no son incompatibles. Considere, dijo, la adaptación de los edificios federales para hacerlos energéticamente más eficientes. «Estamos generando puestos de trabajo de manera inmediata», dijo. Sí, pero no muchos. El paquete de estímulo incluye 5.500 millones de dólares para la reforma de edificios federales. La Oficina Presupuestaria considera que apenas el 23% de esos fondos se gastarán en 2009 y 2010.
Y lo que es peor, el impacto económico de la legislación de estímulo es ya menor de lo que se anunció. El paquete incluye una oscura disposición fiscal: un «parche» al impuesto mínimo alternativo.Esto protege a muchos estadounidenses de clase media de las subidas de los impuestos y, sobre el papel, añade 85.000 millones de dólares en concepto de «estímulo» a 2009 y 2010. El único problema es que, como explica Len Burman, del Centro de Política Fiscal, no se trata de un estímulo añadido, puesto que el Congreso tenía previsto aprobarlo de todas formas. De hecho, lo hace todos los años. La finalidad del estímulo es minimizar la posibilidad de que los descensos en una región de la economía arrastren a los demás sectores. Y en este sentido, el próximo gran sector vulnerable serán las instancias locales y estatales.
Rebajar la carga fiscal genera masivos descubiertos presupuestarios.Desde ahora hasta finales del ejercicio fiscal 2011, éstos podrían alcanzar los 350.000 millones de dólares en total, según datos del Centro de Presupuesto y Prioridad Política (CBPP), un colectivo progresista de presión. Obligados a equilibrar sus presupuestos, los estados se enfrentan a enormes presiones para rebajar el gasto y las plazas fijas o subir los impuestos. Cualquiera de las opciones empeora la recesión y ahonda el pesimismo. En definitiva, el paquete de estímulo ofrece sólo un alivio modesto.
Utilizando fondos de la legislación de estímulo, los estados podrían compensar el 40% de sus déficits, según afirma Nicholas Johnson, del citado centro. El efecto sobre los municipios probablemente será aún menor. El Congreso habría hecho más proporcionando subvenciones federales masivas al gasto social de los estados y municipios, dejándoles decidir cómo gastar el dinero. En lugar de eso, la legislación proporciona fondos sobre todo a través de programas concretos. Hay 90.000 millones de dólares más destinados al programa médico, 12.000 millones a educación especial y 2.800 millones de dólares a diversos programas de supervisión. Washington centraliza cada vez más competencias.
Nadie conoce el impacto económico de todo esto; las estimaciones divergen.
En todo caso, la estrategia política de Obama obstaculiza el alcance que las medidas podrían haber tenido. Al utilizar la legislación de estimulo para fines políticos que no guardan relación con los problemas inmediatos, el gasto se verá retrasado y sus efectos, atenuados. Existe otra desventaja: el gasto «temporal» aumenta la probabilidad de que los programas concretos, en contraste con las subvenciones federales a programas sociales, sean más difíciles de desmantelar, empeorando las perspectivas presupuestarias a largo plazo. Es un hecho que la política y la economía no pueden deslindarse. Pero en el plan de Obama, el partidismo se ha impuesto claramente a la política económica pragmática. Y las concesiones simbólicas realizadas a algunos republicanos restaron fuerza al paquete legislativo.
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