Por Eugenio Bregolat, ex embajador de España en China (LA VANGUARDIA, 20/11/08):
Camino de Pekín para asistir a la inauguración de los Juegos Olímpicos, Bush declaró que “China no podrá desarrollar sus potencialidades económicas sin democracia”. Después de treinta años con un crecimiento anual entre el 8% y el 12%, parece claro que el autoritarismo político y el desarrollo económico no son incompatibles. Singapur o Hong Kong son buenos ejemplos; como lo fueron, antes de democratizarse, España, Chile, Corea del Sur o Taiwán. Si con democracia China fuera a crecer más, un 15% anual, digamos, más vale aconsejarle que aplace la democratización.
La declaración de Bush vincula el desarrollo económico con el modelo político. Pero resulta que la crisis financiera ha supuesto, en última instancia, un fallo monumental del sistema político, incapaz de regular y supervisar el sistema económico, evitando la crisis.
El confucianismo, que es en gran parte una doctrina política, fijó como obligaciones básicas del gobernante garantizar la seguridad y el bienestar de sus súbditos; si no lo conseguía perdía el mandato del cielo. En una ocasión Chu En Lai, cuando Kissinger le preguntó sobre la Revolución Francesa, dijo que no podía contestar porque era un hecho demasiado reciente, faltaba perspectiva. Parece una boutade,pero más de uno se habrá acordado en China de estas palabras últimamente.
Es muy arriesgado y arrogante decirle a otro cómo debe resolver sus propios problemas, vender modelos económicos o políticos. En los debates electorales del 2000, Bush dijo: “No estoy seguro de que el papel de Estados Unidos sea ir por el mundo y decir: así debe ser. No creo que el papel de Estados Unidos sea ir a un país y decir nosotros lo hacemos así y así debes hacerlo tú”. Sensatas palabras, luego olvidadas con nefastos resultados. Para David Cameron, el conservador británico: “Deberíamos aceptar que no podemos imponer la democracia con el cañón de un fusil. No podemos dejar caer la democracia desde 10.000 pies de altura”. Francis Fukuyama declaraba en septiembre a Newsweek: “Siempre compartí el punto de vista marxista de que la democracia es el resultado de un vasto proceso de modernización que se da en cada país. Los neocon creen que con el uso del poder político se puede forzar el ritmo del cambio, pero finalmente el cambio depende de que las sociedades lo hagan ellas mismas…”. Estados Unidos también debe decidir si quiere ser un país o una causa, si ancla su política exterior en los intereses o en los ideales. Intentar catequizar el mundo es muy complicado y suele tener malas consecuencias. Algo de esto sabe España, adalid en su día del catolicismo, derrotada por la Francia de un cardenal de la Iglesia católica, Richelieu, que se alió con el turco y con los protestantes para lograr su objetivo.
Helmut Schmidt escribió en Hombres y poder:”La democracia es un concepto que se ha desarrollado, partiendo de fundamentos griegos clásicos, en el espacio cultural europeo y norteamericano; el intento de trasplantarlo a otros espacios culturales ofrece escasas perspectivas”. El propio Schmidt, en un artículo en Die Zeit,en 1992, sostuvo: “Tal vez Occidente debe aceptar que la gente que vive en otros continentes y otros grupos culturales con tradiciones firmemente arraigadas pueden ser plenamente felices incluso sin las estructuras democráticas que los proamericanos consideramos indispensables”. Samuel Huntington, por su parte, escribió en Política Exterior,en 1997: “No creo que sea posible exportar la democracia. Pienso ciertamente que Estados Unidos puede y debe ofrecer apoyo limitado a los movimientos democráticos en otras sociedades. Pero esas sociedades se volverán democráticas solamente cuando dichos movimientos desarrollen un apoyo popular y esos pueblos sean capaces de llegar al poder y cambiar su sistema de gobierno”.
Como resultado de los enormes cambios económicos, China es hoy un país mucho más rico, educado, informado, abierto, plural y libre que hace treinta años, con amplias clases medias. Los súbditos se están convirtiendo en ciudadanos, con crecientes exigencias de control del poder y participación en el proceso político. Se están creando las bases para que en China un día pueda haber una democracia. Nadie sabe si este será o no el final del proceso; en todo caso, sería una democracia con “características chinas” y tardaría largo tiempo en llegar, décadas.
Pero, puesto que nadie sería capaz de imponerle a China la democracia, la única posibilidad de que un día llegue es como fruto maduro del ingente proceso de cambio en el que se ha embarcado. Demos tiempo al tiempo. Y entre tanto, más que un sistema político determinado, lo que hay que pedir a China es una conducta internacional pacífica y responsable, que observa ya, y respeto por los derechos humanos, en el que está haciendo progresos.
Fuente: Bitácora Almendrón. Tribuna Libre © Miguel Moliné Escalona
No hay comentarios.:
Publicar un comentario