Por J. M. MARTÍ FONT - Barcelona - (El País.com, 25/02/2009)
Simone Veil (Niza, 1927), la mujer que como ministra sacó adelante la ley de despenalización del aborto en Francia y que presidió el Parlamento Europeo entre 1979 y 1982, recibió ayer en Barcelona el Premio Libertad que otorga la asociación Mujeres por la Libertad y la Democracia por su "defensa de la libertad, los derechos humanos, la justicia y el papel de las mujeres en la sociedad moderna". En su opinión, sin embargo, nuestras sociedades las mujeres están todavía muy lejos de haber conseguido la paridad.
Veil, que en las últimas elecciones francesas dio su apoyo explícito a Nicolas Sarkozy, preside actualmente la Fundación para la Memoria del Holocausto y dirige el Fondo para las Víctimas, dependiente del Tribunal Penal Internacional (TPI). Superviviente del campo de exterminio de Auschwitz, en el que desapareció casi toda su familia, esta mujer que obtuvo el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional en 2005, no ve ningún paralelismo entre la crisis de 1929 que sirvió de caldo de cultivo al nazismo, y la situación actual.
Pregunta. ¿Usted que vivió en carne propia las consecuencias de la crisis del 1929 y el auge del nazismo, detecta ahora reacciones xenófobas o antisemitas y ve algún paralelismo con la situación actual?
Respuesta. Quisiera separar la xenofobia y las consecuencias de la crisis. La xenofobia no tiene nada que ver con las consecuencias de la crisis. Yo diría que tiene mucho más que ver con la situación en Oriente Próximo. Por encima de esta situación ha llegado la crisis y no ha agravado nada. En cualquier caso es una crisis que nos llega básicamente de Estados Unidos.
P. ¿Confía en que la construcción europea sirva para salir de la crisis?
R. Europa, e incluso la existencia del euro, más bien parece que está aportando apoyos y no agravando la situación. Ningún país ha querido salir del euro y los que no están en la moneda única se encuentran en más dificultades.
P. ¿Cree usted que la Europa a 27 puede salir adelante si no se ratifica el Tratado de Lisboa? La parálisis de la presidencia checa ejemplifica mejor que nada la necesidad de los cambios institucionales.
R. No soy pesimista ni creo que todo esté paralizado. Estoy convencida de que el Tratado de Lisboa, aunque con algo de retraso, acabará siendo ratificado por todos. No veo como Irlanda, un país que ha aprovechado al máximo lo que podía obtener de la UE, puede acabar sin ratificar el Tratado. La crisis es un problema mundial. En China, por ejemplo, la situación es terrible, y hace solo seis meses era el país más pujante.
P. ¿Que piensa usted del proyecto de la Unión para el Mediterráneo?
R. Pienso que estamos en un momento en el que hay que afrontar los problemas uno detrás de otro. Hay que tener cuidado. Incluso si la situación actual fuera de normalidad deberíamos antes definir lo que entendemos por este conjunto mediterráneo, ¿qué engloba? ¿qué pretende? ¿hasta donde llega? Tengo un recuerdo muy preciso de un episodio que sucedió precisamente en Barcelona. Era el día en que cayó el muro de Berlín. Participaba en una reunión organizada por el entonces presidente Jordi Pujol. Estaba sentada a su lado cuando nos trajeron la nota de agencias con la noticia. Era una reunión de parlamentarios europeos con africanos. Mientras nosotros nos alegrábamos por la noticia los africanos estaban consternados. Se dieron cuenta enseguida de que si, de pronto, Europa se reunificaba, se había acabado la ayuda para ellos. Debemos tener muy claro lo que queremos hacer con África, porque actualmente la situación en este continente es, de lejos, la peor del Mundo. Lo conozco bien porque presido el Fondo para las Víctimas del TPI.
P. ¿Cuál es su opinión del trabajo del TPI?
R. Hay algunas carencias para determinadas cosas. Tal vez se marcó objetivos poco ambiciosos. Su funcionamiento está casi totalmente ligado a los jueces que, por otro lado son en conjunto muy buenos, pero no hay más que ellos y esta especie de apéndice para las víctimas que yo presido. Pero las cosas se mueven. Es importante porque es la primera vez que existe algo así.
P. ¿Piensa que la nueva administración norteamericana se implicará más?
R. Es difícil. De entrada Estados Unidos no ha firmado el tratado, y por otro lado no estoy para nada segura de que lo vayan a firmar.
P. Usted fue la primera mujer ministro de la V República. Como ve la evolución de la presencia de las mujeres en la esfera pública, tanto política como económica?
R. Queda mucho por hacer. Si se contempla el pequeño número de mujeres que han conseguido hacerse un hueco en el Gobierno [francés] o en las altas esferas de la Administración y en otros aspectos de la vida pública, estamos muy lejos de la paridad. Incluso para conseguir una promoción en la vida profesional, los hombres siguen ocupando el terreno. Se pueden hacer leyes, se puede hacer un montón de cosas y se han hecho un montón de cosas, pero sigue habiendo una gran diferencia. En el mundo empresarial, tal vez en las pequeñas empresas haya un aumento del número de mujeres dirigentes, pero en las grandes empresas, salvo algunas excepciones, sigue siendo un campo cerrado para las mujeres.
