jueves, noviembre 13, 2008

¿Existe la neutralidad tecnológica?

Por Juan Carlos Rodríguez Ibarra, ex presidente de la Junta de Extremadura (EL PAÍS, 13/11/08):

Con este título se celebró, el pasado 21 de octubre, una mesa redonda en el IV Congreso Internacional de Software Libre en la ciudad de Málaga, organizado por la Junta de Andalucía y de Extremadura. La hipótesis planteada era: la neutralidad tecnológica es posible y siempre es recomendable y asequible como límite, con tal de que no llegue a poner en peligro los derechos humanos o derechos fundamentales de la ciudadanía. Allí, donde los pone en peligro, es donde debe acabar de aceptarse una supuesta neutralidad tecnológica, porque nos hace retroceder en cuanto a bienes morales adquiridos en el seno de lo democrático y lo social, como comunidad humana que comparte un pacto de convivencia. Se puede ofrecer o mantener o adquirir la neutralidad tecnológica siempre que no atente contra esos bienes que son nuestros derechos humanos y como ciudadanos.

Internet como bien común: la tecnología digital en general e Internet en particular son plataformas para la creación colectiva y colaborativa de conocimiento, que están soportados por estándares e infraestructuras abiertos, lo que es la causa principal de su éxito y de la enorme imaginación, creatividad e innovación a la que ha dado lugar. Pero al tiempo, Internet es una realidad compleja formada por infraestructuras físicas y lógicas sobre las que se construye una cultura digital y, por tanto, la necesidad de modelos abiertos se manifiesta a muchos niveles.

Estos estándares y herramientas, para ser realmente abiertos deben ser tratados como un bien común de todos y de nadie al mismo tiempo, como el aire o los océanos, accesible a cualquier ciudadano por el hecho de serlo y que no puedan ser apropiados por intereses corporativos o gubernamentales. De hecho, la cultura digital ha revitalizado la importancia del concepto de bienes comunes, que desgraciadamente habíamos abandonado, en cierta medida, en el siglo XX. La naturaleza abierta de la tecnología es una garantía esencial para su neutralidad, pero ¿cómo garantizar que la tecnología funcione como un bien común?

Regulación y neutralidad: la crisis financiera que estamos viviendo en estos momentos nos debería ayudar a clarificar el debate sobre la neutralidad tecnológica. Las experiencias recientes demuestran que sólo una regulación eficiente e inteligente de nuestros sistemas financieros (lo que podríamos denominar la “infraestructura financiera” de nuestra sociedad) permitirá su funcionamiento adecuado sin comprometer el desarrollo social y económico. Algo similar podría afirmarse de la neutralidad tecnológica.

Algunos pueden pensar que la neutralidad pasa por la “no intervención” de la política. Pero la política siempre participa, por acción o por inacción y, por tanto, garantizar la neutralidad tecnológica necesita de políticas activas.

‘Software’ libre y neutralidad: el software libre es un ejemplo, y uno de los elementos esenciales, de la naturaleza común y abierta de la tecnología digital. La apuesta política por las herramientas y estándares abiertos es la mejor vía para garantizar la libertad de acceso y elección de la ciudadanía y, por tanto, son una garantía esencial para la neutralidad.

La apuesta por el software libre de muchas comunidades y gobiernos ha permitido el acceso universal de los ciudadanos a unas herramientas esenciales para la sociedad del conocimiento. Pero además, el software libre ha sido esencial en la implantación de estándares abiertos, que han acabado por ser aceptados por los propios desarrolladores de software propietario. De este modo, ahora tenemos una Internet, una red de redes globales con un idioma común en el que las oportunidades para la innovación colaborativas son enormes.

Pero, desde principios del siglo XXI, el ordenador ha pasado a ser la red, la computación sucede en “la nube” y, por tanto, la neutralidad no depende ya sólo, ni principalmente, de las tecnologías o software que tenemos instalados en nuestros dispositivos como de las infraestructuras y reglas de juego que gobiernan la red. Por ello, en el debate de la neutralidad tecnológica surge de forma especialmente relevante la neutralidad de la red.

Neutralidad de la red: el debate sobre la neutralidad de la red esconde una de las decisiones políticas de mayor calado para el futuro del gobierno de Internet y para el futuro de nuestra sociedad-red que se construye, en parte, sobre esta infraestructura digital. Sin embargo, desgraciadamente, en Europa en general y en España en particular, este debate no ha llegado en la práctica al debate público.

Internet es una consecuencia, quizás inesperada, de un enorme esfuerzo de inversión pública en I+D y en el desarrollo de infraestructuras. Sobre este embrión, la iniciativa privada ha continuado construyendo una red de comunicaciones que, esperemos, proporcione, en el futuro, acceso universal a las redes de comunicación digitales.

Pero Internet no es sólo un canal para proveer servicios, es una plataforma desde la que, organizaciones y ciudadanos, pueden crear conocimiento, colaborar y comunicarse globalmente. Su carácter abierto es esencial para entender su impacto e interés social y económico.

La única forma de asegurar la sostenibilidad de este diseño abierto es la neutralidad de la red, de modo que todo tipo de contenidos y sitios reciban el mismo tratamiento. En esta “visión infraestructural”, Internet es una plataforma sobre la que se construyen las redes sociales, los mercados y el sistema económico y es, por tanto, de interés público. Gracias a que Internet es una plataforma neutral es posible que cualquier ciudadano cree contenidos y los difunda en la red sin tener que utilizar a medios de comunicación corporativos como intermediarios.

Las grandes empresas de telefonía y cable son los otros actores interesados en este debate, dado que su modelo de negocio se vería muy reforzado si pudiesen ser ellos, directamente, los que controlasen el acceso a la infraestructura y los canales de comunicación digital.

En resumen, si la red no fuese neutral. Esto puede llevar a algunos a proponer alternativas a la neutralidad. Pero aunque su posición se base sólo en una estrategia de rentabilidad empresarial, las consecuencias podrían ser dramáticas, dado que dejaríamos en manos de unos pocos decisiones esenciales para garantizar la libertad e igualdad en el acceso a la información y en la generación de información y conocimiento.

Realmente, éste ha sido el paradigma de los últimos siglos. Pensemos en los oligopolios que han controlado, por siglos, el acceso a los medios de producción de conocimiento y comunicación (desde la imprenta a la radio o la televisión).

Pero algo ha cambiado en las últimas tres décadas. Gracias precisamente a Internet, en estos momentos disfrutamos de un nuevo paradigma de acceso universal. La neutralidad de la red es el elemento que sostiene este nuevo modelo.

Es revelador el debate que alrededor de la neutralidad de la red ha sucedido en la campaña electoral norteamericana. John McCain considera a Internet como un producto, más que como un servicio o infraestructura, que puede ser proporcionado por el sector privado con una mínima intervención pública. En su experiencia como senador se ha posicionado ya entre los que no apoyan la neutralidad.

La posición de Barack Obama es diametralmente opuesta. Para Obama, el carácter abierto de Internet es esencial para entender su impacto e interés y económico. Por ello, su estrategia política se basará en la protección de este diseño abierto abogando por la neutralidad de la red, de modo que todo tipo de contenidos y sitios reciban el mismo tratamiento. Tim Wu resumía la confrontación entre ambos candidatos mediante una metáfora: para el candidato demócrata la red es una carretera (a la que todo el mundo tiene acceso), mientras que para el republicano sería un automóvil (del que sólo podemos disfrutar si podemos permitírnoslo).

Fuente: Bitácora AlmendrónTribuna Libre © Miguel Moliné Escalona

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