miércoles, febrero 25, 2009

Medvédev quiere marcar impronta en el Kremlin

Por PILAR BONET - Moscú - (El País.com, 26/02/2009)

Dmitri Medvédev, el presidente de Rusia, lleva ya 10 meses en el poder. Ese plazo ha bastado para avalar una guerra relámpago en Georgia, reconocer a dos regiones separatistas y modificar por primera vez la Constitución desde que se aprobó en 1993. Sin embargo, el tiempo no ha sido suficiente para que el jefe del Estado demuestre a sus conciudadanos que el que manda en el país es él, y no Vladímir Putin, su antecesor en el cargo. Esta figura sigue teniendo un protagonismo excepcional en la vida pública, tanto en la economía como la política internacional, hasta el punto de que el presidente parece a menudo el actor aplicado de una puesta en escena diseñada a la medida del actual primer ministro.

Formalmente, Medvédev tiene un enorme poder que le permite destituir a Putin en cualquier momento. Pero una cosa es la Constitución y otra los pactos privados a los que eventualmente llegaron ambos cuando el primero recibió el poder del segundo. Entre ambos existía una relación muy sólida. Durante los dos años anteriores al relevo, Putin cuidó sistemáticamente de la formación política de su protegido, como un rey prepara a un delfín.

Medvédev se ha mostrado leal a Putin, pero el tándem dirigente de Rusia, planeado para una época de altos precios del petróleo, está siendo puesto a prueba por las turbulencias económicas. Puede llegar un momento en que la crisis exija sacrificios. De ahí que la eficacia de las medidas anticrisis tenga gran importancia y que Medvédev esté afirmando su propio estilo en múltiples detalles.

Entre las medidas que ha adoptado recientemente se cuenta la destitución fulminante de cuatro gobernadores provinciales, el anuncio de entrevistas televisivas regulares y también la publicación de una primera lista de 100 personas -"la reserva del presidente"- de un total de 1.000 que pueden esperar ascensos a puestos de responsabilidad.

Los gobernadores destituidos no eran necesariamente los peores desde el punto de vista de su gestión, pero su cese es un aviso dirigido a otros líderes provinciales. En su primera entrevista anticrisis, Medvédev recurrió a un lenguaje enérgico para dar la impresión de controlar la situación, aunque se avecinen tiempos difíciles.

La lista de los 100 -muy heterogénea, desde funcionarios a empresarios pasando por representantes de la cultura y hasta del clero- recuerda a las antiguas listas secretas de la nomenklatura comunista que recogían los nombres de las promesas del régimen.

Debido a la crisis, Medvédev está en una encrucijada que, salvando las distancias, recrea la de Mijaíl Gorbachov a principios de los años ochenta del pasado siglo. La crisis del sistema soviético dio un empuje a las reformas de la perestroika, en gran parte porque los ciudadanos se hartaron de las penurias materiales causadas por la carrera armamentista.

Las dificultades económicas agudizan hoy algunos problemas no resueltos en Rusia, entre ellos, la diferenciación en castas entre los privilegiados, que gozan de un sistema de prebendas por su cercanía al poder, y la población en general. Con la crisis también se agudiza el problema de la falta de democracia y de libertades cívicas, y la censura en las cadenas televisivas, convertidas hoy en pura propaganda. La corrupción, lo reconoce el mismo Medvédev, es uno de los grandes males de Rusia, y para luchar contra ella se requiere un control multilateral que la llamada "vertical de poder" creada por Putin no ha sido capaz de asegurar.

Las expectativas de cambio que muchos depositaron en Medvédev cuando subió al poder no se han verificado aún. Pero si se deja de lado la Constitución, sus iniciativas legislativas sobre el sistema político y las libertades cívicas han sido de poca envergadura y se han limitado a corregir ligeramente las restricciones que había introducido Putin, sin volver nunca a las libertades iniciales menoscabadas. Con la crisis, sin embargo, el consenso sobre la necesidad de una gestión más transparente se va ampliando, y en esto coinciden muchas fuerzas políticas marginadas, desde los liberales hasta los comunistas. Si Medvédev quisiera liderar este proyecto, encontraría mucha gente dispuesta a apoyarle.

De momento, no hay pruebas fehacientes de una falta de armonía entre Putin y Medvédev, aunque sí las hay de tensiones entre sus equipos. Muchos piensan que, por emplear un símil africano, el joven no ha cumplido aún el rito de matar al león para convertirse en guerrero o, por usar una imagen freudiana, no ha matado al padre para convertirse en un adulto.

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