Simone Veil (Niza, 1927), la mujer que como ministra sacó adelante la ley de despenalización del aborto en Francia y que presidió el Parlamento Europeo entre 1979 y 1982, recibió ayer en Barcelona el Premio Libertad que otorga la asociación Mujeres por la Libertad y la Democracia por su "defensa de la libertad, los derechos humanos, la justicia y el papel de las mujeres en la sociedad moderna". En su opinión, sin embargo, nuestras sociedades las mujeres están todavía muy lejos de haber conseguido la paridad.
Veil, que en las últimas elecciones francesas dio su apoyo explícito a Nicolas Sarkozy, preside actualmente la Fundación para la Memoria del Holocausto y dirige el Fondo para las Víctimas, dependiente del Tribunal Penal Internacional (TPI). Superviviente del campo de exterminio de Auschwitz, en el que desapareció casi toda su familia, esta mujer que obtuvo el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional en 2005, no ve ningún paralelismo entre la crisis de 1929 que sirvió de caldo de cultivo al nazismo, y la situación actual.
Pregunta. ¿Usted que vivió en carne propia las consecuencias de la crisis del 1929 y el auge del nazismo, detecta ahora reacciones xenófobas o antisemitas y ve algún paralelismo con la situación actual?
Respuesta. Quisiera separar la xenofobia y las consecuencias de la crisis. La xenofobia no tiene nada que ver con las consecuencias de la crisis. Yo diría que tiene mucho más que ver con la situación en Oriente Próximo. Por encima de esta situación ha llegado la crisis y no ha agravado nada. En cualquier caso es una crisis que nos llega básicamente de Estados Unidos.
P. ¿Confía en que la construcción europea sirva para salir de la crisis?
R. Europa, e incluso la existencia del euro, más bien parece que está aportando apoyos y no agravando la situación. Ningún país ha querido salir del euro y los que no están en la moneda única se encuentran en más dificultades.
P. ¿Cree usted que la Europa a 27 puede salir adelante si no se ratifica el Tratado de Lisboa? La parálisis de la presidencia checa ejemplifica mejor que nada la necesidad de los cambios institucionales.
R. No soy pesimista ni creo que todo esté paralizado. Estoy convencida de que el Tratado de Lisboa, aunque con algo de retraso, acabará siendo ratificado por todos. No veo como Irlanda, un país que ha aprovechado al máximo lo que podía obtener de la UE, puede acabar sin ratificar el Tratado. La crisis es un problema mundial. En China, por ejemplo, la situación es terrible, y hace solo seis meses era el país más pujante.
P. ¿Que piensa usted del proyecto de la Unión para el Mediterráneo?
R. Pienso que estamos en un momento en el que hay que afrontar los problemas uno detrás de otro. Hay que tener cuidado. Incluso si la situación actual fuera de normalidad deberíamos antes definir lo que entendemos por este conjunto mediterráneo, ¿qué engloba? ¿qué pretende? ¿hasta donde llega? Tengo un recuerdo muy preciso de un episodio que sucedió precisamente en Barcelona. Era el día en que cayó el muro de Berlín. Participaba en una reunión organizada por el entonces presidente Jordi Pujol. Estaba sentada a su lado cuando nos trajeron la nota de agencias con la noticia. Era una reunión de parlamentarios europeos con africanos. Mientras nosotros nos alegrábamos por la noticia los africanos estaban consternados. Se dieron cuenta enseguida de que si, de pronto, Europa se reunificaba, se había acabado la ayuda para ellos. Debemos tener muy claro lo que queremos hacer con África, porque actualmente la situación en este continente es, de lejos, la peor del Mundo. Lo conozco bien porque presido el Fondo para las Víctimas del TPI.
P. ¿Cuál es su opinión del trabajo del TPI?
R. Hay algunas carencias para determinadas cosas. Tal vez se marcó objetivos poco ambiciosos. Su funcionamiento está casi totalmente ligado a los jueces que, por otro lado son en conjunto muy buenos, pero no hay más que ellos y esta especie de apéndice para las víctimas que yo presido. Pero las cosas se mueven. Es importante porque es la primera vez que existe algo así.
P. ¿Piensa que la nueva administración norteamericana se implicará más?
R. Es difícil. De entrada Estados Unidos no ha firmado el tratado, y por otro lado no estoy para nada segura de que lo vayan a firmar.
P. Usted fue la primera mujer ministro de la V República. Como ve la evolución de la presencia de las mujeres en la esfera pública, tanto política como económica?
R. Queda mucho por hacer. Si se contempla el pequeño número de mujeres que han conseguido hacerse un hueco en el Gobierno [francés] o en las altas esferas de la Administración y en otros aspectos de la vida pública, estamos muy lejos de la paridad. Incluso para conseguir una promoción en la vida profesional, los hombres siguen ocupando el terreno. Se pueden hacer leyes, se puede hacer un montón de cosas y se han hecho un montón de cosas, pero sigue habiendo una gran diferencia. En el mundo empresarial, tal vez en las pequeñas empresas haya un aumento del número de mujeres dirigentes, pero en las grandes empresas, salvo algunas excepciones, sigue siendo un campo cerrado para las mujeres.
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